En La Mira© Saga DISPARA#1(Co...

By FairyGirl_23

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Desde que su madre falleció, la vida Amelia se ha tornado difícil y complicada. Su padre que se ha entregado... More

BookTrailer ♡
Capítulo 2.
Aviso:)

Capítulo 1.

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By FairyGirl_23

 Esta noche era la víspera de mi decimoctavo cumpleaños, descansaba acurrucada en mi cama ante los conocidos sonidos que ocurrían en la sala principal de mi pequeña casa. Era noche de póquer, mi padre traía con él a sus desdichados amigos alcohólicos, lo solía hacer todos los domingos desde que mi madre había fallecido y aún no me acostumbraba.

En el transcurro de la noche se escuchaban gritos, risas histéricas y ruidos de objetos rompiéndose; algunas veces, sus fracasados amigos contrataban a una o dos acompañantes para "alegrar" la ocasión, hoy era una de esas noches, ya que se podía escuchar que tan bien disfrutaban su compañía.

Sus viejos y desarreglados amigos me conocían y más de una vez me acorralaban afirmando lo atractiva que era, hubo una noche que uno intentó entrar a mi habitación y desde ese momento cada vez que finalizaba mi día solo me encerraba en mi cuarto, lo cerraba con llave y colocaba una pesada cómoda para que sujetara la puerta. Vivía con miedo y ya no quería sentirlo.

Desde que mi madre falleció hace cinco años mi padre cambió completamente, debido a la bebida se volvió violento y con su adicción a las drogas se introducía en sucesos ilícitos, gracias a eso he sido testigo de las veces en que llegaba muy lastimado y solo se encerraba en su cuarto. No recuerdo las veces que he llorado por el temor de perderlo y quedarme absolutamente sola, pero esa era la realidad y cada día estaba más consciente de eso. Recuerdo la primera vez que empezó a tomar, solo había pasado una semana desde que habíamos enterrado a mi madre, Joseph, mi padre había desaparecido por unas cuantas horas dejándome por primera vez sola en esa casa hasta tan tarde, apenas tenía 13 años y luchaba por entender ciertas cosas de la vida. Me había acostado sin comer y cansada me dormí, hasta que un ruido fuerte me despertó, asustada salí de mi habitación y ahí estaba mi pobre padre con dos botellas en ambas manos, se tambaleaba al caminar y daba sorbos a cada segundos.

— ¿Papá? —pregunté con temor. Sus ojos inyectados en sangre me miraron y comenzó a reír enérgicamente.

— ¡Pero si eres jodidamente igual a ella! —gritó con fuerza asustándome aún más. En ese momento comenzó a arrojar cosas fuertemente al piso

—Papá por favor cálmate —rogué.

— ¡Vete! —giró su cabeza hacia mí y sus ojos me dieron escalofríos. Al ver que no me movía tiró una de sus botellas impactando en la pared a pocos centímetros de mí, pequeños pedazos de vidrio caían al suelo, el estruendo me hizo saltar impulsivamente, uno de aquellos pedazos se clavó en mi frente, rápidamente reaccioné corriendo a mi cuarto y cerrando la puerta con llave.

Miraba mi reflejo en el espejo mientras limpiaba mi herida en la frente donde ahora solo tengo una pequeña cicatriz, las lágrimas comenzaron a salir sin emoción alguna, ahí entendí que nada volvería a ser lo mismo.

No me quedo de otra que madurar rápido. Conseguí trabajo como ayudante en un pequeño comercio, los señores Morrison, los dueños del local, me han cuidado estos años y me siento en profunda deuda con ellos, me encargué de las cosas de la casa y de mi padre, terminé mis estudios sin complicación alguna y ahora solo me quedaba buscar algún cambio en mi vida.

Sin prestar atención a lo demás miraba la parte superior de mi habitación, en ella tenía colgado un viejo póster de una mujer militar, en mis pensamientos quería ser ella, quería sentirme segura y no sentir miedo o simplemente saber cómo lidiar la vida con seguridad y confianza. Realmente no sabía en lo que me metía, pero quería por primera vez en mi vida intentarlo, así que en vez de enviar solicitud a una universidad como cualquier chica de mi edad envié solicitud para poder entrar al Marina y solo debía esperar unas horas, tal vez ahora todo funcionaria, tal vez ahora todo estaría bien.

