Las Heridas Del Pasado

By MaJoLh_29

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Después de que su relación con su prometido termina, Anastasia Steele cambia su actitud radicalmente. ¿Qué pa... More

Advertencia
Prologo
Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
NO ES CAPITULO
Capitulo 8 Maraton 1/?
Capitulo 9 Maratón 2/3
Capitulo 10 Maratón 3/3
Capitulo 11 (Bonus)
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 14 maratón 1/3
Capitulo 15 maratón 2/3
Capitulo 16 maratón 3/3
Capitulo 17
Capitulo 18
Capitulo 19
Capitulo 20
Capitulo 21
Capitulo 22
Capitulo 23
Aqui Casual un espacio publicitario
Capitulo 24
Capitulo 25
Capitulo 26
Capitulo 27. Maraton 1/3
Capítulo 28. Maraton 2/3
Capitulo 29. Maraton 3/3
Capitulo 30
Capitulo 31
Capitulo 32
Capitulo 33
Capito 34
Capitulo 35
Capitulo 36
Capitulo 37
Capítulo 38
Capitulo 39
Capitulo 40
Capitulo 41
Epílogo Parte I
Epílogo Parte II
Nueva historia

Capitulo 3

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By MaJoLh_29

A medida que el criminal la arrastraba por los pasillos del juzgado, sentía cómo las esperanzas de que la rescataran disminuían totalmente, miraba constantemente hacia atrás, con la esperanza de ver a alguien, a un oficial, a un testigo, a Christian, a quien fuese, a alguien que la ayudase, que la rescatase de las manos de aquel maniaco, pero... No veía a nadie. Todo estaba desierto.

Y cuando volvió la mirada al frente, se dio cuenta de que estaban en el baño del juzgado. Él la empujó hacia adentro, Anastasia cayó de espaldas y sus lentes rodaron por el suelo del baño.

Solos. Estamos solos. –Le dijo él, con una sonrisa, mientras guardaba la navaja en su bolsillo.

Ella cerró los ojos, sabía lo que venía y, honestamente, prefería morir antes de volver a ser forzada. Él estaba de espaldas a la puerta, comenzando a quitarse su mameluco. Anastasia seguía con los ojos cerrados, pero escuchaba perfectamente cómo se desprendía cada uno de los botones de la prenda de él, pero después...

Un golpe seco.

Un grito ahogado.

Un golpe contra la dura cerámica del baño.

Abrió los ojos, dándose cuenta de que tenía a Christian en frente, y el criminal estaba inconsciente, en el suelo, a su lado, sangrando por la cabeza. Al ver aquella imagen, no pudo evitar pegar un grito.

Christian corrió a su lado, colocándole un mechón de cabello detrás de su oreja derecha. Tenía la misma expresión controlada, seria y calmada de siempre. Como si nada hubiese pasado, como si no hubiese dejado inconsciente a un criminal que había estado a punto de violar a una colega.

– ¿Te encuentras bien?–Le preguntó.

–Sí. –Susurró.

Christian le ofreció la mano, Anastasia la agarró, quedando así de pie, mirándose fijamente. Él le indicó con una mano que saliese de aquel lugar, Anastasia así lo hizo, él siguió sus pasos. Al salir se encontraron con los oficiales, y luego de unos segundos volvían a traerlo esposado, e inconsciente.

– ¿Steele, está bien?–Le preguntó la jueza.

–Sí. –Susurró apenas. –Sí, estoy bien, su señoría.

–Me alegro. El juicio quedará pospuesto por un mes. –Comenzó a alejarse de ellos, pero antes le dio una advertencia a Anastasia.

Yo siendo usted, Steele, pido que me releve un colega. Estos maníacos nunca saben cuándo detenerse. –Concluyó, perdiéndose por el pasillo.

– ¿Segura de que estás bien? –Volvió a preguntarle Christian.

–Sí. –Susurró de nuevo.

Te veo pálida. –Comenzó a decir.

Solo fue el susto. –Contestó. Christian comenzó a mirarla con el ceño fruncido.

– ¿Qué? –Tus lentes...

Mierda.

–Oh. Supongo que están en el baño.

– ¿Puedes ver bien?

Algo. Veo borroso. –Mintió.

Christian la miró con intensidad por unos segundos más, subió su mano, comenzando a acariciarle la mejilla lentamente. Anastasia cerró los ojos levemente, se sentía tan bien recibir un poco de cariño, unas pocas caricias. Y todo se vio arruinado al sentir una presencia en su espalda.

