Cajitas de Cristal

Af _MichBlack_

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He pasado toda mi vida cuidando cada paso que debo dar, siempre pensando en qué será lo más aceptado por las... Mere

I N T R O D U C C I Ó N
P R I M E R O
S E G U N D O
T E R C E R O
C U A R T O
Q U I N T O
S É P T I M O
O C T A V O
N O V E N O
D É C I M O
Ú N D E C I M O
D U O D É C I M O
D É C I M O T E R C E R O
D É C I M O C U A R T O
D É C I M O Q U I N T O
D E C I M O S E X T O
D E C I M O S É P T I M O
D E C I M O O C T A V O
D E C I M O N O V E N O
V I G É S I M O
E P Í L O G O
F R A S E S

S E X T O

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Af _MichBlack_


Oh no, tú papá está muy furioso.
Ah, pero por suerte
tu ardiente vecino no lo está.
;)


—¿Qué diablos haces?, —cuestiono— ¿estás fumando?

Estamos en la parada de autobuses, me fui por unos instantes a comprar un café y ahora que vuelvo encuentro a Ava con un cigarrillo en la mano, echándole una calada como si fuese lo más normal del mundo.

—¿Qué te puedo decir?, ayuda a relajarte —Se excusa sin más mi amiga la rubia.

—¿Estás loca?, ¡Esto es malo para tu salud! —regaño quitándole el cigarrillo de la boca.

—¡Eh! ¡Ni siquiera había llegado a la mitad!—Protesta.

—¿Desde cuándo estás con esto?

—Algunas veces, casi nunca pero me ayuda a relajarme —contesta encogiéndose de hombros, sin darle la mayor atención a la situación.

—Ava, estás loca, ¿tienes idea de las consecuencias que trae un cigarrillo para tu salud?, ¡te puede dar cáncer!, ¡o se te pueden caer los dientes! Hasta sale en el reverso de la caja.

—¿Qué más da?, tengo un dolor de cabeza incesante, y esto es lo único que lo calma —comenta Ava.

Genial, aparte de loca adicta a la nicotina.

—No, ni hablar, dame la cajetilla —ordeno.

—Mika, no hablas en serio —Se queja.

—Dame —Vuelvo a demandar. Entonces una intensa de batalla de miradas se desata, en cuánto ella parpadea primero sabe que yo soy la ganadora. Me da la caja entera de cigarrillos a regañadientes, pero qué bien se siente ganar—. Esto sin duda será añadido a la lista —aviso sin dar espacio a quejas.

El autobús llega, nosotras nos subimos tomando dos asientos cerca de la salida, Ava sigue haciendo un puchero y yo no puedo evitar volcar los ojos. Es una inconsciente e inmadura, lo hago por su bien.

—Voy a dejar de ir al bar —informo dando pie a una conversación.

Después de la primera vez catástrofica el dueño del local me deja ir algunas veces los lunes y miércoles, puedo cantar algunas canciones y el me da algún pago, no es mucho pero yo tampoco soy muy profesional así que lo acepto.

—¿Qué?, ¿por qué? —Ava frunce el ceño.

—Estuve pensándolo. —digo mientras veo la ventana— Y si quiero tomarme la música en serio, debo tomar clases de teoría musical, solfeo, también quiero estar en clases de baile, teatro y modelaje, la etiqueta es muy importante.

—¡Mika eso es genial! Era hora de que pensaras así —Celebra triunfal, como si fuera una docente que ha luchado en demasía con un alumno para que aprobase el grado.

No sé si sentirme halagada u ofendida.

—Pero, ¿cómo harás con los horarios?, salimos del trabajo a la nueve de la noche y entramos a la universidad a las siete de la mañana, no nos queda tiempo libre.

—Cambiaré de trabajo, hay puestos de vigilante para los fines de semana y te pagan un poco más, la única condición es que debo quedarme cuidando el lugar junto a otras señoras todo el fin de semana.

—¿Y el descanso para cuándo?, ¿te crees un robot o algo así? Mika no te excedas. Sé que te incité a que lucharas por tus sueños, pero lo menos que quiero es que termines enferma por exceso de trabajo.

—Tranquila, mis descansos serán los sábados y domingos igual, sólo es una enfermería de emergencia en un centro comercial, el Simbol Bay, mi trabajo consiste en vigilar que nadie entre a la enfermería a robar y ayudar en caso de que haya algún herido. —explico pacientemente.

—¿Pero cómo va a entrar alguien a robar si la enfermería queda adentro del centro comercial? —cuestiona notando la sencillez del trabajo —. Antes tendrían que pasar un motón de guardias, bueno, a menos que sean los empleados quiénes traten de robar.