Al día siguiente me levanté a las seis de la mañana y me alisté para concurrir a trabajar, empujé con fuerza la cómoda y salí de la habitación.

La imagen que se me presentó a continuación era bastante usual, olor a cigarros y a whiskey derramado, la mesa de la cocina volteada y en la habitación principal se encontraban aquellos hombres durmiendo semidesnudos, como supuse las dos acompañantes aún estaban ahí completamente desnudas, pude notar que eran chicas jóvenes. Salí con rapidez de ese lugar pensando en esas chicas, cada día crecía con el temor de terminar así, aunque no juzgaba su trabajo al contrario admiraba su coraje, sabía que ellas no lo eligieron simplemente no tenían otra opción.

Caminé por una calle desierta y silenciosa cuando el ruido acelerado de una moto me alertó, a los pocos segundos la moto negra me intercepta, su conductor iba perfectamente combinado con el color de la moto, chaqueta oscura y su casco escondía la identidad de aquella persona, al segundo siguiente se lo saca y una hermosa sonrisa me sacó de trance:

— ¿te llevo preciosa? —Sus oscuros ojos me miraron con ternura entregándome su casco.

—Claro. —Sonreí acercándome y dándole un suave beso en su mejilla.

Me subí y la adrenalina de la velocidad comenzó. — ¿tienes tiempo? —preguntó.

—mmm algo —contesté mirando mi reloj.

—Es suficiente para mí —expresó acelerando aún más la velocidad.

Pude presentir que íbamos hacia el muelle, plácidamente cerré mis ojos, estiré mis manos y me dejé llevar por la cálida brisa.

El silencio y la cálida tranquilidad del mar complementaron ese momento, estaba sentada en unas de vigas de aquel viejo muelle, Jason se me acercó y con una media sonrisa me entregó un cup cake con una pequeña velita:

— ¡Feliz cumpleaños Amelia! —Sonrió— vamos, pide un deseo —suspiré con alegría, mordí mis labios, cerré mis ojos y soplé.

Abrí mis ojos y lo miré enamorada, aunque solo fuera mi amigo. —Gracias —lo abracé con fuerza— gracias por siempre estar para mí.

—Siempre lo estaré, nunca lo dudes. —La fuerza de mi abrazo aumentó, apoyada en su torso volví a sentirme segura.

Jason me llevó hasta la plaza del centro de la ciudad, solo quedaba una cuadra de mi destino cuando detuvo la marcha. Pude notar que en una esquina se encontraban los miembros de una pandilla urbana todos con su notoria bandana roja cubriendo su frente. Me bajé de la moto sabiendo lo que significaba, mientras me quitaba el casco, Jason sacó de su chaqueta la distinguida tela roja y la colocó en su frente. Nos miramos en un eterno silencio. Le entregué su casco y me sonrió.

—Tal vez no pueda ir a verte esta noche —agachó su cabeza.

—No te preocupes, nos veremos cuando quedes libre —sonreí. En ese momento ladee mi cabeza a donde se encontraban sus compañeros— por favor cuídate Jason es lo único que quiero. —volteé para mirarlo.

—Lo sé y lo haré —volvió a sonreír despreocupado— ahora ve, se te hará tarde.

Miré la hora y empecé a correr mientras me despedía de él, al doblar la esquina me detuve y con mi respiración agitada suspiré. En ese momento solo pensaba en Jason y la peligrosa relación que tenía con esos tipos, pero sabía que él era fuerte y aunque he tratado de alejarlo de ellos, no he podido.

Llegué al trabajo puntual como todos los días, los amables dueños del local me sorprendieron con una pequeña torta de chocolate en forma de corazón y con un enorme 18 en el medio.

— ¡Feliz Cumpleaños! — gritaron al unísono.

