Karma Police //Ryden//

By _prescribed_pills_

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[04.12.34 | 1:36 AM] "Los placeres violentos terminan en la violencia, y tienen en su triunfo la propia muert... More

Parte Uno
I- Life's Like a Detuned Radio
II- All These Things That I've Done
III- A Bullet Through a Flock of Doves
IV- Hush, Don't You Say A Word
V- I'm Gonna Smoke You Out
Parte Dos
VI- I'd Love To Kill You
VII- A Taste Of Poison Paradise
VIII- I Will Take You Down
X- The Sound Of Desire
XI- There's No Blood
XII- Got Me Looking So Crazy
XIII- Modern Day Cain
XIV- How Deep Is Your Love
XV- All The Lovers
XVI- Blank Space
XVII- This Is Kairos
Parte Tres
XVIII- Devotion And Desire
XIX- Curse My Eyes
XX- Sorry To My Unknown Lover
XXI- I'm Only Human
XXII- Make Me A Sinner
XXIII - In A Hail Of Bullets
XXIV- My Love Will Never Die
Epílogo: This Is What You Get
Agradecimientos
Añadido: Dudas y Extras

IX- Take Me To The Fire

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By _prescribed_pills_

Después de todo lo que había pasado, ya no tenía nada que hacer. Se supone que debería estar ayudando a Dallon, pero Spencer se había encargado de aquello. De alguna manera, no importaba lo que hiciera, Spencer seguía estando a su lado. Podía ser que actuara diferente, pero en el fin, lo seguía ayudando. Y al parecer, eso estaba haciendo con Dallon. Se había dado cuenta de lo estresado que estaba Ryan y había decidido ayudarlo, o algo por el estilo.

Había pasado toda una semana. Cada día, completo, las manillas del reloj corrompiendo la mente del castaño con cada segundo. Estaba averiado. Después de haber ido aquel día al hotel y no haber encontrado a Brendon, todo había ido de mal en peor. Se había escapado. Lo tenía claro. Y lo había sabido desde el principio, que así sucedería. Pero se había dejado llevar por la tentación, por el placer y la oscuridad dentro de esos ojos del tamaño de la Luna. Los labios carnosos del hombre lo habían seducido, habían dicho palabras que lo habían tentado a más no poder con una voz tan suave como el terciopelo y dulce como la miel. En el fondo de su mente, siempre supo que algo así pasaría. Pero era todo su culpa. Por eso tenía que arreglarlo. Y había pasado cada maldito día, buscando en toda la ciudad. Noches completas vigilando cámaras de seguridad, horas paseándose por las calles de la ciudad para ver si podía encontrar algo que le sirviera. Había comenzando a fumar otra vez. Lo había dejado, pero solo porque no le encontraba la utilidad. Ahora, veía el propósito. Una simple calada podía arreglárselas para sacar una incontable cantidad de estrés de sus hombros, y despejarle la mente casi automáticamente. También lo hacía morir. No es como que no lo deseara después de haber cometido un error tan grande como aquel. Esa era una de las mayores razones por la que no quería que aquél novato —Dallon— se entrometiera en su trabajo. Él era nuevo. Él no sabía nada en absoluto. No tenía idea de lo que se estaba metiendo. No era su problema, al final de todo.

Toda esa cantidad de presión que había puesto arriba suyo cuando quería encontrar a Brendon, aquella que parecía haberse desvanecido con aquel lento beso sobre su cuello, ahora parecía haber vuelto, multiplicada por cinco. Aparte de haber vuelto a fumar, había comenzado a beber con mucha más frecuencia de lo que hacía antes. Esto era solamente porque al tener tanto tiempo, cada segundo lo carcomía por dentro, mostrando aquel gran error que había cometido en su mente una y otra vez, destellando en un cartel de neón. El alcohol, bueno, él alcohol ayudaba a alivianar el efecto del fracaso.

Ya había buscado a tanta gente, los había secuestrado, los había torturado y los había matado, pero sin embargo no lograba conseguir ninguna pizca de información. Nada en lo absoluto. Y comenzaba a creer que no era que todos fueran extremadamente leales, si no que en verdad no sabían nada. Juraba que había un punto en que podías distinguir entre los gritos de agonía de "No sé nada" que había escuchado, un deje de verdad, algo de cruda realidad que trataba de apartarlo con el efecto de las bebidas, los cuerpos desnudos y el humo de su cigarrillo consumiendo sus pulmones.

Había tratado tantas cosas, sin embargo nada parecía resultar.
Nada parecía tener sentido en absoluto.

