Luces en la tiniebla ¡A LA VE...

Galing kay Themma

6.5M 307K 60.7K

Crecí a su lado en medio de aquel infierno, en ese sitio que se hacía llamar "casa hogar", donde niños sin fa... Higit pa

¡Disponible en librerías!
- Luces en la tiniebla -
|PARTE I|
| Capítulo 1 |
| Capítulo 2 |
| Capítulo 3 |
| Capítulo 4 |
| Capítulo 5 |
| Capítulo 7 |
| Capítulo 8 |
| Capítulo 9 |
| Capítulo 10 |
| Capítulo 11 |
| Capítulo 12 |
| Capítulo 13 |
| Capítulo 14 |
|PARTE II|
| Capítulo 15 |
| Capítulo 16 |
| Capítulo 17 |
|Galería Luces|

| Capítulo 6 |

129K 15.4K 1.9K
Galing kay Themma

Sia - Angel By The Wings


—¡Zinnia!, ¡Zinnia!

Quién me llamaba, por qué no me dejaban en paz. No quería abrir los ojos, no lo haría, no.

—Colibrí, por favor, te lo suplico, mírame. —Su voz caló en mi interior haciendo un eco doliente. Una onda cálida me atormentó, pues en cuanto fui consciente de mí el ardor en mi piel me hizo gemir—. Colibrí, anda, mírame —sollozaba, lo sabía. Con mucho esfuerzo apretando los dientes, abrí los párpados. Yerik estaba hincado frente a mí, se limpiaba las lágrimas con ansiedad.

—Ya despertó —era Clemente. Manuel estaba a su lado, asustado, conmocionado. El frío que hacía ahí se adentró de golpe en mi sistema.

—¡Las mataré, las mataré! —rugió Yerik rabioso. Mi angustia se disparó.

—La sacarás de aquí de una jodida vez y no harás una estupidez. Chantajéalas, con esto ya tienes lo que necesitas, llévatela, ahora. —Mi mejor amigo lloraba al tiempo que acariciaba mi mejilla. Yo no lograba hablar, menos moverme, solo verlo, perdiéndome en su expresión cargada de aflicción.

—Debe tener bajo su cama una mochila, yo le dije que la pusiera ahí, ve por ella, Manuel, y no hagas ruido. Clemente, trae una cobija, le hablaré a Lilo, necesito que venga ahora —señaló. Se acercó a mi rostro, besó mi frente y luego pegó su nariz a la mía, mirándome fijamente prácticamente recostado en el suelo, a mi lado.

—Todo cambiará, te juro, mi Colibrí, tus alas estarán sanas de nuevo... —prometió con vehemencia. Una lágrima resbaló por mi mejilla. No lograba hacer contacto con mi cuerpo, o no quería. Lo escuché hablar en murmullos, nervioso, como nunca lo había visto. Cerré mis ojos, exhausta. Creía en sus palabras y pese a que ya había tocado el infierno, deseaba creer que de alguna forma conocería el paraíso, por eso valía la pena vivir.

—Colibrí... —lo escuché en mi oreja—. Te moveré, dolerá, pero debo sacarte de aquí —me informó con dulzura. Asentí con los ojos. Me retorcí, gemí, pero no grité pues mantuve la boca bien apretada cuando él me elevó, pese a hacerlo con sumo cuidado me estaba matando con cada movimiento.

—Son unos jodidos monstruos —bramó Clemente.

—¿Qué hacen? —Era Irma. De inmediato me tensé. Cerré los ojos sollozando.

—Nos vamos de aquí —soltó Yerik con seguridad.

—No pueden... —Se acercó a ella conmigo en brazos. Sin saber cómo aferré más su sudadera.

—No, Yek —le rogué hablando al fin. Bajó el rostro hasta le mío, desfigurado de ira. Cuando la tuvo en frente se detuvo.

—Sí, sí lo haré, y mañana vendré por nuestros papeles, y, o me los da, o las denunciaré, me importa una mierda absolutamente todo. Decida —la amenazó.

—Si nos denuncias, los mandarán a otra casa hogar, son menores de edad, eso sin contar que tú muy probablemente terminarás en un tutelar, muchacho —apuntó. ¿Por qué decía eso? Mi respiración iba cada vez más rápida.

—Y a ustedes les convenía, ambos perderemos, Irma. Les dije que no la tocaran. —Ella me evaluó por un segundo, seria.

—Ven mañana a mediodía por sus papeles y toma esto, que un médico la revise. —Del bolsillo del pantalón sacó dinero y se lo dio—. No hospitales y cuidado con hablar de aquí, los niños lo pagarán.