– ¿Se encuentra bien, señorita Steele?–Esa voz ronca y pedante invadió los oídos de Anastasia y Christian. Ella se giró lentamente, hasta encontrarse con el rostro cínico y odioso de Jack. Tenía que admitir que seguía siendo guapo, siempre lo había sido y quizá siempre lo sería. Su cabello liso estaba peinado hacia atrás con gomina. Estaba tan elegante como siempre; con un traje de etiqueta que se encargaba de enmarcar su cuerpo, de hombros amplios y caderas estrechas. Había ido al gimnasio, estaba más musculoso que la última vez que se habían visto. Pero todo ese encanto y toda esa belleza exterior se veían aplastadas por la maldad que había en sus ojos. Estaba segura de que nadie vería eso, de que nadie se daba cuenta de aquello... Solo ella. Solo ella era capaz de leer la locura y maldad que había en él. Sus hermosos ojos verdes, que cada que la veían demostraban una chispa peligrosa, una chispa mortal y letal, brillaban con un destello de locura.

El destello de locura que había visto en ellos hacía ya tres años. Mientras él se encargaba de despojarla lentamente de su ropa, con movimientos bruscos, movimientos rudos, y golpes.

Trató de apartar ese recuerdo de su mente, se obligó a sí misma a mirarlo a los ojos y a no dar un solo paso hacia atrás.

–Sí, señor Hyde. –Alcanzó a decir, reuniendo todo el valor que tenía.

Me alegro, hermosa. Hubiera sido una lástima que alguien la lastimase. –Comenzó a decir cínicamente.

Es increíble que haya personas así, ¿no? No son más que una escoria. –Le contestó, tirándole puntas.

Sí, terrible, terrible. –Dijo con fingido pesar, mientras se acomodaba los puños de la chaqueta. –Hombres así no deberían existir, hombres que no entienden un no. ¿O tú qué opinas, Cariño? –Le preguntó, provocándola. Anastasia colocó los ojos en blancos al escuchar aquel apodo. "Cariño." Desde siempre le había dicho así y desde siempre ella lo había odiado.

– ¿Se conocen? –Interrumpió Christian, frunciendo el ceño.

–Sí. –Contestó Jack. –No. –Contestó ella, al mismo tiempo.

Christian se colocó en medio de ellos, mirándolos con una ceja enarcada.

Nos conocemos muy bien, ¿verdad, hermosa? –Provocó él.

Sí. Eres inolvidable en mi vida. –Contestó ella con los dientes apretados.

– ¿Ah, sí? –Preguntó Christian.

–Sí, la ayudé bastante en el pasado, ¿cierto? –Comenzó a decir Jack. –Anastasia tuvo unos cuantos problemas y la ayudé a salir de ellos. –Concluyó con una sonrisa maligna.

Y te lo agradezco cómo no tienes idea. –Le contestó ella. De cierta forma Jack la había ayudado, la había ayudado a darse cuenta de que ningún hombre valía la pena, a no volver a ilusionarse, a no volver a enamorarse, la había ayudado a dejar de creer en unas cuantas palabras lindas.

–Vaya, ¿en serio? –Volvió a preguntar Christian. No se tragaba aquello.

–En serio. –Contestaron los dos al unísono.

–Bueno, creo que ha sido mucha plática por hoy. Un gusto volver a verte, guapa. –Le dio un sonoro beso en la mejilla derecha, mientras ella luchaba por contener las náuseas. –Grey. –Se dieron un apretón de manos. –Espero volver a verlos dentro de un mes. –Comenzó a alejarse, no sin antes decirles unas cuantas palabras. –Que gane el mejor. –Concluyó antes de perderse por el pasillo.

Anastasia soltó todo el aire que había estado conteniendo.

Vaya, no sabía que se conociesen. –Comenzó a decir él.

Trabajé para él. –Le contestó cortantemente.

–Qué interesante.

–Lo sé. –Concluyó ella, igualando el sarcasmo de Christian.

Cuando iban de regreso al bufete, Christian estaba pensando en absolutamente todo lo que había pasado y llegó a una conclusión.

Jack y Anastasia habían sido amantes.

Pudo notar el deseo en los ojos de él al verla. El cambio drástico de Anastasia enterarse de que él estaría allí. Simplemente se había arreglado de aquella forma para impresionarlo. Eso tenía sentido.

Bien. Por lo menos Anastasia tendría algo de experiencia. A él no le gustaban las vírgenes inexpertas e inhibidas, le gustaban las mujeres que supiesen moverse en la cama, que supiesen seducirlo y provocarlo.

