Era vampirica

By NancyACantu

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Se decía que en año 2012 todo se acabaría y así sucedió. Nadie hubiera creído una historia tan loca, pero aho... More

Aclaraciones
Dedicatoria
1. Cruel realidad
2. Despedida
3. Conociendo al pelirrojo
4. La gran subasta
5. Cambio por monedas
6. La Luna será mi aliada
7. Sorpresa
8. Ataque sorpresa
9. Lord Dagon
10. Prueba acreditada
11. Mírame a los ojos
12. Su interés por mi
13. Sin su presencia
14. Liam regresa
15. Presa del pánico
16. Bloody Town
17. Castigo
18. Bienvenida
19. Volker
20. Diario
21. Asalto
22. Río de sangre
23. Manchada en pecado
24. Remordimiento
25. Soy alguien diferente
26. Karen Divella
27. Culpabilidad
28. Último asalto
29. Mala madre
30. Perdóname
31. La boca del lobo
32. La reunión del congreso
33. Su sangre
34. Evangeline
35. ¿Un sueño?
36. Demetrio Rumannoff
37. ¿Estaré loca?
38. Mi mejor amigo
40. ¿Un ser amado?
41. Bosque traicionero
42. Mi padre
43. Reencuentro
44. Su diario
45. Cara a cara
46. Última noche
47. Tras la tormenta
48. Vino rojo
49. La verdad duele
50. No me odies
51. Me doy por vencida
52. Venganza
53. Corre mientras puedas
54. El mesías
55. Epílogo
Agradecimientos

39. Expulsada

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By NancyACantu

Desperté de otro sueño, envuelta esta vez en lágrimas. El silencio en la habitación rojiza cubrió mis débiles lamentos pero no mis ojos que yacían enfocados en el blanco techo. Perdida, confusa e intrigada. ¿Aquello había sido real? Recordé todos los sueños que había tenido hasta ahora. Cada palabra, cada acción. Sus cursilerías y su sonrisa. El llanto y el dolor... inclusive la rabieta envuelta en el diluvio y la pelea que había tenido después con su mejor amigo por la mujer que lo había abandonado. ¿Sería acaso que estas imágenes no eran solo sueños?

Evoqué las visiones de las noches pasadas y fue entonces cuando la sonrisa de la querida pero extraña Evangeline apareció en mi rostro. ¿Sería que solo lo había estado engañando? Sobre la cama, me tapé débilmente los labios, pensando. ¡Aquello no tenía cuadre! No podía ser. Es decir, esa mujer se notaba feliz y terriblemente enamorada. Sus ojos brillaban al verlo y con cada beso que se daban, ella sonrojaba. ¿Las mujeres no podrían fingir en esa magnitud, o sí?

Guardé silencio mientras realizaba lo que estaba haciendo. ¿Qué me importaba a mí si ellos se habían amado o si ella lo había engañado un día antes de su huida al otro mundo? ¡Esto no tenía sentido! Yo no debería de estar consternada por el tema y menos estar tan interesada. ¿Pero por qué entonces pensaba tanto en ello?

Me tomé la cabeza intentando tranquilizarme. Tener estos sueños me estaba volviendo loca. Me hacían tener una imagen errónea de lo que realmente Liam era. ¡Eso no estaba bien! El caballeroso, amable, lindo y romántico pelirrojo no podía salirse de mis memorias. ¿¡Qué debía de hacer!? Cuando lo viese al caminar o cuando lo escuchase hablar, su sonrisa iba a aparecer.

Cubrí mis orejas con fuerza, intentando de esta manera que los recuerdos cesasen. La voz de Evangeline estaba pegada a mi mente como un chicle y sus sonrisas y palabras se repetían dentro mío una y otra vez. Mis lágrimas se juntaron en mis ojos y sin poder evitarlo más, pegué un ahogado lamento.