—Es el punto, será pan comido y podré hacer mis tareas. Al parecer algunos entran a llevarse los implementos mientras las enfermeras están atendiendo a alguien afuera de su cubículo, cuando sepan que hay guardia nuevo, nadie entrará y estaré en paz.

—Pero con las academias de música y eso, ¿cómo harás?, no tienes dinero para eso —interroga Ava escéptica.

—Me inscribiré en dos academias, con el nuevo sueldo pudo cubrir una de ellas, la otra es gratuita —notifico sintiéndome una sabelotodo.

Y quizás sí lo soy.

—Tú... Lo tienes todo planeado, mocosa —bromea.

—¿De quién habré aprendido? 

Pero las risas no tienen tiempo de llegar, pues mi celular hace sonar la musiquilla que he destinado para las llamadas. Palidezco en seguida al ver que es nada menos que mi padre. No le he dicho que soy amiga de Ava, no le he comentado nada de todo esto, cada vez he estado rompiendo más y más las reglas, de hecho, he estado evitando sus llamadas porque mentirle se siente terriblemente mal. Ava ve mi indecisión y pregunta: —¿Quién es?

—Mi papá —Pronuncio como si hablase de una maldición.

—Oh vale, ¿no vas a contestar?

—No puedo, no le he dicho nada... Simplemente no puedo, me regañará.

—Mika mírame. —pide Ava con una mirada seria— Ya es hora de que hagas tu propio camino por esta vida, de que sigas tus sueños, y que no tengas miedo de ser tú. Si él te ama tanto como crees lo comprenderá, quizás le tome algún tiempo, pero lo hará.

Dudo por unos instantes, pensando si el plan que antes me había esforzado tanto en organizar tendría el resultado que yo esperaba.

¿Y si se burla?

No.

Al instante la frase pierde valor causándome incluso un desagrado hacia ella. No me importa que se burle, es mi sueño, mi motivo de vida, y no es menos importante que cualquier profesión que él crea exitosa.

Bueno, eso espero.

—¿Mika? —La voz de mi papá resuena en altavoz de pronto, cómo no, Ava no me dejaría acobardarme de responderle así que ha contestado ella.

—Sí papá, soy yo.

—¿Cómo estás? Tienes tiempo sin llamar. —Amonesta.

—Es que he estado un poco ocupada —susurro viendo a Ava de reojo.

—Lo supuse, la arquitectura es una ciencia muy compleja por lo que requiere mucho tiempo de estudio, pero sin duda te hará exitosa. —Su frase se escucha orgullosa, eso casi me hace retractarme— Menos mal no elegiste otra carrera inservible, porque sería un desperdicio que solo estudiaras ilustración o algo así ¿te lo imaginas?, por favor ¿Cómo podrías estudiar dibujo? Son solo hacer líneas y ya. —Se ríe— ¿No crees?

Ava ve mi cara afligida con el ceño fruncido, estoy entre la espada y la pared. Ella murmura un "dile" que me hace sentir peor. Pero es lo que debo hacer.

¿Cierto?

—Papá no estoy ocupada con Arquitectura. —Tartamudeo dudosa— Es que estoy cantando.

—¿Cantando?, ¿en eso malgastas tu tiempo en lugar de estudiar? ¿por eso no me llamas?

—Es que, es complicado porque a veces llego del bar muy tarde después de las 12 y tengo que hacer tareas...

Detengo mi explicación comprendiendo en seguida mi error.

—¡Has estado yendo a un bar! —Se escandaliza—, ¿se puede saber qué te pasa? A eso lugares solo van putas, y a esas horas mucho más. Así no te eduqué yo, ¿se puede saber qué te está sucediendo?, tanto aur.me esforcé en hacerte una persona de bien, esto es decepcionante no creí que fueras tan malagradecida.

Me debato entre tragarme mis palabras o no, porque siento al remordimiento estallar en cada pequeña fibra de mi ser. Le debo una disculpa. Pero no quiero decir lo siento, se siente incorrecto pedir perdón por algo que te gusta hacer, por algo que sabes que no está mal.

Está mal pedir perdón por ser quién eres y eso es lo que siento, supongo.

—Sucede que me encanta la música papá. —La frase suena temblorosa pero aún así Ava sonríe orgullosa— Cada vez que canto tengo una sensación indescriptible que me llena, que me hace sentir feliz sin importar nada. Y no me gusta la arquitectura.

—¿Cómo que no te gusta? A ti te encanta la arquitectura, es lo que siempre has soñado ¿te quedó claro?

