Las Heridas Del Pasado

By MaJoLh_29

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Después de que su relación con su prometido termina, Anastasia Steele cambia su actitud radicalmente. ¿Qué pa... More

Advertencia
Prologo
Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
NO ES CAPITULO
Capitulo 8 Maraton 1/?
Capitulo 9 Maratón 2/3
Capitulo 10 Maratón 3/3
Capitulo 11 (Bonus)
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 15 maratón 2/3
Capitulo 16 maratón 3/3
Capitulo 17
Capitulo 18
Capitulo 19
Capitulo 20
Capitulo 21
Capitulo 22
Capitulo 23
Aqui Casual un espacio publicitario
Capitulo 24
Capitulo 25
Capitulo 26
Capitulo 27. Maraton 1/3
Capítulo 28. Maraton 2/3
Capitulo 29. Maraton 3/3
Capitulo 30
Capitulo 31
Capitulo 32
Capitulo 33
Capito 34
Capitulo 35
Capitulo 36
Capitulo 37
Capítulo 38
Capitulo 39
Capitulo 40
Capitulo 41
Epílogo Parte I
Epílogo Parte II
Nueva historia

Capitulo 14 maratón 1/3

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By MaJoLh_29


El día siguiente transcurrió con toda la normalidad posible, Christian se había encargado de hacerle saber que después del trabajo, irían a cenar juntos de nuevo. No le dijo a dónde. Por lo que a las seis y media de la tarde, mientras iba en el auto de Christian, por la autopista central, la duda la atacaba. ¿A dónde la llevaría él? Se sorprendió bastante al entrar a un conjunto residencial, él se encargó de decirle que ese era uno de sus apartamentos. Honestamente, ella sintió cómo algo en su interior se tensaba. ¿Por qué no la había llevado a cenar a un restaurant en vez de ir a su apartamento? Eso decía mucho. Mierda.

Él se encargó de abrirle la puerta del edificio, luego de subir por el ascensor. Anastasia entró primero, por lo que él disimuladamente se quitó su anillo y lo colocó en el ojo visor.

– ¿Vamos a pedir la comida? –Preguntó ella, observando la costosa decoración de aquel apartamento.

–No, yo la voy a hacer.

– ¿Sabes cocinar?

–No quemaré la cocina si eso preguntas. –Le dijo con una sonrisa. –Ponte cómoda. –Comentó mientras se quitaba la chaqueta y remangaba los puños de su camisa.

– ¿Por qué mejor no preparo yo la comida?

–Te invité a cenar yo. Yo debo encargarme de la comida. –Contestó pacientemente, yendo a la cocina. Anastasia se sentó en el sofá, tratando de encender su iPod, dándose cuenta con desconcierto de que estaba descargado.

¿Quieres escuchar música? –Le preguntó él, que la estaba observando desde la ventana de la cocina.

–Sí.

–Puedes encender mi iPad si quieres. –Le ofreció, mientras se perdía en la cocina y comenzaba a sacar los utensilios necesarios. Anastasia se quedó sentada tímidamente en el sofá, aún sin saber qué hacer. No quería abusar. Pero, al darse cuenta de que Christian parecía tomarse su tiempo en la cocina, no aguantó el aburrimiento y encendió aquel aparato. La música comenzó a reproducirse aleatoriamente y ella se sorprendió al darse cuenta de que él tenía varias canciones que le gustaban. Se perdió en aquel aparato e incluso descargó una de sus aplicaciones favoritas: "Talking Paul", la cual consistía básicamente en un oso panda que se encargaba de repetir con voz aguda, lo que se le dijese. Se encargó de susurrarle al oso unas cuantas palabras, él las captó y Anastasia se apresuró a llegar a la cocina, encontrando a Christian concentrado en condimentar la pasta.

–Te estás tardando mucho, Christian. –Él se sorprendió al escuchar que una voz distinta a la de Anastasia le hablaba, era una voz aún más aguda. Se giró y la encontró allí con el iPad en su mano, mientras un oso se encargaba de decir aquello. Christian sonrió al ver el rostro de Anastasia, sus mejillas estaban rosadas y el azul intenso de sus ojos, descubierto de lentes, estaba brillando. Parecía una niña.

Vaya, parece que te has divertido más que yo. –Le dijo con una sonrisa, volviéndose a cocinar.

–Disculpa mi atrevimiento, es solo que... Me encanta esa aplicación, es divertida. –Contestó cabizbaja, como si la hubiesen regañado.

–No te preocupes, no te estoy regañando. –Contestó con una sonrisa, mirándola de nuevo.

–De todas formas, la borraré. –Le informó, volviendo a usar el iPad.

