Las Heridas Del Pasado

By MaJoLh_29

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Después de que su relación con su prometido termina, Anastasia Steele cambia su actitud radicalmente. ¿Qué pa... More

Advertencia
Prologo
Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
NO ES CAPITULO
Capitulo 8 Maraton 1/?
Capitulo 9 Maratón 2/3
Capitulo 10 Maratón 3/3
Capitulo 11 (Bonus)
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 14 maratón 1/3
Capitulo 15 maratón 2/3
Capitulo 16 maratón 3/3
Capitulo 17
Capitulo 18
Capitulo 19
Capitulo 20
Capitulo 21
Capitulo 22
Capitulo 23
Aqui Casual un espacio publicitario
Capitulo 24
Capitulo 25
Capitulo 26
Capitulo 27. Maraton 1/3
Capítulo 28. Maraton 2/3
Capitulo 29. Maraton 3/3
Capitulo 30
Capitulo 31
Capitulo 32
Capitulo 33
Capito 34
Capitulo 35
Capitulo 36
Capitulo 37
Capítulo 38
Capitulo 39
Capitulo 40
Capitulo 41
Epílogo Parte I
Epílogo Parte II
Nueva historia

Capitulo 7

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By MaJoLh_29


Quédate quieta.

Anastasia pestañeó para tratar de evitar ese recuerdo, esa voz que la invadía.

Serás mía quieras o no.

La voz de Jack.

Eres... Dios... Eres tan sensual, tan deseable.

Christian seguía besando su cuello, abrazándola, mientras ella trataba de alejar aquel recuerdo de su mente, comenzó a pestañear rápidamente, quizá así evitaría aquello, quizá así podría callar esa voz.

El que te resistas, solo aumenta mi deseo, Anastasia.

–No.

–Oh, Dios. Cuando esté dentro de ti... Por fin podré saciar mi sed.

– ¡No!

Christian dejó su cuello, para poder mirarla a la cara. –No te resistas. –Dijo con una sonrisa. Pero... No, ese no era Christian. Ese rostro. No. No otra vez. Ese rostro era de Jack.

Suéltame, no. –Otra vez no, no podía ser posible. No. Trató de contener las lágrimas, no quería darle el placer de verla sufrir.

– ¿Anastasia, qué ocurre?

No. Suéltame, no quiero. –Jack la fue soltando, la presión de sus brazos fue disminuyendo. Ella se encaminó a la puerta, giró la cabeza antes de salir y fue cuando vio que Jack se había ido, ahora estaba Christian.

Se alejó de allí como alma que lleva el diablo.

No puede ser que esto me pase a mí. –Se dijo mientras iba corriendo por los pasillos del motel, comenzó a bajar las escaleras rápidamente y salió por la puerta trasera, la que daba al parque.

Al respirar el aire fresco sintió cómo un peso se quitaba de encima. Giró y observó la puerta del motel. No quería volver allí, así que comenzó a correr hasta perderse por el parque. Se recostó en un muro. Comenzó a mirar las estrellas, a repasar todo lo que había pasado, la mala pasada que le había jugado su mente, su imaginación. Dios, qué vergüenza, ahora Christian iba a pensar que ella estaba loca o que le gustaba provocarle o algo por el estilo.

Lo importante aquí es que no te forzó.

********

¿Qué rayos había sido eso? ¿Por qué de un segundo a otro Anastasia estaba más que dispuesta a acostarse con él y después huía como una loca?

Seguro es ese tipo de mujer al que le gusta provocar, jugar...

Pues bien, ¿Anastasia quería jugar? Iban a jugar.

Y él iba a ganar.

******

¿Cómo empezar a "jugar" si Anastasia no aparecía? Realmente estaba sintiendo algo muy cercano a la preocupación y él nunca se preocupaba por nadie ni por nada. Desde anoche que había salido corriendo, la señorita no había vuelto.

*******

Estaba allí, bajo un árbol, abrazada a sus rodillas, asándose viva con ese atuendo, viendo los pájaros que volaban, pensando. Pensando en que pronto tendría que volver al hotel.