—No, te encanta a ti. —Suspiro con un nudo en la garganta, porque sé que lo que diré a continuación me costará caro— Por eso voy a dejar la universidad, voy a ser cantante.

Escucho los jadeos sorprendidos de Ava y mi padre encajados en mi pecho. No sé si estoy haciendo lo correcto, pero se siente tan liberador.

—Dejas la universidad, y también dejarás tu derecho a pertenecer a esta familia. No quiero a una fracasada tocando la puerta de mi casa, he luchado y he dado mucho por ti con la esperanza de que fueses mucho más que esto.

Las palabras pican, mis entrañas se encogen apretando mi corazón en un puño, las lágrimas ya corren por mi cara sin nada que las frene cuando susurro.

—Entonces te deseo lo mejor en esta vida, y gracias por haberme cuidado.

La decepción duele en cada hueso de mi ser porque, nuevamente, la figura paterna que tanto admiraba se ha visto desecha por palabras que él mismo ha emitido. Las palabras duelen, duelen mucho, hoy más que nunca estoy segura de ello.

Ava me abraza en gesto conciliador sin pronunciar oración alguna, varios pasajeros del autobús se voltean a mirarme extrañados pero por una vez, no les hago caso. No tengo tiempo para ellos, no ahora que mi alma se desgarra.

Fui a la entrevista de trabajo ese martes, y me aceptaron diciéndome que en realidad era un trabajo muy aburrido, porque no hacías nada la mayor parte del tiempo. Lo que ellos no saben es que me conviene. Fui a mi audición a una academia de Música, donde te preparan no solo teóricamente, sino que también te enseñan a bailar, movimiento en escena y permiten que grabes tus canciones, aunque claro hay costear esto último y no me lo puedo permitir. Llevé a Ava a la audición para sentirme un poco más segura.

Se ha convertido en mi llavero por así decirlo, tiene sus ventajas el que sea la supervisora favorita de la señora June.

—Bien Mika, repite los sonidos que escuches —Guía amablemente el profesor.

Asiento, escuchando la primera nota. No sé cuál es exactamente, pero intento imitarla tan bien como puedo. Luego de siete notas, y dos ejercicios más supimos los resultados.

—Estás adentro felicidades, puedes elegir los horarios en secretaría y conocer lo requisitos de inscripción también —Informa.

—Gracias —digo con las mejillas coloradas, él ni se imagina el esfuerzo que he hecho para que no me saliera la voz de pollo.

—¡Sí! —gritamos Ava y yo al salir de la academia.

—¡Lo logré! —exclamo eufórica.

—¡Lo lograste! —secunda Ava con un brillo indescifrable en la mirada.

—¡Lo hice! —Vuelvo a repetir.

—¡Lo hiciste! —Ava asegura entre chillidos.

Así entro a la primera academia de música que he visto en mi vida, creando mi nuevo horario, mi nueva vida y Ava me acompaña en todo momento. Bueno, entre lo que cabe, después de todo, ella también tiene un trabajo y vida que atender. Al final decidí no dejar los estudios, es un paso demasiado grande para mí, además de que considero que es bueno tener un plan B por si acaso, Ava no me discutió. Su compañía en las clases, algunas veces en el trabajo, tareas y ensayos es un motivo de peso muy fuerte para seguir intentando. Porque me siento feliz de tener una amiga.

Incluso llega un punto en que me elijen como personaje secundario en una obra de teatro, oportunidad que rechazo por mi inseguridad para hablar ante el público porque eso solo significaría más responsabilidades de las que puedo atender. Y pues a pesar de seguir hablando con Ashley, Gabriela, Tyler, Josh y Adam, a quién en secreto aún llamo Trébol, el socializar me sigue costando un montón, mis mejillas sonrojadas no piensan desaparecer del todo tan rápido.

—Hola Ava. —saluda la profesora de coreografía, Thania— Bueno, cómo ya sé que si las dejo establecerse se quedarán hablando hasta que pase la hora, te pido Mika que calientes de una vez por todas.

—Bien —concuerdo con las mejillas irradiando vergüenza.

Qué pena dios, Ava te voy a matar, eres una pésima influencia.

Esta era mi segunda clase con ella, en la anterior cierta chica rubia me distrajo de mis ejercicios por sus monerías, si saben a lo que me refiero. La verdad es que la profesora es una persona muy agradable pero estricta, no me molesta, siempre me han gustado los profesores estrictos.

Tengo problemas mentales, lo sé, sino no fuese amiga de Ava ni por coincidencia.

