Ya estaba acostumbrado a ser así. Crecí con ello, con esa amarga carga atada por la presión y el orgullo con dos perfectos nudos. Sabía que podía desatar el del orgullo, pero es que realmente no quería. Era una parte de mí. Por otra parte, el nudo de la presión no lo podía deshacer yo. Solo lo podían deshacer el tiempo y el lugar.
Todos creían que me parecía a mi madre, pero por dentro yo quería ser como mi padre, ese hombre honorable.
Y mi verdadera personalidad quedó aplastada bajo aquella gran masa de plástico. Quedó encerrada dentro de las articulaciones falsas de un muñeco. Un muñeco tan feo que nadie lo amaba, a pesar de que fue creado para que le amasen.
Tal vez, simplemente el constructor no sabía hacer muñecos.