No hace falta, si quieres la dejas. –Le comunicó con otra sonrisa, mientras servía la pasta en los platos. –Ya está lista la comida. –Ella asintió, bloqueando el iPad y dejándolo en la mesa cercana, para después ayudar a Christian a llevar los platos al comedor. Una vez allí la plática volvió a comenzar. Anastasia se relajó y como siempre solía pasar, hablaban sin parar, sin que se les agotasen los temas. Después de cenar, Christian la invitó a ver una de las tantas películas que tenía allí. Ella aceptó. Él se sentó en el mueble, mientras Anastasia recostó su cabeza en el regazo de él.

La película comenzó, era una comedia que, ciertamente, los hizo reír bastante. Anastasia incluso lloró de risa, Christian por su parte, solo se quedaba contemplando la hermosura de aquella mujer, que se ampliaba más al reírse. Después de un par de horas, la película terminó y Anastasia se quedó dormida en el regazo de él. Aunque Christian se enterneció al ver la expresión angelical de ella, maldijo por lo bajo al darse cuenta de que esa noche, tampoco había logrado nada.

La levantó en brazos, llevándola hasta la cama. Se encargó de quitarle los tacones y los lentes, la acostó y cubrió con unas cuantas cobijas, volviendo a la sala para terminar de lavar los platos y arreglar aquel desorden. Apagó el iPad después de limpiar la cocina. Iba a recoger las cosas de Anastasia y meterlas en el bolso de ella, pero la pantalla de su celular estaba encendida; recibía una llamada.

Jose Rodríguez

Frunció el ceño al leer aquel nombre. ¿Qué hacía Jose llamándola a aquellas horas? Eran las diez de la noche. Pensó en contestar, pero cuando iba a hacerlo, la pantalla perdió el brillo; se había apagado. Estaba sin batería. Aunque quedó con aquella duda, terminó de ordenar la sala, para después ir a su cuarto, darse un baño y acostarse al lado de Anastasia. A pesar de estar en la misma cama, mantuvo las distancias con ella, pero, Anastasia aun dormida, lo abrazó por la cintura. Él no pudo evitarlo y también la abrazó, después de plantarle un beso en el cabello.

***

El sol le dio de lleno en los ojos, por lo que colocó su codo sobre ellos, pero aun así, ya su sueño se había visto interrumpido. Se incorporó en la cama, algo desorientada y al principio alarmada al darse cuenta de que aquella no era su habitación. Tardó solo unos segundos en recordar en dónde y por qué estaba allí.

La puerta se abrió y ella pudo observar cómo un Christian recién bañado y afeitado entraba a la habitación.

La bella durmiente ha despertado. –Le dijo, entrando con una bandeja en donde podía observarse un apetitoso desayuno. Anastasia se incorporó un poco en la cama, para después sentir cómo Christian le colocaba aquella bandeja en el regazo. –Espero tengas un buen provecho.

– ¿No desayunarás conmigo? –Preguntó algo decepcionada.

–Ya desayuné, hermosa.

–Oh.

–Voy a salir a hacer ejercicio. –Le comunicó.

–Mientras, puedes darte un baño, ya después me encargaré de llevarte a tu casa.

–No tengo ropa que ponerme. –Susurró.

–Puedes colocarte algo mío mientras lavas y secas la tuya, ¿te parece? Ya me voy. –Le dijo sin darle oportunidad de contestar, mientras le plantaba un beso en la mejilla y se iba del lugar.

Anastasia miró el desayuno ya sin apetito. Lo dejó intacto para después quitarse la ropa, colocándose encima una de las camisas de Christian, la cual le llegaba hasta los muslos. Tomó sus prendas, llevándolas hasta el cuarto de lavado. Afortunadamente aquello lavaba y secaba al mismo tiempo, así que le ordenó a la máquina que hiciese aquello. Después fue al baño de Christian, abrió el grifo, esperó unos cuantos segundos hasta que el agua estuviese tibia, volvió a quitarse la camisa de él y se dio un relajante baño en la bañera, por unos cuantos minutos... O eso supuso ella. 

Pero en realidad, habían sido horas.

Se sorprendió bastante al ver cómo Christian entraba al baño ya desnudo.

–No me digas que me has esperado durante todo este tiempo. –Comenzó a decir, mientras entraba a la bañera con ella. Anastasia se quedó paralizada, honestamente no estaba preparada para volver a... ¿A qué? Ven aquí, hermosa. –Le dijo él, halándola por el brazo, sentándola en su regazo, mientras unía su boca a la suya. Anastasia se colocó en total tensión al sentir cómo el miembro de Christian comenzaba a cobrar vida.

Mierda.

Si se hubiese dado un baño rápido eso no estaría pasando.