En fin, comienzo haciendo los ejercicios que me ha enseñado la clase pasada, y que por culpa de Ava no pude terminar, siendo la causa de mis constantes calambres en clase. El resto de la hora pasa entre ejercicios un poco menos sencillos, y pasos de baile que aprendo con una Ava que se está por dormir en cualquier momento sentada en una de la esquinas del salón.

Al salir la despierto y nos dirigimos a nuestras casas respectivamente.

—¿Hiciste la tarea? —Me siento como una madre preguntándole estas cosas a Ava, pero es que si no es así, va a llegar el día y me pedirá los deberes, me molestaré, ella me fastidiará hasta que se los de, ella ganará una buena calificación, y yo un dolor de cabeza.

—Ya la hice.

¿Ah?

Detengo mi caminata de inmediato.

¿Ava hizo la tarea?

—¿Cómo? —Suelto atónita.

—Con un lápiz y un papel —Mofa caminando una metros adelante de mí en el bulevar de Coldprince.

—Sí, pero, yo no te recordé.

—No, me acordé yo solita. —responde frenándose para mirarme, se fija de que la veo atentamente casi admirada, eso me hace notar algo que jamás pensé que vería en Ava, un sonrojo fiero cubre su cara— Tampoco es gran cosa, cualquiera puede acordarse de hacer los deberes, el problema está en que estén bien.

Dicho esto, se da media vuelta reanudando su caminar. Es increíble, la ha hecho y yo no he tenido que decirle. Una sonrisa crece en mi labios, y aunque la hubiese querido parar fuese sido imposible.

Es agradable saber que no soy yo la única que está cambiando aquí.

Esa misma noche estoy terminando de bañarme cuando tocan mi puerta, tengo el cabello mojado cuando abro la puerta para encontrarme con un  Adrien sin camisa y un mono negro de dormir. Se me suben los colores al rostro con la vista del primer hombre que veo con el pecho desnudo.

Virgencita de los abdominales y los ojos azules por lo que más quiera, tenga clemencia de esta pobrecita alma.

Fijo la mirada en las pecas de su cara porque verlo a los ojos es demasiado, pero ver para abajo también es una tortura. El solo sonríe, así como si nada casi disfrutando de todo el caos que causa.

—Hey.

¿Hey? ¿Solo hey? Ay dios mío, ¿cómo va a decir solo eso si a mí se me olvidó hasta como respirar?

—Hey... —Me sale una versión de su saludo tartamuda.

—Acaban de estrenar una película y la tengo en stream, compré algo de comida pero noté que quizás fue demasiado. —Se rasca la nuca mientras se sonroja progresivamente y mira cada rincón del pasillo— Me pregunté si tú querrías pasar un rato entonces, —Me ve por accidente y empieza a balbucear— para que no se pierdan las chucherías claro, pero si estás ocupada no hay problema.

Se queda callado y de repente ahora somos dos mirando el suelo, con las orejas pintadas de carmín.

¿Qué hago? ¿Acepto? Si digo que sí iré con el riesgo de sufrir un paro cardíaco, pero... quiero ir, ¿si no lo hago él se molestaría? Después de todo somos amigos ¿No?

¿Querría papá?

No.

¿Qué haría yo? ¿Qué quiero yo?

—Está bien, sí puedo ir un rato supongo, solo déjame tomar las llaves y ponerle algo de comida a Crescent.

Me encojo de hombros pretendiendo que no me importa, aunque ambos sabemos que no es así, me encanta mi facilidad para ignorar en cuestión de segundos que tuve un conflicto interno hace menos de un minuto.

Adrien me deja hacer lo voy hacer mientras me espera en la entrada de su casa, por suerte ya tiene un suéter súper ancho puesto.

La casa del chico está mucho más organizada de lo que esperaba, con tonos grises y blancos predominantes en la decoración con algunos cuadros manchando de color el lugar, Adrien me descubre viendo uno de un bosque mágico pintado con la técnica de Van Gogh.

—¿Te gusta?

Asiento.

—Es precioso, yo no sé mucho de pintura pero la técnica parece impecable —musito impresionada.

—Entonces valió la pena el esfuerzo oficialmente.

Lo miro sorprendida.

—¿Lo hiciste tú?

—Sí claro, me encanta arte en todos los sentidos posibles —Sonríe con calidez.

—Eres grandioso Andrien, tienes tanto talento.

Sus orejas se sonrojan con el halago haciéndolo bajar la mirada.

—Si quieres puedo regalártelo me sentiría mejor si está con alguien que le dé aprecio que se merece, —Se revuelve el cabello con una mano un poco nervioso— Además, así cuando estés en casa y lo veas, tal vez te recuerde a mí.