Y entonces cayó en cuenta de que no había avanzado mucho en aquel terreno. Habían pasado solo unos días, casi dos semanas desde que ella había llegado al bufete, pero si quería ganar aquella apuesta tendría que comenzar a seducirla, a enamorarla. Aunque, su hermano todavía no había hecho movimiento alguno. Sus estrategias eran dejar que pasasen algunos días, no atosigar a la mujer en cuestión.

– ¿Segura que ves bien? –Le preguntó preocupado.

–Sí. Los lentes quedaron destrozados. Supongo que tendré que mandarlos a hacer de nuevo. –Le espetó.

–Vale.

Christian, por aquí no vamos al bufete. –Le informó, obstinada mientras miraba por la ventana.

Voy a llevarte a almorzar.

–No quiero, no tengo hambre. –Tenía el estómago totalmente revuelto debido a aquel pequeño encuentro con Jack, algunos recuerdos de aquella noche la estaban atormentando, y el solo hecho de recordar las manos o la boca de Jack sobre su cuerpo, era motivo de que casi terminase vomitando.

–Tienes que comer, anda, yo invito. –Le insistió, apoyando su mano sobre la rodilla de ella. Anastasia se encargó de retirarla, después de colocarse absolutamente tensa. Apenas y toleraba que alguien de su mismo sexo la tocase, mucho menos toleraba que un hombre hiciera aquello.

No, Christian. –Le contestó hostilmente.

–Disculpa, supongo que soy muy atrevido. –La miró por el rabillo del ojo, buscando alguna reacción. Ella se había recostado más a la puerta del auto, como si fuese un conejo acorralado. –Vamos a almorzar, ¿vale? Solo como dos colegas. –Le aclaró. Ana asintió levemente, resignándose a tener que compartir su almuerzo con él.

Al llegar a aquel restaurant poco formal Anastasia se encargó de ir al baño, mientras Christian ordenaba la comida. Se miró en el espejo, quitándose bruscamente el rubor de sus mejillas. Lavó su cara con el agua, volviendo a quedar pálida.

Perfecto.

Se encargó de lavar un poco la herida en su cuello, notando con pesar que le escocía un poco. Ya en su casa la desinfectaría como era debido. En cuanto a su cabello en esta ocasión lo dejó suelto, a pesar de todo, le gustaba así. Además de que no tenía los utensilios necesarios para hacerse su moño. Su chaqueta gris volvió a cubrirla, ocultando perfectamente el escote exagerado y las gotas de sangre que tenía en aquella blusa debido al ataque de esa mañana. Tras aquello, volvió a salir. Llegó hasta la mesa en donde estaba Christian; se encontraba en las afueras del restaurant, en una especie de balcón, la sombrilla se encargaba de protegerlos del sol, pero aun así aquel viento los azotaba, haciendo que el cabello de Anastasia ondease en contra de éste. Christian le retiró la silla, ella se sentó y se encontró con el ceño fruncido de él. Sabía que sería por aquellos cambios de looks radicales que aquel día. Pero aun así no dijo nada.

Todo tenía sentido, Anastasia se arreglaba simplemente ante Jack, de resto parecía querer alejar a los hombres. ¿Quería alejarlo a él? La respuesta parecía ser sí. ¿Lograría hacerlo? No.

Tenía que ganar a como diese lugar aquellas acciones en Nueva York. Eso habían apostado. Y no pensaba perder.

– ¿Ya ordenaste? –Preguntó ella.

–Así es.

–Genial.

–Espero que te guste la lasaña.

– ¡Oh! ¡Me encanta! –Declaró, algo emocionada. Habría pensado que Christian había pedido algún plato único, caro y exclusivo.

Me alegro. –Contestó él con una sonrisa, mostrando sus hermosos dientes totalmente blancos. Anastasia se quedó mirándolos por unos momentos, dándose cuenta de que una sonrisa lo hacía más guapo de lo que ya era.

Inevitablemente ella también sonrió. Una sonrisa única y espontánea que hacía ya mucho tiempo que no se posaba en sus labios.

A ver, ¿por qué no me hablas de ti?

– ¿Qué quieres que te diga? –Preguntó, bajando la mirada a sus manos, comenzando a jugar con una servilleta.

–No lo sé. Lo que quieras. Háblame de tus padres, de tus hermanos.

Mis padres murieron hace dieciséis años. –Contestó, con la mirada baja.

–Lo siento. No lo sabía. –Al ver aquella expresión de dolor en los ojos de Anastasia, realmente sintió algo desconcertante.

Por eso te lo cuento. –Dijo con una sonrisa. –Y en lo que respecta a hermanos, solo tengo una, y es mi media hermana; se llama Katherine, es dos años menor que yo. ¿Y tú? ¿Solo tienes a Elliot?

