Era vampirica

By NancyACantu

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Se decía que en año 2012 todo se acabaría y así sucedió. Nadie hubiera creído una historia tan loca, pero aho... More

Aclaraciones
Dedicatoria
1. Cruel realidad
2. Despedida
3. Conociendo al pelirrojo
4. La gran subasta
5. Cambio por monedas
6. La Luna será mi aliada
8. Ataque sorpresa
9. Lord Dagon
10. Prueba acreditada
11. Mírame a los ojos
12. Su interés por mi
13. Sin su presencia
14. Liam regresa
15. Presa del pánico
16. Bloody Town
17. Castigo
18. Bienvenida
19. Volker
20. Diario
21. Asalto
22. Río de sangre
23. Manchada en pecado
24. Remordimiento
25. Soy alguien diferente
26. Karen Divella
27. Culpabilidad
28. Último asalto
29. Mala madre
30. Perdóname
31. La boca del lobo
32. La reunión del congreso
33. Su sangre
34. Evangeline
35. ¿Un sueño?
36. Demetrio Rumannoff
37. ¿Estaré loca?
38. Mi mejor amigo
39. Expulsada
40. ¿Un ser amado?
41. Bosque traicionero
42. Mi padre
43. Reencuentro
44. Su diario
45. Cara a cara
46. Última noche
47. Tras la tormenta
48. Vino rojo
49. La verdad duele
50. No me odies
51. Me doy por vencida
52. Venganza
53. Corre mientras puedas
54. El mesías
55. Epílogo
Agradecimientos

7. Sorpresa

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By NancyACantu

Había cerrado los ojos y claro, no había dormido tampoco esa noche. Tal vez era el insomnio o el simple hecho de que aun no me acostumbraba a esa cama que tal vez seria mía para siempre. Despojada finalmente de aquellos trajes de alto valor y vestida ya con una fina bata de seda me encontraba yo, acomodada a un lado de la ventana, tirada con pesar sobre la cómoda cama.

Una grande y espaciosa, pero nunca tan satisfactoria para hacerme sentir en total armonía o perfección.

¿Por qué debería de deberse tanto descontento? A mi madre la extrañaba, aún pensaba en sus supuestos lloriqueos que debería tener en esta primera noche sin mi presencia. Seguramente bailaba aquellas danzas llenas de tristeza o hacia contacto con los dioses sin ningún resultado en lo absoluto.

Mojé mis labios con mi propia saliva y entonces cerré los ojos suspirando. ¿Cuánto tiempo habría de haber pasado desde mi encuentro con mi supuesto comprador? Cuatro horas y yo aún no descansaba. Apoyé mi cabeza de nueva cuenta intentando reconciliar el sueño, pero mi aliada ya estaba amenazándome con desaparecer, durmiendo ya por fin de su larga fiesta que había cargado toda la noche.

Guardé silencio mientras veía entonces los primero rayos del Sol moverse a velocidad casi mágica. ¡Qué maravilla sería el don de aquel astro si estuviera aún en mi hogar! Tragué saliva intentando tranquilizarme, dejándo que mi respiración se hiciera unánime con el aire. Olvidándome de mi vida pasada, pues si seguía intentando mantener viva la imagen de mi querida progenitora, simplemente me haría daño.

El cielo poco a poco se aclaró y dejó entonces una fina y exquisita luz que dejaba ver en una tenue vista, todo mi cuarto en su esplendor.

Considerablemente grande, pero no más que las habitaciones en las que había pasado solo por error. Esta, de madera de caoba como pavimento y de una preciosa pared pintada en blanco me daba como recocido de que vivía en un antiguo castillo y que era mas que probable que ese cuarto era antes usado como lugar de limpieza o un guardarropa excepcional, pues aun los restos de escombros se podían apreciar si le ponías gran dedicación a la reciente pintura.

Miré entonces a mi cuerpo, el como mi pecho subía y bajaba sin sonido. Mi piel caliente, mi cabello estirado en el colchón medio vacío. Parpadeé con lentitud mientras todo esto se llevaba acabo.

¿Cuánto faltaba para que me mordieran y me dejaran por fin regresar a casa?

