Historia de un nefilim

By dcuencam

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Un Nefilim es un ser nacido de una mujer humana y un ángel. Esta historia cuenta la vida de Alina, un nefilim... More

Capitulo 1. La llegada
Capitulo 2. El pasado de Marco
Capitulo 3. La pequeña sofia
Capitulo 4. Removiendo en el pasado
Capitulo 5. Miradas furtivas
Capitulo 6. El beso (2ª parte)
Capitulo 7. La Encerrona
Capitulo 8. ¿Quien eres?
capitulo 9. Puedes confiar en mi
Capitulo 10. La extraña sombra

Capitulo 6. El beso (1ª parte)

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By dcuencam

La nefilim fue a la librería varias horas antes de que tuviera que abrirla. Marco le había dejado la llave para que se fuera acostumbrando al lugar. Paseo por las estanterías cogiendo libros de aquí y allí, estaba en la sección de psicología cuando leyó algunos títulos que le llamaron la atención. Se sentó en el suelo con la espalda apoyada en la pared, a su lado una pequeña montaña con los libros elegidos esperaban ser leídos. Pasaba las páginas a gran velocidad, cualquiera que la viera pensaría que no lo leía, que solo pasaba las páginas. Al cabo de una hora ya había leído y comprendido  cuatro libros. Pasaba el tiempo y el montón de libros leídos se iba haciendo más grande. Cada poco se levantaba se estiraba y si sus ojos se posaban sobre un título interesante lo cogía. Cuando Samuel llego para abrir la tiende sobre las nueve y media de la mañana, la joven tenía  a su alrededor más de veinte libros.

— ¿Qué haces?— pregunto el moreno.

—Leyendo un poco

— ¿Has leído todos esos libros?—preguntó con escepticismo.

—No me ha dado tiempo de leerlos todos, pero la mayoría sí.

—Estas bromeando ¿no? Es imposible que te allá dado tiempo de leer todos esos libros, ni en una semana te daría tiempo.

La nefilim asustada de que pudieran descubrirla, fingió una sonrisa y empezó a reírse.

—La mayoría los leí hace tiempo, solo les di una pasada para recordar mis partes favoritas. De verdad creías que los habría leído en un par de horas— seguía riéndose muy nerviosa— leo rápido pero no tanto. Se levantó y recogió los libros para devolverlos a sus estanterías. Samuel la ayudaba sin poder evitar mirarla, era una chica muy rara.

Pasaron la mañana atendiendo a los clientes. Todos los que entraban en la librería tenían que ver con la chica nueva. Empezaba a sentirse incomoda de tanto repetir la misma historia.

— ¿Y tú quién eres? —preguntaban todos. Siempre era la misma pregunta.

—Me llamo Alina y soy la ahijada de Marco. He venido a pasar una temporada con él para ayudarle con la tienda, la casa y con Sofía. Ya sabe cómo son estas cosas–. Repetía una y otra vez. Las señoras mayores alababan lo buena moza que era, por venir a ayudar al viejo en sus labores y le pellizcaban los cachetes como se hace a los bebes. Cada vez que hacían esto Alina veía como el joven dependiente se reía a su costa.

—Tendrás que acostumbrarte. Esa es la forma de saludar que tienen las abuelas—le había dicho Samuel cuando ella se quejó de que llevaba todo el día atendiendo y recibiendo las palabras y ánimos de los clientes. —Eres la novedad y todos querrán conocerte y saber de ti, seguro que ya se ha corrido la voz de lo guapa y simpática que eres. Todos querrán comprobarlo por ellos mismos.

Por fin llegó la hora de cerrar, la muchacha no veía la hora de llegar a la casa de Marco para darse un baño y poder acostarse. Antes de que pudiera coger el camino que la llevaría hasta la casa de las afueras, Samuel la cogió del brazo.

— ¿A dónde vas? Todavía es pronto son las seis de la tarde, es temprano para ir a casa. Además Marco me encomendó que te enseñara el pueblo y los sitios donde solemos ir los jóvenes.

—Pero estoy cansada, solo quiero descansar—. Suplico la joven. Aun así Samuel siguió tirando de ella, mientras ella se resistía. En uno de esos tira y afloja, Alina tropezó en el momento que tiraban de ella y quedo abrazada al muchacho. Se miraron el uno al otro y en un impulso Samuel la beso. Fue un beso tierno, lleno de cariño. La joven estaba disfrutando, hacia siglos que nadie la besaba, al pensar en eso recordó lo que había pasado la última vez. Se separó del moreno y lo abofeteo. El muchacho sorprendido por la reacción que había tenido la nefilim, no pudo evitar que ella saliera corriendo.

Alina no paro de correr hasta llegar a la enorme casa. Entro a su habitación y de un portazo cerró la puerta. Acostada sobre la cama no paraba de repasar lo que había ocurrido veinte minutos antes. Sofía que la había visto llegar muy alterada, se acercó a su dormitorio con la excusa de que le ayudara a hacer los deberes. No pregunto qué le pasaba, pues no quería entrometerse. Empezó explicándole que tenía que hacer un resume sobre los personajes más  relevantes de la historia. Ella había decidido centrarse en los antiguos dioses, pensaba que al tener a Alina en casa sería un trabajo fácil. Ella era de una época muy antigua, por lo que conocería las historias de primera mano. Alina acepto, confiando en que si mantenía la mente ocupada en otra cosa no pensaría en el muchacho moreno.

