talking with flowers ☆ kookmin

By theparkjimin

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❝Hablemos de cuando Jimin, sin dinero ni hogar, roba unas flores y Jungkook, el lindo universitario con futur... More

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By theparkjimin

El universo se ha movido por nosotros,
no hubo ni el más mínimo error.
Estábamos destinados a ser felices,
porque tú me quieres y yo te quiero.


( 🌷 )


A esta parte de su vida la había llamado "el fondo" porque no existía luz ni esperanza que pudiese divisar a su alrededor. Tenía bastante claro que tras todos los sucesos desfavorables que se fueron dando durante su corta existencia en este planeta, aquel era la cúspide de todo y no tenía la más mínima idea de como manejar las cosas para mejorar la situación. ¿Qué se hacía cuando ni siquiera tu mismo eras capaz de seguir intentando que  las piezas de tu vida funcionaran? ¿Qué sucedía cuando solo quieres rendirte y dejar de existir en ese mismo instante? Su cabeza estaba llena de dudas y de reproches que solo podía hacerse a si mismo.

Debió haber sido más cuidadoso, más silencioso y menos idiota. Si ahora estaba en ese aprieto era porque la estupidez le consumió el cerebro más de dos segundos y finalmente debía pagar el precio por sus actos. De todas maneras y aunque el escenario se veía bastante oscuro para él hizo un último esfuerzo, un pequeño intento. Trató de zafarse del agarre que lo mantenía preso moviéndose de un lado hacia el otro repetidamente y haciendo fuerza hacia el lado contrario, pero a pesar de sus múltiples quejidos y súplicas su captor era mucho más fuerte que él... O simplemente Jimin no representaba amenaza alguna ni siquiera para el ser vivo más pequeño y definitivamente se inclinaba más hacia la segunda opción.

— ¡Maldito mocoso ladrón! —Le gritaron en la oreja casi hiriendo su tímpano— ¡Tienes el descaro de venir a robar aquí otra vez!

Y todo ese embrollo por unas malditas flores, vaya suerte la suya.

Porque claro, los ladrones reales, esos que mostraban en la televisión cuando daban reportajes policiales, robaban cosas mucho más valiosas, cosas que significarían un montón de dinero para el bolsillo. Se decía a si mismo que debería seguir ese camino, que si iba a condenar su alma al infierno por cometer uno de los pecados más graves, que al menos fuese por algo que le diese algún tipo de ganancia para comprar comida, la cual nunca le había sobrado y era una necesidad de primera categoría para el ser humano.

En cambio, a él, que nunca se consideró de lo más brillante, se le ocurría robar esas estúpidas flores que luego se marchitaban dejándole como obligación ir a robar más. De verdad se sentía muy idiota, un triste idiota amante de las flores bonitas.

— L-lo siento —tartamudeaba a modo de disculpa—, n-no lo volveré a ha-hacer...

— ¡Claro que no lo volverás a hacer! —Le contesto el hombre que lo sostenía por el brazo con rudeza— ¡Llamaré a la policía para deshacerme de ti de una puta vez!

Oh no, ahora si estaba en problemas.

Porque claro, para un chico normal de 18 años, como él los tenía, aquello no hubiese significado mucho. Probablemente lo llevarían a la comisaría hasta que sus padres o familiares lo fuesen a buscar, luego se pagaría algún tipo de fianza para dejarlo en libertad si fuese necesario o en el mejor de los casos simplemente saldría con una advertencia de parte de los oficiales para no volver a repetir su comportamiento. Luego de todo eso sus progenitores le darían una charla de lo importante que es madurar y tomarse las cosas enserio, tendría que conformarse con ir en el asiento trasero asintiendo a todo lo que ellos dicen sin chistar mientras se pregunta si esto afectaría sus aplicaciones a la universidad. Para cualquiera aquello sería un infierno, pero para Park Jimin, el chico que fue atrapado robando un ramo de flores, era todo un lujo.

¿Y eso por qué?

Pues de partida el no tenía padres, no tenía familia, ni siquiera una casa... Jimin no tenía nada más que a si mismo... Y el maldito ramo de flores que había robado.

