Poesía Villana

由 Lau_Antigona

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"GANADORA DE LOS WATTYS 2018" ¿Saldrías con un hombre por culpa de un chantaje? Puesto #28 en Paranormal 28/0... 更多

*Epígrafe:
*Sinopsis:
*Prefacio:
*Primera Parte: "Ilusiones"
"Una poesía para ti"
*Capítulo Dos: "Sí, te amo"
*Capítulo Tres: "Eric"
*Capítulo Cuatro: "Hola"
*Capítulo Cinco: "Hola... otra vez"
*Capítulo Seis: "Fuera"
"Un comentario para Ifigenia"
*Capítulo Siete: "Te odio, en verdad" (Primera Parte)
*Capítulo Siete: "Te odio, en verdad" (Segunda Parte)
"Una rima para Polifemo"
*Nota de la autora:
*Capítulo Ocho: "Perdí"
*Capítulo Nueve: "Vencedor"
*Capítulo Diez: "No"
*Capítulo Once: "No tiene sentido"
"Un adiós para él"
*Nota de la autora:
*Capítulo Doce: "Tal vez"
*Capítulo Trece: "Terciario"
*Capítulo Catorce: "Desaparición"
*Segunda Parte: "Revelaciones"
*Capítulo Quince: "Portadora"
*Capítulo Dieciséis "Dispersión"
*Capítulo Diecisiete: "Mentira"
*Capítulo Dieciocho: "No te vayas"
*Capítulo Diecinueve: "Polvo y partículas"
*Nota de la autora:
*Capítulo Veinte: "En sus sueños"

*Capítulo Uno: "Un hombre"

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由 Lau_Antigona

Tantas historias, negros indigeribles milagros y la estrella de oriente emparedada, y el hueso del amor, tan roído y tan duro brillando en otro plato...

—Blanca Varela

—Y regresarás algún día —cuestionó ella, cuando la charla se encaminó a una intimidad plena. Su querida amiga anhelaba recibir una respuesta positiva, aunque a esas alturas, la posibilidad de obtener un sí se hacía cada vez más distante.

La muchacha que vivía al otro lado del mundo, dejó sobre el velador la taza con chocolate caliente que bebía y acurrucada contra una manta gruesa de algodón, meditó las decisiones que en algunos meses debían sentenciar el rumbo que continuaría.

Ella, muerta de frío, tiritó con más fuerza. En aquella época del año hacía mucho frío en Alemania, y explicando su situación con sinceridad, a Madeleine le costó acostumbrarse al clima inclemente de ese país y más durante el mes de diciembre; sin embargo, la crudeza de su amor unilateral, la hizo resistir el gélido aire, que a veces jugaba con su larga cabellera lisa.

—No lo sé —respondió en un corto resoplido que terminó por consumir el escaso aire que rondaba su perímetro.

Sin gloria ni gracia, apoyó la cabeza en la pared para resistir el martilleo que exterminaba cualquier indicio de cordura.

La joven estaba cansada de recibir esa misma pregunta, la había oído durante tres años y la sola mención de su retorno, comenzaba a convertirse en una amenaza invisible que pretendía evitar, aun así, no podía esconderse toda la vida. No podía simplemente desaparecer, no cuando conservaba tantos recuerdos bellos que mostrar al universo.

— ¿Cómo que no lo sabes? Todos te extrañamos como unos reverendos estúpidos y queremos que vuelvas a casa lo más pronto posible —le reclamó su casi hermana, con la suavidad de unas manos tersas. Su amiga íntima, Ángela, conoció la razón de su huida el mismo día en que abordó el avión rumbo a Berlín, pese a ello, no comprendía como una mujer tan inteligente como Madeleine, se dejaba debilitar por un amor no correspondido. Un amor tan carmesí y blasfemo, según la propia Madeleine. "Después de todo, él fue su primer amor", pensó la joven, quien buscaba una coartada para comprender su nivel de inmadurez—, tus amigos preguntan por ti a diario —prosiguió, pero hablando de manera impersonal—, dicen que eres una ingrata porque nunca les contestas los mensajes que te dejan en tus redes sociales.

—Es que estoy muy ocupada con mis trabajos y los estudios de mi especialización —ella se disculpó con la misma historia falsa que repetía en cada llamada—, a veces no tengo ni tiempo para comer —agregó para hacer más convincente su embustera excusa.

—Sí, desde luego que sí —afirmó rodando los ojos—, lo entiendo —Ángela le dio por su lado, era un total despropósito contradecir a una mujer tan terca como Madeleine—, pero son tus compañeros de tesis y no puedes ignorarlos tan alegremente, es como si no consideraras nada de su amistad —suavemente, consiguió hacer que sus ánimos se desgastaran.

—No es que los ignore —se defendió con fiereza—, no tengo tiempo para atender sus conversaciones —la muralla que protegía la débil dignidad, que se blandía al son del viento invernal, se desmoronaba ante las lágrimas que amenazaban con romper la presa de sus ojos.

—Ajá, tú solo quieres ignorar a un hombre —el botón de las verdades dolorosas fue pulsado con extrema rudeza y la explosión de talla colosal, destruyó la poca calma que guardaba en su corazón. Madeleine perdió la coordinación de su respiración y la cabeza comenzó a darle vueltas—. Por favor, amiga —exhortar a su consideración resultaba ilógico y más sabiendo el nivel de amargura que recorría sus venas—. No puedes seguir fingiendo que ellos no existen. Son tus mejores amigos, incluso tenían una maldita pulsera de la amistad —le recordó con cierto desazón, a pesar de su amistad, ella y Ángela jamás usaron una pulsera que simbolizara los sentimientos que guardaban—, háblales, ellos te necesitan.