Mierda, no quería volver a ver a Christian. Qué vergüenza. Se colocó de pie, lo mejor sería afrontar todo rápido, pasar por la humillación de una vez. Pero al llegar a la habitación, Christian no estaba ahí. Perfecto, eso era lo mejor por el momento. Buscó su ropa, encontrando un vestido con mangas cortas, color morado, que caía libremente por su cuerpo. Era lo más fresco que tenía, así que después de darse un baño, se lo colocó.

Se encargó de llamar al aeropuerto y tras soltar un juramento al escuchar que aún no habían vuelos disponibles, salió a dar una vuelta por la localidad.

A pesar del calor que hacía, aquello era relajante, aquello era tranquilo. Siguió caminando, tratando de alejarse de la zona de mala muerte que rodeaba el motel. Se alejó lo suficiente, encontrándose en una zona ya con mejor aspecto. Comenzó a dar vueltas por allí, encontrándose con una especie de escuela de danza infantil. Entró curiosa, con una sonrisa, observando cómo el profesor trataba de enseñarles a unos niños entre nueve y diez años a bailar lo que parecía ser salsa.

A ver, ¿hay alguna otra representante que quiera hacer la demostración conmigo? –Preguntó después de soltar a una mujer que, tenía dos pies izquierdos. – ¡Usted! –Dijo él, señalándola.

Ella se carcajeó por un momento, para después negar con la cabeza. – ¡Tiene cara de buena bailarina, vamos! ¡Anímese! –Ella sonrió ante el cumplido, sabiendo que, efectivamente era así, se le daba muy bien bailar.

–De acuerdo. –Dijo con una sonrisa, comenzando a caminar a la tarima. Honestamente había dejado de bailar por la cercanía que había que tener con el compañero. El profesor la agarró de la cintura, sonriéndole mientras le tomaba la mano y Anastasia pudo notar más detenidamente cómo se movía. No había que ser un genio para saber que tenía movimientos afeminados y que, quizá, era gay. Aquello le dio más confianza a ella, generalmente, por no decir siempre, los homosexuales nunca hacían daño, al contrario, eran muy protectores y sensibles. – ¿Paso cerrado o abierto? –Le preguntó, para estar bien coordinada.

–Empecemos con el cerrado. –Contestó con una sonrisa. – ¡Música! –Exclamó e inmediatamente una salsa movida comenzó a resonar por todo el lugar.

Voy a empezar por detrás. –Le susurró ella, comenzando a mover su pie derecho hacia atrás, siguiendo el ritmo y los pasos de aquella música. El profesor, como era de esperarse, tenía un ritmo increíble, incluso movía las caderas más que ella.

–Vuelta. –Le avisó, justo antes de hacerla girar. Continuaron con el ritmo por unos segundos más. –Vuelta larga. –Le susurró. Ella se preparó para aquello. En uno de sus giros, se encargó de darle una vuelta a él. El ritmo de la canción indicaba unos movimientos leves de caderas, él la alejó de su cuerpo, sosteniéndola con las manos en alto, mientras ella daba una vuelta más, haciendo que la tela de su vestido se alzara levemente.


Siguieron con aquel ritmo, unas vueltas más, unos segundos más, y los alumnos estaban aplaudiendo ante aquella demostración.

Baila usted muy bien. –Le informó él, con una sonrisa.

–Traté de hacerlo lo mejor que pude. –Contestó con otra sonrisa.

–Excelente. ¿Quedó claro lo que tienen que hacer? –Le preguntó él a sus alumnos. Los niños parecían confundidos y no era para menos, sabía que habían hecho la demostración de forma muy rápida.

¿Puedo preguntarle su nombre? –Preguntó él.

–Anastasia Steele. –Contestó con una sonrisa. – ¿Y el suyo?

Raúl. Raúl Moncada. –Dijo con una sonrisa.

Un placer. –Realmente le había simpatizado.

No quisiera abusar, pero... ¿Por qué no me ayuda a enseñarle a estos niños? Realmente tienen dos pies izquierdos. –Susurró, bajando la voz para que ellos no oyeran la última parte. Ella soltó una leve carcajada al escuchar aquello.

–De acuerdo. –Contestó en el mismo susurro.

–Excelente. ¡Niños! ¡Anastasia nos ayudará! –Le gritó al grupo.

Ella sonrió ante aquel grupo de niños. Iba ser interesante enseñarles el arte de la danza. No tenía nada mejor que hacer y no podría salir de allí en un buen tiempo. Comenzaron a pasar las horas. El tiempo del almuerzo llegó, los padres comenzaron a buscar a los niños, dejando solos a Anastasia y Raúl.