Era lo que la mayoría catalogaría como un "huérfano desamparado sin apoyo emocional ni económico", mientras que él en su fuero interno tan solo se definía a sí mismo como un maldito indigente. No le daba muchas vueltas al asunto, cuando era apenas un bebé fue abandonado en un orfanato del estado envuelto en una manta celeste que aún conservaba y sin memoria de una vida antes de ser un simple niño abandonado. El orfanato fue la cuna que arrulló durante sus primeros años de infancia, pero éste siempre se mantuvo demasiado alejado de la concepción de "hogar" que la mayoría de las personas tenía, dejando así en él varías heridas tanto físicas y psicológicas que ni siquiera el paso del tiempo parecía poder curar. Después de ese periodo y con la llegada de su adolescencia terminó dándose vueltas por varios hogares de acogida, aquellos donde era tratado como una basura con la que sus tutores ganaban dinero por parte del gobierno, hasta que cumplió la mayoría de edad y el Estado le dio a entender que ya no deberían mantenerlo más porque era todo un adulto. Los hogares temporales se deshicieron de él y el orfanato le cerró la puerta en la cara. Sin educación, refugio o una simple ayuda pronto se vio a si mismo corriendo por las calles para escapar de su tortura, aunque esta vez sin techo bajo el que vivir.

Desde entonces muchas veces le toco dormir en los vagones del subterráneo o si era verano en alguna banca de un parque, siendo así su rutina desde hacía ya casi un año. Esa era su vida, no tenía a quien recurrir si llegaba a ser arrestado por la policía por lo que no podía dejar que eso sucediera y en el peor de los escenarios sería metido en la cárcel donde, a pesar de que si tendría un lugar donde dormir, se sabía lo que hacían con chicos de su edad que no eran capaces de defenderse. Y todo esto por un miserable ramo de flores.

Era algo demasiado estúpido y el mismo lo sabía... Pero nunca podía evitarlo.

Entre lo gris que era su vida la única cosa que le ponía realmente feliz era algo que la naturaleza le regalaba a todas las personas y que nadie parecía apreciar lo suficiente. Para él las flores eran un milagro, un detalle colorido que lograba sacarlo de la somnolencia que le daba tener que sobrevivir en la selva de asfalto. Eran algo que le hacía pensar que todo podía mejorar, que había oportunidad para cualquier ser vivo de convertirse en una obra de arte así de hermosa, aunque fuese por un corto espacio de tiempo para luego marchitarse. Las veía como un símbolo personal que tan solo él mismo podía leer con claridad.

Se decía a sí mismo que no tenía idea de por qué tenía aquella fijación tan extraña con aquellas plantas, pero sí era sincero quizá tenía que ver con los leves recuerdos que poseía de su estancia en el orfanato cuando era un mocoso. Solo hubo un momento en el que estuvo a punto de ser adoptado, eso sucedió como a los seis años cuando una mujer le sonrió amablemente y le pregunto si quería que formaran una familia. Jimin solo fue capaz de asentir y a cambio la extraña le regalo unas lindas flores que llevaba en un ramo. Durante semanas vino a visitarlo y enseñarle de las flores prometiendo que a finales de mes se lo llevaría a su nuevo hogar donde un padre y un hermanito lo estarían esperando para darle la bienvenida. Cuando la fecha llegó Jimin se puso su mejor ropa y cortó una de las flores que había en el jardín del orfanato y que consideraba de las más lindas para dársela a quien sería su nueva madre. Se quedó frente a la puerta de la institución esperando durante días que volviese a buscarlo para que lo llevase lejos de ese orfanato que tanto odiaba mientras imaginaba las muchas flores que ahora podría conocer.

Recuerda que durante la espera se comportó de lo peor. No quería que nadie le tocase y mordía a las personas o niños que se acercaban. Parecía un pequeño cachorro asustado y abandonado por la única persona que parecía haber visto lo mucho que sufría. Quizá por eso no confiaba en nadie, las personas siempre encontraban la manera de decepcionarlo.