Su mirada se encontraba ligeramente borrosa mientras conducía el Corvette, aunque para ser sincero "ligeramente" era muy poco. Sin embargo lograba concentrarse lo suficiente, con un claro objetivo en su mente. Conducía hacia el departamento de Pete. Aunque él no sabía esto, Ryan conocía su ubicación desde antes que Pete lo conociera. Una botella vacía de whiskey se encontraba a los pies de el asiento del copiloto. Sabía que conducir ebrio era malo, pero no había nada que perder. No iba a matarlo exactamente, si no que iba a interrogarlo. Era literalmente la única persona que todavía tenía una pizca de esperanza de que pudiera saber algo de Brendon. Perfectamente podría seguir buscando y matando, pero no era la idea, al menos no por ahora. Pete tenía un rango un poco más alto, y tal vez pudiera saber algo. En este punto, cualquier cosa le serviría para calmarse un poco.

Sorprendentemente logro llegar a la calle donde vivía, dejando estacionado el auto a una distancia razonable donde a penas de veía del balcón de su apartamento. No necesitaba que escapara incluso antes de que entrara, eso no era parte del plan. Caminó hacia la entrada, tambaleándose ligeramente. En las calles de Los Ángeles siempre estaba lleno de autos y luces en todas partes, a todas horas del día. Sin embargo, en el barrio donde vivía Pete parecía bastante tranquilo. Las calles estaban mal iluminadas, dejando espacios bastante amplios si nada de iluminación, a la merced de la luz de la Luna. Nadie caminaba por la calle. Una fina neblina descansaba despreocupadamente sobre el viejo asfalto.

No se le hizo un problema llegar a la puerta del apartamento. Casi ni se dio cuenta cuando ya estaba parado al frente de la entrada, su mano firme sobre una pistola con silenciador negra, y sus ojos entrecerrados. A pesar de que estaba terriblemente ebrio, lograba mantener un objetivo en mente. Más que estar enojado con Pete, estaba enojado consigo mismo, y esto lo hacía descargar su ira en todos los demás.

Abrió la puerta de solo una patada, entrando rápidamente. Parecío escuchar un pequeño grito, algo que parecía de procedencia femenina. Luego de eso, después de unos diez segundos, Pete saliendo de su habitación en ropa interior, seguido por una mujer de ojos asustados. A pesar de que estaba borracho y apenas consciente de lo que hacía, le dio risa haber entrado en un momento así. La mujer se encontraba de pecho descubierto, usando solo para parte inferior de su ropa interior. Sus ojos se abrieron violentamente al ver el arma en la mano de Ryan, volviendo a la habitación, como si fuera segura. Después de unos cuantos segundos la vió salir del apartamento corriendo, ahora vestida. Bah, por esto es que no le gustaban las mujeres. Prefería esa singularidad que solo el mismo sexo podía dar... Algo más especial. Peculiar.
Pete lo miraba confundido, su ceño fruncido.

—¿Qué mierda, Ryan?—Exclamó, haciendo un gesto con sus manos.

Ryan apuntó su arma hacia el espacio entre los ojos de Pete, lo que lo hizo reaccionar, echándose hacia atrás.

—Oh, vamos. No he hecho nada estos días. ¿Cuál es el problema?—a pesar de que trataba de hacerlo sonar como que no le preocupaba, había más miedo en sus orbes de lo que podía ocultar.

Su cabeza daba vueltas, pero ahora con la pistola en sus manos, sus ojos parecían haberse centrado para formar la clara imagen de Pete frente suyo. Se acercó con pasos desafiantes hasta topar el cañón del arma en la frente de Pete. Ahora que Brendon se había ido, no podría matarlo, aunque hervía en ganas de hacerlo. Solo el hecho de que era su única fuente de informacion hacia que su dedo se retuviera de jalar el gatillo, aunque el alcohol estaba logrando que cuestionara su decisión.

Pete, ahora con más miedo, tragó pesadamente mientras lo miraba a los ojos. Nunca habia tenido un agente del Karma Police tan cerca. Sin embargo, todos parecían tener los mismos rasgos. No físicos, si no que la mirada en sus ojos era siempre la misma. Una mirada letal, capaz de asesinar con un simple parpadeo. Labios apretados en una línea y facciones que resaltaban algo que parecía no ser humano. Adentro de esos ojos color almendra podía distinguir muchas cosas,excepto algo que se pudiera interpretar como piedad o perdón. Parecían máquinas de matar. A veces, le asustaba admitir que en verdad eso eran.

—Ryan, ¿Qué quieres?—preguntó ahora con más calma, alzando las manos. Sabía que no había ningún sentido en resistirse o tratar de pelear. En una pelea con alguien del Karma Police, no había una salida que no fuera morir. No había nada que los venciera. Tal vez solo ellos mismos podían matarse entre sí.

