MANIQUÍ ➳Jungkook

By jeonaffair

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❝Aquí junto a ella, sentía que podía volverla mi maniquí y dibujar sobre sí millones de cosas nunca antes vis... More

✖Maniquí✖
02. Un cambio de rumbo.
03. El boceto de nuestra unión.
04. Libertad en tus brazos.
05. Obra de tu belleza.
06. El pasado en juego.
07. Una casa hecha de cartas.
09. Abismo.
10. Olvido.
11. Te necesito.
12. Gris.
13. Azul.
14. Yellow.
15. Rendezvous (reunión).
16. Arte.

08. En esta lluvia...

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By jeonaffair

///

Narrado por Jungkook.

Fue un día en el que la melancolía vagaba lentamente en el ambiente, lo que nos sirvió para dejar la habitación un momento e ir a respirar un poco de aire fresco.

Mientras el día caía sobre nosotros, el cielo se veía rosado por el sol eclipsado detrás de las nubes, y cada vez que te ponías contra el horizonte eras para mí la más hermosa postal.

Me sonreías, y empezábamos a correr cuesta abajo pisando apresuradamente para no caer en el suelo. La gente nos miraba raro y eso no me importaba si estaba a tu lado, como ahora, con mi piel rozando la tuya a lo que yo le decía mi suave y cálido hogar, yendo de tu mano, que era lo que me mantenía con los pies en la tierra mientras íbamos cayendo.

Tu pelo flotando en el aire y tus ojos volviéndose pequeños cada vez que te reías se veían en ese cuadro, donde te imaginaba siendo feliz a mi lado, y juraba mantener esa alegría en tu rostro si me lo concedías.

Cuando detuvimos el paso nos encontramos con el paisaje del mar frente a nuestros ojos, y parecía que por tanto correr íbamos a terminar cruzando el puente levadizo que separaba la orilla con la costa, y luego acabar sumergidos de pies a cabeza en el agua. Lo cierto era que hacía mucho frío, y podía verse en el humo condensado que despedía tu boca cada vez que exhalabas.

Como niños reímos por ese simple acto y nos acercamos más al borde del puente, observando la inmensidad del mar que era como una franja azul sin fin.

La vista desde arriba era increíble y se podía apreciar todo con una majestuosa tranquilidad. El sonido del oleaje del mar por debajo del puente, el andar de los autos a la distancia, la cuidad a nuestras espaldas, y la suave brisa que llegaba de la costa pintaban todo el ambiente de un mágico tono invernal. Todo este espectáculo  marino parecía tranquilizar los sentidos y no formulábamos palabra para apreciarlo.

Después de un tiempo me preguntaste si confiaba en tí y sostuviste mi mano con fuerza mientras te subías sobre uno de los barandales, poniéndote de pie de frente de mí.

Te agarré firmemente sin poder borrar la preocupación en mi rostro, mientras tú seguías balanceándote con el viento y te resistías a bajar.
Te seguí los pasos mientras caminabas despacio de mi mano y procuré estar dispuesto a saltar contigo al agua si te resbalabas.

Aún así tu sonrisa me lo decía todo, debía seguir el juego e ignorar el hecho de que estábamos a una gran altura sobre el mar, que la humedad y la neblina podrían mojar los caños del barandal y todo podría resultar mal, pero cuando tropezaste por tercera vez fue cuando decidí hacer del chico protector al no dejarte caminar más por ahí y atraje tu mano para que te sentaras en el barandal, posicionándome en el medio de tus piernas para llamar tú atención.

Rodee mis brazos en tu cintura para asegurar a que no escaparas, y te ví sonreír con picardía al saber que  había leído tus acciones. Dejé un suave beso en tus labios en señal de disculpas mientras podía admirar esa sensación del exterior volviéndose blanco cada vez que te besaba, como si todo desapareciera a nuestro alrededor y que pasaba porque sólo tú podías lograrlo en mí.

No abandoné la cercanía de tu suavidad en mi boca y en ese momento me imaginé que seríamos como una escena de una película donde podía salvarte de caer de las alturas sosteniéndote entre mis brazos por detrás, mientras te suplicaba que te quedaras conmigo después de evitar una inminente caída en el mar.