—No podemos dejarlos —lloriqueé ahogada en la angustia, en el dolor. El corazón podía arder más aún que la piel profundamente lacerada, ahora lo sabía.

—Yo me quedaré aquí. —Clemente miraba desafiantemente a Irma. Esta se encogió de hombros.

—Para lo que te queda... Ahora, largo... —Me empecé a remover al ver que avanzaba rumbo a la puerta.

—Zinn, debemos salir de aquí —dijo con voz rota. Negué llorando.

—Solo... bájame —supliqué. Negó serio.

—No te soltaré nunca más, olvídalo —zanjó. Me removí pese a que me hacía daño. Ellos, solos, no lo toleraba.

—Quiero despedirme de los niños —rompí en llanto. Cerró los ojos, un par de lágrimas resbalaron de los suyos. Me bajó con muchísimo cuidado, como pude e ignorando a Irma, subí hasta la habitación. Las niñas permanecían despiertas, las tres en un catre, abrazándose. No me importaban las heridas, me acerqué y las rodeé llorando de forma desbordada. ¿Por qué? ¿Por qué tuvimos que ser parte de todo aquello?

—Regresaré por ustedes, obedezcan, por favor —les rogué desesperada, las sentí asentir. Besé sus cabezas. Una mano envolvió mi cintura.

—Debemos irnos, estás sangrando, Colibrí, por favor. —En cuanto me erguí mis piernas flaquearon. Permití que me tomara en brazos y me despedí con la mano de ellas. Mi cuerpo no importaba, mi alma estaba tan hondamente lastimada, mi destino era tan incierto y sus ojos tan clavados en mi ser que los golpes que abrieron mi piel, no era tan importantes.

El enorme auto de Lilo nos esperaba. En cuanto me senté sobre el respaldo gemí apretando los dientes.

—¡Esas viejas son unas salvajes! —masculló el chico que nos llevaba, molesto—. Pero un jodido día les incendiaremos la casa, no pueden seguir así, algo debemos hacer... La gente de por aquí debe darse cuenta de cómo son en realidad. —Eso sería complicado, las tenían en un alto concepto y todos por ahí las miraban con respeto por su loable labor. Ninguno dijo nada.

Yerik me ayudó a buscar una posición cómoda, lo cierto era que no la había. Mis lágrimas resbalaban sin contenerlas, sentía la ropa adherida a mi piel, cada herida lacerante abrirse con cada movimiento, mis manos estaban heladas y yo solo podía pensar en que lo tenía demasiado cerca, que besaba una y otra vez mi cabeza.

El chico condujo unos cinco minutos. Llegamos a otra colonia vieja que colindaba con la que crecí. Un portón blanco, algo oxidado que no permitía ver al interior estaba justo frente a nosotros cuando nos bajamos.

—Es lo mejor que pude conseguir, Colibrí, los abuelos de uno de los chicos viven abajo, les dije que éramos hermanos —se disculpó cuando abría la puerta. Lilo sacaba de la cajuela nuestras cosas. Con su ayuda pude andar, tenía heridas en toda la parte trasera de mi cuerpo. El sitio era como una casa dúplex, limpio, viejo, pero cuidado. Un pasillo con piso de concreto, paredes de ladrillos pintados de blanco y macetas colgadas era lo que alcancé a apreciar. Una escalera de metal se extendió frente a nosotros.

—¿Puedes subir, o te ayudo? —Su voz se rompía pese a que trataba de proporcionarme seguridad.

—Solo... dame la mano —pedí. Con su tacto cálido fuimos subiendo escalón por escalón. Una puerta de metal y una ventana lateral con herrería blanca, era nuestro destino. Con dedos temblorosos abrió. Prendió la luz. Por un segundo me quedé de pie sin moverme. Apreté su mano con fuerza con el corazón completamente en pausa.

—Sé que es pequeño, pero servirá, aquí habrá paz, además, es solo transitorio y...

—Es perfecto —musité con los ojos anegados. Era un lugar minúsculo. Una cama de matrimonio, con dos mesitas de noche, de madera vieja a los costados, del lado izquierdo, junto a la ventana, una pequeña mesa con dos sillas de plástico, frente a la cama un pequeño ropero, junto un mini refrigerador y una hornilla, con un mueblecito también de madera viejo sobre ellos, con apenas un par de platos, vasos y cubiertos. En seguida una puerta que daba a un baño diminuto. Las paredes olían a recién pintadas, todo estaba limpio y aunque no había más, para mí eso era un palacio—. Tú lo... amueblaste —quise saber girando hasta su rostro que me miraba con expectación y preocupación.