¿A esto se había referido Liam con evocarla cada día de su eternidad? ¿Qué no era eso una tortura? Suponía que recordar el amor de tu vida era algo doloroso, más aún si había fallecido. Era como si quisieses un beso de alguien que no pudieses ir a desenterrar. ¿¡Cómo se había atrevido esa mujer a condenarlo de esa forma?! Lo había arrastrado a vivir una horrorosa muerte en vida... una de la que nunca se iba a poder zafar.   

¿Qué le había hecho Evangeline entonces para que no pudiese dejarla ir? ¿Qué había pasado ese día lluvioso para que Liam se hubiese trastornado de tal manera?

Agité la cabeza de par en par, sentándome en la cama rápidamente. «¡Esto no te concierne, Caroline!», hablé conmigo misma en la mente «Son cosas que no deberían de interesarte. ¡Tú odias a Liam, lo odias!», agregué aquello con una amarga mirada mientras inconscientemente, recordaba su sonrisa del pasado y su amable forma de hablar.

—¿¡Ya deja de pensar en eso!? —Me regañé en un chillido pequeño—.  Esto no debería de... se supone que no debería de interesarme.

Di vueltas en la cama, con los sueños en mi mente. Los segundos se hicieron horas y mis regaños, preguntas más concisas. Volaron por mi mente conclusiones y, sin poder dejarlo a un lado, acepté la gran curiosidad que me carcomía. Necesitaba saber esto, necesitaba armar el rompecabezas.

Deduje varios finales, pero no pude hallar la respuesta verdadera. No encontraba la razón del por qué una mujer tan enamorada hubiese rechazado la oferta de libertad y amor que se le había ofrecido en la misma bandeja de oro que ahora estaba cubierta por polvo y crueldad. Ese hombre cual ahora era ruin y despiadado.

¿Qué le había dicho? ¿De qué se disculpaba tanto ese día? ¿Se había  casado con Demetrio y realmente lo había abandonado? ¿Sería por eso que Liam actuaba a como lo hacía ahora?

Las imágenes volvieron a pegarme una y otra y otra vez. El silencio se hizo cada vez más molesto y el tiempo corrió como si no hubiese un mañana.

Volví a dejarme caer en la grande cama, esa del hombre que por más repudiaba, ahora le tenía cierta lástima. Lástima por lo que le había pasado y por como se había sentido. Era claro que no lo excusaba de sus acciones pues se merecía una gran penitencia, pero conociendo ahora sus razones tras sus obras, creo que podía entenderle. No poderte suicidar... era un gran castigo.

La noche lluviosa que en mi sueños se había proclamado volvió a mi mente sigilosamente y entonces recordé al Liam desecho y al Volker burlón y contento. El recuerdo me hizo temblar. La imagen de aquel hombre moreno y tatuado realmente me intimidaba. ¿Sería que ese miedo que le tenía era por algo más que mi violación? Recordé la pelea y los gritos de aquel vampiro sanguinario. ¿Cuáles habían sido sus palabras exactas? "No tienes pruebas."

¿Pruebas a qué...? ¿El estaba inmiscuido en todo este asunto o no? Traté de recordar las palabras y justo entonces, se me vino a mi mente la exasperación del pelirrojo destruido por el desamor.

Definitivamente, él había tenido algo que ver en la cuestión; inclusive el Liam del pasado lo había insinuado y no creía que el fuese de la clase de chicos torpes para soltaban infracciones solo por enojo. Además, aquello daba pautas al porque se odiaban tanto. Liam lo había golpeado e inclusive le había dejado una marca en su perfecto rostro. Volker tenía todas con las que ganar si de venganzas estuviésemos hablando. ¿Pero eso que tenía que ver conmigo, incluso el Congreso? ¿Qué tenían que ver ellos en esa disputa que se tenían ellos dos desde hacía ya varios años?

Cerré los ojos con un inmenso dolor de cabeza. Pensar en los secretos y confusiones de su historia tan solo me dejaban hambrienta de respuestas. Y eso, lamentablemente para una humana como yo, no sería tomado como una urgencia a resolver. 