Mis ojos se llenaron de lágrimas al instante, después de que mi madre me dejó sola ya no me interesaba cumplir años, pero al final para todo ser humano es un día especial.
Corrí a abrazarlos inmediatamente, los iba a extrañar cuando me marchara de este no tan lindo lugar. Eran lo más parecido a una familia que tenía.

Pasaron algunas horas y yo trabajaba concentradamente, se suponía que hoy tendría que llegar mi carta de admisión, como destinatario coloqué al comercio ya que si mi padre lo llegaba a descubrir encontraría la forma de arruinarlo.

Terminó el día y me fui a casa desilusionada, caminaba arrastrando la mochila sin ánimo por la sucia calle, deseaba tanto irme de este lugar, pero siempre que lo anhelaba demasiado me estancaba aún más.

Llegué a mi casa en la tarde, esos viejos borrachos ya se habían marchado, pero seguía todo desordenado y mal oliente. Encontré en la mesada de la cocina una tarta casera envuelta en un desconocido repasador, volteé mi cabeza hacia la habitación de mi padre, sabía a ciencia cierta que mi viuda vecina estaba aquí. Anoche se divirtieron sus amigos y hoy le tocaba a él.

Todas las veces que se encontraba con mi padre me traía comida y como una chica sensata no la comía ni muriéndome de hambre. Esa señora fue la que condujo a mi padre a las drogas y conociéndola sabía que la ponía en cada una de sus comidas, si hubiera llegado a probar alguna, mi plan de largarme de aquí habría fallado.

Después de ventilar la casa y colocar cada cosa en su lugar me preparé algo decente para comer y me dirigí a mi cuarto. Apenas eran las cinco de la tarde y aún seguía pensando en mi carta, el correo repartía hasta las seis, deseaba con ganas volver al centro de la ciudad, pero la ida caminando me duraba más de media hora y al volver ya anochecía y en el barrio en que vivía me era difícil caminar sin pensar que algo me podría pasar.

Una hora después me dormí escuchando a The Cranberries con Zombie, la música en mis oídos disminuía los sonidos del cuarto contiguo.

Durante la noche unos extraños ruidos me despertaron de mi sueño, mi celular marcaba las 1:00 de la madrugada, media dormida me dirigí a la ventana donde alguien tocaba con piedras. Me asomé a través de ella y encontré a Jason parado en la reja, sonreí, me abrigué rápidamente y con cuidado me escabullí.

Jason era mi amigo desde los 10 años, era alto, moreno y bandana roja era lo que más destacaba en la noche.

—Me escapé solo para estar contigo — me abrazó dulcemente.

—Gracias, realmente lo necesitaba — le agradecí con un sonrisa mientras besaba su mejilla.

Sonrió.

— ¡vamos! — dijo agarrando mi mano.

Detuve su movimiento con temor —espera, ¿A dónde? Es tarde —dije mirando a mi casa por si mi padre estuviera despierto.

—Solo ven —apretó con fuerza la mano en señal de seguridad, dudé, pero al final mordí mi labio y me dejé llevar, con él a mi lado no me tendría que preocupar de los peligros que aguardaban, sus fuertes brazos me habían protegido siempre.

Recordé la vez en que me enteré que mi madre había fallecido, el inmenso dolor que sentí me hizo alejar de todo y todos y simplemente empecé a correr sin saber a dónde; recuerdo que solo era una niña perdida que le habían arrebatado todo lo que más quería, había llegado a un acantilado y estaba anocheciendo. El viento fresco comenzó a soplar y fue en ese momento en que me di cuenta lo que hice, no sabía dónde estaba o como volver a casa, fue el impulso de solo querer huir que me alejó demasiado y el miedo brotó de mí. Sentada en el suelo coloqué mi cabeza en mis rodillas y traté de abrigarme con mis brazos, no recuerdo el tiempo que pasó hasta que oí su voz, Jason gritaba desesperadamente por el bosque. Me había seguido hasta aquí. Apenas nos encontramos me abrazó con desespero mientras lloraba en sus brazos, fue en ese momento en que entendí lo importante que era para mí.

