Una Caja Musical me Llevo a Ti

Bởi cameelacc

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En una época donde el mundo era gobernado por reyes, nació en una familia noble una hermosa niña llamada Lau... Xem Thêm

Capítulo N° 1
Capítulo N° 2
Capítulo N° 3
Capítulo N° 4
Capítulo N° 5
Capítulo N° 6
Capítulo N° 7
Capítulo N° 9
Capítulo Nº 10
Capítulo Nº 11
Capítulo Nº 12
Capítulo Nº 13
Capítulo Nº 14
Capítulo N° 15
Capítulo N° 16
Capítulo N° 17
Capítulo N° 18
Capítulo N° 19
Capítulo Nº 20
Capítulo N° 21
Capítulo N° 22
Capítulo Final
Capítulo N° 23
Capítulo N° 24
Capítulo N° 25
Capítulo N° 26
Capítulo N° 27
Capítulo Nº 28
Capítulo N° 29
Capítulo N° 30
Capítulo Nº 31
Capítulo N° 32
Capítulo N° 33
Capítulo N° 34
Capítulo Nº 35
Capítulo Nº 36
NOTA
Capítulo N° 37
Capítulo N° 38
Capítulo N° 39
Capítulo N° 40
Capítulo N° 41
Capítulo N° 42
NOTA
Capítulo Nº 43
Capítulo N° 44
Capítulo N° 45
Nota
NOTA II
Capítulo Nº 46
Capítulo Nº 47
Capítulo Nº 48
Capítulo N° 49
Capítulo Nº 50
Capítulo Nº 51
Capítulo Nº 52
Capítulo Nº 53
Capítulo Nº 54
Capítulo Final
Gratitude

Capítulo N° 8

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Bởi cameelacc

   Dieciséis    

Fue ese escurridizo ratón de nuevo. Ese ratón de alguna manera había evadido su captura durante semanas frustrando las diferentes trampas que habían a la vista. La única evidencia, de hecho, que comprobaban que había un ratón en la despensa, fueron los pequeños agujeros en las bolsas de granos y migajas de pan que estaban por todas partes. Nadie lo había visto, pero todos los criados sabían que estaba ahí.

El jefe de cocina no aprobaba el hecho de que estaban tardando tanto en eliminar las raíces de la plaga. Trajo hasta a un gato para capturar al famoso ratón, compró las trampas más costosas y complejas, el más potente de los venenos hasta una noche, se quedo despierto tratando de escuchar los pequeños ruidos que hacía el animalito contra el mármol. Por desgracia, no había logrado agarrarle aun y día tras día, se ponía furioso y más impaciente.

Cocinero: Le pagaré al hombre o a la mujer que traiga esa criatura vivo o muerto - Gritó, golpeando un saco de monedas una mañana. Los sirvientes estaban apenas acabando el desayuno cuando salió tintineando en su mano, una pequeña bolsa que estaba dentro de la más grande, donde traía algunos granitos de oro.

Había un pequeño agujero en una esquina de la despensa, evidentemente eran la madriguera del ratón, el hombre giró su cabeza de lado a lado esparciendo sobre la mesa, los pequeños granitos de oro que llevaba en la bolsa. Su cara estaba roja como una remolacha por la rabia que tenía hacia el animalito. En momentos, toda la sala estalló en emoción. Los sirvientes comieron su comida lo más rápido posible y se sumergieron en la despensa a buscar pistas que les llevaran a localizar el paradero del roedor.

Hombres y mujeres llenaron la cocina, rastreando huellas y excrementos que parecían desvanecerse en la pared.

Sólo una chica se sentó en silencio y había terminado su desayuno con mucha calma. Camila observó la actividad de lo que acontecía frente a ella y con los ojos puestos en la bolsa de oro. Terminó de comer su avena, sus ojos se dirigieron a un pequeño rincón, oculto detrás de un pedestal. Ella sabía lo que perfectamente había detrás de él, un agujero apenas del ancho de tres dedos que albergaba un animal dormido. Guardó silencio y esperó.

No fue hasta su habitación, solo esperó que todo estuviera mas en calma y despejado. Al cabo de media hora, Camila volvió al comedor de los criados. Miró a su alrededor para asegurarse de que nadie estuviera mirando, especialmente el Jefe de los cocineros. Todos estaban ocupados con los preparativos para el gran baile de la noche. En una mano, sostenía una pequeña caja de madera, la cual puso sobre la mesa una vez que entró. Se arrodilló en el piso y colocó el pedestal a un lado

Camila: Psst...Psst... ratoncito... - Susurró mientras colocaba sus manos en "V" entre el piso y la pequeña madriguera. Tomó un poco de migajas de pan que llevaba en su delantal para que el animal asomara su cabeza. Éste, reconoció rápidamente su olor y se metió en sus manos. Lo levantó hasta su cara.

Camila: Has sido muy malo. Te dije que no a asaltaras la despensa! Te alimento lo suficiente, ¿no? - dijo. El ratón olfateaba a su alrededor, esperando algo de comida. Camila, colocó una mano en sus caderas y frunció el ceño

Camila: Has sido muy malo. Todo el mundo te está buscando - El ratón chirriaba en respuesta.

Camila: Mira, nunca te entregaría ni por un saco de oro, pero tienes que aprender modales! - dijo mientras caminaba hacia la mesa, se sentaba y abría la caja - No me gusta hacer esto, pero es la única manera en que puedo mantenerte a salvo - abrió la caja y puso el ratón dentro. La parte superior de la tapa estaba llena de agujeros, hechos a mano, utilizando un martillo y un clavo para que el ratón pudiera respirar fácilmente. Cerró la parte superior de la caja y escuchaba al roedor deslizarse en el interior. Más tarde, soltaría al ratón en el jardín, con suerte, él encontraría un nuevo hogar.