Eres una excelente bailarina, Anastasia. –Le dijo él, pasándole un termo con agua.

Gracias. –Suspiró al sentir cómo aquel líquido calmaba su sed. –De pequeña lo hacía con más frecuencia. –Le informó con una sonrisa.

–Nunca te había visto por aquí. –Dijo él, secándose el sudor de la frente con una toalla.

–Llegué ayer. Vivo en Seattle. Se supone que debería estar en Miami.

– ¿En serio? ¿Y cómo fue que terminaste aquí?

–Eso me pregunto yo. –Contestó con ironía, pasándose el brazo por la frente. Al ver que ella estaba tratando de secarse el sudor, Raúl le pasó otra de sus toallas.

– ¿Y por qué deberías estar en Miami?

–Por un caso. Soy abogada.

– ¡Vaya! Abogada. –Susurró sorprendido. – ¿Y solo sabes bailar salsa?

Mmmm. –Comenzó a pensar. –Realmente no recordaba que supiera bailar salsa. Creo que sé merengue y bachata, quizá.

–Interesante. –Comentó con una sonrisa. – ¿Quieres ir a almorzar? Yo invito.

Me encantaría ir a almorzar contigo, pero yo pago.

Puedes pagarme bailando otra pieza conmigo.

Prefiero pagar con dinero. –Comentó con una sonrisa.

–Vale, vamos. Conozco un restaurante exquisito que queda a un par de cuadras

****

El resto de la tarde la pasó con Raúl, al parecer él tenía la mitad del día libre, y se tomó la molestia de darle un pequeño recorrido por la localidad. Conversaron sobre diversos temas, realmente tenían casi los mismos gustos, habían leído los mismos libros, visto las mismas películas y escuchado las mismas canciones.

Ambos estaban en un parque, con los pies metidos en el agua de la fuente.

– ¿Y en que hotel te estás quedando?

–No estoy segura de que eso pueda llamarse hotel. –Comentó con una sonrisa irónica.

– ¿Por qué lo dices?

Es un motel de mala muerte. No había más hoteles disponibles.

Vaya.

Sí. Por cierto, creo que ya tengo que volver, estoy cansada, ha sido un día agotador. Gracias por todo. –Contestó con una sonrisa, mientras se colocaba de pie.

No hay nada que agradecer, un placer bailar contigo. –Replicó, colocándose también de pie, estrechando la mano de ella y plantándole un beso. –Si quieres, mañana puedes darte otra vuelta por la academia. –Le planteó.

Quizá lo haga. –Contestó, pensándolo. –Gracias por todo. –Repitió mientras se alejaba de él.

Bien, había sido un día espectacular. Hacía años que no bailaba y había olvidado el placer que implicaba hacerlo. A medida que se acercaba al motel, la velocidad de sus pasos, disminuía. No quería volver a ver a Christian. Aunque ya habían pasado veinticuatro horas del penoso accidente. Comenzó a subir las escaleras, acercándose cada vez más y más a la habitación. Tocó la puerta, después de unos segundos, ésta se abrió, dejando ver a un Christian totalmente inexpresivo, que se apartó a un lado para que ella pudiese entrar. Él cerró la puerta.

– ¡¿Se puede saber en dónde estuviste en todo el maldito día?! –Le gritó de repente. Ella no se inmutó en lo absoluto y siguió de largo, abriendo el closet para poder sacar su maleta y buscar su ropa. – ¡Contéstame! –Gritó él, halándola del antebrazo. Ella se giró bruscamente debido a la fuerza que él aplicaba en su piel. Se mantuvo en silencio, mirándolo fijamente. Tratando de ocultar el miedo en sus ojos. –Contéstame. –Repitió en un susurro amenazante.

– ¡Tú a mí me sueltas! –Le gritó ella, revolviéndose incómoda, tratando de zafarse. – ¡Suéltame o grito! –Le advirtió, pero Christian no se inmutó. Anastasia no quería armar un escándalo, pero no permitiría que la volviesen a lastimar, por lo que tomó aire, dispuesta a gritar. Él advirtió sus movimientos y calló aquel intento de grito con un beso. Anastasia comenzó a revolverse, tratando de zafarse. Finalmente logró morderle el labio, por lo que él se alejó bruscamente, soltándola y tocando su labio, que estaba sangrando.