Christian. –Susurró ella, tratando de alejarse de él, pero Christian la tenía abrazada de la cintura. –Christian. No... Eh... Vamos a llegar tarde al bufete. –Inventó rápidamente.

–Es sábado. –Le contestó, tratando de volver a besarla.

M i e r d a.

-No, Christian. –Lo alejó, yendo al otro lado de la bañera. Él hizo el ademán de acercarse de nuevo a ella, pero Anastasia lo alejó con sus manos. –En serio, Christian, no. –Le advirtió seriamente. Todavía no se sentía preparada, no otra vez.

Como quieras. –Contestó desinteresadamente. –Pero me daré un baño. Con o sin ti. –Le contestó con hostilidad

–Sin mí. –Le dijo cortantemente. Buscó a tientas la toalla que estaba cercana, aun sentada en la bañera, cuidando de que Christian no la viese. Agarró la toalla, la estiró y la colocó enfrente de ella. Se colocó de pie, cubriendo su cuerpo con aquella tela, salió del baño dando un portazo y escurriendo agua.

El problema no era que Christian quisiese hacerle el amor. El problema era que se molestase al negarse ella.

Fue directo al cuarto de lavado, sacando su ropa para después colocársela. Dejó allí mismo la toalla mojada. Se observó en el espejo de la sala, buscó en su bolso su liga, recogiendo su cabello con ella. Tomó su bolso y se fue del apartamento sin despedirse de Christian.

****

Llegó a su apartamento a eso de las ocho de la mañana y la sorpresa la atacó al conseguir a Jose en el ascensor. Él iba saliendo.

– ¿Jose? –Preguntó sorprendida.

Anastasia. –Susurró, pálido.

– ¿Qué haces aquí?

–Yo...

–Oh, Dios. –Susurró. – ¿Tienes algo con mi hermana? –Preguntó directamente.

Bueno, sí.

–De acuerdo. –Volvió a susurrar, asimilando esa noticia. –Ustedes son libres de hacer lo que quieran, pero no la lastimes. –Le advirtió.

–No me gusta lastimar a nadie. –Le aclaró.

–Vale. –Le contestó, tomando el ascensor. –Hasta luego. –Se despidió, dejándolo en planta baja.

Llegó al piso cinco tras unos cuantos segundos. Buscó las llaves en su bolso y al conseguirlas abrió la puerta de su apartamento. Encontró la sala sola, dejó el bolso allí y fue hasta la cocina, soltándose el cabello, dispuesta a prepararse un café.

Al terminar de hacerlo y disponerse a ir a su habitación, coincidió en el pasillo con su hermana.

–Hola, Kate. –Le dijo ella con una sonrisa.

Oh, buenos días, Ana. –Le contestó, acercándose a besarle la mejilla.

–Me alegro mucho de que mi ausencia no te haya afectado anoche. –Le dijo con fingido reproche.

–Sí. Sobre eso... –Comenzó a decir.

–Es tu vida. Ya eres adulta, yo no tengo derecho a reclamarte ni nada por el estilo. –La interrumpió antes de que siguiera hablando.

–Sí, pero no quiero...

–Solo espero que no te lastimen.

****

Se había sorprendido mucho al ver que Anastasia no estaba por todo el apartamento. Y después de comprobar que ninguna de sus cosas estaba, supo que se había ido.

Honestamente, no sabía qué pensar ni qué decir. Pocas veces las mujeres se resistían a sus encantos. ¿Por qué Anastasia tenía que hacerse la difícil? Si bien ya había ganado la apuesta, quería seguir usándola por un buen tiempo. Y si seguía así, si seguía sin dar su brazo a torcer, pronto tendría que acabar con esa supuesta relación.

Relación ficticia. Relación que no existía y que nunca existiría.

¡Por el amor a Dios! ¡Él nunca tenía una relación sentimental con nadie! Simplemente era sexo.

Y en este caso no era la excepción.

*****

Anastasia pasó el resto de la mañana como solía pasarlo siempre; encerrada en su habitación. Sin saber qué hacer, sin saber si marcarle o no a su... ¿A su qué? ¿Novio? Sonaba raro decir que ella, precisamente ella, era la pareja de un hombre como Christian.

Y siendo honesta consigo misma, se dio cuenta de que pasó gran parte de la mañana con el teléfono al lado, esperando que él la llamase.

Pero no lo hizo.

A horas de la tarde se sorprendió al ver un mensaje de parte de él.

"Nena, he pasado toda la mañana pensando en ti. Creo que no nos despedimos de la forma adecuada, ¿paso a buscarte para la cena?"