Se levantó de la mesa y ocultó la caja detrás de los bultos de patatas que habían en el armario. Nadie miraría allí, el cocinero había conseguido todo lo que necesitaba para ese día y ya nadie iba a volver. Estaban todos demasiado ocupados

- Qué tienes ahí? - Camila se sobresaltó y se dió la vuelta. Parado en la puerta de la cocina, estaba un chico alto, de piel Bronceado por el sol, sonriente y no mayor que ella

Camila: Austin!! - Exclamó - Qué haces aquí?

Austin: Yo pregunté primero - Dijo, inclinándose casualmente contra el marco de la puerta.

Camila miró a su alrededor y agarró unas patatas del saco

Camila: El cocinero quería que picara algunas de éstas - Ella dijo. Austin suspiró entrecerrando los ojos como de quien no se come el cuento y quiso agarrar el saco completo de patatas pero Camila le bloqueó el camino mientras sonreía nerviosamente

Camila: Ya conteste tú pregunta, ahora contesta tú la mía - el chico se encogió de hombros por la pregunta

Austin: Vine a robar algo de comida para poder comer.

- Camila frunció el ceño. Austin tenía la costumbre de meterse en problemas. Desde que había puesto los ojos en él, no había hecho nada más que causar solo problemas. Hoy no parecía ser una excepción, aunque cada uno de ellos iba de mal en peor

Camila: Bueno, creo que voy a necesitar unas cuantas mas - dijo  aun sosteniendo las patatas en sus manos bloqueando el camino. Austin levantó una ceja y sólo agarró una manzana que estaba sobre una cesta. Él había desarrollado una curiosidad hacia Camila desde que ésta había montado aquel caballo mejor de lo que muchos lo hubieran hecho.

La chica tenía un don natural hacia los animales. Él con ojos lascivos, miraba las piernas de Camila haciendo que ésta se ruborizara un poco al notar su mirada, apartándose del armario cerrando la puerta detrás de ella

Austin: Hey!! - dijo al abrirlo. Camila le dió una mirada con enojo sobre su hombro.

Boris: Quería hacerlo... ahí estás tú, sin vergüenza! ¿Cómo te atreves a huir? Y qué es lo que tienes en tu mano? - irrumpió en ese momento entrando muy molesto a la cocina mientras Camila pasaba por su lado dejando la habitación. Austin palideció y literalmente se lanzó por la ventana - Ven aquí! - Camila sonrió para si misma cuando escuchó los gritos de súplica de Austin mientras Boris lo perseguía.

Salió de sus pensamientos ya que tenía que ayudar a preparar todo para esta noche. Después de todo, esta noche era una ocasión muy especial. Esta noche era la noche.

La mejor orquesta en toda la nación tocaría la música, la comida y el vino eran importados de los mejores lugares en la tierra. Docenas de regalos hacían la decoración en el lado más cercano a las escaleras, y desbordando comida estaban las mesas. Unas cien personas charlaban animadamente, sobre todo como iba avanzando la fiesta. El Príncipe Julian entretuvo a los invitados junto a su padre aunque él no era el anfitrión. Sobre todo caminaba alrededor, sonriendo con torpeza a las muchas damas que pasaban a su lado con su vulgar risa y a los hombres jóvenes con los que trataba de entablar una conversación sobre política, intervenía apenas con desgano. Ahora era más guapo y alto que su padre. Claro que su padre nunca había sido un hombre tan alto, pero ya había logrado sobrepasar la altura del Rey y erguido sobre sus pies, estaba parado allí delante de los invitados haciendo notar su nobleza y atónita belleza masculina con la que ya se había desarrollado - Acaso no es tan  guapo? - comentaban soñadoramente las chicas  que lo saludaban tímidamente. Él sonreía y las saludaba respetuosamente. Dejó escapar un suspiro y miró a su alrededor

Julian: Cuánto tiempo tenemos que estar aquí? - el príncipe susurró al oído de su padre

Rey: Sé respetuoso. Conoces a la familia Jauregui y hemos sido amigos desde que eras un bebé. Tengo que recordarte que... - sin terminar aquella frase...

Julian: que me salvó la vida, sí, padre - respondió y se puso de pie otra vez. Miró a través de la multitud y retuvo un bostezo. No sabía por qué venían a esta fiesta cada año. Igual siempre su padre estaba siempre al contacto con el Duque Jauregui retribuyéndole de alguna manera, aquella hazaña que hace mucho tiempo había hecho por él.
Caminó un poco por el salón posando sus ojos sobre la joven hija de la familia Katin. Cada año estaba allí presente en aquellas fiestas y juraba que con el pasar del tiempo, aquella muchachita de cabello rojo como el fuego y de altivos ojos verde-grices; crecía más hermosa. La joven señorita Elena Katina, no provenía de una familia particularmente rica o prominente y ésta era la razón por la cual el príncipe nunca había ido a por ella.

Julian: Buenas tardes señorita - dijo mientras llegaba a su lado.

Elena al mirarlo, escondió parte de su cabello por detrás de su oreja para luego brindarle un correcto saludo. Había algo en ella que a Julian le llamaba ligeramente la atención, pero debido a su título, nunca se acercó a ella. Y ahí estaba otra vez, parada junto a la ponchera, mirándolo tímidamente. Él le mostró una sonrisa y ella se sonrojó para luego retirarse

Rey: Julian, estás escuchando? - El exigió. Julian agachó la mirada

Julian: Mis disculpas, he tenido una noche algo ajetreada - respondió.

Su padre que estaba delante de él, le hablaba sobre cómo habían surgido los problemas en algunas de las tierra y el malestar que había entre la gente más pobre de las localidades, pero Julian no podía sacarse de la mente a la bella señorita Elena Katina.  

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