– ¿Por qué haces eso, mujer? –Preguntó alterado.

– ¡Me estabas lastimando!

– ¡Porque no me contestas! –Gritó.

– ¡No te importa la respuesta!

¡Pensé que te había pasado algo! ¡Ahora dime en dónde demonios estuviste!

– ¡Estuve bailando! –Gritó.

– ¿Bailando? –Preguntó más calmado.

–Sí, en una academia de danza. ¿Contento?–Le preguntó, volviendo a buscar su maleta. Él calló, mientras ella buscaba y sacaba una muda de ropa. Se encargó de mirarlo con reproche mientras se encaminaba al baño para darse una ducha. Mientras dejaba que el agua fría recorriera y refrescara su cuerpo acalorado, no podía dejar de pensar en el encuentro que había mantenido con Christian hacía un par de minutos. ¿Por qué se había comportado de aquella forma tan agresiva? ¿Por qué había dicho que estaba preocupado? Él no tenía por qué estarlo. Si algo le pasaba a ella, a él no le importaría ni afectaría en lo más mínimo.

Salió de la ducha sin mediar palabra alguna con Christian, él entró al baño para también darse una ducha. Ella comenzó a preparar la cama en el suelo, esta vez dormiría ahí. No dejaría que ningún encuentro tórrido se llevase a cabo de nuevo.

Anastasia se colocó de espaldas a la puerta del baño, dispuesta a descansar algo, a dormir por lo menos un par de horas, pero Christian se encargó de despertarla encendiendo la luz.

–No vas a dormir en el suelo, vas a dormir en la cama.

Aquí estoy bien. –Contestó cortantemente, sin girarse a verlo.

–Vas a dormir en la cama. –Repitió firmemente, y al ver que ella no se movía, se acercó a su lado, la cargó y la tiró bruscamente en el colchón. Ella aún estaba en shock por el brusco movimiento que había hecho Christian.

– ¡¿Qué te pasa?! –Le gritó, incorporándose en la cama. Librándose de los brazos de él y colocándose de pie. – ¡No me vuelvas a tocar! –Gritó, pero Christian volvió a agarrarla de la cintura y a tirarla en el colchón. Esta vez, se colocó encima de ella, agarrando las muñecas de ella con sus manos.

Yo dormiré en el suelo, pero no sin antes... Antes me vas a decir qué pasó ayer.

–No pasó nada. –Contestó cortantemente, tratando de liberarse, logrando en cambio que Christian apretase más sus muñecas.

– ¿Por qué eres así? ¿Por qué en un segundo me besas con pasión y al siguiente huyes? –Ella guardó silencio, mirando la sábana. –Contéstame. –Susurró en tono amable. El silencio reinó en la habitación, mientras Christian miraba fijamente a Anastasia. –Te advierto una cosa, Anastasia, si planeas jugar conmigo, déjame decirte que sé jugar mejor que tú.

No quiero jugar con nadie. –Susurró.

Pues no entiendo tu actitud. Pareces una mujer a la que le encanta provocar hasta volver locos a los hombres. –Le contestó, soltándole las muñecas, sentándose en el colchón. Anastasia también hizo lo mismo.

"Te merecías eso. No eres más que una mujer a la que le encanta calentar a los hombres, te encanta provocar. Y allí están las consecuencias."

"Te merecías eso."

"Te encanta provocar."

Mierda, había ido al psicólogo y había terminado aún más loca.

"Solo me provocas."

Ella colocó sus manos en sus orejas, tratando de callar esas voces, pero allí seguían.

"Quieres esto tanto como yo."

"Te lo mereces."

–No. –Susurró para sus adentros, colocando sus rodillas a la altura del pecho. –Yo no. –Volvió a susurrar, mientras su vista se veía empañada por las lágrimas. Cerró los ojos.

Su camisa estaba siendo rasgada.

Abrió los ojos rápidamente, para después volver a cerrarlos.

Sus manos estaban inmovilizadas.

"Aquí están las consecuencias de tus provocaciones."

– ¡No! –Gritó, colocando las manos alrededor de sus rodillas.

