El Reflejo de Mí Mismo

By SelenaftCamren

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"Te puse un nombre porque no tenías la voz para ponértelo tú mismo. Ahora que encontraste tu voz es para que... More

Dedicatoria
Prefacio
Nota
Prólogo
Uno

Dos

346 55 17
By SelenaftCamren

Las gotas de lluvia chocaban contra la ventana entreabierta y el frío se colaba por el alféizar de la habitación. Un viento hizo que las cortinas revolotearan y Camila dio un salto en su cama, se levantó a cerrar la ventana y después se volvió a acomodar entre las sábanas. Tomó su laptop y continuó con su búsqueda de internet sobre los costos que tenía la transición que necesitaba para poder estar en su cuerpo real por fin.

"(...) En Pensilvania, el Philadelphia Center for Transgender Surgery publica costos aproximados para distintos procedimientos. Su lista de precios menciona aproximados de 140.450 dólares para hacer la transición de hombre a mujer, y 124.400 dólares para hacer la transición de mujer a hombre. Ésta lista, a diferencia de muchas otras, incluye los posibles costos para cosas como anestesia, estadías en hospitales y cada una de las posibles cirugías que alguien que está haciendo la transición de un género a otro podría querer o requerir. Sin embargo, estas cifras se basan en un centro de cirugías, y cambiarán dependiendo de los factores como el seguro, el hospital al que asisten o si alguien usa un centro de cirugías del todo distinto."

Suspiró y después dejó la laptop a un lado, era cierto que Camila quería continuar con todo aquello pero también era exhaustante lo que conllevaba.

Había pasado un mes de que le había confesado a su familia acerca de ser un chico transgénero, y hacía unas semanas que su padre se había ido de su casa porque no apoyaba la idea de que su hija se convirtiera en chico. Así que Sinu le había pedido que se fuera porque igual continuarían con todo el proceso, y Camila se sentía culpable por eso. Pero se sentía un poco más culpable cuando veía a Sofía desanimada en las mañanas porque extrañaba a su padre, ella intentaba animarla siempre que podía pero su pequeña hermana sí estaba afectada sobre todo aquello. Incluso cuando su madre estuvo explicándole acerca del cambio que significaba que Camila fuera un chico trans.

No había ido a la universidad porque después de hablarlo bien con Sinu, ambas decidieron que tomarían un año entero en hacer el cambio y Camila quería regresar a su universidad siendo lo que realmente era: un chico. Se había quedado muy sorprendida cuando su madre le confesó que no era tan secreto su secreto.

—Después de que nos contaste sobre tu gusto por las chicas fui a investigar todo acerca de la comunidad LGBT+ y me encontré con muchas diversidades sobre la sexualidad de las personas; entré a un sitio en donde los padres podían hacer preguntas y encontré un foro de discusión sobre la transexualidad y varios puntos concordaban con las cosas que me habían pasado contigo desde que eras un bebé de dos años —había reído cuando recordó todo aquello—, solamente estuve esperando a que tú te decidieras por decirnos, por eso no fue una sorpresa tan grande.

Camila había estado riendo con ella por cada cosa que su madre le había contado, y se puso feliz al darse cuenta que fuera como fuera, Sinu iba a apoyarla sin importar qué. Ni siquiera su padre podía impedir que Sinu amara tanto a Camila, y eso la hacía sentir muy afortunada porque ella sabía que no cualquier madre le abriría los brazos a su hijo después de decirle que era trans, incluso si eso es lo que todas las madres deberían hacer.

Camila se levantó de nuevo y salió de su cuarto para poder bajar a buscar a su madre, a quien encontró moviendo cosas de la sala mientras buscaba algo ella misma.

—¿Qué pasa? —preguntó Camila y se dejó caer en un sillón.

Sinu dio la vuelta y miró a Camila para después sonreírle.

—Sofí dejó encendida la televisión y estoy tratando de buscar el control —le dijo.

—Pero puedes apagarla con el botón que tiene detrás —comentó Camila y se paró a apagar la televisión.

—Bueno, no todos somos unos genios como tú —respondió Sinu juguetonamente y estaba a punto de irse.

—Mamá —habló la menor.

—¿Sí, mi amor?

Camila se volvió a sentar y miró a su madre directamente a los ojos.

—Estuve investigando sobre los costos de la transición —dijo en voz baja, como contando un secreto.

Sinu asintió amablemente y luego se sentó a un lado de Camila.

—¿Y qué descubriste? —preguntó.

—Bueno, yo... Encontré que un tratamiento aquí en San Diego de once mil dólares, tiene todo incluido: la cirugía, las hormonas y todo lo que conlleva. Hay un cirujano mexicano que se encarga de todo eso. Yo podría buscar un trabajo y de esa forma pagaría todo, pero me llevará tiempo y...

Camila paró de hablar después de ver la mano de su madre en el aire, indicándole que se callara por un momento.

—¡Eso es grandioso! —había dicho emocionada—. Pero te había comentado que yo te voy a apoyar en todo, incluso conseguiré otro trabajo para poder hacer alguna alcancía, y así pagar lo que necesites.

La menor liberó toda la presión que se había acumulado en su pecho y se relajó.

—Además, —comenzó la madre de Camila—, tengo dinero ahorrado de tu universidad porque la beca que conseguiste básicamente pagó todo.

—Pero la perderé por tomarme el año —Camila hizo una mueca.

—Después podemos ver eso —informó Sinu—, primero quiero verte feliz con quien realmente eres.

