Ni tan bella ni tan bestia ©

By LunnaDF

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Leonardo acaba de descubrir algo muy importante, algo que ha cambiado su esencia y todo lo que él creía corre... More

Dedicatoria
Prólogo
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Epílogo
Aclaraciones

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By LunnaDF

Beatriz observó su reloj, era tarde y Leo no había regresado. Su corazón empezó a preocuparse y Esme lo notó enseguida.

—¿Quieres que vaya a buscarlo? —preguntó y Beatriz la miró con ternura.

—¿Sabes dónde está? —inquirió y la muchacha asintió.

—Creo que sí —sonrió.

—Solo cerciórate de que esté bien, Esme. Yo iré a casa, llevaré a Ramiro a descansar.

—Está bien, Bea —añadió Esme y se levantó, la mujer la detuvo tomándola de la mano.

—Te ama mucho, ¿lo sabes? —inquirió y Esme asintió de nuevo.

—Yo también, aunque ahora él lo dude —sonrió y Bea asintió con ternura.

Esme caminó en silencio hasta la playa y observó que el barco no estaba en el lugar de siempre, pensó que Leo lo había sacado, pero entonces recordó que era el día en que Héctor navegaba. Observó a los alrededores y lo vio sentado en el borde del muelle. Se acercó en silencio y se detuvo justo cuando estaba detrás de él, Leo la sintió de inmediato.

—Nada ni nadie es lo que parece... —dijo el muchacho y eso fue suficiente para que ella se sentara a su lado.

—No... Suele suceder. Lo que vemos de las otras personas es nada más que la punta del iceberg... por dentro hay todo un mundo que no conocemos jamás...

—Tú me conoces mejor que nadie... —respondió él mirándola y Esme se dio cuenta de lo mucho que había llorado—. Dejé que ingresaras a mi mundo y no te importó.

—¿Por qué dices que no me importó? —inquirió ella con tristeza.

—Me duele saber que no fui suficiente para ti, Esme. Digas lo que digas no puedo entenderlo de otra manera, no sé cómo procesar el hecho de que te resulte tan sencillo haberme sacado de tu vida. Estaba enfadado porque pensé que habías sido tan egoísta conmigo... y ahora pienso que yo he sido tan egoísta con ellos. Tú me lo habías dicho, me dijiste que la escuchara... Traté tan mal a Ramiro...

—Todos somos egoístas, Leo... Es la naturaleza humana, supongo...

—Pero ella no lo fue, me salvó... Soraya me salvó de una vida miserable a pesar de sufrir por dejarme ir. Mi madre, Leticia, hizo lo mismo. ¿Qué clase de amor tan grande es el que deja libre lo que más ama?

—¿Has leído el principito?

—Sí —respondió él.

—¿Recuerdas la conversación entre la rosa y El Principito sobre la diferencia entre querer y amar? —inquirió Esme y Leo negó—. Léelo esta noche antes de dormir —sonrió ella y él asintió—. Básicamente dice que querer es apegarse al otro, buscar poseerlo, pero amar es desarle el bien por encima de uno mismo. Pienso que la mayoría necesitamos querer para afirmar nuestro propio ego y tememos amar, porque amar no siempre implica ese final feliz que todos esperamos.

—Puede que tengas razón. Quizá sea yo el egoísta en todo esto, al estar enfadado contigo por haberme dejado, al no entender lo que tú necesitas...

—No importa eso, Leo... Ahora lo que importa es que has descubierto la pieza que te faltaba, eso que te hacía sentir vacío, sin rumbo, sin lugar en el mundo. Ahora tienes tu verdad completa, ¿te hace sentir mejor? —inquirió la muchacha animándose a tomarlo de la mano.

—No lo sé. Todo ha sucedido muy rápido, hoy he pasado por un millón de estados de ánimo distintos —sonrió—. Primero me enfadé, porque no supe antes la verdad, porque no tuve tiempo para ellos antes, porque no los escuché y los maltraté... luego lloré mucho, por lo que tuvieron que haber vivido, por el sacrificio que hicieron. Me sentí agradecido por la familia que me regalaron, por mi infancia, por mis padres... y ahora solo me siento relajado, como las aguas del mar, como si flotara sobre ellas y el mundo se hubiera detenido a mi alrededor. No siento nada... solo calma...

—Eso es bueno —añadió Esme—. Pienso que estás en paz.

—Puede ser... —sonrió él.

—Ahora ya no importa el pasado, Leo, sino el futuro. De ahora en más debes mirar hacia adelante y ser quien quieras ser. No importa tu sangre, tus raíces, quienes son tus padres adoptivos o biológicos, importas tú y lo que quieras hacer contigo mismo... Tú eliges quién eres, Leo.

—Eso suena bien...

—Tu madre está preocupada, ¿irás a dormir a tu casa esta noche? —inquirió.

—Iré... y mañana mismo saldré a navegar, Esme. Creo que Soraya ya está bien y Héctor está probando el bote, le pregunté si podíamos adelantar el viaje y se mostró entusiasmado...

—El tiempo fuera te hará bien, yo me ocuparé de todo aquí —respondió Esme con una sonrisa dulce.

—¿Y tú? ¿Qué harás el año que entra? —Quiso saber.

—Iré a estudiar fuera, estoy tramitando la beca —sonrió.

Leo asintió y suspiró.

—Así que esto es como se siente el amor... —añadió—. El verdadero amor...

—¿De qué hablas? —preguntó Esme recostándose entonces por su hombro.

—De soltarte, de dejarte ir, aunque me duela —respondió con melancolía.