Anastasia, ¿qué te pasa? ¡ANASTASIA! –Christian se había quedado en shock al ver cómo ella reaccionaba de aquella manera.

Yo no... –Comenzó a decir, mirando a la nada, mientras algunas lágrimas se deslizaban por sus mejillas. –...no hago eso. –Susurró, comenzando a mecerse de adelante hacia atrás. Christian sintió cómo su instinto protector salía a flote. El ver a Anastasia así de frágil, débil y desprotegida, le estaba partiendo el alma. Intentó acercársele y abrazarla, pero ella se colocó de pie, caminando al baño, mecánicamente. Cerró la puerta con seguro, recostándose en ella, mirando a la nada. Sabía que pronto tendría uno de sus ataques si no hacía algo para evitarlo. Mojó sus manos en agua fría, para después echársela en la cara. Aquello se encargó de despertarla, veía todo con más claridad y nitidez.

Escuchó cómo tocaban la puerta y Christian le pedía que lo dejase pasar. Ella se miró en el espejo y se dio cuenta de que aún seguía pálida. Christian insistió por unos momentos más, hasta el punto de que ella abrió la puerta obstinada, inmediatamente se dio la vuelta y colocó sus manos sobre el lavamanos, inclinándose hacia adelante. Tratando de no desmayarse.


Mierda, no enfrente de él, por favor. –Pensó. 

Se sorprendió de sobre manera al sentir cómo Christian la abrazaba por la cintura y recostaba su cabeza en el hombro de ella.

– ¿Te sientes mejor? –Le preguntó. Ella solo logró asentir. Él se encargó de hacerla colocar su cabeza en su hombro, abrazándola y acariciándole levemente la cintura. –No debí tratarte así. Discúlpame. –Le susurró al oído. Anastasia se sorprendió aún más al escuchar las disculpas de él.

Discúlpame a mí. –Susurró.

Estás pálida. –Le informó, acariciando levemente su mejilla. – ¿Segura de que estás bien?

–Sí. –Contestó, cerrando los ojos y al hacerlo sintió cómo Christian rozaba levemente sus labios con los suyos. Aquel beso era muy distinto a los que habían tenido hasta ahora... Era tierno, suave y dulce. Pero lamentablemente, fue corto. Después de eso, no pudo evitar que una sonrisa se apoderara de sus labios.

Será mejor que duermas, quiero que descanses. –Le susurró dulcemente. La ayudó a caminar, aun rodeándola por la cintura. Al llegar a la cama, se encargó de recostarla allí y cubrirla con una fina sábana, para que no durmiese acalorada. Le dio las buenas noches y se acostó en el suelo. Ella se hizo la dormida. Al notar que la respiración de él se volvía más lenta y perezosa, supo que se había dormido. Se incorporó en la cama. Se sentía incómoda al saber que él estaba durmiendo en el suelo. Él. Precisamente él, que estaba tan acostumbrado a lujos y demás cosas. Ella no habría tenido problema en dormir en el suelo, realmente se había acostumbrado en algún tiempo de su vida.

Se colocó de pie, dirigiéndose al balcón, observando cómo la luna llena en su punto más alto. Sonrió al ver aquel paisaje. Una suave brisa se encargaba de mover un poco sus cabellos. Se sentó en el balcón, pensando en miles de cosas.

En la dulzura de Christian.

Pero también en los recuerdos que había tenido aquel día.

Afortunadamente, no había terminado teniendo uno de sus ataques... Ataques en donde se desmayaba. Había logrado volver a la realidad a tiempo.

– ¿Qué haces aquí? Deberías estar durmiendo. –Escuchó que decían a sus espaldas. Ella giró su cabeza, mirando hacia arriba y encontrándose con Christian. Estaba levemente despeinado, pero aun así seguía viéndose total y absolutamente guapo.

-No tengo sueño

– ¿Por qué?

No lo sé.

Entonces supongo que los dos tendremos que desvelarnos. –Le dijo él con una sonrisa, mientras se sentaba a su lado, colocó su brazo alrededor de ella, abrazándola. Anastasia recostó su cabeza en su hombro, como si aquello fuese de lo más normal.    

____________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________


Hola

¿Que tal va la historia?

¿Creen que Anastasia va a caer en las manos de Christian?

Necesito que me digan si les gusta.

¿Quieren maratón? para empezarlo dentro de una hora.

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