Ryan bostezó, quitándole el seguro a su pistola. Su aliento olía a licor, de la misma manera que su traje rojo escarlata tenía un leve olor a tabaco.

—No vengo por tí esta vez—sentenció. Los músculos de Pete parecieron relajarse un poco—. Vengo por Brendon.

Los ojos del delincuente se abrieron como platos, sus labios separándose levemente. Él no le había dicho su nombre. Eso significaba que Ryan lo tenía que haber averiguado de alguna manera. ¿Quién se lo habría dicho? Brendon era como un dios para todo el mercado negro. Desde que supo que quería vivir en Los Ángeles, había tenido claro que no resultaría bien. Al rededor del país, habían varias sedes del Karma Police. La más peligrosa de todas era la de Los Ángeles. Además, como era, no pasaría mucho tiempo antes de que lo encontraran. Sin embargo, había logrado pasar una sorprendente cantidad de tiempo antes de que el Karma Police se enterara de lo que estaba pasando. Comenzaba a creer que no se habían dado cuenta. Claro, hasta que Ryan lo llamó aquel día.

—¿Qué tiene Bren...?

—Sabes lo que tiene—lo interrumpió Ryan, cortante—.Sólo contéstame una cosa. ¿Sigue en esta maldita ciudad?

Pete lo miró confundido al escuchar lo que estaba diciendo. ¿Por qué solo eso? Aunque la verdad, a penas sabía una que otra cosa. No era seguro que todo el mundo supiera donde se encontraba. No tenía sentido. Después de unos cuantos segundos, asintió lentamente. Ryan lo agarró del cuello con su mano disponible, apretando mientras lo presionaba contra la pared.

—¿Es cierto?—amenazó, mirándolo a los ojos con una mirada con la cual la mayoría de personas simplemente se desmayaría.

Pete asintió frenéticamente, luchando por tomar aire. Ryan lo mantuvo retenido por unos segundos más, hasta que lo soltó y se apartó.

—¿Dónde está? ¿Donde está...?—murmuraba para sí mismo más que para Pete.

El delincuente volvió a retroceder, mirándolo con los ojos bien abiertos. Ryan disparó en su dirección, apuntando ligeramente hacia la izquierda de su cabeza. El agujero de bala quedó justo al lado de Pete, perforando la pared. Luego de eso, se dio media vuelta y regresó a su apartamento.

El día siguiente no se molestó en ir a su oficina. Más que todo por el terrible dolor de cabeza que tenía, pero también porque no podía seguir viéndolos a todos a la cara sabiendo el terrible error que había cometido. Pasó la mañana en la cama, su mirada fría concentrada en la luz que entraba por la ventana. Estos días ya empezaba a hacer más frío; el invierno se acerca a y cada día había menos Sol. Era parecido a lo que sentía adentro de si, solo que dentro suyo nunca hubo exactamente un Sol. No que recordara, al menos.

Se levantó con cuidado, caminando hacia la pequeña terraza con la que contaba su departamento. No se molestó en ponerse una camiseta. Puede que haya frío, pero la verdad era una persona de las que les gusta sentir aquellos escalofríos en su cuerpo y ver sus manos pálidas reflejadas en el hambiente. Tomó la cajetilla de cigarros de la pequeña mesa que adornaba la terraza y encendió uno con desinterés. No parecía haber sentido en estresarse más sobre lo que había hecho al mismo tiempo que si lo había. De todas formas, no impediría que el humo llenara sus pulmones.

Ahora sabía que seguía en la ciudad. Al menos eso significaba que no se había marchado completamente. Significaba que se había quedado por una razón, y en el fondo de la mente del castaño, ansiaba que fuera el mismo la razón por la que Brendon decidió no irse. Recordaba que Dan le había dicho que buscaba un departamento para vivir. Obviamente no podía quedarse en aquel hotel para siempre. Si es que se había cambiado, ¿Por qué no le había dicho su dirección o algo por el estilo? No podía mantenerse así por mucho tiempo sin que "Él" se diera cuenta. Dio una calada larga, dejando ir el aire lentamente. Para ser sincero, no tenía idea que hacer.
De pronto escuchó un golpeteo en la puerta, lo que respondió caminando hacia la puerta con una expresión ligeramente confundida. Nadie nunca tocaba su puerta. Al abrir, se encontró con un pequeño papel tirado en el piso. Miró a los dos lados del pasillo, sin ver a nadie que pudiera haberlo dejado. Lo recogió con cuidado, viendo lo que tenía escrito.
Era una dirección.