Así que regresando a la realidad y enfrentándome al más grande misterio, traté de disipar las imágenes que volvían cada segundo a mí; porque con cada fotografía que veía y escuchaba, yo más me apiadaba de él y no quería perdonarlo... yo solo quería odiarlo más y sentir frío al estar a su lado. ¿Pero cómo podría ahora? Ver al Liam feliz y enamorado había cambiado mi punto de vista a su persona y me hacía sentir, irremediablemente, un estilo de celos.

¿Por qué no era de esa manera conmigo? ¿Por qué no me sonreía de la misma forma en que lo había hecho con ella? ¿Por qué no era ese Liam? ¿Por qué me había tocado a mí el hombre que maltrataba y miraba a todos de una manera déspota y arrogante? ¿Por qué había nacido en esta era? ¿Por qué me había tenido que comprar él?

Suspiré entristecida, ciertamente porque aunque yo rogase por algo diferente, tendría siempre a ese despiadado hombre que nunca me dejaría ir a casa.

Miré mi mano y luego mi cabello que se hacía notar al fin en colores grisáceos. El tinte azul, ese que me habían puesto al llegar, se estaba decolorando. Acaricié las puntas maltratadas y, apartando la mirada entonces hacía mi desnudo brazo, divise la cicatriz que me hizo recordar algo. En mi segundo sueño, Liam se había tatuado sus iniciales en el pecho.

¿Sería posible que él aún tuviera aquella marca en su cuerpo?

Mordí mis labios para hacerme recapacitar. ¡Esto ya era pensar demasiado! ¿Verle desnudo para comprobarlo? No, eso sería una locura.

—¿Caroline? —Una voz me hizo deshacer mis desvergonzados pensamientos y mirar al frente con cierta confusión. Karen me había sacado un susto, pues aunque sorprendida se veía, ya se había tirado encima mío—. ¿¡No estoy soñando, verdad!? ¡Al fin estas despierta!

—Buenos días... —susurré para mí, intentando olvidar aún mis locuras y enfocarme a la realidad. Era una humana y Liam, mi amo. Yo no tenía permiso a muchas cosas, menos al verle desnudo.

—Caroline, pensé que dormirías un día más —Karen aturdió mis oídos con su chillona voz alegre.

Traté de sonreír para hacerla tranquilizar, pero con hacer aquel movimiento en mi cara, cual no escondía las preocupaciones y desconsuelos que llevaba dentro, Karen se hecho sobre mí con preguntas y regaños. Según ella, ya habían pasado otros tres días desde la última vez que nos habíamos visto.

—¡Tienes que comer! —habló fuerte y claro—. Esto de que duermas tanto te va a provocar anorexia o algo por el estilo... y eso, señorita, no creo que te guste en lo absoluto.

—No te preocupes —suspiré, algo cansada aún—. Iré a comer recién espabile.

—¿Quieres que te acompañe? Hace mucho que no hablamos —soltó emocionada.

—Claro —sonreí débilmente—, gracias...

Mi voz se fue haciendo pequeña y frágil. Mi mente no había pensado en comer realmente.

—¿Caroline, te sientes bien? —Mi amiga preguntó aquello casi al instante en cual se me acercaba y me tocaba la sien—. ¿Tienes fiebre? ¿Te sientes mal?

—Estoy bien —suspiré, mientras le sonreía—. Solo estoy algo ida, es todo.

Karen dejó de tocarme y se separó entonces de mí.

—¿Quieres que te traiga mejor el desayuno?

—Sería muy bueno de tu parte —le sonreí, cansada por mis derroches mentales y por tratar de permanecer sensata todo el tiempo. Justo ahora, quería gritarlo todo.

—Bien, entonces no te muevas. ¿Te parece bien algo de cereal? Aún no me dejan usar mucho la cocina.

—Cereal sería perfecto —suspiré débilmente mientras movía mi cabeza de arriba a abajo. Necesitaba quejarme, necesitaba pensar.

—Entonces cereal será —me sonrió mientras se levantaba de la cama y se dirigía hacia la salida—. No te vayas a dormir.