–Sí, solo a él. Elliot es tres años mayor que yo.

–Oh, ¿en serio? ¿Y qué edad tienes tú?

–Veintisiete. –Contestó con una sonrisa.

Y en cuanto a mis padres; mamá murió hace cinco años.

–Lo siento mucho.

–Es algo que se supera con el tiempo. –Contestó, encogiéndose de hombros, sorprendiendo a Anastasia por la frialdad en su voz.

Supongo. –Contestó algo desconcertada. –Háblame de Sofía. –Le pidió. En el bufete todos sabían la vida de todos, Anastasia se había enterado del nombre de la misteriosa mujer morena que aparecía en los periódicos y revistas junto a Christian; se llamaba Sofía, y aparentemente tenían unos meses de casados, entre siete y ocho, o eso le habían dicho.

– ¿Sofía? –Preguntó, algo confundido.

Sí, ¿tú esposa, no?

–Sí. –Ah, cierto, en el bufete todos la conocían como "Sofía". Leila prefería que los empleados la llamasen por su segundo nombre, decía que el "Leila" era más exclusivo y que, por ende, solo así debían llamarla los amigos de su élite social. En su opinión, Leila Sofía era un bonito nombre para una persona totalmente horrorosa... En el interior, porque no había que negar que Sofía o Leila, o como quisiese que la llamasen, era totalmente guapa. – ¿Pues qué quieres que te diga? –Era el momento perfecto para inventarle unas cuantas mentiras. –No la amo. –Declaró firmemente.

Los hombres no son capaces de amar. –Contestó burlonamente, siendo interrumpida por uno de los meseros que traía sus respectivas bebidas. A Anastasia le colocaron en frente una limonada, mientras que a Christian una gaseosa.

–Espero que te guste la limonada.

–Sí. –Le contestó.

–En fin. Volviendo al tema, creo que pronto me voy a divorciar. –Le informó, mirándola fijamente, viendo su expresión.

–Es lo mejor, si no se aman no le veo sentido a que estén casados. –Contestó, jugando con el pitillo de su bebida.

– ¿Tú crees en el matrimonio? –Le preguntó, indagando levemente en lo que serían los pensamientos e ideales de su próxima conquista.

No. –Contestó cortantemente. Christian sintió cómo si hubiese anotado una cesta en aquel partido; un punto a su favor.

– ¿Por qué no?

–No lo sé. No me llama la atención. –Volvió a contestar.

¿Y tú? ¿Planeas volver a casarte después de ese divorcio?

Bien, por lo menos ahora podría ser un poco más honesto, no tendría que mentirle e inventarle que estaba buscando una mujer con quien casarse y tener miles de hijos. Pero, tampoco podría expresar todos sus pensamientos; la honestidad en exceso no hacía bien.

Lo dudo. No lo sé, si encuentro a la mujer correcta. –Le contestó.

– ¿La mujer correcta que te dé sexo intenso día y noche? –Preguntó con una ceja levemente enarcada, dando un ligero sorbo a su limonada.

– ¿Qué comes que adivinas? –Le contestó en broma.

–Es sentido común. –Contestó seriamente, sin un solo atisbo de humor en su mirada.

La conversación volvió a verse interrumpida por otro de los meseros, esta vez con su comida. El hombre colocó los respectivos platos en frente de cada uno de ellos. El exquisito aroma de aquella lasaña que se veía totalmente apetitosa, invadió los sentidos de ambos. Ana agarró el tenedor, comenzado a dar pequeños bocados a la comida.

– ¿Cuál es tu comida favorita? –Le preguntó Christian.

–Adoro la comida italiana. –Contestó ella, dando un sorbo de su limonada. – ¿Y la tuya?

–La comida oriental. –Christian soltó una leve carcajada al ver la expresión de desagrado por parte de Ana. –Es excelente, un día de estos te llevaré para que la pruebes. –Le informó, colocando otro bocado del excelente plato en su boca.

Creo que no me interesa probar eso. –Contestó con una leve risita.

– ¿Te puedo hacer una pregunta?

–Ya la estás haciendo. –Le contestó, comiendo otro bocado de su plato.

– ¿Qué pasó hoy en el tribunal?

–Un criminal intentó matarme y violarme. –Le informó, sin rastro alguno de humor.

–No me refiero a eso. –Le dijo él.

Pero yo sí, y por cierto, gracias por... salvarme, por llegar a tiempo.

No iba a dejar que ese maníaco te hiciese algo.

