ALMA INMORTAL - La Saga del E...

By DiannaMMarques

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Kate, una chica corriente de Nueva York, tras una aventura en Venecia con sus amigas y un suceso inesperado... More

1 - El viaje
2 - La fiesta
3 - Imprevisto
4 - El secreto
5 - Despedida
6 - Nueva vida
7 - Visita médica
8 - Buscando escarabajos
9 - Fuerza
10 - Conciencia
11 - Navidad
12 - Los amantes
13 - El nombre
14 - Preparativos
15 - De parto
16 - La casa
17 - La mudanza
18 - Conversión
19 - Siete días
20 - Vampiro
21 - Rutina
22 - Vínculo especial
23 - El pasado de Galatea
24 - Dhaphiro adulto
25 - Inseguridad
26 - Feromonas
27 - Sangre de canguro
28 - La espera
29 - Decepción
30 - Enfado
32 - La nueva alumna
33 - Andy
34 - Quince
35 - Galatea
36 - La invitación
37 - Besos
38 - Añoranza
39 - Apatía
40 - Los túneles secretos
41 - La búsqueda
42 - Preso
43 - La prueba
44 - El depósito
45 - El infiltrado
46 - Redada
47 - Reencuentro

31 - El club

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By DiannaMMarques

A pesar de las densas nubes que enmarañaban el cielo matutino de Londres, Jayden estaba lleno de felicidad y alegría en aquella mañana de lunes.

El haberse reconciliado con Emma, había sido una de las cosas más difíciles que había hecho en su vida, ya que el hecho de mostrarse herido y más vulnerable que de costumbre ante su madre y Galatea le había supuesto un gran esfuerzo. Sin embargo, la alegría y el posterior bienestar de saber que todo había vuelto a su lugar le hacían ver y sentir el mundo como un lugar mejor.

En el instituto, nada le hizo cambiar su buen humor y su sonrisa, que se negaba a desaparecer de su alegre rostro. Todo contribuía a aumentar su dicha, sobretodo por que Brian ya no suponía una amenaza para él. Se había centrado más en su nueva novia. Apenas se oían sus gritos y amenazas por los pasillos, y la mayoría de alumnos disfrutaba del nuevo ambiente.

Tras el recreo, Jayden se dispuso a disfrutar de una de sus asignaturas preferidas, matemáticas.

Aquel día, el profesor Stone tenía preparado para sus alumnos un examen sorpresa ya que, tras el decepcionante número de aprobados del pasado trimestre, quería espabilar a sus estudiantes para que no volvieran a suspender.

−Tenéis que responder cinco de los diez problemas que aparecen en la hoja. ¿Alguna pregunta?

Jayden cogió una copia del examen que le ofrecía la chica morena que se sentaba detrás de él.

−Eres Jayden, ¿verdad?

Él no pudo evitar sonrojarse al oír la aterciopelada y susurrante voz de la chica.

−Sí.

−Soy Rachel.

Jayden se limitó a sonreír tímidamente, ya que sabía de sobra su nombre. ¿Cómo no iba a saberse el nombre de una de las chicas más guapas de la clase?

−¿Me puedes dejar un lápiz?, no encuentro el mío.

Él se giró rápidamente y, tras rebuscar en su estuche, le entregó a Rachel un lápiz perfectamente afilado.

−Gracias.

−De nada.

Sin duda, aquel estaba siendo un buen día para él. Hasta las chicas de su clase empezaban a percatarse de su existencia, aunque sólo fuera para pedirle un favor.

En un intento de calmar su entusiasmo y concentrarse para el inesperado examen, decidió mirar por la diminuta ventana de la puerta de la clase y centrarse en la calma del pasillo.

De pronto, un rostro familiar de expresivos ojos de color miel se asomó y fijó su mirada sobre él.

El corazón de Jayden dio un vuelco, cambiando por completo su estado de ánimo.

El profesor James entró en el aula portando un sobre con documentos, que entregó al profesor Stone tras una breve disculpa por irrumpir en su clase.

Jayden estaba bloqueado y no podía apartar sus ojos de él. Sólo en el momento en que el profesor James le dedicó una fugaz sonrisa antes de salir, bajó la cabeza.

Con una breve mirada, aquel hombre podía helar la sangre de cualquiera. Sin duda, esa era una de las habilidades que Jayden quería aprender y, por ese motivo, se hizo prometer a sí mismo que, en cuanto terminaran las clases, lo primero que haría sería ir al despacho del profesor y apuntarse a su misterioso club de dhaphiros adolescentes.




