Cupido por una vez

By YamiKriss

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Cuando Elizabeth Sagarra descubre que el hombre del cual estaba profundamente enamorada se ha convertido en s... More

Sinopsis
Orden De Los Libros
Capítulo 1 💘
Capítulo 2 💘
Capítulo 3 💘
Capítulo 4 💘
Capítulo 5 (Parte I) 💘
Capítulo 5 (Parte II) 💘
Capítulo 6 (Parte I) 💘
Capítulo 6 (Parte II) 💘
Capítulo 7 💘
Capítulo 8 (Parte I) 💘
Capítulo 9 💘
Capítulo 10 💘
Capítulo 11 💘
Capítulo 12 💘
Capítulo 13 💘
Capítulo 14 💘
Capítulo 15💘
Capítulo 16 💘
Capítulo 17💘
Capítulo 18 💘
Capítulo 19 💘
Capítulo 20💘
Capítulo 21 💘
Capítulo 22💘
Capítulo 23 💘
Capítulo 24💘
Capítulo 25 ?
Capítulo 26 💘
Capítulo 27 💘
Capítulo 28 💘
Capítulo 29 💘
Capítulo 30 💘
Capítulo 31 💘
Capítulo 32💘
Capítulo 33💘
Capítulo 34 💘
Capítulo 35💘
Capítulo 36 💘
Capítulo 37 💘
Capítulo 38 💘
Capítulo 39 💘
Capítulo 40💘
Capítulo 41💘
Capítulo 42 💘
Capítulo 43💘
Capítulo 44 💘
Capítulo 45 💘
Zona de FanArts 💜
Capítulo 46 💘
Capítulo 47 💘
Capítulo 48 💘
Capítulo 49 💘
Capítulo 50 💘
Capítulo 51 💘
Capítulo 52 💘
Capítulo 53 💘
Capítulo 54 💘
Capítulo 55 💘
Capítulo 56 💘
Capítulo 57 💘
Capítulo 58 💘
Capítulo 59 💘
Capítulo 60 💘
Capítulo 61 💘
Capítulo 62 💘
Capítulo 63 💘
Capítulo 64 💘
Capítulo 65 💘
Capítulo 66 💘
Capítulo 67 💘
Capítulo 68 💘
Capítulo 69 ?
Capítulo 70 💘
Capítulo 71 💘
Capítulo 72 💘
Capítulo 73 💘
Capítulo 74 (Final) 💘
Nota De La Autora
Cupido Otra Vez 💝
Dioses (1)
Entrevista A Los Personajes (I)
¡Ya a la Venta!
Escenas De Cupido por Una vez
¿Cómo adquirir Cupido en Formato Papel?
Cupido En Goodreads
¡Cupido Ya Disponible En Formato Electrónico
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Capítulo 8 (Parte II) 💘

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By YamiKriss


—Primero, solo puedes disparar a una persona de la pareja, no a ambos, ósea uno ya debe estar sintiendo atracción por el otro —explicó.

—Eso no es como me lo enseñaron en las películas —repliqué.

—Ahora te estoy enseñando yo —repuso—. Si pudieras flechar a los dos, no sería un desafío.

—Estás cambiando las condiciones, Cupido —reclamé.

Una sonrisa traviesa atravesó la boca de Eros.

—Solo te di una parte de mis poderes, pero si quieres tener más, tendremos que celebrar otro acuerdo —sugirió.

Mi boca se abrió y di un paso hacia atrás, sabiendo lo que su propuesta implicaba.

—Esta bien, me conformo —resolví.

—Como quieras —Se encogió de hombros—. Segunda regla, no puedes volver a flechar a alguien que ya hallas flechado. Solo un disparo por persona.

—De acuerdo —hablé.

—Tercero, no puedes flechar a nadie para enamorarlo de ti, no te pases de lista. Ni tampoco usar las flechas para hacer que alguien que se sienta atraído por ti cambie su foco de atención hacia otra persona, si ya cayó en tus encantos, no hay nada que puedas hacer.