Esboce una sonrisa al escucharla, mientras le miraba darme la espalda. Observé su mano posarse en la manija de la puerta y entonces, antes de que su mano girase, la entrada se abrió lentamente. Karen se puso rígida como una tabla y yo no pude evitar mirar al frente. El peor pensamiento invadió mi mente y quise taparme entre las sabanas; pero justo cuando pensé que me encontraría con aquella larga melena, los ojos de mi hermanastro se toparon con mi mirada. Unos ojos extraños que me hicieron volver a recordar mis sueños. Bryant Dagon tenía los ojos verdes.

—¿Bryant...?

—Buenas noches.

Miré sus ojos una vez más, sabiendo que algo malo estaba ocurriendo. Bryant siempre había tenido los ojos violetas, ¿cómo era posible que ahora los tuviera de ese color, precisamente ese tipo de verde? La batalla de miradas duró menos de tres segundos justo porque recordé esa regla importante que siempre había respetado desde que había entrado a este mundo; yo no tenía derecho a mirarlos a los ojos. 

Bajé la mirada apenada, aún confundida y liada. Bryant no me reprimió por el hecho, pero dio unos cuantos pasos hacia adelante. Habló con Karen y ella, sonrojada, asentó de par en par. ¿De qué hablaban? Tragué saliva al verla de reojo. ¿Por qué sonreía? Respiré fuertemente, volviendo a sentir envidia de todo. ¿Por qué Liam nunca me podía sacar ese tipo de sensaciones? El siempre se las apañaba para hacerme llorar, sufrir. ¿Por qué Liam no podía ser como su hijo, mi hermanastro?

Mordí mis labios intentando disipar las imágenes del carismático y gentil hombre pelirrojo que estaba volviendo a resurgir. ¿Estaría tonta? Ese sujeto nunca iba a volver. ¿Por qué pensarle tanto? ¿Para qué rogar por algo imposible? La vida era tan ruin.

—¿Caroline? —La voz grave y algo desinteresada de Bryant golpeo mi mente casi al instante. Mis ojos volvieron hacia los suyos, mirando entonces un pedazo de papel doblado que entre sus manos se mostraba frente a mí.

—¿Qué es... esto?

—Charlotte me ha pedido que te lo diera —habló susurrando—. Tu madre ya está estabilizada.

Mis manos temblaron y sentí mi vista temblar. ¿Qué Charlotte estaba que...? Puse mis ojos en los suyos verdes, sabiendo que estaba por llorar. ¿Había mantenido su promesa? Traté de soltar una sonrisa al aire, pero un sollozo me impidió agradecerle. Tomé la carta con sumo cuidado, pensando que estaba aún soñando; que se rompería al tomarla y que volvería a la cruel realidad.

—Después de que la leas, ve al estudio. Mi padre está esperando.

Mi llanto cesó. Mi mirada se fue hacia delante de nuevo, esta vez asustada por lo que había dicho.

—No le hagas esperar.

A Bryant no le interesó que hacía después de aquello, tan solo me dirigió una mirada seria y partió sin decir ni una sola palabra. Karen aún estaba ahí y, sonriente por lo que había recibido, se acercó a mí con suma curiosidad.

—¿Qué dice, qué dice?

Karen se puso a mi lado, esperando a que la abriese. Yo no pude más que quedarme quieta. Pensando, llorando una vez más por dentro. ¿Qué quería ahora de mí? ¿Qué no me podía dejarme sola y ya?

Bajé la mirada a la carta, soltando una lágrima helada hacia el papiro. ¿Cómo es que se había dado cuenta de que estaba despierta ya? ¿Por qué tenía que verlo ahora... justo después de aquel último sueño?

—¿Caroline...? —Karen se había acercado a mí; esta vez con una carismática mirada en sus ojos marrones—. ¿Tanto así anhelabas saber de tu madre? —me sonrió, pensando que lloraba por ella.