Ahora yo también bajo la mirada y los dos estamos avergonzados.

—Eso sería muy amable tu parte, gracias.

Pero yo solo quiero decir, "¿Jesucristo puso la entrada al infierno aquí? Porque hace mucho calor", aunque me contento porque claramente no es la ocasión.

Adrien me deja escoger una película mientras él trae una caja de pizza recién hecha, al inicio pienso que será un poco incómodo pero con el pasar de la noche vamos entrando en confianza el uno con el otro. Vemos dos películas más mientras comemos comida basura y nos reímos de lo pésimos que son algunos actores de comedia.

Ya es muy tarde cuando termina la tercera película, así que tomo mis cosas para irme a dormir.

—Podemos repetir esto más seguido, para que me cuentes más anécdotas como la de la máscara de luchador legendaria —Adrien se ríe con el semi ondulado cabello cayéndole en los ojos.

—No me lo recuerdes, quiero asesinar a Ava cada que la veo en mi armario.

—Bueno, eso fue original no se lo puedes negar.

Suelto un bufido.

—Hubiese preferido que fuera más tradicional, gracias.

Refuto haciéndolo reír un poco más antes de caer en un silencio denso, nos miramos los ojos por un rato como si hubiese algún tipo de imán que no nos deja apartar las miradas, estamos inevitablemente sonrojados pero no parece importarnos de momento.

—Gracias por venir.

—Podría hacer este sacrificio de comerme tu comida cualquier día de la semana —Me encojo de hombros.

Vuelve a sonreír, en serio me encanta que nunca deje de hacerlo, solo es como si fuera muy atrayente el verlo feliz.

—Lo tendré en cuenta en un futuro. —Se acerca dos pasos rozando con su mano un costado de mi cara mientras acomoda un mecho de mi cabello tras la oreja— Eres preciosa, por cierto.

Listo.

Morí, puede conseguirme una tumba ya mismo porque este hombre acaba de parar mi pobre corazoncito.

Trato de bajar la cabeza para esconder mi mirada pero el fija su mano con firmeza en mi barbilla manteniendome en mi posición, me hace verlo de nuevo a esos ojos de un azul tan intenso que me derriten, se van acercando cada vez más a mi cara haciéndome ponerme rígida ante la expectativa.

¿Va a besarme?

Virgen de las chimichurrias, ¿él no va a besarme o sí?

Pero pasa al lado de mis labios depositando su beso en mi mejilla con una delicadeza que casi me hace derretirme, mi cerebro colapsa por la repentina sensación de corriente en mi cuerpo y no reacciona sino hasta que él se echa un poquito para atrás para verme a los ojos, su respiración me hace cosquillas en los labios cuando digo:—Ya es tarde, debería irme a dormir.

—Mmm quizás sí, —Sus labios rozan los míos con cada palabra— pero no quieres hacer lo que deberías, ¿o sí?

Ay yo ya no sé, ni idea de cuál es mi nombre a estas alturas.

Me lamo los labios por los nervios, pero en el proceso mi lengua se arrastra por su boca también haciéndolo temblar con ese movimiento. Siento que esto es demasiado para mí, que mi cabeza o mi cuerpo van a explotar en cualquier momento así que antes de arrepentirme y sumergirme de nuevo en la bruma caótica que nos rodea, me alejo dos pasos.

—Gracias por todo Adrien, hablamos luego —Atropello las palabras antes de entrar a mi departamento como un rayo y cerrar la puerta de un golpe.

Escucho una risa fuerte al otro lado, antes de que se tranquilice y escucho la voz de Adrien a través de la puerta.

—Adios Mika, solo recuerda que dejaste el cuadro en mi casa, tendrás que buscarlo algún día.

Y con otra risotada se va dejándome toda hecha un caos, el cuerpo hasta me tiembla. Esto es demasiado para una virgen, debería ser ilegal.

El maullido de Crescent me hace hallarla viéndome extrañada.

—¿Qué? A mí no me juzgues, tú solo lidias con ratones y la siesta de la tarde, a mí casi me mata de un paro cardíaco un chico pecoso, —La acuso con un dedo— no espero que lo entiendas.

Me voy a tratar de dormir aunque sé que probablemente no pueda hacerlo en toda la noche, dejo la puerta abierta con la esperanza de que Crescent entre a dormir en algún punto de la noche, aunque es inútil porque primero me quedo dormida y ella no entra.

Sigue esperando frente a la puerta a que su dueño llegue a buscarla.

Y eso me rompe el corazón el la mañana.

Fortsæt med at læse

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