Las Heridas Del Pasado

By MaJoLh_29

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Después de que su relación con su prometido termina, Anastasia Steele cambia su actitud radicalmente. ¿Qué pa... More

Advertencia
Prologo
Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
NO ES CAPITULO
Capitulo 8 Maraton 1/?
Capitulo 9 Maratón 2/3
Capitulo 10 Maratón 3/3
Capitulo 11 (Bonus)
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 14 maratón 1/3
Capitulo 15 maratón 2/3
Capitulo 16 maratón 3/3
Capitulo 17
Capitulo 18
Capitulo 19
Capitulo 20
Capitulo 21
Capitulo 23
Aqui Casual un espacio publicitario
Capitulo 24
Capitulo 25
Capitulo 26
Capitulo 27. Maraton 1/3
Capítulo 28. Maraton 2/3
Capitulo 29. Maraton 3/3
Capitulo 30
Capitulo 31
Capitulo 32
Capitulo 33
Capito 34
Capitulo 35
Capitulo 36
Capitulo 37
Capítulo 38
Capitulo 39
Capitulo 40
Capitulo 41
Epílogo Parte I
Epílogo Parte II
Nueva historia

Capitulo 22

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By MaJoLh_29

Subió hasta la azotea del bufete, necesitaba aire fresco, necesitaba respirar, necesitaba pensar. Comenzó a observar el cielo, dándose cuenta de que pronto vendría una tormenta, se acercó al borde del lugar, asomándose y observando cómo los autos pasaban por allí.

– ¿Qué haces aquí? –Preguntó Christian, ella se giró para poder verlo.

No lo sé. Vine a... Pensar, supongo, a despejarme un poco.

–Anastasia.

–No. Christian, vine a pensar y...

–Ella es solo una amiga. 

–Bien. –Contestó, mientras se alejaba para mirar por el borde la azotea de nuevo, después sintió cómo Christian la abrazaba por detrás y supo que ya no podría pensar. Cuando estaba con él, simplemente todo pensamiento lógico y cuerdo quedaba deshecho.

–Te lo prometo. –Colocó su mentón sobre la cabeza de ella, mientras la rodeaba con sus brazos.

Te creo. –Le dijo secamente.

– ¿Segura?

–Sí. – ¿Por qué era tan celosa? ¿Por qué era tan desconfiada? Definitivamente le chocaba ser así, pero quizá simplemente estaba tratando de cuidar algo que iba a perder tarde o temprano. Quizá... Quizá... No creía que Christian se quedara mucho tiempo con ella.

– ¿Quieres bailar?

– ¿Qué? –Contestó asombrada. ¿Bailar? ¿En la azotea del bufete? ¿Sin música y... –Escuchó como un trueno resonaba por todo el lugar–...con un clima fatal?

–Bailar, ya sabes. –Christian la giró, de modo que quedaron cara a cara y la pegó a su cuerpo.

–No hay música. –Dijo con una sonrisa.

–La música puede estar en tu mente. Vamos. –Christian comenzó a moverse lentamente, primero un paso hacia adelante, otro hacia atrás, bailando lentamente, suavemente. Sujetó de la cintura a Anastasia, mientras agarraba una de sus manos y dejaba que un ritmo mental guiara sus pasos. Anastasia comenzó a seguirle el ritmo y ambos comenzaron a bailar allí. Ella cerró los ojos, entregándose por completo al placer que le producía estar entre sus brazos. Se movían como uno solo, siguiendo el compás de un ritmo que ambos tenían en su mente. Un ritmo de una especie de balada.

La lluvia se soltó, comenzando a mojarlos, mientras ambos seguían bailando, mientras ambos estaban en su mundo, lejos de la lluvia, lejos de cualquier pensamiento, lejos de... De todo. En un mundo donde solo existían ellos dos. En su mundo.

Anastasia jamás había bailado de esa forma, quizá porque jamás se había sentido tan cómoda en su vida, porque jamás se había sentido tan cómoda y segura con un hombre. Christian le proporcionaba toda una paz interior, toda una calma. Él era su refugio, con él sentía que nada podría pasarle, con él sentía que estaba a salvo de cualquier peligro.

La misma música al parecer estaba en sus mentes, Christian corrió su mano a la espalda de ella, mientras que Anastasia echaba su cabeza hacia atrás, bajándola lentamente, haciendo un puente con su espalda. Lo hizo y lo hizo porque sabía que Christian estaría allí para sujetarla, para sostenerla. Después se enderezó y abrió rápidamente los ojos, mientras mostraba una sonrisa.

Bailas muy bien. –Dijo él.