La llamada de sus nudillos sobre la madera de la puerta no surgió efecto ninguno. Sin duda, el profesor James había salido de su despacho. Resignado, Jayden se apoyó contra la puerta y suspiró.

−¿Buscas al profesor?

Jayden recuperó la compostura inmediatamente y fijó sus grises ojos sobre el rostro de aquel desconocido muchacho.

−Sí, ¿sabes si ya se ha marchado? −Sintió como el joven escrutaba su rostro y sus facciones al mismo tiempo que él hacía lo propio con aquel desconocido.

−No, aún esta aquí.

−¿Dónde puedo encontrarle?

−¿Para qué le buscas?

La tensión se reflejaba en las palabras de ambos. Ninguno de los dos estaba dispuesto a decir una palabra de más.

−Tengo entendido que el profesor tiene un grupo de estudio.

El desconocido arqueó sus cejas, mientras un bufido se escapaba de entre sus labios.

−El profesor da clase al último curso, tú debes ser de primero.

−Soy un erudito en química, ¿vas a decirme dónde le puedo encontrar o vas a seguir con el interrogatorio?

Al joven pareció gustarle la recientemente adquirida osadía que demostraba tener Jayden y, tras dar un paso hacía él, y con gran disimulo, le olió discretamente el cabello. De manera automática, Jayden retrocedió ante la invasión de su espacio vital.

−Qué delgaducho eres para ser un dhaphiro.

Las palabras apenas fueron audibles, pero por suerte sus sentidos cada día estaban más desarrollados.

−Me llamo Steve, soy de tercero.

Los ojos de Jayden miraron desconfiados el rostro del desconocido, que se había transformado de hostil a amistoso en segundos.

−Soy Jayden.

−¿Vienes a apuntarte al...?, ¿cómo lo has llamado?, ah sí, grupo de estudio.

Jayden desconfiaba de aquel joven de cabello cobrizo que apenas acababa de conocer.

−Por eso busco al profesor.

−Robert esta en el Aula de Música, yo me disponía a ir para allá, ¿vienes?

Los ojos verdosos de Steve brillaban con algo que inquietaba en lo más profundo a Jayden.

Aquel chico tenía algo que no le gustaba.

−Te lo agradezco, pero esperaré a mañana.

−¿Seguro?

Jayden empezó a caminar y sonrió por puro compromiso a Steve por encima del hombro, mientras aceleraba su marcha.

−Seguro, gracias.

Steve musitó algo que él no pudo entender y se marchó en dirección opuesta.

No entendía qué había sido. Tal vez habían sido imaginacines suyas, pero aquel chico no le había dado buenas vibraciones. Algo en aquellos ojos verdes le había ahuyentado.

Tal vez no fuera buena idea apuntarse al club del profesor James.




El ruido de la puerta de la calle al cerrase hizo que tanto Emma como Kate detuvieran su acalorada discusión.

−¿Jayden?

−Hola, mamá.

Jayden colgó su abrigo en la percha de la entrada y, justo cuando se disponía a subir el primer peldaño de las escaleras, su madre reclamó su presencia:

−Jayden, ¿puedes venir?

Él se encaminó tranquilo hasta el salón, donde una angustiada Emma y una furiosa Kate le esperaban.

Aquello no era buena señal.

−Hola, Em. ¿Qué pasa, mamá?

−Toma asiento, jovencito.

El tono severo y la fría mirada de su madre, le indicaron que nada bueno podía surgir de aquel encuentro y, con un acto reflejo, buscó a Galatea, ya que ella era siempre su tabla de salvación ante las riñas de su madre.

−Ella no está. Hoy hay mucho trabajo en la tienda.

Jayden bajó la mirada, avergonzado. Odiaba cuando su madre parecía saber todo lo que se le pasaba por la cabeza.

−Ahora que os habéis reconciliado y volvéis a ser amigos, quiero haceros saber lo decepcionada que estoy con ambos con el tema de la sangre tabú. Es un asunto muy serio y está prohibida por nuestra ley.

−Kate, ya te he explicado que yo no tengo acceso a sangre tabú, fue tan sólo un cuento que me inventé para convencer a Jayden.

Kate empezó a pasearse delante de ellos como solía hacer cuando algo le preocupaba.

−Pero Jayden decidió tomarla. ¿Quién me dice a mí que, en un futuro, un traficante no se le acercará para venderle una sustancia prohibida y él aceptará?

−Mamá, yo nunca consumiría sangre tabú.

Los ojos de Kate destellearon como el hielo bajo el sol.

−Ya lo has hecho. Cuando te tomaste la sangre falsa pensabas que era verdadera y no dudaste ni un segundo.

Emma cogió discretamente la mano de Jayden para ayudarle a pasar el mal trago.