—No sé si seré de gran ayuda— le había contestado la nefilim. —la historia no fue tal y como la cuentan en vuestros libros. Nunca hubo dioses ni divinidades. Lo que vosotros conocéis como los dioses del olimpo no eran más que ángeles y arcángeles. Y los semidioses no eran más que nefilims. Antiguamente, no se ocultaban a los ojos del hombre. Eran venerados y  temidos. Al ser omnipotentes y tener grandes dones, los humanos los llamaron dioses, pero no eran tal cosa. Muchas historias y leyendas son inventadas por los propios humanos. Los arcángeles no castigaban a la humanidad, pero estos los culpaban si tenían mala suerte. Si no conseguían sus propósitos decían que cierto dios lo castigaba por sus actos o pensamientos, los arcángeles no hicieron nada para sacarles de su error. Se habían dado cuenta de que por temor a ellos intentaban hacer lo correcto, sin herir a los demás. Pero siempre había excepciones.

En esos momentos al otro lado del pueblo Samuel se dirigia a su segundo trabajo en el pub del pueblo, centro de reunión de la juventud que vivía allí y algunos estudiantes de la universidad que estaba a solo un par de kilómetros. Samuel no dejaba de dar vueltas en su cabeza a lo que había ocurrido. ¿Que había hecho?, no sabía por qué la había besado. Era cierto que cuando cayó en sus brazos y la vio de cerca, pensó que sus labios se veían suaves, delicados y dulces. Y lo eran, lo había comprobado, pero qué pensaría ella de él. Debía disculparse pero no se atrevía a ir a su casa, quien sabe lo que le diría Marco si se enteraba de lo sucedido. Decidió dejar la conversación pendiente para cuando estuvieran en la tienda. Debía pensar en la mejor manera de empezar a hablarle y disculparse. Eso nunca le había pasado, se controlaba bastante bien. Trabajando tras la barra del pub se le habían insinuado muchas chicas y nunca se había lanzado a besarlas como había hecho con Alina.

                                                                  ***

La nefilim se encontraba en su habitación, descansaba agitadamente otra vez. En esta ocasión recordando la vida y el amor que había perdido hacía ya muchos siglos.

"Debía ir a la tierra para ser la consejera del futuro rey de un feudo muy importante. Se había presentado como la hija de un importante noble y la habían aceptado. El castillo en el que vivía Henry, el próximo rey  era grande, estaba sobre una colina y tenía a muchos sirvientes para atender las necesidades de sus habitantes. Llevaba una semana bajo las órdenes de Henry y había descubierto ciertos sentimientos hacia él. Al principio pensó que era algo normal, le habían explicado que los ángeles amaban a la humanidad y por eso los cuidaban y guiaban por el camino correcto, sufrían con su sufrimiento, por lo que intentaban evitarles cualquier clase de dolor.

 Un día mientras Henry la enseñaba a montar a caballo, se quedó hipnotizada viéndolo cabalgar. El viento agitaba su pelo dorado como el oro, su cuerpo fuerte y varonil subía y bajaba acorde con los movimientos del animal. Al no estar pendiente del camino que seguía su caballo Alina se golpeó con una rama y cayó al suelo. En seguida Henry fue donde estaba ella tirada y la ayudo a levantarse, ella miraba sus ojos verdes, perdiéndose en ellos. En ese momento comprendió que lo amaba, no como un ángel a un humano, sino como una mujer ama a un hombre.

Paso un tiempo esquivándolo, no podía enamorarse de él, lo tenía prohibido. El debía casarse con otra mujer, y ella no podía hacer nada al respecto. Pensó incluso en abandonar aquella misión, podían encomendársela a otro ángel o nefilim. Pero no quería decepcionar a los arcángeles, sobre todo a Gabriel. El había apostado mucho por ella, continuamente dedicaba tiempo a estar con ella. Por fin se armó de valor y tomo la decisión de quedarse a acabar lo que se le había encomendado, guardaría sus sentimientos en un recóndito lugar de su ser, en donde no pudieran salir.

Los días en el castillo eran difíciles de sobre llevar para ella, por un lado debía aconsejar a Henry y pasar tiempo con él. Y por otro, Lord Pendelton y el Conde Phillip intentaban persuadir al futuro rey de que se casara. Pretendían forzar una guerra, y con ella sumir al país en el caos, para así explotar sus tierras a su benefició propio sin darle cuentas al rey. Tenían el respaldo de algunos caballeros, mientras que para otros aquello era traición y no estaban dispuestos a ello.

El castillo estaba dividido en dos facciones, por un lado los estaban conspirando a espaldas de Henry, y por otro los que lo apoyaban fervientemente en su decisión de tomar como esposa a la hija de aquel que había matado al antiguo rey.

Más que nunca Alina debía estar junto a Henry, tenía que convencerlo de que casarse con una extraña no estaba tan mal. Tenía que pensar en sus súbditos y hacerlo por el bien de su reino. Pasaban horas hablando en la recamara de él. Un día Alina se atrevió a preguntarle por qué no quería casarse.

—No es que no quiera casarme—le había contestado Henry. —Deseo hacerlo algún día, pero contigo.

La nefilim se quedó estupefacta, no dejaba de mirarlo, pero no podía emitir palabra.

— ¿Es que no ves que te amo? Me lastima no verte, no poder tenerte cerca—mientras le hablaba se había ido acercando a la joven. Cogió su mano y le dio un dulce beso— Haría lo que fuera por tenerte entre mis brazos y que susurraras mi nombre. —Sin previo aviso la beso delicadamente en los labios.

Aquellos sentimientos que Alina había guardado celosamente  en su interior, salieron de golpe cuando la beso. Rodeo a su amado con los brazos, mientras le caían lágrimas de los ojos.

¿Que iba a hacer ahora?

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