Mis ojeras ya estaban marcadas. No había dormido en dos noches seguidas, con excepción del poco rato que me había tumbado por la mala experiencia de tal marca que aun ardía como si estuvieran clavándome todavía aquel metal rojo y en vida.

No quise siquiera moverme. No quería que nada rozara con tal herida. No deseaba observar ni mi cabello o apariencia. Todo lo que era yo había cambiado y bueno, no era por propia voluntad... si no por el simple hecho de que esas eran las demandas del vampiro del cual no sabía ni su primer nombre.

Guardé silencio y en el poco tiempo que tuve antes de que llamaran a la puerta, pensé en dicha letra con la que empezaría aquel monstruo de cabellos rojizos y de mirada lunática, que solo con recordarla, hacía que mi cuerpo temblase.

—¿Despierta ya? —Una voz femenina se dio paso entre la puerta y habitación.

Abrí mis ojos con pánico. Era una de las chicas que había planeado lastimarme. Tragué saliva y antes de acceder a que pasara con una neutra voz, bajé la cabeza esperando a que el castigo no se repitiera en lo absoluto.

El sonido de la entrada que se escuchó solo distorsionó mi voz. Varios pasos se escucharon. Eran ellas. Las vampiras que me habían maltratado y hecho de mí un simple humano con apariencia blanca y espectral, casi como si perteneciera a ese mundo manchado y nada puro. Inmortal.

—¡Que bonito pelo se trae! —comentó una con la simple afán de molestarme.

—¿Quién esta lista para bañarse? ¿Quién esta lista para bañarse? —Llamó  la que recuerdo había sido la del cabello largo y oscuro, de una manera algo así como de un humano a un simple perro.

—Plutarca.

Chillaron al escuchar tal seudónimo.

—Blanquita.

—Azulina.

¿Jugaban a ponerme el nombre? Una de las acompañantes gritó emocionada entonces al final.

—¡Si! Azulina —Tomó entonces mi cabello con una suavidad violenta—. ¿Te gusta tu nombre perrita?

La chica había pasado de ser tierna a violenta. Por simple inercia mi cabeza, que ya de por si se acomodaba gacha y sumisa, se hecho hacia fuera de la cama y terminó sobre el suelo. Permaneciendo aun sin mirarlas, escuchaba una y otra vez, las blasfemias que confinaban en mi contra.

—¿Te creíste que aquí todo seria bonito, no?

—Aquí vas a morir, a nuestras manos u otro vampiro.

—Vete despidiendo de tus pensamientos, tus acciones… ¡Aquí nada cuenta!

—Párate —gritó una ya cansada, mientras sin ningún reproche tomaba con fuerza de mi brazo recién lastimado.

Pegué un fino grito de dolor. Las otras canturrearon su victoria. La que me tenía cogida del brazo izquierdo mostró un rostro enloquecido y excitado. Apretó con más delicia y disguste tal pedazo de carne. Mi gemido fue creciendo hasta entonces encontrarme retorciéndome por dicho dolor encontrado.

Las vampiras reían y me llevaban así hacia el baño. Sumisa, con la mirada baja y aguantando aquel ardor que ellas mismas me habían provocado.

Tras fue el transcurso del tiempo, el agua rozó con deleite mi piel quemada. Yo gemía cada vez que aquel liquido que a propósito habia sido enfriado para que mi cuerpo desnudo tocara. Las chicas se burlaron cada vez que todo mi organismo, por simple inercia, se revolvía con dolor y desdicha.

—Una toalla para ‘zulina.

—¡No, esperen! —las detuvó una—. Los perros saben secarse solos.

Miré desnuda mi cuerpo tembloroso. Las chicas se alejaban del cuarto y dejaban solo un nuevo vestido para que usara. No bragas, ni sostén. Finas telas que me cubrirían, pero no me secaría en lo absoluto. Esperé a que el sonido de la puerta cerrarse se escuchara y tan pronto estuve en prevacía, mi cuerpo brinco de la tina.