−Kate, fui yo quien le convenció. En un principio, Jayden se negaba.

−Mamá, sé lo peligroso que es y nunca tomaré sangre tabú. Te lo prometo.

Kate bajó sus defensas ante la mirada dulce e inocente de su hijo.

−Cariño, ahí fuera hay todo un mundo lleno de peligros y trampas para alguien tan joven como tú y sólo quiero asegurarme de que la educación que te he dado es suficientemente buena como para saber dónde están los límites de lo correcto y lo incorrecto.

−Lo sé, mamá. Te aseguro que no caeré en nada malo.

Kate sonrió dulcemente a Emma, mientras pasaba la mano por el rostro de Jayden en una tierna caricia.

−Eso era lo que quería oír. Sé que sois buenos chicos, pero debía asegurarme de que teníais las cosas claras. Ayer me quedé preocupada por todo este asunto de la sangre tabú.

Emma dedicó una mirada furiosa a Kate.

−¿Hace media hora que te estoy argumentando que yo jamás he consumido sustancias ilegales y tú, a pesar de saberlo y confiar en mí, me has estado interrogando y echándome la bronca?

−Lo siento, cariño. Era la única manera de obtener una respuesta sincera y de recordaros lo que es correcto.

Emma miró al cielo resignada.

−Tía Kate, bastaba con preguntarlo.

Jayden se acercó disimuladamente a Emma para susurrarle al oído:

−Es que disfruta riñéndonos.

−Jayden, te he oído.

−Mamá, es verdad.

Kate se inclinó sobre la cabeza de su hijo para besar su frente.

−Bueno, tal vez un poco, lo siento.

−Si sirve de algo, tía Kate, siento que te hayas preocupado por pensar que tenía acceso a ese tipo de sangre.

Kate sonrió amablemente.

−Tenemos suerte de tener unos hijos como vosotros.

De pronto, un portazo y unos pasos acelerados llamaron la atención de los tres, distrayéndolos de su conversación.

Galatea apareció en escena con el rostro un tanto alarmado y sosteniendo una carta entre sus manos.

−¿Qué pasa, Galatea?

−Un mensajero del Consejo nos ha remitido este aviso.

Bajo la inquieta mirada de Emma y Jayden, Galatea releía junto a Kate la carta que sostenía firmemente con las manos.

−Esto es muy serio.

−Sin duda, Kate −Su voz estaba llena de conmoción.

−¿Que pasa, mamá?

−El Consejo advierte a nuestra comunidad que los secuestros que se han llevado a cabo en Londres incumben también a nuestros jóvenes, ya que han desaparecido varios dhaphiros.

−¿Estamos en peligro?

La voz de Emma mostraba una calma aparente a pesar de la exaltación que recorría su interior.

−Únicamente es una advertencia pero, por el momento, será mejor que no deambuléis solos por ahí.

−¿Las chicas que han secuestrado eran dhaphiros?

Galatea tendió el comunicado a Jayden.

−De momento, no dan demasiadas explicaciones.

Kate y Galatea se miraron alarmadas.

"Esto empieza a ser grave".

"Por ahora, es sólo una advertencia, Kate. No te preocupes, seguro que en un par de días nos remiten otra carta explicando que la situación está bajó control".

Kate tomó de la mano a Galatea, mientras se aseguraba de que Emma y Jayden estaban distraídos con el comunicado y no podían percibir la preocupación en ellas.

"¿Y si no se soluciona?"

"Protegeremos a Jayden y no le pasará nada malo, como hemos hecho siempre, no te asustes"

La cabeza de Kate se recostó sobre el hombro de Galatea en un gesto de intimidad.

"No se que haría sin ti. Te quiero".

Galatea posó sus labios sobre la frente de Kate y la besó suavemente.

"Yo también te quiero".

Para cuando Emma y Jayden habían terminado de leer y releer el comunicado del Consejo, ellas habían adoptado una expresión de lo más despreocupada para que los más jóvenes no temieran por nada.

−Emma, será mejor que vayas para casa. Si tus padres han recibido ya esta carta estarán deseando tenerte bajo su techo, sana y salva.

Emma se levantó obediente y, tras despedirse silenciosamente, abandonó la casa.

Kate recuperó la carta del Consejo sin mostrar signos de preocupación y empezó a entablar una conversación de lo más trivial con Galatea, para que Jayden no se asustara.

Y surgió efecto.

Al no saber como encajar la noticia, él se dejó llevar por el buen humor que flotaba en el ambiente y se encerró en su habitación para hacer sus deberes, sin más preocupaciones que las propias de un adolescente de catorce años.

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