—¿Qué clase de estúpida regla es esa? —inquirí.

—Una muy divertida —sonrió Eros.

—¿En serio crees que voy a usar tus flechas para buscarme amantes? —Lo reproché.

—No lo creo —contestó—, pero es una norma básica. Una vez negocié con una espía, creo que se hacía llamar Mata Hari, me convenció y usó mis flechas para conquistar militares, entonces decidí que no podía volver a omitir esa regla. Era una mujer muy bella, es una lástima lo que pasó.

—¿Bromeas?

Eros negó con la cabeza.

Debo decir que no me lo esperaba. Hasta ahora solo lo había visto como un idiota que disfrutaba gastándome bromas de mal gusto. Pero no, de partida, todo comenzó porque era un dios griego, en específico, el del amor. Su existencia se remontaba a cientos de años atrás, por lo que no debía sorprenderme que conociera a un icono de la sensualidad, como lo era Mata Hari.

Me pregunté para mis adentros a cuántas mujeres como ella había conocido. Probablemente jamás sabría la respuesta.

—No te ostigaré con más reglas, procedamos a la acción —dijo Eros.

Lo seguí a través de todo el parque hasta una banca donde podía verse la panorámica del lugar. Era el típico paisaje que te esperas encontrar, con niños corriendo, enredándose en los juegos, padres orgullosos, madres solteras, parejas felices, chicos en bicicleta, grupos de amigos... Nadie era consciente que junto a ellos se encontraba el mismísimo dios del amor.

—¿Quién crees que puede ser la próxima pareja feliz? —preguntó Eros, como si se tratara de un concurso.

—No lo sé —respondí.

—Pues mira y busca.

Dejé que mis ojos vagaran por la escena, prestando atención a todos los presentes. Este ejercicio estaba poniendo a prueba mis escasos poderes de concentración.

—Yo veo muchos posibles candidatos desde aquí —comentó casualmente Eros.

—Cierra la boca, Cupido, estoy buscando —reproché.

—Si no te apuras, todas estas personas van a envejecer solas —replicó.

Guardé silencio, mis pupilas iban de un lado a otro examinando la escena, sin divisar ninguna potencial pareja.

—Por qué los humanos son tan lentos para percibir el amor —suspiró Eros—. ¡Está en el aire y aún así no lo sienten!

—Estoy buscando, Dios de la Impaciencia. No es tan fácil —Me defendí.

—¡Piensa en los clichés! ¡Me encantan los clichés! Hacen mi trabajo mucho más fácil —sugirió.

Repasé nuevamente todo lo que aparecía en mi campo visual. A la tercera pasada encontré algo útil. Un grupo de amigos, como cualquier otro, dos chicas morenas, un rubio y un joven pelirrojo, éste último no podía apartar la mirada de una de sus amigas.

—¡Lo tengo! El pelirrojo de allá —indiqué.

Eros miró en la dirección señalada y asintió.

—Bien, Lizzie, ya me sorprendía que no vieras ese punto rojo de allá —respondió—. Ahora dale al muchacho su morena, para que sea feliz.

—¿Yo? —pregunté, como si no fuera obvio.

—Claro, ¿no practicaste nada con Adrian? Creí que para eso dibujó círculos rojos en su patio.

—Así que Cupido estuvo espiando —comenté.

—Parte de mis labores como dios —Se excusó—. No hagas esperar a Ron Weasley.

Elevé mi arco, acomodé una flecha entre entre mis manos y me preparé para atacar. Tenía mi atención puesta en la chica morena, era un objetivo en movimiento, así que tenía que concentrarme en sus pasos, la velocidad de su avance, la probabilidad de que alguien se cruzara a último minuto, todo debía quedar comprendido en mis cálculos.

Entonces, cuando estaba lista para disparar, la voz de Eros me distrajo.

—Tal vez deberías ponerte de pie, no tienes mucha experiencia, y estar sentada puede afectar tu tiro —sugirió.

Le miré con odio, había arruinado el momento perfecto.