Camila sintió un escalofrío recorrer su cuerpo y se abalanzó hacia su madre para darle un abrazo sentimental. Ella podía jurar que estaba a punto de ponerse a lloriquear como un bebé.

—¿Cuánto dinero es? —quiso saber después de secar sus lágrimas con la parte de adentro de su mano.

—Unos cinco mil —respondió Sinu.

Los ojos de Camila se abrieron sorpresivamente, como no creyendo la cosa, y luego sonrió genuinamente.

—Eso significa que solamente faltan seis mil —añadió.

—Creo que tendré que investigar por mí misma sobre este cirujano con el que quieres hacer la transición —comentó Sinu y se levantó para salir de la sala, dejando a Camila sola con sus pensamientos.

***

Una vista hacia el patio y la luz del sol entrando por la ventana. La habitación estaba iluminada y el hospital parecía un poco acogedor, las máquinas de medicina hacían un ruido que arrullaba a Camila. Sus ojos se movían de un lugar a otro mientras examinaba la habitación con paredes blancas y cortinas azules, las cuales estaban colgadas a los lados de la ventana, Camila hubiera deseado ir a cerrarlas pero sentía que no sería correcto.

Era su primer día en ese hospital y sus nervios estaban de punta. Su madre había llamado al doctor Hernández, el cirujano mexicano que Camila le había mencionado para la cirugía de cambio de género, y después de discutirlo seriamente, habían llegado a un acuerdo, uno en donde el doctor accedía a recibir la mitad del dinero para el tratamiento y la otra mitad cuando en la transición ya haya llegado a su final.

Y ese por fin era el día en que Camila comenzaría el tratamiento. Así que la dejaron en una habitación de hospital mientras esperaba a que el doctor llegara a inyectarle cualquier cosa que ella creía que le inyectarían. Y esperó, y esperó.


Cuando escuchó que la puerta se abría después de veinticinco minutos se había puesto ligeramente pálida y sus ojos marrones se salieron de sus órbitas, pero en lugar de ver al doctor Hernández pudo observar la silueta de una mujer vestida de enfermera.

—¿Eres enfermera? —había preguntado Camila.

La mujer dio un respingo y luego sonrió, se acercó un poco a la cama en la que Camila estaba acostada, la observó y volvió a sonreír.

—La verdad que no —ella dijo y se paseó en la habitación—, solamente me gusta vestirme de enfermera para poder entrar a este hospital a ver chicos guapos.

Había guiñado y Camila sonrió al ver sus ojos verdes centellando de risas, si eso era posible.

—¿No es eso ilegal? —la de ojos marrones preguntó con una expresión dubitativa.

—Lo es si me atrapan —rió.

—¿Cuántos chicos guapos has visitado hoy? —Camila no podía dejar de verle los ojos a aquella extraña.

—Contándote a ti, creo que... Solamente uno —se había encogido de hombros y Camila mostró una sonrisa enorme.

—¿No eres una enfermera falsa, no? —quiso saber.

—Ojalá lo fuera, me gustaría salir al cine de vez en cuando —contestó y se acercó a un mueble blanco que estaba en la habitación.

—¿Me vas a inyectar? —volvió a preguntar Camila.

—¿Inyectarte? —rió ella—. No pensarás que ya te van a meter a quirófano para la cirugía, ¿verdad?

Ella sacó un frasco blanco pequeño con una etiqueta azul, Camila desconocía totalmente de qué se trataba, pero no podía dejar de ver ese frasquito. Y al parecer ella se había dado cuenta, así que subió graciosamente el frasco al aire.

—Son tus hormonas —dijo sonriente.

Camila sintió un pequeño escalofrío picar su espina dorsal, luego vio a la enfermera acercándose a ella y el piquete era aún más profundo.

—¿Cuál es tu nombre? —quiso saber ella y tomó una tabla, que parecía que tenía todos los datos necesarios de Camila.

La paciente estaba por hablar pero sus palabras se estancaron en su garganta, golpeándose unas a otras sin saber cuál saldría primero.

—Yo... Soy Camila —respondió al fin y la enfermera la miró divertidamente.

—¿Aún no sabes qué nombre usarás? —preguntó.

Camila agitó negativamente la cabeza y después cerró los ojos esperando pensar en un nombre.

—Si aún no estás seguro podemos utilizar otro por mientras, como un sobrenombre... —dijo—. ¡Ah, ya sé! Tu apellido podría funcionar.

La sonrisa de Camila se extendió, le parecía muy divertida la enfermera y su forma de tratar era realmente exquisita, como si no se diera cuenta de que Camila se seguía viendo como una chica, era asombroso. Un guiño se había escapado del ojo izquierdo de Camila y la enfermera simplemente le correspondió.

—Te gusta, ¿eh? —había hablado juguetonamente.

—Sí —sólo respondió.

—Bueno, Cabello, —dijo la enfermera y dejó la tabla de información de su paciente en una mesa plegable que estaba cerca del mueble blanco— el doctor Hernández me pidió estar en tu terapia.

Camila asintió mientras suspiraba, estaba algo nerviosa y su estómago se sentía revuelto, pero cuando vio cómo si enfermera le sonreía se tranquilizó de inmediato.

—¿Y tú cómo te llamas? —le preguntó.

—¡Oh! —exclamó la mayor—. Había olvidado presentarme.

Unas pequeñas risas salieron de ella y Camila se derritió por dentro cuando las escuchó.

—No te preocupes —dijo Camila.

—Gracias —sonrió—. Mi nombre es Lauren, Lauren Jauregui.

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