Rodé los ojos y le hice una señal para que parar, el rubiales paro de hablar.
—Osea, que básicamente tu vida es vivir de tu hermano él multimillonario y tu familia, tienes yates y todas las putas que quieras, ¿no? —el rubiales rodó los ojos y asintió resignado.
-Pues si haces que sea aburrida la vida un multimillonario
—Claro claro, tú y tu hermano tenéis todo lo que querría una persona con dos dedos de frente esta vez me paro el.
-Yo tengo una cosa que él no tiene.- alze una ceja.
-¿Qué tienes tú que no tenga tu hermano el multimillonario? —me sonrió prepotentemente.
—Yo te tengo a ti y el no —rodé los ojos.
—Malditos multimillonarios que pensais que todos estamos a vuestra merced —pego una carcajada.— ¿Y ahora qué ,eh? ¿me vas a hacer un contrato de confidencialidad o me vas a hacer un contrato para ser tu sumisa? — paró de reír y alzó una ceja.
—Con lo salvaje que eres no creo que seas mi sumisa, ademas no eres lo suficiente sexy para ese papel —sonreí.
—¿Estas diciendo que no soy lo suficientemente sexy para ser tu sumisa? —cogí mi taza de café y sin que nadie de la cafetería se diera cuenta levanté un poco la pierna y le toqué el paquete con el tacón.
Paul (el rubiales) trago saliva
—¿Qué haces? —con la mano que me quedaba libre toque su brazo y me mordí el labio.
—Dime Paul, ¿no te gustaría encima de esta mesa y follarme? —me fije como sus mejillas cambian de color, se tocó el pelo nervioso.
—Joder, vámonos — se levantó de la silla y me cogió de la mano. Tiró un billete a la mesa de la cafetería y me llevó hasta la salida —Vas a ver como te voy a poner —sonreí de lado y llame a un taxi con la mano. Enseguida llegó uno.
Paul me miró desconcertado.
—¿Te crees que alguien como tú iba a follar conmigo? —negué con la cabeza —Demasiado prepotente para mi gusto.
Me monté al taxi y Paul vino corriendo
—¡¿Me vas a dejar con el calentón Diana?!
—Claro señor Donovan, ah por cierto, ¡cariño, llámame! —cerré rápidamente la puerta.
—¡Te encantaría follar conmigo Diana! —es lo único que pude escuchar.
Miré a mi lado los gigantescos edificios, por fin después de siglos pude respirar tranquila. Mordí mi labio y sonreí.
¿En qué lío me había metido?