–Solo porque estoy contigo. –Contestó, mientras colocaba una de sus manos en el pecho de él, pegándose más a su cuerpo, sintiendo cómo ambas manos de él se posaban a ambos lados de su cintura. Lentamente su ritmo fue cesando, hasta quedarse quietos, bajo la lluvia, abrazándose, Anastasia colocó su cabeza en el pecho de él, deleitándose con su olor. Mientras Christian la abrazaba, oliendo su cabello.

Te quiero. –Le dijo ella, notando cómo Christian le sonreía de una manera especial. Le acababa de decir por primera vez que lo quería, pero estaba segura de que él no se imaginaba la magnitud de aquel amor y tampoco sabía que a ella le daba miedo perderlo.

Y yo a ti, bella. Por eso deberíamos entrar, no es bueno que te mojes así, te puedes resfriar.

–No. –Anastasia se soltó de su abrazo y se alejó, deleitándose con la lluvia. ¿Hacía cuanto tiempo que no se mojaba? Desde pequeña no lo hacía y desde siempre le había encantado.

–Anastasia.
Adoro mojarme, Chris. –Le dijo con una sonrisa inocente. –En serio, cuando era pequeña, lo hacía con mi mamá. Pero... –Sintió una terrible punzada en el corazón, recordaba que a su madre le encantaba mojarse pero... A su padre, no. Él odiaba la lluvia y odiaba que ellas se mojasen. Incluso un día se formó toda una pelea porque las sorprendió a las dos mojándose.

– ¿Pero qué? –Preguntó él con una sonrisa también en su rostro.

Pero... Hace tiempo que no lo hago. No sé por qué, adoro la lluvia. –Dijo mientras daba vueltas sobre sí, mirando al cielo.

Christian solo se quedó allí, contemplándola, parecía una niña, una niña divirtiéndose, jugando. Le encantaba verla así de relajada, le encantaba esa Anastasia. Y se dio cuenta de que cada vez sus sentimientos por ella aumentaban más y más. Poco a poco ella se iba instalando en su corazón.

Perdón. –Le dijo ella, después de salir de su mundo y ver que él estaba allí parado, mirándola.

– ¿Por qué te disculpas? –Preguntó, disimulando una sonrisa.

¿Por qué lo hacía? Bueno, no sabía con certeza, quizá porque desde pequeña había visto como su mamá se disculpaba con su padre hasta por respirar.

He de parecerte ridícula.

–Claro que no. –Se acercó a Anastasia. –Me pareces sencillamente encantadora. ¿Sabes? Nunca te había visto así de relajada, ¿por qué?

–No lo sé, supongo que así soy.

Me gusta más esta Anastasia, esta Anastasia relajada, esta Anastasia juguetona. –Colocó uno de los mechones de cabello de ella, detrás de su oreja.

Supongo. ¿Sabes? Tienes razón, será mejor que nos vayamos.

–De acuerdo. –Frunció el ceño. ¿Por qué Anastasia era así? ¿Por qué cambiaba tan rápidamente de ánimo? No la entendía. –Espera. –La detuvo antes de que comenzase su marcha hasta las escaleras.

– ¿Qué?

–Toma. –Se quitó la chaqueta, colocándola encima de los hombros de Anastasia.

–Gracias. –Contestó con una sonrisa, a la vez que se acercaba y le daba un fugaz beso. ¿Por qué ese hombre tenía que ser tan dulce, tan tierno, tan protector?

Vamos, nena. –Se colocó a su lado, abriéndole la puerta que le conducían hacia las escaleras, agarrándola de la cintura.

Afortunadamente ya casi nadie quedaba en el bufete, por lo que nadie vio llegar de la azotea a los tortolos enamorados y empapados debido a la lluvia. Anastasia fue rápidamente a su oficina, recogió sus cosas y estaba dispuesta a irse cuando Christian la agarró del brazo.

Te llevo a tu casa.

–No hace falta, Christian. –Le acarició la mejilla.

Te llevo y punto. –Contestó seriamente, aunque estaba luchando por suprimir una sonrisa, mientras besaba la mano de ella.

–Si insiste el señor. –Le dijo sarcásticamente.

**

– ¿Quieres entrar? –Preguntó tímidamente después de que Christian estacionase su auto en frente de su edificio.

– ¿Por qué no? –Dicho esto, él salió del coche, abriéndole la puerta a Anastasia.

Gracias. –Contestó ella cortésmente.

**

Anastasia estaba carcajeándose a la vez que subían en el ascensor.

– ¿En serio hiciste eso? –Dijo mientras salía del ascensor con él.

Sí, mamá se puso furiosa.