Me paré de la banca y me dispuse a atacar nuevamente. Piernas ligeramente separadas, arco y flecha en mano, objetivo en la mira. Todo volvía a estar bajo mi control.

A pesar de mi postura confiada, en el fondo tenía mucho miedo de fallar, en especial frente a los ojos de Eros. Quería demostrarle que podía, que su desafío era un juego para niños, no iba a permitir que me viese caer.

Estaba a punto de soltar la flecha cuando una nueva voz me sobresaltó.

—¡Hey! ¡Lizzie!

—¡No! —grité, pero ya era demasiado tarde.

Dicen que los accidentes en automóvil ocurren en tres segundos, tres malditos segundos son suficientes para quitarle la vida a alguien, y más o menos eso fue lo que pasó aquí.

Una inesperada voz me sobresaltó de tal manera que mi atención se desvió, fueron a penas unos centímetros que cambiaron totalmente mi objetivo, de la morena uno a la morena dos. Simplemente la flecha salió volando de mi mano, atravesó el aire sin que pudiese hacer nada para detenerla. Chocó con el pecho de la chica equivocada y se desvaneció en el aire.

La muchacha parpadeó un par de veces y luego su mirada fue a caer en el chico pelirrojo.

—¡Oh no! —gemí.

Busqué a Cupido, quien debía estar a mi lado, pero no lo encontré. Comencé a desesperarme, mi cabeza daba vueltas, acababa de arruinar una amistad, era imposible que ese grupo de amigos pudiese prosperar después de mi intervención. Todo pudo haber acabado tan bien, habría sido una linda pareja, pero yo lo había echado a perder por completo.

Agarré ambos lados de mi cabeza, tirando mi cabello. Había fallado.

—Lo arruiné —susurré.

Unos ojos castaños de se interpusieron en mi campo visual.

—¿Lizzie? ¿Está todo bien? —preguntó Ann.

Sandra y Ann eran dos compañeras de clase, eran de esas chicas que tenían fiesta cada fin de semana y nunca le hacían asco a un panorama nuevo. Me llevaba bien con ellas, pero lamentablemente hoy me las tenía que encontrar en el peor momento posible.

—Todo bien, es solo que... Tengo un problema —dije.

Entonces vi a Eros junto a un carrito de helados, disfrutando de un día en el parque. No podía creerlo. Pagó por una paleta de fresa que saboreó con total calma, como si nada hubiese pasado, ignorando por completo que una bella amistad acababa de desarmarse frente a sus ojos.

—Yo... —murmuré, mirando en su dirección.

Eros me vio y me hizo un gesto con la mano, a modo de saludo. Quería pensar que no había visto lo que acababa de suceder, pero era imposible que sus sentidos lo hubiesen pasado por alto. Después de todo, era el dios del amor.

—¡Eh! Lizzie, ya sé lo que te hará sentir mejor. Hay un nuevo bar a unas cuantas calles —señaló Ann, captando mi atención.

—¿En serio? —inquirí.

—Sí, vamos a ir con unos chicos, pero Ashley se bajó a último minuto, así que tenemos un puesto libre en nuestras filas —explicó Sandra. Era gracioso que lo dijera era, pues no se sentía atraída precisamente hacia el sexo opuesto, así que deduje que más que nada iba para acompañar, por ende necesitaban a alguien más.

—¿Tienes algo que hacer esta noche? —complementó su amiga.

—¿Yo? —Volví a fijar mi vista en Eros—. No tengo absolutamente nada que hacer.

—¡Que bien! —exclamó Ann—. Ahora mismo iremos a almorzar. Papá me prestó su auto, podemos ir a buscar un vestido a tu casa si quieres.

Dejé mi arco, las flechas y todo lo demás, incluyendo a Eros, en un asiento del parque, y seguí a las chicas que habían llegado en mi rescate. 


😂😂😂😂
Tenía que hacerlo.

Gracias a todos por su apoyo.

Un saludo especial a todos los mexicanos ❤️ están pasando por un momento difícil, pero confío en que se levantarán nuevamente. ¡Fuerza!

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