Luego de caminar por un oscuro sendero llegamos al lago donde solíamos nadar de niños, me tomó desprevenida por detrás y deslizó una fría cadena por mi cuello, volteé asombrada y lo miré, sus dulces ojos marrones evocaban felicidad, sujeté la cadena y observé la medalla que en ella colgaba, una linda mariposa con piedras rosadas.

—Te voy a extrañar — le dije mientras me hundí en sus brazos.

Jason reaccionó a mis palabras sujetando mi cara con ambas manos.

—te mereces más que nadie salir de este hoyo y tú lo sabes.

Una lágrima brotó de mí, no por sus palabras sino por el miedo de que nunca llegara esa carta.

Una hora después de estar en el lago jugando y conversando de absolutamente todo, los turbios compañeros de Jason vinieron en su búsqueda. Tenía un mal presentimiento sobre eso, lo llevaron a unos pasos alejados de mí y observé como al parecer el líder de ellos se ponía firme. Jason al final de la charla asintió y volteó para regresar hacia mí. Cuando nuestras miradas se encontraron él sonrió, pero en su mirada lo noté. Siempre ha intentado protegerme y éste era el momento en que nuestros caminos se separaban.

—vamos, te llevaré a tu casa.

— ¿está todo bien? — pregunté cuando comenzamos a marcharnos.

Él asintió seriamente y me tomó de la mano, por un momento titubeó, pero la sujetó con fuerza.

Podía sentir como el nudo en mi garganta me impedía respirar.

Al llegar a casa, él suspiró y lo miré con ojos llorosos. Mi cuerpo comenzaba a colapsar.

—Prométeme que pase lo que pase te alejarás de acá— exigió desesperado.

—no me vas a decir que está mal ¿verdad?

—no, esta vez no— dijo secamente.

Con sus frías manos tocó la cadena que me regaló y mi cuerpo tembló aún más.

—Te quiero Amelia — concluyó y en un impulso sus labios besaron los míos.

Se movía lento y seguí su ritmo, era mi primer beso y siempre había soñado que sería con él, acarició mi mejilla mientras me besaba y un segundo después se alejó.

Sujeté su mano rápidamente.

—Ven conmigo — supliqué ya casi sin voz.

Jason sonrió sarcásticamente y sujetó mi mano con fuerza.

—sabes que las cosas no funcionan así, al menos no para nosotros. Te amo Amelia, siempre estuve enamorado de ti, pero nunca tuve el coraje necesario para afrontarlo. Me acobardé a este lugar en vez de agarrarte y llevarte lejos conmigo, no sabes cuánto lo lamenté —apoyó su mano en mi mejilla mientras mis lágrimas caían, besó una de ellas y se alejó.

Caí en mis rodillas sollozando, maldecía mi vida, mi padre, este lugar, todo. Llorando lo miraba alejarse, porque lo presentía muy bien, sabía muy bien lo que sucedería a continuación:

A las 4.15 de esa madrugada el doctor de urgencias afirmó su muerte a causa de un disparo en la cabeza. Eva, su madre, se derrumbó en la sala de espera con gritos de dolor, mientras yo veía a la nada dejando que mi sufrimiento me consumiera. Mis lágrimas caían instintivamente vaciando cada parte de mi ser. Me agaché junto a su madre y tratamos de aliviarnos mutuamente aunque nuestros abrazos no fueran lo suficientemente cálidos para poder llenar ese vacío que se enterró ese día.

Jason falleció porque los que se hacían llamar sus colegas lo habían interceptado a una encrucijada contra unos contrabandistas. Uno de ellos debía de pagar el error, pero él no se lo merecía. No él.

Amanecí acostada en su cama, ya no me quedaban lágrimas para llorar, ni fuerzas para seguir, sujeté con fuerzas la mojada almohada y traté por última vez oler su aroma, el mismo que me tenía enamorada y ahora solo me lastimaba. Me sorprendí encontrar un papel arrugado debajo de esa almohada, confundida me levanté para abrirla. Era una carta la escuela de Marines e iba dirigida a él. Mi corazón dejó de latir, Jason se había postulado y lo habían aceptado, negaba con mi cabeza mientras continuaba leyendo la carta, mis pensamientos me inundaban, pudo haber escapado de esa pandilla, y no entendía porque no lo hizo.

