Hace mucho frío
para bañarme
con el ventiluz abierto,
para bañarme
en la noche oscura,
para jabonarme
con la espuma de la luna
pero siento mucho más frio
pensándote.
Ayer sentí calor
al recibir ese mensaje
invitándome
a matar la distancia
que ya la mente
nos separa
por imbéciles,
por hablar de la facultad
como si fuera
el único tema,
por retenerte en la parada
mientras
se te pasan tres colectivos
y al llegar, te reprochan
más bien
los cardenales.
Ayer sentí calor cuando me llamaste,
cuando
quedamos en lo de hoy
en mirarnos
un poco más adentro.
Y hoy,
hoy no fue un día
para mí.
Yo te vi.
Te miré.
Y me costó creer que eras vos.
Me quise matar
al saber
que vos ya no
estabas para reiniciar
nuestros coqueteos
nuestros juegos
de pluma, cine y cincel.
Yo te vi
sin querer.
Porque no deseé
ni desearía
que dejes de ser
eso
que me vuela la cabeza.
Hace tanto frío
que me siento morir,
que me ven difunta
en mi aún
vivo cuerpo
pero el termómetro me miente
porque sabe
que cuando tengo fiebre
es como la del dengue,
tan alta como las nubes
y con razones.
Pero,
yo hoy me congelo tanto
en este ardido enero
de cuarenta y tres grados
sentada
afuera
en la reposera
dejándome perecer
con mi manta
y yo insisto
que hoy
hace mucho frío.