Era irónico porque así lo mostrarían en la ficción pero en mi realidad no dudaría un segundo en saltar contigo si hacía falta, porque la inmensidad del mar seguro sería menos dolorosa que terminar sin tí, solo en agonía.

Besé más fuerte tu piel, y hundí mi rostro en tu pecho, sintiendo tus latidos en mi oído lo que me devolvía a la vida y al presente, donde te sostenía fuerte y tú te encargabas de juntar todos mis pedazos que alguna vez creí perdidos, renaciendo todo sentir en mis emociones adormecidas por el tiempo, y escarbando profundamente en mis cicatrices para ayudarme a ser más fuerte. Así sanaría la falta de motivación que venía atormentando mis días y mi corazón, como una venda o droga que era capaz de detener el sangrado y traerte a la realidad.

La mía... Donde cada vez que mis emociones se iban por la borda y la solución siempre parecía atentar con mi vida me veía a salvo en tus brazos, sea en la situación que fuera, triste o mala, siempre amanecía con la sensación de acurrucarme en ti para olvidarme de todo, porque cada día significaba seguir vivo si seguías ahí...

///

Despertó el día al igual que nosotros abrazados, sólo que el día no se veía bien desde la ventana, desde donde entraba una gélida brisa que corrían las cortinas blancas para adentro con violencia y nos causaba gracia como las gotas de lluvia entraban cada vez que el viento las azotaba, haciendo que mojara nuestra piel desde el colchón que estaba en el suelo.

El torrente no cesaba y atentaba con mojarnos de pies a cabeza si seguíamos cubiertos únicamente con las sábanas. En vez de cerrar cada abertura y asegurarnos adentro de la casa, dejamos que el espectáculo se viera a través del balcón y que el aire impregnado con el aroma de la lluvia perfumara cada rincón de la habitación.

Ella se cubrió los hombros y el torso con las sábanas y caminó descalza hasta el umbral de la ventana a paso lento, visualizando toda acción en mi mente, mientras mis brazos gritaban por abrazarla.

El escalofrío recorría mi piel por las pequeñas gotas que impactaban contra mí y sentí la necesidad de buscar su calor mientras el cielo no daba tregua alguna. La nubes eran grises y todo el ambiente monocromático contrastaba con su piel humedecida y la cuidad detrás de ella no era nada en comparación, porque la vista que tenía desde mi posición hacía hermoso a todo ese paisaje que la incluía en la misma postal.

No entendí por qué me quedé solo contemplando su figura mientras abrazaba uno de sus brazos por el frío y estiraba el otro para atrapar el agua que se escurría entre sus dedos. Sabía que estaba pensando en algo y por eso decidí rodear su cintura mientras trataba de darle algo de calor. Apoyé mi mentón en su hombro y pegué mi cuerpo al suyo, sintiendo el agua golpearnos la piel para enfriar la temperatura que levantábamos cuando nos tocábamos. No sólo era una atracción física sino que sentía que acercarme a ella significaba protegerla y hacerle saber que estaba a su lado siempre, sin importar en lo que estuviera lidiando en estos momentos. Dejé besos en la piel fría de su cuello y su mejilla, mientras que cerraba los ojos y dejaba que el agua nos mojara a los dos. El aroma de su perfume húmedo flotaba calmando mis sentidos y me encantaba como se mezclaba con el olor del agua mojando la tierra, que fluía a través de las plantas y desembocaba en un torrente que se dirigía al mar.

Sol desenlazó mis brazos de su cintura y se giró para abrazarme con fuerza, como nunca lo había hecho antes, hundiéndose en mi pecho y mis brazos, mientras yo sostuve todo de ella en ese momento que parecía que se derrumbaba.

Acaricié su pelo humedecido y sentí que el agua que caía del cielo ahora se escurría de mis ojos. Tal vez no tendría nada más que ofrecer pero nunca dejaría que la tristeza y la maldad se adueñara de ella y haría hasta lo imposible por su felicidad aunque esta no me incluyera, si eso me permitía verla feliz una vez más.