Caí de nuevo en su cama sujetando aquella carta con fuerza, hice de mi cuerpo un ovillo mientras trataba de calmar mi mente. El cansancio ganó y mientras cerraba mis ojos solo suspiré:

—te necesito.

Unos días después me encontraba frente a su tumba junto con su madre, había llorado todos estos días hasta quedarme sin lágrimas, me culpaba, me culpaba por no rogarle demasiado para que se quedara conmigo, me culpaba por no decirle que también lo quería, me culpaba por no saber sus motivos por el cual renunció a la milicia, me culpaba por no tener más tiempo para nosotros.

Sollozando me toqué los labios recordando nuestro primer y último beso, comprendí que lo hizo a propósito. Lo hizo para que no lo olvidara, porque sabía lo que sucedería.

—Vamos Amelia, ya es tiempo de dejarlo ir —la voz ronca de Eva me distrajo de mis pensamientos.

—aún no puedo, no quiero, siento que necesito quedarme aquí. No puedo lograrlo sin él, no puedo. —imploré.

—escucha hija tienes que ser fuerte —limpió mis lágrimas— él quería esto para ti, ambos lo queremos, ve a esa escuela, fórmate como la gran mujer que eres y serás. Jason muchas veces me dijo que tu sueño se hizo parte de él desde el primer momento —sollozó apenas lo nombró— y se veía muy feliz Amelia, tú lo hacías feliz, así que te prohíbo rendirte, nunca lo hagas y siempre lucha, como lo hiciste cuando tu madre falleció y como sé que lo harás en el futuro. Confío en ti.

Sin pensarlo me hundí en sus brazos y rompí más mi llanto. Eva ha sido una gran amiga y muchas veces la consideré como una madre para mí, Jason era su único hijo y el pensar lo sola que estará me desanima.

—No quiero dejarte sola —la miré y ella sonrió.

—no lo estaré, me iré con mi hermana lejos de aquí, no te preocupes ya por mí, estaré bien. Solo quiero que vayas a esa escuela y que patees muchos traseros por mí. —bromeó y no pude evitar reír mientras nos alejábamos.

Volteé por última vez hacia la tumba de Jason y recordé lo que le prometí, aún con lágrimas en los ojos y con mi cuerpo temblando lo volví a prometer, no importa si no voy a esa escuela, me iría de este lugar.

Era viernes y había perdido las esperanzas de contemplar esa carta así que tenía que armar otro plan. Mientras caminaba al trabajo me crucé con la pandilla roja en la que alguna vez Jason había pertenecido, la rabia se apoderó de mí, el líder me miró y guiñó un ojo, lo miré secamente y mis ganas de deshacerme de ese sujeto aumentaron, pero debía mantenerme coherente, aun no era el momento.

Llegué al comercio y mis agradables jefes me esperaban con una enorme sonrisa, junté las cejas sospechando. La señora Morrison se me acercó con sus manos escondidas, las asomó hasta dejarlas a mi vista y en ellas se encontraba una carta.

Mi corazón dejó de latir, me quedé en completo shock observando la dócil carta que sostenían las arrugadas manos de mi jefa.

Unos segundos después tomé coraje, exhalé con un suspiro, tomé la carta y lentamente la abrí.

Comencé a leerla con temor y angustia.

"Estimada Amelia Claire Stuart Clarkson, a través de la presente la Escuela de Formación Militar de los Estados Unidos le informa que su solicitud de ingreso ha sido..."

Sin terminar de leerla me derrumbé y comencé a llorar, pensé en Jason y la culpa me consumió. Mis jefes se agacharon junto a mí y me abrazaron, de alguna forma sentí su cálido abrazo, y la culpa se fue desvaneciendo.

Entre sollozos limpié mis lágrimas y los confronté:

—lo logré.

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