Mis ojos dejaron de llorar al verla acercar su mano pálida a mi humedecida mejilla. Me limpiaba las lágrimas con una sonrisa en su rostro y yo yacía ahí, frustrada por todo. ¿Por qué no podía soltarle aquello que por dentro me estaba quemando? ¿Por qué sentía que guardar el secreto era la mejor decisión que podía tomar? Tragué saliva mientras me mordía los labios y me hacía a un lado. Por alguna razón, sentir aquella ternura me hacía querer romperme más y no podía ahora. Ya había hecho esperar a Liam y verlo me traería, sin lugar algunas, un gran lío en la cabeza. Necesitaba estar calmada, sensata y seria.

—Lo siento, yo... —respiré tan fuerte como pude—. Tengo que ir.

Karen me sonrió y tomó la carta que entre mis manos yacía algo arrugada.

—No te preocupes, la leeremos cuando regreses.

                                                            * * *

Dejé de caminar al yacer frente al estudio. Había tardado tal vez unos cinco o diez minutos en llegar, pues aunque el camino no estaba del todo lejos de la torre más alta, mis piernas se habían hecho piedra a la mitad del camino. Inconscientemente, había recordado aquellas imágenes que había intentado olvidar durante todo el recorrido. Tras la puerta de madera blanca, yo no iba a encontrar la sonrisa del hombre que en mis sueños había llorado.

Respiré profundamente y antes de tocar a la puerta, dejé de respirar. Por alguna razón, mi corazón palpitaba como loco y me sentía desmayar. Esto de enfrentarle después de conocer algo de él, me estaba llevando al borde de la locura. ¿Qué debería de hacer entonces? ¿Averiguarlo?

Mis puños dieron dos golpes y justo cuando iba a dar el tercero, escuché un grito dentro de la habitación. Tragué saliva con cierto miedo mientras abría la puerta. Dentro, Liam estaba torturando a una mujer vampira.

—¡Lo siento, lo siento! —La mujer balbuceaba una y otra vez cada que Liam apagaba un pequeño cigarro en su piel pálida—. ¡No lo volveré a hacer! ¡No lo volveré a hacer!

—¿Sentirlo? —Enterró la breva encendida una vez más—. Tú no puedes sentir nada ladrona, malagradecida.

Bajé la mirada cuando escuché aquel desprecio lanzado en el aire. ¿Por qué esto me estaba recordando a esa escena? ¿Por qué estaba recordando a ese Liam que lloraba por ser abandonado?

—¿Y tú? —Mis ojos se fueron hacía arriba al escuchar su voz. Sus ojos me veían. Sus ojos color rojo—. ¿Cuándo te dije que podías entrar?  

Mi mirada tembló al observar aquel color que me quemaba en vivo. ¿Mis sueños habían sido solo sueños? Recordé los ojos de mi hermanastro y entonces palidecí. ¿Qué significaba esto? Mordí mis labios antes de soltar un pequeño "lo siento" y dar la espalda; querer cerrar de nuevo la puerta y volver al pasillo.  

—Espera, ¿quién te digo que podías irte ahora?

Dejé la perilla justo en su lugar, anhelando que esto no me trajese un castigo a largo plazo.

 —Date vuelta.

Hice justo lo que había ordenado, pero claro estaba, que mirando el suelo a todo momento. Mis ojos grises se toparon entonces con aquella mujer enojada que me había recibido junto con Marilyn el primer día que había llegado a la mansión, la que me había sujetado cuando me habían marcado el brazo como si fuese una vaca. ¿Por qué me miraba de esa manera? No es como si yo hubiese provocado este suplicio.

—Ven acá —Liam habló fuerte y claro mientras se tomaba de la sien—. Termina esto.

Volteé a verlo entonces por primera vez, topándome con una mirada seria y sumamente alegre. Frente a mí, yacían sus dedos perfectos  mostrándome un pequeño cigarro a medio apagarse.

—¿Terminar? —giré mi cuerpo hacia la mujer que ahora me veía de una manera retadora. ¿Quería que yo la quemase?

—¿No puedes? —Liam puso entre mis manos el cigarrillo que antes el tenía—. Si no puedes, te tocará su parte entonces...