– ¿Quién no? –Contestó riéndose todavía. Al parecer Christian había sido todo un diablillo cuando pequeño y obviamente les había sacado canas verdes a sus padres. Vaya, él había tenido una familia totalmente feliz, una familia perfecta, ¿qué se sentiría tener algo así? Con un padre y una madre que te quieren, que te regañan por tu bien, con un hermano con quien hacer travesuras, ¿qué se sentiría?

– ¿Te quedaste pensando en algo en específico? –Preguntó él, al verla algo ida.

–No. –Forzó una sonrisa.

Siguieron caminando hasta que Anastasia se detuvo bruscamente al ver a un hombre parado frente a su apartamento. Mierda.

– ¡Anastasia! –Dijo él, a la vez que se acercaba a darle un fuerte abrazo.

Maldito cínico.

Christian seguía a su lado, totalmente extrañado al ver la escena, había visto a aquel hombre antes. Sí, en Miami y en el café, hablando con ella. ¿Quién sería? Parecía tener unos cuarenta... casi cincuenta años. Era tan o igual de alto como Anastasia. Su cabello negro estaba peinado hacia atrás, con solo un par de canas. Sus ojos eran casi iguales a los de ella, de un azul un poco más claro. – ¿Cómo estás, princesa? –Le plantó un beso en la mejilla. Mierda. Aquello no podía ser peor.

– ¿Qué haces aquí? –Preguntó ella.

– ¿Quién es? –Preguntó Christian.

–Él... Es un viejo amigo de mis padres. –Mintió.

Así es. –Contestó Raymond a la vez que la miraba con una ceja enarcada. –Mucho gusto, Raymond Pineda. –Christian y él se dieron un apretón de manos.

Mucho gusto. –Dijo Christian con cierto recelo. –Christian Grey, yo soy el novio de Anastasia.

– ¿El novio? –Preguntó cínicamente.

Mierda. Sí podía ser peor.

–Mira, qué interesante, ¿por qué no me lo habías dicho?

–Tenía tiempo sin verte.
–Nos vimos el mes pasado. ¿No lo recuerdas?

– ¿A qué viniste?

–Creo que lo sabes muy bien.

Ahora no puedo. Después hablamos.

– ¿Segura? ¿No será que no quieres que comparta unos segundos con tu nuevo novio?

–No, es que quiero contarte varias cosas y no puede ser en frente de Christian. –Le dijo, tratando de contener todos los insultos que quería decir. –Además, creo que Miguel está por aquí. –Aquella era la mejor forma de espantarlo.

De acuerdo. –Sonrió. –Te veo algo ocupada, nos vemos luego. –Se acercó a plantarle un beso en la mejilla. –Igual que tu madre, traes a los hombres a tu apartamento para revolcarte con ellos. –Le dijo rápidamente al oído. –Mucho gusto, Grey. –Le ofreció la mano, que Christian apretó con exagerada fuerza.

Raymond se alejó y Anastasia se dio cuenta de que estaba conteniendo el aire.

Ahora sí me vas a decir, ¿quién era realmente ese hombre?

–Ya te lo dije; un amigo de mis padres.

– ¿No me estás mintiendo?

–Jamás lo haría. –Dijo sintiendo una gran puntada de culpabilidad, pero... No, no podía decirle la verdad.

Anastasia.

– ¿Por qué no entramos y te preparo chocolate caliente? Así entras en calor. –Le dijo mientras se acercaba y le rosaba la mejilla.

–Después de ti. –Dijo, apartándose e indicándole con la mano que pasase.

Espero que al señor no le importe la simpleza del lugar. –Dijo en broma, mientras abría la puerta de su apartamento.

Después de que ella entrase, Christian hizo lo mismo, deteniéndose a detallar el lugar. Si bien ya había estado allí, no se había fijado detenidamente en todo; la sala era grande, tenía unos tres muebles de color marfil, en el medio había una mesita de madera, en una esquina estaba el televisor, que si bien no era pantalla plana, era algo grande. Las paredes eran de un naranja intenso. Después de eso estaba un pasillo largo y amplio. Y a un lado se encontraba una puerta con arco curvo. Supuso que allí estaría la cocina.

–Esto es...

–Simple, lo sé. –Interrumpió ella.

Desde siempre me ha parecido acogedor, un verdadero hogar.

–Si tú lo dices. –Anastasia se quitó la chaqueta de Christian que había llevado puesta todo este tiempo. –La meteré en la secadora.

–Deberías meter también mis pantalones y camisa. –Insinuó él, en forma pícara mientras se acercaba a ella.

–No, no, señor. –Se alejó. –Si quieres, puedo secar tu camisa, pero solo eso.