Anastasia formó una sonrisa forzada en sus labios. Honestamente, no tenía muchas ganas de verlo, pero aun así supuso que sería muy descortés de su parte el ignorar ese mensaje y la invitación para cenar. 

"De acuerdo. ¿A las siete?"

"A las siete será, hermosa."

Ella no volvió a contestarle. Simplemente no sabría de qué hablarían en la cena. Solo esperaba que esta vez la llevase a comer a un restaurant. Y en dado caso de que la invitase a su apartamento, ella lo convencería de ir a otra parte.

Sabía que en realidad era débil. Sabía que lo quería y lo deseaba. Y también sabía que el amor y el deseo no eran buenas combinaciones. Aún no quería acostarse con él. Todavía no. No de nuevo.

****

Honestamente estaba hecha una furia. Eran las ocho y Christian no se había presentado. Ni contestaba el teléfono. Ni respondía los mensajes. Y lejos de pensar que le había pasado alguna desgracia, pensaba que simplemente la había dejado plantada. Sabía que no le había pasado nada malo porque las noticias malas vuelan rápido.

Se quitó sus tacones y los tiró con furia a la cama. Tras buscar un algodón y echar allí el líquido que se encargaría de quitar todo el maquillaje, comenzó a esparcirlo por su rostro.

Tomó su teléfono, marcando por última vez el número de Christian, maldiciéndolo en voz baja al darse cuenta de que la llamada caía al buzón.

Se encaminó hacia al baño, dando un portazo.

Después de calmar un poco su genio dándose una relajante ducha, salió a su habitación, secándose el cabello con una toalla. Revisó su teléfono, encontrando allí una llamada perdida. Al darse cuenta de quién era, no pudo evitar que una sonrisa se posara en su rostro e inmediatamente, le devolvió la llamada.

– ¡Miguel! –Exclamó emocionada.

– ¿Qué pasó, muñecota? –Dijo con excesiva seducción en la voz.

– ¿Y ese milagro que me llamas? –Preguntó ella, comenzando a caminar por su habitación.

–Quiero decirte que estoy en el aeropuerto, dentro de un par de horas estaré en Seattle.

– ¡No! ¿En serio? –Preguntó sorprendida. 

-Así es. ¿Te invito a almorzar y al bowling? 

– ¡Por supuesto!

– ¡Eso! Bueno, ya me están llamando para abordar, nos vemos luego, muñecota. –Le dijo con fingida seducción, haciendo que ella se carcajease mientras colgaba el teléfono.

¡Bien! El recibir una llamada de Miguel le había alegrado el día y el verlo mañana le alegraría el fin de semana.

****

– ¡Eres un imbécil! –Gritó ella, al notar cómo la ropa se le pegaba a la piel, debido al envase de agua que le había regado Miguel encima. Él salió corriendo por el estacionamiento del conjunto de edificios. Anastasia corrió detrás de él, pudiendo montársele en la espalda, agarrándolo del cuello. – Ridículo. –Le susurró al oído. Honestamente parecían un par de niños, pero no le importaba quién pudiese verla. Se estaba divirtiendo y no quería parar. Él la había recogido en su apartamento a eso de las doce, para después ir a almorzar a la pizzería favorita de ambos y posteriormente ir a jugar al bowling; en donde claramente ella le había ganado, llevándole varios puntos de ventaja. Por ese motivo, él la había mojado.

– ¡Me mojaste la chaqueta! –Exclamó él, haciendo que ella se bajase de su espalda, volviendo a correr.

– ¡No huyas! –Le gritó, volviendo a ir tras él. Miguel comenzó a subir las escaleras que comunicaban el estacionamiento con la entrada a los edificios. Ella fue tras él, aun con la ropa empapada. Él corrió hasta la parte trasera de los edificios, Anastasia aún seguía yendo tras Miguel. Llegaron ya a las áreas verdes. Ella logró esconderse por una de las paredes del edificio vecino. Miguel se distrajo un momento, mirando a otro lado, pensando que por allí estaría ella. Anastasia aprovechó y se encargó de caerle encima, él perdió el equilibrio y cayó a la grama con ella encima. La abrazó, inmovilizándole los brazos y mirándola con un brillo de diversión en sus ojos. Ella comenzó a carcajearse al verlo. Estaba disfrutando como nunca con su hermano. –Suéltame o grito. –Le dijo con fingida amenaza.

Sería interesante escucharte gritar. –Le dijo en broma. 

– ¡Ya! ¡Suéltame! –Le contestó, fingiendo seriedad, comenzando a removerse en el pecho de él.

–Sí, creo que sería mejor que la soltases. –Escucharon que decían a sus espaldas. Anastasia se paralizó al detectar quién era el dueño de aquella voz.

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