Si fueses otra persona habrías dejado que él me hiciese lo que fuera, por eso realmente te lo agradezco. –Dijo con una sonrisa ladeada.

No hay nada que agradecer. –Insistió. –En fin, la pregunta aquí es... Anastasia, hoy te veías realmente hermosa sin esa chaqueta y con algo de maquillaje, no quiero decir que no seas hermosa al natural pero...

No soy hermosa. –Contestó ella, deteniéndolo de una vez. Cada vez que alguien le decía eso, se sentía burlada.

–Sí lo eres.

–No, pero escucha. ¿Cuál era la pregunta? –Contestó, dejando los cubiertos, frotándose la frente con aire cansino.

– ¿Por qué no te arreglas así normalmente? –Preguntó, esperando que aquella respuesta saciara su curiosidad.

– ¿Así como? –Preguntó, volviendo a agarrar los cubiertos.

–Así como lo hiciste hoy. ¿Tenías algo con Jack, cierto? ¿Por eso querías impresionarlo?

Inmediatamente notó cómo la expresión de Anastasia cambiaba. Algo parecido a la rabia se apoderaba de ella, sus facciones se tensaron, sus ojos se oscurecieron y sus puños se apretaron hasta que los nudillos se le colocaron blancos.

No. No tuve nada con él. Fue mi jefe. –Contestó cortantemente, dejando los cubiertos a un lado del plato.

Pudiste haber tenido algo con tu jefe.

–No. –Contestó cortantemente. –No me interesa tener nada con ningún hombre. –Le aclaró.

– ¿No me digas que eres...?

– ¿Tienes algo en contra de los homosexuales? –Le interrumpió. – ¿Eres homofóbico?–Le retó, colocándose de pie bruscamente, antes de dejarlo dar una respuesta. Apartó la silla a un lado, agarrando su bolso y mirándolo desafiantemente para después colocar los ojos en blanco e irse del lugar.

Apenas salió paró un taxi que estaba transitando por allí.

Haber ido a almorzar con Christian había sido un error, un terrible error. Tenía que mantenerlo al margen, no quería ni necesitaba amigos hombres. No. Y menos que estuviesen metiéndose en su vida privada, menos que estuviesen interrogándola.

¡Y por Dios bendito! ¿Christian había llegado a preguntarse si ella era homosexual? No tenía nada en contra de ellos, pero por supuesto que no lo era. Nunca había dudado y nunca dudaría de su heterosexualidad. Por el amor de Dios, una vez se había enamorado, una vez había experimentado que era el deseo y eso simplemente le había hecho daño. Pero, el hecho de que estuviese herida y lastimada no indicaba que no le gustasen los hombres. Sabía distinguir entre un espécimen masculino totalmente guapo. Por ejemplo, sabía que Christian era uno de los hombres más atractivos que había visto, jamás dudaría de aquello. Pero, ¿de qué servía ser endiabladamente guapo si por dentro se era una escoria? ¿De que servía toda la belleza exterior si no se tenían sentimientos? Y sabía que ningún hombre tenía sentimientos.

**

¿La había ofendido? Realmente ese no había sido su plan, esa no había sido su idea, simplemente se le había presentado aquel cuestionamiento a medida que hablaban. Si a Anastasia no le "interesaba tener algo con ningún hombre" ¿Acaso no era lógico que dudara de...? No, al parecer no era lógico. Quizá simplemente le había dicho aquello porque en este momento no quería relación alguna... Quizá le habían roto el corazón y simplemente no quería nada por ahora ¿Eso sí era lógico, no? Sí, eso sí.

Y en aquel caso, eso lo ayudaría. ¿Qué mejor forma de curar un corazón roto que con unos cuantos revolcones?

Él se encargaría de hacerla olvidar por un buen rato. Ambos se usarían mutuamente para obtener algo que querían; Anastasia se distraería un poco y Christian ganaría aquellas acciones... Pero, ¿Anastasia realmente quería distraerse?

Sí, claro que sí. –Pensó rápidamente.

A cualquier mujer le gustaría poder olvidar una traición, a cualquier mujer le gustaría poder olvidar a un ex que quizá solo jugó con ella, pero...

Él haría lo mismo.

Él solo jugaría con ella.

Claro que se encargaría de no lastimarla mucho a medida que lo hiciera, eso lo tenía claro. Y en el dado caso de que lo hiciese, siempre podría recompensarla con algún regalo material, como hacía con todas sus mujeres... Pero, otro cuestionamiento lo afectó mientras salía del restaurant, camino al estacionamiento para volver al bufete.

¿Anastasia sería como todas sus anteriores conquistas?

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