—Sí... —admitió. Alcé mi mano, con esfuerzo y acaricié su rostro, no se quitó, al contrario, cerró los ojos soltando el aire. Ahí estaba de nuevo el chico con el que crecí. Eso me relajó pese a todo el maremoto que era mi mente.

—Gracias, Yek...

Besó mi frente con ansiedad.

—Esto no es nada comparado con lo que soy capaz de hacer por ti, Colibrí. —Me tomó de la mano y me acercó a la cama.

—Por favor recuéstate, iré a buscar ayuda, te dejaré un poco de agua aquí —hablaba nervioso. Asentí gimiendo por lo que provocaba cada movimiento. Me arropó con un manta que sacó del armario. Dejé salir un suspiro al recostarme sobre ese mullido lugar, el colchón evidentemente no era nuevo, pero a comparación del catre, se sentía como estar en una nube.

—¿No tardarás? —pregunté temerosa. Negó con seguridad. Se alejó y al mirar mi cuerpo, cerró los ojos con el gesto contraído.

—Descansa, aquí nada pasará, es un sitio completamente seguro —y salió de ahí.

No pude concentrarme más en el lugar, en cuanto cerré mis ojos me dejé llevar por el sueño. Desperté al sentir su mano cálida sobre mi mejilla. Afuera ya amanecía.

—Zinn, te revisarán, ¿bien? —me informó. Acepté adormilada, deseando dormir nuevamente. En cuanto me moví el dolor regresó. Me quejé. Yerik se sentó a mi lado en el colchón, mientras una mujer de unos treinta años me sonreía, venía vestida de enfermera.

—Hola, Zinnia. Para revisarte debo quitarte la blusa, el pantalón. ¿Está bien? —quiso saber con suavidad. Mi amigo se levantó de inmediato. Se rascó la nuca, avergonzado.

—Esperaré afuera —dijo. La mujer le sonrió con dulzura al verlo salir, me mantuve imperturbable, no lograba sentirme distinta. Me ayudó a deshacerme de la ropa con delicadeza, gemí varias veces apretando los puños.

—Esas mujeres están locas, en exceso —gruñó. La miré asombrada. ¿Yerik le habría contado todo?, éramos menores de edad, no nos convenía por ahora darnos a notar. Sonrió al ver mi expresión. Además, quienes las había intentado denunciar a lo largo de ese tiempo se toparon con más golpes, humillaciones por lo que al poco tiempo desaparecían. No era sencillo salir de ahí, lo sabíamos muy bien.

—Tranquila, soy prima de Jazzo, no diré nada —expuso. Asentí más serena, conocía a ese chico—. Eres muy bonita, ¿te lo habían dicho? Tus ojos son llamativos —cambió de tema, sonriendo. Me ruboricé sin saber qué decir—. Soy Lulú, por cierto.

—Mucho gusto —susurré tendiéndome de nuevo sobre la cama boca abajo.

—Esto dolerá, debo limpiarlas, luego las cubriremos para que no se infecten. No tienes todas abiertas, pero sí bastantes, te quedarán cicatrices.

—Lo sé. —Enseguida fui consciente de su mano sobre la primera. Cerré los ojos ante el dolor. Aunque lo hacía con cuidado, ardía como los mil demonios. Mordí la tela de la almohada, apretándola con fuerza. Casi una hora después terminó.

—Creo que ya... Te colocaré un ungüento que ayudará a que los cardenales no duelan tanto y desaparezcan lo más rápido posible. No te estés moviendo mucho hoy y mañana, cicatrizarán rápido, si puedes darte una ducha más tarde y... que Yerik te limpié —propuso bajito.

—Gracias...

Me vendó y acarició mi rostro.

—Tienes un poco de fiebre —notó e introdujo en mi boca un termómetro. Mientras lo dejaba actuar buscó algo peinando la pequeña habitación—. Habrá alguna blusa o algo que te puedas poner encima —preguntó. Me encogí de hombros sin saber dónde estaban mis cosas. Hizo un gesto con su mano restándole importancia y abrió la puerta, las pesadas cortinas no permitían ver desde el exterior, pero ya el sol estaba sobre nosotros. Entró un segundo después. Me quitó el aparato de la boca—. Treinta y ocho y medio... —Se acercó a su maletín y sacó unas pastillas. Me tendió una y me acercó un vaso con agua. Se movía con tanta seguridad y naturalidad que no podía dejar de observarla—. Tómatela, te ayudará a descansar y que la fiebre baje. —Obedecí mientras abría un cajón y sacaba una camiseta grande, era de Yerik. En cuanto me la tomé me ayudó a incorporarme y me la pasó por encima con cuidado.