Mojada, con gotas de agua chorreando de mis cabellos casi blancos y en tonos azules. Temblando, dejando que mis dientes chocaran unos con otros y abrazando mi cuerpo para regalarme un tanto de calor extremo, que de por si solo, solo estaba frío y empapado.

Tapé con mis brazos, mis pechos. Pues, aunque me encontraba sola, el simple hecho de que estuvieran volando por los aires, que traía un sentimiento de vergüenza. Miré a ambos lados. El cuarto era pequeño y la fina brisa que se dejaba entrar de una pequeña ventana no me ayudaba en lo absoluto. Tragué saliva desesperada, aún tiritando del frío.

—¿Con qué podría...? —Me interrumpí a mi misma.

Mis ojos habían encontrado tal vez a la solución. En el inodoro, a un lado de este, el papel de baño se dio paso con una grande y aliviante luz gloriosa. Me acerqué y tal rápido fue el movimiento de mi mano, que pronto mi cuerpo estaba un tanto menos húmedo, pero con evidentes residuos de que me había secado con tal producto.

Bufé un tanto molesta al verme aun impregnada en unas cuantas gotas de agua mientras que del otro lado, solo el tubo de cartón se desplegaba.

Me habia acabado mi única fuente de secado…

Suspiré intentando relajarme. Por lo menos ya era algo más decente el ponerle el vestido y que este mismo me secara por si solo. Tomé mi cabello nuevo y lo exprimí con una fuerza admirable. El sonido de líquido se oyó en eco sobre la tina de baño. Cerré mis ojos y suspirando nuevamente, miré el vestido que se encontraba, arrugado y algo roto, sobre el respaldo de una silla al fondo del cuarto.

Mordí mis labios.

Un nuevo día comenzaría y ya me estaba cansando. Respiré y en unos cuantos minutos ya estaba lista, agradeciendo mentalmente a mi madre por haberme obligado a colocarme tales prendas difíciles por una propia mano. Sin ayuda.

Tan pronto el cierre llego a su lugar, fue que se escucho golpes en la puerta.

—Cédame un cuarto de minuto —solté casi por mera costumbre—. Eh... enseguida termino.

—Estaré afuera para escoltarla —La voz de Bryant se hizo presente—. Mi Lord busca por usted.

¿Dagon? ¿Qué deseaba aquella criatura conmigo ahora? Tomé mi cabello ya macerado a un costado de mi cuello, intentándole darle forma y secándome una vez más. Pensando.

Fue entonces cuando sus palabras volvieron a aparecer en mi mente

"Tu cuarto esta del otro lado, date vuelta y llama a Bryant… que te quedan muy pocas horas para dormir y hay una sorpresa que te espera al medio día."

¿Sorpresa? ¿De qué clase de sorpresa se trataría? Miré con horror la perilla del cuarto de baño y cuando trate de abrirla, esta bajo cerrojo se encontraba. Mojé mis labios algo apenada, dejando así soltar el nombre del chico de los ojos violetas y algo fosforescentes, en tono bajo, sin ser muy escandalosa.

—La puerta… lo siento —solté mas que sonrojada—. Se ha cerrado y... —pensé nuevamente si el decir la verdad me traería algún beneficio—. Ahora me aísla dentro del cuarto —Rechacé la idea de nuevo.

—No se preocupe, traigo llaves conmigo —Sonó el mayordomo con sutileza.

Oí la cerradura moverse y esperando cabizbaja, esperé a que apareciera su cuerpo para mirar a la desdichada y mojada Caroline. Se oyó un suspiro largo a la hora en que me observó aun sin arreglar y entonces, con un chasquido, llamó a las chicas que me habían hecho temblar por solo disfrute.

Las tres chicas aparecieron con el andar de la brisa, en un abrir y cerrar de ojos. Cabizbajas pero mirándome con un odio descomunal.

—¿Qué ha pasado aquí? —preguntó autoritario.

Las chicas miraron con cierto miedo al serio y nada caritativo Bryant. Miré la escena y tragué saliva de inmediato. Aquel ser enrabiaba un aura oscura, llena de seriedad, de ninguna pizca de compasión. Mi cuerpo tembló al mismo ritmo que las del trío, con solo escuchar tal voz profunda.