Esa era la primera vez que la había visto con otros colores, desde adentro y por fuera, parecía tener matices fríos y oscuros que sabía que tenía y hace tiempo que quería verlos en carne viva, para poder dibujar una sonrisa en su rostro y pintar una idea diferente, para que no tuviera que enfrentar el dolor. 

La abracé dando todo lo que tenía y solo dejé que los días pasaran, como el correr silencioso de la memoria por sobre los recuerdos, y como veía el tiempo llevarse de a poco aquella tristeza en tu mirada, pero trayendo en cada minuto la distancia y la indiferencia entre nosotros.

Cómo un café que se torna frío y oscuro cuando no se bebe, y la emoción perdida de lo que antes nos parecía único se apoderaba de los recuerdos en cada lugar que compartimos.

Las manos enlazadas nos unían entre medio del invierno que calaba desde adentro, entrometido con cada acción fría que teníamos, como si fuéramos desconocidos, pero a pesar de saber que sonreías, desde el fondo algo te agobiaba, alejándote de mí y delatando que parecías ser infeliz a mi lado, a pesar de lo mucho que te trajera de vuelta conmigo.

El frío carcomía más profundo los recuerdos, junto con las pintorescas flores de la plaza y las azules olas que matizaban con tu rostro debido a las ondas del agua que se reflejaban en tus ojos mientras me mirabas, y en ese momento todo se matizaba de colores, sin saber que podría correr el riesgo de quedarme daltónico si me faltabas tú en mi vida.

Azules pasaron los días en los que parecía que el cielo se veía triste y frío, y lloraba encima de la cuidad oscureciendo todo a su paso. Nosotros supimos mantenernos cerca para no seguir sufriendo, sin importar cómo era o la razón por la cual seguíamos siendo unos desconocidos que se conocían, pero aún así estaba conciente de que si dejaba ir tu mano me dolería más que pretender que las cosas seguían bien.

Supe darme cuenta que tú tampoco querías irte, aunque a veces parecía que querías estar sola, o simplemente no hablar mucho, pero te veías triste y eso me preocupaba.

El azul intenso parecía pintarte desde adentro, borrando todo ese amarillo que alguna vez solías tener y que extrañaba en mis olvidados bocetos y cuadros. Los besos, las burbujas, las flores y las sonrisas de la felicidad parecían olvidados también...

Nunca me gustó el color azul y ahora que lo imagino cada vez que quiero pintarte o cuando me acerco a ti se vuelve aún más  doloroso dentro de mi, acostumbrándome a preferir ese color en vez de dejarte ir. Te odiaba pero te amaba intensamente, y más que nada, te extrañaba por sobre todas las cosas, mucho más de lo que podías imaginar.

No supe cuántos días pasaron cuando recordé una noche en la que  estábamos acostados en la cama, mientras te acurrucaba entre mis brazos, y sentía que estaba abrazando al mismo cielo en ese momento, sin mirarnos y sin cruzar palabras, donde solo me dejaba envolver en el azul de tu piel aunque sea por un rato, en el que parecía que todo se podría arreglar.

A oscuras, los dos estábamos entrelazados como dos niños temerosos. Se veía la luz del televisor iluminando la cama y la ventana estaba algo cerrada y solo se podía vislumbrar las luces de la civilización exterior a través de las blancas cortinas.

Siempre me sonreíste con dulzura y te escondías en mi pecho porque parecía que estabas hecha a mi medida y yo contigo también. Hace mucho que no pasaba esto, y siempre se había sentido diferente a como nos abrazábamos ahora. No me importaba cual era la razón de tu repentino acercamiento o las excusas, porque nada se sentía mejor que esto, absolutamente nada. Ni el más brillante y colorido colo amarillo se podía comparar con esto, porque parecía que había encontrado aunque sea por un momento la felicidad.

No importaba nada en ese instante en el que te tenía...

Y cómo una patada de dolor la verdad llegó a mi ese día,

te pensé mucho en ese instante y estaba decidido a hacer algo horrible pero...

No tuve opción.


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