Mi mirada se quedó clavada en aquella brecha encendida. ¿Si no lo hacía, aquel tabaco terminaría apagándose en mi cuerpo entonces o no? Respiré con fuerza mientras me hacía adelante; mirando a aquella mujer que parecía bufarse de mí ¿Qué? ¿Creía que no podía hacerlo? Sonreí un poco para mí misma. ¿Esto era lo que a muchos le llamaban el karma, verdad? Ahora sería yo quien la marcaría a ella.

                                                            * * *

Escuché unos cuantos aplausos tras de mí. Dejé de moverme y de respirar.

—¡Vaya sorpresa! —Sentí unos pasos a mi costado, mientras veía como la mujer en el suelo temblaba de miedo—. No creía que realmente fueras a hacerlo.

Volteé la mirada aún sorprendida por lo que había escuchado. ¿Me había retado solo por curiosidad? Dejé caer el cigarro apagado a un lado mío, mirando como la vampira se arrastraba ahora por el piso, tomándose de los brazos con dolor.

—Ya que me has hecho feliz, puedes pedir lo que quieras —declaró, haciendo que mis ojos vibrasen ante aquellas palabras.

¿Lo que yo quisiera? Dejé de verlo, bajando la mirada entonces. Si podía pedir lo que yo quisiera, ¿que pediría entonces? Podía anhelar que me dejase ver a mi madre, podía pedir un cuarto nuevo o inclusive que permitiese dejarme morir; pero ¿por qué mi mente gritaba por otra cosa? ¿Por qué recordaba el segundo sueño? ¿Por qué ansiaba ver su pecho y confirmar que mis sueños eran solo sueños?

—¿Lo que sea? —Mi voz tembló perdida entre mis propios pensamientos y la realidad. ¿Realmente iba a pedir aquello? ¡Esto era una locura!

—Lo que sea...

Hice un silencio incómodo al escucharle, pensando definitivamente si debía hablar o no. Esta era una oportunidad valiosa. Una en un millón. Era una abertura perfecta para corroborar que ya estaba delirando y que estaba más que loca.

—Tienes tres segundos...

Respiré profundamente mientras escuchaba la cuenta regresiva. ¿Debería? ¿Esto era lo correcto? ¿Qué tal si terminaba castigándome por mi osadía? Mil y un posibilidades rondaron en mi cabeza en segundos. Esto era demasiado...

—Uno...

—¿Puedes quitarte la camisa? —solté tan rápido y tan bajo como pude. Qué estúpido de mi parte. Los vampiros podían escuchar incluso mis pensamientos.

—¿Me quieres ver desnudo?

Me agité al escucharle, girándome para poder verlo. El no sonreía, ya no más.

—Yo... solo —susurré—. Solo quiero ver tu pecho.

—¿Mi pecho? —Miré hacia adelante, olvidando por completo aquello que ya había pensado. El era un vampiro y si me había escuchado—. ¿Para qué quieres verme el pecho?

Le vi estrechar sus ojos con desconfianza y esta vez, regresé a la cruel realidad. Esto no estaba pintando nada bien. Tragué saliva al regresar la mirada al suelo. Me había pasado de la raya. No debí de haber pedido por aquello.

—Yo...lo, lo siento —balbuceé, sin saber realmente que estaba diciendo—. Estoy delirando ya. Disculpa, yo...  mis incongruencias.

Me di media vuelta, intentando escapar de mi atrevimiento. Pero justo cuando di un paso, sentí que me jalaban del brazo. Liam me detenía.

—¿Qué tramas?

—¿Yo...? N-Nada

—¿Has leído mi diario?

Abrí mis ojos llena de pánico, sabiendo perfectamente las consecuencias de esas palabras. La última vez que había mencionado aquello, había terminado semidesnuda en el jardín. Traté de hablar para defenderme, decirle lo equivocado que estaba; pero justo cuando intenté abrir mi boca, vi aquellos ojos eufóricos que me hicieron cerrar la boca de una sola bocanada de aire. Parpadeé unas cuantas veces hasta que lo vi pararse de su asiento de una manera violenta. ¿Otra vez? ¿¡Otra vez!? Traté de correr de él, pero como Liam ya tenía mi muñeca atrapada, simplemente comenzó a halarme hacía las escaleras. Se dirigía a la habitación, y fue por eso que grité con fuerza. Estaba segura que no iríamos ahí solo para hablar.