—Esto servirá —me guiñó un ojo. Me recostó de nuevo—. Duerme, come bien y descansa... Lamento mucho que estén pasando por algo semejante, nadie merece algo así —acotó acariciando mi cabello con dulzura—. Lo que necesiten solo tienen que buscarme, estaré al pendiente, y cuando se animen a denunciar, cuentan conmigo —avaló para salir de ahí un segundo después sin que pudiese siquiera agradecerle.

Con la vista perdida, esperé a que el médicamente surtiera efecto. Yek entró, lucía cansado, agobiado. Le sonreí desde mi posición. Me observaba con dolor, con... culpa.

—Estaré bien —le hice ver intentado cambiar su semblante. Su gesto se relajó. Se acercó hasta quedar a la orilla del colchón su rostro, muy cerca del mío.

—Esa es la prioridad —declaró con suavidad.

—No vuelvas a alejarte —le pedí con la voz quebrada, evocando los últimos días. Clavó sus ojos en los míos, atormentado. Negó con seguridad.

—No lo haré —aseguró. Moví la mano para que acercara la suya. Enroscó sus dedos en los míos. Ambos observamos el gesto.

—Temo por ellos —admití llorosa. Suspiró dolorosamente.

—Yo también, Colibrí, pero... Clemente los cuidará, no podía dejarte un minuto más ahí, estas semanas han sido demasiado... Y mira lo que ocurrió.

Al recordar el evento sacudí la cabeza, nerviosa. De pronto me encontré narrándole lo ocurrido. Su quijada se tensó con cada palabra, sufría de solo pensarme pasando por aquello, pero no podía callarme, menos con él. Al final cerró los ojos aspirando con fuerza.

—Eres... muy valiente, demasiado para tu propio bien —apuntó contenido y besó mi mano con ternura.

—Tú hubieras hecho lo mismo, lo has hecho, ¿recuerdas? —Asintió evocando aquellas veces donde por defenderme terminaba mal, y yo, llorando por no haberlo podido evitar. Gracias por sacarme de ahí... —alcancé a decir adormilada.

—Después hablamos, duerme, ¿sí?

Desperté atemorizada, me moví asustada y el dolor me hizo gritar.

—¡Ey! Colibrí, ¡Ey! —escuché. Giré desorientada, ya sentada sobre la cama gracias al espantoso sueño que me atacó. Sin pensarlo lo abracé logrando que callera sobre las almohadas de nuevo. Estaba aún vestido vestido, con los ojos hinchados por dormir. Me recibió sin saber dónde posar las manos debido a mis heridas, así que apresó mi cabeza y comenzó a regar caricias ahí—. Estás conmigo, cierra los ojos, nada pasará —intentó tranquilizarme. Asentí aferrada a su camisa, sintiendo como las lágrimas de nuevo salían.

—¿Qué haremos? —pregunté. Besó mi coronilla.

—No te preocupes por eso ahora, vamos paso a paso.

—Los niños, Yek —le recordé atormentada.

—Lo sé, Zinn, lo sé, pero comprende que no podía dejarte ahí más tiempo, Clemente por ahora los protegerá, la situación respecto a ti después de lo de Rocío, ya era insostenible —su voz era tan relajante, encontrarme ahí, solo con él, me hacía sentir de alguna manera bien.

—Denunciaré —manifesté decidida.

—No hasta que cumplas la mayoría de edad, haremos todo lo necesario para que les cierren la casa, pero una vez que tú no corras riesgos.

—Pero en este tiempo podrá dañarlos. —Eso no lo toleraba.

—No lo harán, déjame eso a mí, ¿sí? Debes por ahora estar tranquila, Zinn, acabas de pasar por algo espantoso, tu cuerpo está mal —masculló. Dejé salir un suspiro.

—¿Por qué dijo Irma que podías terminar en un tutelar?, ¿qué le diste para que no me tocara?, ¿por qué dijo Nora que no justificabas tus salidas? —Si creía que todas esas afirmaciones habían quedado perdidas en mi memoria debido a lo vivido, estaba completamente equivocado. Su cuerpo se tensó—. No me responderás, ¿cierto? —comprendí. No habló—. Has cambiado, ¿lo sabes? Ya no eres el que solías.

—Colibrí, deja esto ya, obviamente he cambiado, tú también, ya no somos unos niños y con todo esto que hemos vivido, tampoco somos adolescentes normales. Madurar y actuar es la única forma de subsistir, lo sabes —obvió. Alcé el rostro. Tenía su atención en el techo, atento, notó mis ojos y clavó los suyos en mí.