De acuerdo. –Christian fue desabrochando lentamente cada uno de los botones, mirando fijamente a Anastasia y su reacción. Parecía... Parecía de lo más normal y aburrida. Nunca le había pasado aquello con alguna mujer, todas se derretían a sus pies, pero ella...

–Apúrate. –Interrumpió sus pensamientos. Christian terminó de sacarse la camisa bruscamente, para después dársela. Anastasia la agarró y en cuanto se giró, una sonrisa se apoderó de su rostro. Le encantaba frustrar así a Christian, por decirlo de una forma. Le encantaba mostrarse indiferente a sus encantos, cuando la realidad era otra; estaba anhelando hacer el amor con él. Y sí, se sorprendió al descubrirlo.

Ella, Anastasia Frígida Steele, estaba deseando por primera vez, irse a la cama. El solo hecho de recordar las suaves caricias de Christian, su boca y sus manos recorriendo todo lo prohibido, le provocaba un hormigueo en todo el cuerpo, a la vez que sentía cómo algo se calentaba en su interior. Pero desde pequeña había aprendido a ocultar las emociones, por lo que no le costaba ni el más mínimo esfuerzo el simular ante Christian que no lo deseaba en ese momento. Anastasia se perdió en el largo pasillo, dejando a Christian en la sala, quien se sentó y comenzó a ver televisión. Aquello parecía de lo más normal y descubrió que se podría adaptar a eso fácilmente.

Primero fue a su habitación, se quitó la ropa y se colocó uno de los conjuntos más decentes que tenía para estar en casa, era algo santo, de esos que usaba en la época de su trauma. Una idea cruzó por su mente, por lo que fue al cuarto de su hermana. Una vez llegó allí, comenzó a buscar en los cajones de ropa y encontró justo lo que buscaba. Se colocó aquella bata que apenas cubría sus muslos, era de seda, seda roja.

Fue al cuarto de lavado, metió su ropa en la secadora, olió la camisa de Christian, deleitándose con su olor y después la colocó también en la secadora. Iba caminando por el pasillo, se observó en el espejo de la pared, se peinó un poco, aunque su cabello ya no tenía forma, la lluvia había arruinado sus rizos. Llegó hasta la sala, para encontrar a Christian muy cómodo, incluso tenía los pies sobre la mesa mientras veía televisión.

Recostó su cadera sobre la pared, haciendo ruido, Christian volteó a verla, su primera reacción fue de pena, era como si hubiese encontrado a un niño haciendo algo que su mamá claramente le había dicho que no hiciese y la segunda fue ya de... No era de un niño, era de un hombre, un hombre mirándola con deseo.

–Anastasia...

– ¿Quieres chocolate caliente para entrar en calor? –Aunque sabía, que él ya había entrado en calor.

No, no quiero chocolate en estos momentos. –Dijo mientras se ponía de pie. Y Anastasia no pudo disimular más al verlo desnudo de cintura para arriba.

– ¿Café, entonces? –Preguntó inocentemente.

No. –Christian se acercó a ella, mirándola de arriba abajo. –Me apetece otra cosa; mucho más dulce que el chocolate y que me calienta más que el café.

Mmmm, ¿qué será? –Dijo ella. 

Ven aquí, nena. –Christian se apoderó de su boca, mientras sus manos la agarraban de la cintura. Anastasia correspondió con la misma intensidad y pasión con la que Christian la estaba besando, colocó sus manos alrededor del cuello de él, apretándose más a su cuerpo. La mano de Christian comenzó a bajar hasta sus senos, encargándose de ejercer cierta presión sobre uno, mientras su boca bajaba por su cuello. Anastasia simplemente cerró los ojos para entregarse a aquel exquisito placer que implicaba sentir los ardientes besos de Christian.

Él volvió a su boca, besándola con fervor y avidez, mientras se encargaba de meter las manos por debajo de la bata de Anastasia, buscando sentir la tibieza de su piel. Christian la agarró por las nalgas, pegándola a su cuerpo y demostrándole cuánto la deseaba. De un momento a otro se encargó de tomar a Anastasia entre sus brazos, conduciéndola por el corto pasillo hasta llegar a su cuarto. La dejó de pie allí, colocándose a espaldas de ella, retirando su cabello y comenzando a besar de nuevo su cuello. Se encargó de hacerlo lentamente, beso por beso, recorriendo milímetro a milímetro la piel de esa zona, mientras una de sus manos se encargaba de acariciar sus senos. Otra mano iba bajando, encontrando así la intimidad de ella. Primero se encargó de acariciarla superficialmente, quería ir paso por paso, no hacer nada rápido, que todo durara, la acarició sobre la tela, mientras su boca se encargaba de dejar un nuevo sendero de besos por el otro lado de su cuello, bajando y pasando por la curva de su hombro. Sus manos subieron, agarrándola de la cintura, acariciándole el estómago mientras él se encargaba de dejar unos pocos besos por el brazo de ella. Anastasia intentó girarse, quería besarlo, quería sentir la cálida humedad de su boca pero... Él no se dejaba, seguía tocándola y besándola.