—¡No quería que la vistiéramos! —bramó una de repente.

La excusa resonó entre mis oídos y tal fue mi sorpresa, que mi cabeza se irguió intentando buscar tal origen. La chica de cabellos negros era la responsable de tal veredicto. Parpadeé sin entender tal respuesta y me enrojecí completamente.

Bryant miró mi reacción y entonces suspiró.

—Solo arréglenla en cinco minutos, vendré a por ella hasta entonces.

Bajé la mirada de nuevo cuando este comenzó con su andar y cerrando la puerta tras de si. Sentí un jalon en mi cabello y deplorando mi cuerpo arrastrado en el suelo.

—Tienes que ser tan inútil, maldita perra idiota —comentó una aplastando aún más el corsé con fuerza.

—¡Marilyn! —soltó una hacia la del pelo oscuro—. ¿Que maldito peinado le voy a hacer a esta estúpida cría? ¡Todo se le ve mal...!

—Cepillacelo o como sea, total, aunque le ponga el maquillaje… seguirá siendo humana.

En cuestión del tiempo prometido, las vampiras me tenían lista. Se escucharon los pasos del chico vampiro y de ojos violetas por el corredor. Las chicas dejaron todo acomodado en segundos y entonces, echándome una ultima mirada, observaron hacia el frente. Bajé la mirada de nuevo, olvidándome en unos instantes que se me tenía prohibido sin su consentimiento.

—Presentable —Se escuchó con cierto reproche frente a mi—. Bien, como sea… no necesito hacer esperar al señor por estas tonterías, sígame.

Mis piernas flaquearon, pero me dí paso con el por las escaleras y todos los pasillos hasta llegar a la entrada. Siempre en silencio, sin pretender desobedecer de nuevo. Manteniendo mi mirada sumisa sobre el suelo, ni siquiera queriendo posar mis ojos en el grandioso astro luminoso que me indicaba que ese era un nuevo día y que apenas estaba comenzando.

El eco de sus pisadas se escuchaba prominente. Pocas veces me habia atrevido a mirar contrariada tal semblante… como si se hubiera olvidado de mi presencia o simplemente le fuera poca cosa. Apreté mis labios unos con otros.

—No soy tan interesante, así que deje de mirarme.

Abrí mis ojos con sorpresa y con vergüenza en mi rostro, bajé la mirada casi como si esa hubiera sido una orden. Siguió caminando sin importarle si me quedaba atrás o no. Respiré con profundidad e intentando borrar cualquier rastro de inoportuno, mire de nuevo hacia mis manos. Ellos solo eran vampiros, solo deseaban sangre… solo eso.

Se escuchó entonces unas puertas abrirse y el ambiente se hizo mas pesado que antes.

—¡Que extrañeza que Bryant se retrase!

¿Era él, verdad?

—Lo siento, mi señor.

Si, mi dueño, el vampiro de los cabellos rojizos.

—¿Así que es un objeto malo, eh? Haz que camine, Bryant.

—Un honor.

Me giré a ver ya sin prudencia al tal guardaespaldas. ¿Caminar? Parpadeé un poco antes de voltear mi mirada confundida al tal dueño del castillo que no habia observado desde la noche pasada. Su cabello rojo y largo aun parecía ser el mismo, su rostro serio pero divertido me miró con cizaña. ¿De que hablaba? ¿A dónde iban a llevarme?

—A los perros hay que enseñarles el camino a casa... —contestó, despreocupado y sin mirarme, como queriendo quitarme el signo de pregunta que seguramente tenia plasmado en mi cuerpo antes de que Bryant, sin ningún permiso, me echara en cuello una nueva cuerda y me hiciera separarme de tal individuo que mantenía en sus manos una pequeña pero negra libreta.

Mis ojos se miraron sorprendidos, su silueta cada vez se hacia mas pequeña. Bryant me llevaba casi a rastras hacia afuera, subiendo de nueva cuenta hacia otro coche, del cual ahora no tenía idea de su destino.

 ¿Qué planes tendria ese conmigo? Y lo mas importante ¿A donde iba a llegar a parar ahora?

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