—No me necesitan —bufó—, hace más de dos años que no nos vemos —puntualizó para definir que tenía toda la razón—, la amistad que teníamos debe haberse deteriorado.

—Edvino te necesita —expuso Ángela, sin prestarle atención a las palabras necias de Madeleine.

Aquel nombre tan dulce para sus oídos, le afectó más de lo que le hubiese gustado aceptar, ninguno de los dos elementos en su contra: el inminente tiempo y la extensa distancia, menguaban su cariño. Ese hombre continuaba gobernando las heladas tierras de su corazón.

— ¿Qué le pasa a Edvino? —la garrafal idea de su sufrimiento, eclosionó el aborrecimiento del mundo, y los celos que compartían su cama, fueron desplazados al suelo frío de la desilusión.

—Él necesita a la amiga que desde la universidad le sirvió de soporte emocional —adicionó padecer en su espíritu.

—Para eso tiene a Cristina —admitir que su apoyo ya no le pertenecía, revolvió su estómago.

—Ya no —dijo tras seleccionar lo que diría—. Cristina y Edvino están divorciándose.

— ¿Qué estás diciendo? —Madeleine casi dio un salto de la cama al escuchar semejante disparate. Era imposible.

—Hace dos semanas empezaron los trámites de separación —aclaró—. Edvino está devastado emocionalmente. No quiere comer e incluso ha dejado de asistir a su trabajo desde hace cinco días —suspiró. Ángela aun recordaba el estado deplorable de aquel alegre hombre—. Por eso David y John están llamándote con tanta tozudez. Ellos piensan que si hablas con Edvino, él se sentirá mejor.

— ¿Cómo sabes todo eso? —Madeleine quiso saber si esa información era confiable.

—David me lo contó cuando nos encontramos —mintió para no dar más explicaciones de las necesarias—, me preguntó si habías cambiado de número alemán, y le dije que no —y ese había sido un gran error—. David me comentó que no entendía porque no respondes los mensajes —Ángela hizo una mueca—, fue incómodo.

—No puede ser posible que estén divorciándose, ellos se aman —y de alguna forma, eso le afectaba.

—Al parecer Cristina ya no siente lo mismo por Edvino —corrigió la bella Ángela.

—Es algún truco para que hable con mis amigos —Madeleine se negaba a creer lo que oía. Era el mayor disparate del universo conocido.

—No es ningún truco para que contestes sus mensajes —la mejor amiga de la más obcecada de las mujeres, soltó un bufido de frustración al notar que no lograba sacarla de su zona de confort e incredulidad—, te estoy contando la verdad —exclamó perdiendo la paciencia—. Ellos dos están a punto de acabar con su matrimonio y es menester que hables con tu befo —la sorna se hizo presente en la última palabra dicha por Ángela y un estremecimiento causó que la joven de delicados cabellos negros recordara las veces que lo nombró de aquel modo tan infantil.

—No seas sarcástica —Madeleine le reprochó el comentario—. Él fue mi mejor amigo, pero eso es cosa del pasado, sus problemas actuales no me conciernen en lo absoluto.

— ¡Por el amor a las deidades del inframundo! —Proliferó la bulliciosa entonación de Ángela—, aunque no lo quieras admitir, tú aún amas a ese hombre y por dentro te mueres por limpiar sus lágrimas.

—Ya no lo amo —titubeó no convencida del amor que juraba ya no conservar.

— ¿Segura? Entonces te reto a volver aquí —le pidió Ángela, elevando el timbre agudo de su voz—, todo para que le des ánimos mientras lo observas caer en el abismo de la desesperación por otra mujer —Ángela no estuvo complacida al oír su respiración agitarse—. Una mujer que él ama con una locura inconmensurable y una fuerza catastrófica.

—Estás loca, no voy a volver —la calma sostenida en esa simple frase le hizo saber a Ángela, de modo indirecto, que Madeleine se hallaba al borde de las lágrimas.

—Tu insistente negativa confirma mis sospechas —sonrió con el triunfante sonido de conocer sus secretos, escondidos en la humedad de su almohada con funda azul perlada—, todavía no superas a tu primer amor —la línea se quedó en absoluto silencio. El preámbulo perfecto del sufrimiento sin igual—. ¡Qué patética! —Se burló—. Pensé que eras una mujer más inteligente —era una provocación muy sucia que surtió el efecto esperado—. Estoy decepcionada de la mujer que hacía mis monografías para investigación científica.

Muerta por el dolor que expandía un enorme orificio en su corazón, Madeleine apretó el auricular, desecha ante las palabras, que eran como cuchillos hiriendo su piel, pero que contenían la realidad de una relación sin consumarse en pasión.

No, no podía ser posible que después de tantos años él siguiera afectándola, hasta el grado de conseguir su llanto.

No, no era cierto, y por el orgullo que relucía con soberanía en sus pupilas, ella demostraría que ya no estaría dispuesta para sostener las manos de ese hombre desolado, nunca más.

Un hombre, que a pesar de la inmensa bondad tallada en cada espacio de alma, resquebrajó su corazón hasta convertirla en una mujer sin ilusiones.

Un hombre que, aunque quisiera negarlo, seguía amando... 

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