—No me iré a ningún lado mientras siga en tu corazón, Leo...

—¿Cómo la rosa del Principito? —sonrió el chico y ella asintió.

No se dijeron más, se quedaron allí sentados, recostados el uno por el otro hasta que la noche se hizo profunda y fría. Entonces, Leo acompañó a Esme hasta su casa y antes de dejarla la abrazó con fuerza.

—Odio las despedidas —murmuró en el abrazo.

—Yo también las odio, pero no puedo despedirme de alguien que amo, seguirás en mí siempre, Leo, aunque no estés a mi lado físicamente... ¿Crees en esa clase de amor?

—Supongo que después de hoy, puedo creerlo —sonrió mientras dejaba un tierno beso en su mejilla.

—Navega todos los mares que necesites navegar hasta llegar a ese Leo que quieres ser, prométemelo —sonrió la muchacha con tristeza—. Ese que yo sé que está aquí —dijo y señaló su pecho.

—Tú siempre creíste en mí —añadió Leo mirándola con dulzura—, tú eres la Bella que creyó en la Bestia cuando todos huyeron de él. Quiero que tú navegues en tu corazón hasta que puedas ver a la bella mujer que amo...

—Lo haré... Gracias por despertar mi belleza —dijo Esme conteniendo las lágrimas—. Te extraño mucho, y sé que te extrañaré mucho más, Leo, pero también sé que ambos tenemos que transitar nuestros caminos en este momento.

—Lo sé, solo me pregunto si nos encontraremos de nuevo... ¿No te preguntas eso? —Ella asintió—. Esto se siente como una horrible despedida...

—Ya te dije, no puedes despedirte de alguien que no ha salido de tu mente ni de tu corazón, Leo... Mientras me tengas allí, estaremos bien —prometió Esme.

—¿Tú me tienes allí?

—¿De verdad lo dudas? —inquirió la muchacha y miró a los ojos al chico al que amaba. Se acercó para besarlo con todo lo que tenía dentro en ese momento, amor, melancolía, lágrimas, miedos, tristeza, esperanza y dolor.

Leo le correspondió el beso y luego la dejó allí, de pie entre sus rosas, aquellas que tanto amaba y cultivaba. Cuando llegó a su casa buscó en Google sobre lo que decía en El Principito sobre la diferencia entre querer y amar. Cuando lo releyó varias veces entendió que su amor por Esme era real y mucho más fuerte que los caminos que en ese momento los separaban, se prometió a sí mismo volver a encontrarla, porque ella era su rosa, la única que a él le importaba.

Tomó su celular y le mandó un mensaje.

«Te amo».

Esa noche, Leo le contó a su madre sobre lo que había sucedido, las decisiones que había tomado y que iría a navegar al día siguiente. Le pidió que cuidara de Soraya y Ramiro, y que le diera la carta que él escribiría esa noche para su abuela. Bea aceptó y abrazó a su hijo con orgullo.

—Quiero que sepas que estoy orgullosa del hombre en el que te estás convirtiendo —dijo su madre con cariño.

—No sería nada sin ustedes —sonrió él besando a su madre en la frente—. Arreglaré todo lo que tengo que arreglar y volveré, mamá. Por primera vez en mucho tiempo no quiero irme, sino volver, volver a mi esencia, a mi ser, a la gente que amo... y quedarme —añadió—. Es un poco irónico que todo el año quise que llegara este momento para irme y ahora solo espero regresar pronto...

—Disfruta estos días, Leo, y luego vuelve a donde esté tu corazón —dijo Bea sonriendo.

Por la mañana siguiente y luego de haberle dejado a su madre la carta para Soraya, salió con Héctor en la búsqueda de sí mismo. Bea llegó al hospital y encontró a Esme sentada al lado de Ramiro, este dormitaba en su hombro y la mujer sonrió ante la imagen. Ramiro había salido temprano, incluso antes de que ella se despertara.

—¿Se fue? —inquirió la chica.

—Así es —sonrió Bea y Esme solo asintió. Bea esperó que le dieran permiso para ingresar a la habitación de Soraya y una vez que lo hizo, sin decirle nada se sentó a su lado y le leyó la carta.

«Querida abuela:

Discúlpame por dejarte así ayer, no pude procesar de golpe tanta información.

No tengo mucho qué decir salvo un enorme «gracias». Gracias por enseñarme que el amor verdadero mira más allá de uno mismo y sus propias necesidades para buscar el bien del otro. Gracias por regalarme una vida feliz junto a mi familia, una llena de oportunidades, de risas, de alegrías. Gracias por amarme de esa manera.

Me voy por un tiempo, no porque esté huyendo —como en un principio deseé hacer—, sino porque necesito organizar todo lo que ahora sé de quién en realidad soy para forjar ese hombre que quiero llegar a ser. Volveré, lo prometo, y cuando lo haga nos conoceremos mejor. Tú, Ramiro, mi madre Bea y yo, seremos una gran familia.

Recupérate pronto,

Leo»

Cuando terminó de leer aquello, ambas estaban llorando. Bea tomó de la mano a Soraya y le sonrió.

—Usted me ha hecho la mujer más feliz del mundo al compartir conmigo a Leo —dijo y Soraya solo asintió—. Ahora debe ponerse bien pronto porque tienen que pasar mucho tiempo juntos.

—Mi corazón no se equivocó al verte cargar a mi niño, sabía que serías una excelente madre para él —sonrió la mujer.

Y la vida, que no espera a nada ni a nadie, siguió su rumbo.

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