—No me refiero a eso, es otra cosa... —Arrugó la frente sin seguirme—. Te alejas, te acercas, hablas a medias, no sé, ya no puedo saber cómo reaccionarás, qué sucederá al minuto siguiente, de qué forma responderás a algo que te pregunte, que diga... No me gusta, no me hace sentir cómoda. Contigo todo siempre ha sido... fácil, y eso era porque nos conocíamos tan bien.

—Me conoces muy bien, más que nadie, te lo aseguro —sostuvo. Torcí la boca, dudosa. Su pecho subía y bajaba en forma discorde, estaba nervioso.

—Ya no —aseveré. Me observó con cautela.

—A lo mejor la que ha cambiado eres tú, la que tiene ahora otros intereses eres tú. —Parecía ahora un tanto irritado, sus cejas oscurecieron sus ojos y su quijada se tensó.

—Sabes que no es verdad, sigo siendo la de siempre, no salgo de casa, ni siquiera puedo hacerlo, y...

—Ya tienes al fin amigos en la escuela, o... un posible nuevo pretendiente —reviró. Entorné los ojos al tiempo que arrugaba la frente. Reí.

—¿Pretendiente?, ¿es en serio?

Confirmó sin dudar. Intenté moverme, pero dolió, así que guardé silencio unos segundos en los que él parecía contenerse.

—Ese chico, te he visto a su lado... —habló al fin. Tomé un mechón de su cabello y comencé a enroscarlo en mi dedo.

—Es mi amigo, y sí, le gusto, pero él a mí no, se lo he dicho... Así que decidió mantenerse en ese plano —expliqué. Volteó su rostro para verme por completo, su aliento lo sentía acariciar mi mejilla, estaba a tan solo unos centímetros. Mis labios se secaron y de inmediato mi corazón dio tal brinco que no estaba segura de que él no lo hubiese sentido.

—No te gusta... —afirmó bajito. Negué envuelta en una especie de trance. Alzó una de sus grandes manos y acarició mi barbilla, luego pasó un dedo por mi nariz.

—Yo solo... quiero que sea como antes, Yek —protesté atolondrada por sus caricias. Mis palabras hicieron que cerrara los párpados con fuerza. Besó mi frente con suavidad.

—Será como tú quieras, Colibrí, ahora descansa, estás pálida —volvió a colocar su cabeza sobre las almohadas, con su brazo en la nuca, mirando el techo.

—¿No saldrás hoy? —Negó cerrando los ojos, otra vez.

—Avisé en la tienda, ya mañana veré, no quiero dejarte sola.

—Te... quiero, Yek —solté con el pecho lleno de ese sentimiento. Abrió sus párpados de inmediato, volteó hacia mí, sonriendo como hacía mucho no hacía, pasó un dedo pícaro por mi nariz.

—Te quiero, Colibrí —me guiñó un ojo y sentí como la calma y seguridad lo inundaba todo. Ya habría tiempo para hablar de lo demás, por ahora me sentía bien ahí, a su lado, pegada su pecho, escuchando ese ritmo de su corazón que tanto adoraba y que en ese momento parecía estar a toda marcha.


***

Muchas cosas aún no son claras pero por lo pronto están fuera... ¿Qué ocurrirá? Ya se verá, lo cierto es que esto era necesario, en eso andaba Yek los últimos días pese a sus sentimientos encontrados. Recuerden esto, Zinnia estará siempre por encima de lo que siente por ella. Ambos envueltos en ese espiral de sensaciones que parece no querer manifestarse, pero de la que son conscientes. Recordemos que cada persona tiene su tiempo, es de valientes a veces saber esperar. ¡Gracias por votar, comentar y seguir aquí, con #Zinnik, por recomendarme tanto! ♥

Ipagpatuloy ang Pagbabasa

Magugustuhan mo rin

175K 11.3K 22
Todos tenemos a nuestra persona predestinada Los Alfas tienen un tatuaje desde nacimiento Los Omegas se presentan al cumplir los 17 y la marca d...
81.9K 10.2K 38
SEGUNDO LIBRO SAGA HEREDERA DE LAS CENIZAS. Te recomiendo que si no has leído la primera parte lo hagas ya que no entenderás muchas cosas :) ❝Soy com...
411 84 17
La vida para Nora Bell no tenía sentido. Pero, ¿seguiría pensando eso después de estar al borde de la muerte? Ella volvió a creer en la felicidad cu...
11.1K 4.5K 42
Cuando el amor se convierte en una enfermedad, la cura puede ser peor que la dolencia misma. ¿Qué ocurre cuando el amor es tanto la enfermedad como l...