Entrecerró los ojos, viendo lo que decía. No estaba de humor para ponerse a pensar. Se quedó en silencio unos segundos, hasta que todo le hizo click. Era Brendon. Brendon le había mandado su dirección. Más que sentir ira, sentía curiosidad. Le intrigaba saber que había hecho que se fuera de una manera tan abrupta. Todavía tenía su bata. Probablemente era la persona en la que más había pensado desde que se unió al Karma Police.

Luego de un minuto, partió rápidamente a vestirse y en menos de lo que esperaba ya estaba en su auto, dirigiéndose a la dirección escrita en una delicada letra cursiva, impaciente. Había pasado mucho tiempo imaginando posibles situaciones, ya llevaba al menos catorce planes diferentes, catorce razones por las que se había ido. Solo quería saber la verdad. Tan ensimismado estaba, que ni supo como había llegado a la puerta del departamento, su respiración tranquila y su mirada fría. Lo necesitaba, en una manera.

La puerta estaba abierta. Comenzaba a creer que no tenía nada de seguridad. Siempre estaba abierta. A pesar de que cualquier otra persona se entusiasmaría de estar en esa situación, Ryan era completamente indiferente. A veces, eso de no tener sentimientos desesperaba al resto de las personas. Eran tan mecánicos, tan robóticos que se hacía difícil hasta hablar con ellos. Dio un par de pasos dentro del departamento, cerrando la puerta detrás de si. Tan intrigado estaba que incluso su dolor de cabeza parecía haberse ido.

Unos sollozos llamaron su atención. Caminó por el departamento, buscando la fuente de aquellos sonidos ahogados. Era un departamento absolutamente hermoso. Era amplio y lujoso. Brendon tenía buen gusto.
Finalmente llegó a la habitación principal, de altas paredes blancas y mueblería negra, de estilo moderno. Un hombre se encontraba sentado en la cama, mirando por el ventanal que daba a todos los edificios de la ciudad. Era una vista muy hermosa. Ryan frunció el ceño.

—¿Brendon?—preguntó, su voz áspera y grave.

El hombre se dio vuelta, revelando aquellas facciones tan delicadas pero masculinas al mismo tiempo que poseía el jefe de ellos. Sus ojos oscuros se encontraban rojos, al igual que su nariz. Su ceño se fruncía con amargura y sus manos, entrelazadas ansiosamente, temblaban. Al ver a Ryan parado en la puerta, sonrió por un segundo, para ser seguido por otro sollozo más amargo, mientras se daba vuelta nuevamente. Se encogió de hombros. Llevaba unos pantalones de algodón grises con una simple camiseta blanca que le quedaba grande. Ryan supuso que eran sus pijamas.

—P-perdón, no pensé que vendrías tan r-rápido...

En este punto, cualquier persona mostraría compasión y empatía. El caso de Ryan no era así. A pesar de que lo veía llorar frente a si, no sentía nada en absoluto. Sin embargo, decidió acercarse, tomando una manta que se encontraba doblada a los pies de la cama. Tenía muchas preguntas, pero entendía que este no era el momento. Es más, ahora tenía incluso más preguntas que antes.

Colocó la manta al rededor de los hombros de Brendon, quien se la enrolló al rededor de su torso rápidamente. Miraba hacía el horizonte, como si buscase respuestas en algún lugar. Esta era una de las muy pocas situaciones en las que Ryan no entendía nada en absoluto. Se sentó a su lado y pasó su brazo por sus hombros. Brendon se dejó caer sobre su pecho casi automáticamente, colocando su cabeza en la curva de su cuello, buscando afecto donde no conseguiría nada.

Así pasaron varios minutos. Tal vez era un pequeño gesto, pero para ser un agente del Karma Police, era demasiado. Era él, un justiciero, un asesino, abrazando a él mismísimo jefe de la mafia. ¿A qué punto había llegado? Podía distinguir cuan cómodo Brendon estaba, como sus musculos se habían relajado y como sujetaba la manta con menos fuerza que antes. Por un segundo cuestionó qué es lo que había entre ellos. A donde habían llegado. Pero la idea se desvaneció rápidamente. Dejó descansar su cabeza sobre la de Brendon, suspirando. De pronto, notó que el hombre de orbes oscuras se había quedado dormido.

Dormido en sus brazos. Podía ser que para Ryan no significara nada, pero para Brendon era un gesto enorme.

Dormido en sus brazos.

La idea se repitió varias veces en su mente. Finalmente, dejó ir el aire aprisionado en sus pulmones en un largo suspiro. Cerró los ojos.

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