Esta de más decir que ella jamás volvió y que por eso ahora Jimin estaba siendo increpado por el florista al haber intentado llevarse los lindos claveles que divisó a través del cristal de la tienda.

Ya había robado en aquella florería antes que era atendida por ese hombre de barba larga y descuidada que siempre traía cara de poco amigos y que ahora le sostenía fuertemente por el brazo. Prometió a su fuero interno que no lo haría más y es que la última vez, sino hubiese sido porque sus piernas fueron lo suficientemente rápidas, también hubiese sido atrapado en el acto de llevarse unas magdalenas que gritaban su nombre. Esta vez, en cambio, fue débil al observar unos bellos claveles rojos justo frente a sus ojos, intentó resistirse hasta que no pudo más y entró a la tienda con la capucha tapándole el rostro, rogándole al cielo que no lo reconocieran.

Cuando estuvo lo bastante cerca de su objetivo se dio cuenta de que se trataba de un ramo de flores que cabía perfectamente en mochila mugrosa sacada de un basurero y llena de agujeros. Eso significaba que si hubiese sido rápido como la ultima vez también estaría ileso de la situación, pero no, fue demasiado idiota y el dueño de la florería lo atrapó mientras metía el ramo en su morral.

— Por favor, no... La policía, no... —seguía balbuceando esperando encontrar algo de lastima en el corazón oscuro de aquel hombre, aunque sin éxito alguno.

— ¡Cállate ahora mismo, no es la primer vez que me robas, mugriento!

Y todo eso por unas flores.

Se dio por vencido luego de unos segundos, definitivamente su destino siempre le traía problemas de por medio y ya estaba acostumbrado. Trato de darse como consuelo el hecho de que al menos hoy dormiría en la celda y no tendría que hacerse espacio en la ratonera para conseguir un poco de cajas donde pudiese evitar el frío suelo. Quizá no era mucho, pero siempre debía ver el lado positivo de las cosas o hace bastante tiempo atrás hubiese muerto de frustración por lo miserable que era su vida.

Ser huérfano es una cosa. Ser un sin techo es otra. Él era ambos.

Jimin no conocía otra vida y siempre que el sol salía nuevamente por el horizonte anhelaba porque su suerte cambiara al menos un poco. No recibía educación, ni siquiera un poco de comprensión. Cuando la gente le miraba siempre se apartaba o cambiaba de acera. Su aspecto de pordiosero nunca le sirvió para hacer amigos y apenas le alcanzaba para que alguien le tuviese lastima y le diera un poco de dinero. Ese era su día a día y de a poco se cuestionaba si valía la pena seguir así, intentando sobrevivir en una selva que era demasiado grande para él.

Mientras el hombre seguía gritándole varias cosas que escuchaba a mitades, se quedó quieto esperando su final al igual que una víctima mirando como se acercaba el verdugo con el arma que pondría fin a su vida. Dejó de luchar y dejó de intentar. Quizá era mejor de esa forma. Quizá ya debía dejar de tener esperanzas para que todo mejorase. O quizá ya era hora de que tan solo dejase que la vida acabase con lo poco que quedaba de él porque a nadie le importaba lo que sucedía con un pobre chico sin familia y sin hogar.

O al menos eso pensó.

Proveniente del costado escuchó una voz grave que captó tanto su atención como la del florista y logró sorprenderles a ambos con lo que tenía que decir. Jimin abrió la boca en forma de "o" y los ojos le brillaron intensamente. Algo así jamás le sucedía a él, dueño único de la mala suerte. Y se sorprendió porque finalmente nadie que el hubiese conocido alguna vez habría ofrecido tanto y a la vez tan poco por su pobre ser.

— Yo pagaré por las flores, señor.

Y cuando se giró sobre sus talones fue la primera vez que sus ojos se toparon con los de Jeon Jungkook. La primera persona que alguna vez se preocupo por él.






( 🌷 )







Nota: Comeback, comeback, comeback. Amo esta historia y espero que la disfruten tanto como yo.

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