—¡No he leído nada, lo juro! —Tomé sus manos para intentar abrirlas mientras me arrastraba por el corredor—. ¡No se dé que hablas! ¡No se dé que diario hablas! Yo...

Dejé de hablar cuando escuché el picaporte girarse y sentir mi cuerpo tirarse en la cama con brusquedad. Se me salió el aire pero cuando escuché la puerta cerrarse de un solo golpe, no pude más que pegar mi espalda con el respaldo, mirar la manera violenta en que se quitaba la corbata y me lanzaba esos ojos penetrantes y furiosos.

—Leíste mi diario —soltó eso como un hecho.

—No, yo no...

Su mirada me hizo callar. Esos ojos, eran justo como los de aquella noche.

Intenté decir algo, pero su mano gruesa aprisionó mi tobillo y me remolcó hacia donde estaba él. Quedé tendida en la cama cuando Liam se puso sobre mí.

—¡No lo leí, no lo leí! —grité por mi vida cuando le sentí tocar la parte trasera de mi corset—. No lo leí, juro que no lo leí.

—Mentirosa...

Pataleé cuando sentí los cordones aflojarse y lancé mis manos al aire cuando me sentí en brasier. Liam me estaba desvistiendo con tal maestría que no entendía siquiera como lo estaba haciendo.

—¡Deja de moverte! —Con una de sus grandes manos, tomó las mías que peleaban—. Esto te pasa por curiosa.

Chillé al sentir la otra mano intentando doblegarme de nuevo y sin poder hacer nada más, tan solo me agité para que mis manos se liberaran.

—¡No, por favor, no! —Lagrimeé a la par en que le sentía tocar mis piernas desnudas—. Yo no lo he leído, no sé de qué diario hablas.

—Cállate.

—Liam, por favor, no... no hagas esto, no...

—¿Me estás dando órdenes? —Jugueteó de una manera más brusca para torturarme—. ¿Cuándo te has creído que puedes hacer eso?

—¡Por favor, para!

Liam rió un poco al escucharme, pero en sus ojos se notó lo desinteresado que estaba por esto. Tragué saliva cuando nuestros ojos se toparon unos con otros. Liam me miró de una manera extraña y ante su descuido, mis manos terminaron libres para desgarrar su camisa delgada y frágil ante la desesperación de ser violada una vez más.

El resultado de aquello acabó por hacerme palidecer y rematarme. Perder la pelea. Petrificarme al acto.

Justo a la altura de su pecho, donde la camisa había resbalado por haberse roto a la mitad, estaban esas iniciales que en mis sueños había visto. Las letras E y N se mostraban en un negro intenso.

—Es... no, no puede ser...

—¿Y con esto piensas que te salvarás el pellejo? ¡Has leído mi diario! —Haló mis manos hacía atrás, envuelto en una ira incomprensible—. Te arrepentirás de esto con tu vida.

—¡No lo he leído! —Chillé antes de que me tocase de nuevo—. Lo he visto... yo solo, pensaba que eran solo sueños.

Sentí las manos de Liam dejar de tocarme.

—¿Qué has dicho?

—Te he visto —Tragué saliva mientras me tapaba el cuerpo con mis manos—. Los he visto en mis sueños.

—¿Qué tanto has visto?

Volteé hacia la frente, envuelta en lágrimas.

—Lo suficiente para saber que se amaban.

—¿Amarnos? —Él me miró de una manera ausente—. Eres una cría, el amor no existe.

—No es cierto, Evangeline te amaba —Chillé liada en mis pensamientos—. Cualquiera te hubiese amado....

—Cállate.

—Liam, ella...

—Quiero que te largues.

Mi cuerpo se congeló al escucharle, haciéndome abrir mis ojos con cierta fuerza. ¿Largarme? ¿De qué... de qué estaba hablando?

—¡Bryant!

—¿Mi lord?

—Tira aquello que está en mi cama, ya no lo quiero. 


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