La boca de él subió, comenzando a chupar levemente el lóbulo de su oreja, mientras su mano se encargaba de acariciarla, ya piel con piel, en su intimidad.

Eres increíblemente dulce. –Le susurró en el oído. Ella giró la mano, acariciándole levemente la mejilla. Christian la giró, complaciendo y saciando la necesidad que tenía Anastasia de sentir sus labios sobre los suyos. Intentó besarla lentamente, con calma, pero su propio instinto lo obligó a aumentar la velocidad de aquel beso. Sus manos subieron hasta los hombros de Anastasia, bajando las tiras de la bata. Ella se abrazó a su cuello, Christian retiró las manos de ella rápidamente para que las tiras de aquella prenda pudiesen terminar de bajar y así lo hicieron. La prenda en cuestión terminó en el suelo, revelando los senos de Anastasia, dejándola solo en bragas. Christian la alejó un poco, solo para poder apreciarla, apreciar aquel cuerpo que lo volvía loco. –Eres preciosa, eso nunca lo dudes. –Le informó al ver algunos destellos de inseguridad en sus ojos. Ella solo sonrió mientras volvía a abrazarlo desde el cuello. Sus senos se apretaron en contra del torso masculino, provocándole así una oleada de corrientes eléctricas por todo su cuerpo. Después de saciar un poco la necesidad que tenía de los besos de Christian, se alejó, comenzando a aflojar lentamente el cinturón de su pantalón, él la miraba con intensidad, siguiendo los movimientos de sus manos. Anastasia se mordió el labio para después sentir el dedo de él sobre aquella parte que acababa de morder. Desabrochó los botones, haciendo así que el pantalón terminara en el suelo, Anastasia pudo apreciar un poco la magnitud del deseo de Christian. Él volvió a cubrirla con sus brazos y a atrapar su boca con la suya. Sintió cómo Christian la acercaba lentamente hasta la cama, paso por paso, mientras seguía cubriendo su boca con la suya. Él la acostó, Christian terminó haciéndole compañía allí, acostándose de medio lado, apoyándose en su codo derecho mientras su mano izquierda divagaba por aquel cuerpo femenino. Le retiró las bragas, apreciando lo húmeda y preparada que estaba en aquel momento. Contempló con satisfacción cómo un dedo se deslizaba con facilidad en su interior. Y supo que había llegado el momento.

Siguió besándola por unos momentos más, se encargó de que ella le diese la espalda. Christian agarró una de las piernas de ella, doblándola y colocándola sobre su cintura. Sus manos comenzaron a acariciarla íntimamente, arrancando suspiros por parte de ella. Mientras enterraba la cabeza en su cuello, entró lentamente en ella.

**

–Está haciendo un frío terrible. –Susurró ella, abrazada a Christian, con la cara sobre su pecho.

– ¿Todavía tienes frío? –Preguntó, pícaramente.

Algo. –Contestó mientras se sonrojaba. –Voy a preparar chocolate caliente.

–Tú y tu chocolate.

–Amo el chocolate. –Se colocó de pie, cubriendo su cuerpo con un albornoz, se giró mientras se apretaba el lazo de aquella prenda. – ¿Quieres algo? ¿Café, quizá?

–Café, por favor.

Tras mirarlo extrañamente, Anastasia salió del cuarto. Le sorprendía mucho lo educado que era Christian. Al pasar por la sala, Anastasia se dio cuenta del diluvio que estaba cayendo allí afuera. Cielos, hacía días, meses incluso que no llovía de esa forma.

Christian se incorporó un poco en la cama, hasta quedar sentado. Miró la foto que se encontraba en la mesita de noche de Anastasia. Era ella, acostada en el césped, con un joven a su lado, ambos sonreían a la cámara, pero Anastasia se encargó de cubrirle la mitad del rostro a aquel hombre. ¿Quién sería? ¿Un ex novio, quizá? Celos. Los celos lo estaban atacando. ¿Por qué tenía la foto de un ex novio en su mesa de noche?

La foto se le resbaló de las manos, cayendo al suelo y al agacharse a recogerla, se encontró con un collar.

"R&A."

¿R&A? ¿Anastasia y...? ¿Y quién más?

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