Cupido por una vez

By YamiKriss

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Cuando Elizabeth Sagarra descubre que el hombre del cual estaba profundamente enamorada se ha convertido en s... More

Sinopsis
Orden De Los Libros
Capítulo 1 💘
Capítulo 2 💘
Capítulo 3 💘
Capítulo 4 💘
Capítulo 5 (Parte I) 💘
Capítulo 5 (Parte II) 💘
Capítulo 6 (Parte I) 💘
Capítulo 6 (Parte II) 💘
Capítulo 7 💘
Capítulo 8 (Parte II) 💘
Capítulo 9 💘
Capítulo 10 💘
Capítulo 11 💘
Capítulo 12 💘
Capítulo 13 💘
Capítulo 14 💘
Capítulo 15💘
Capítulo 16 💘
Capítulo 17💘
Capítulo 18 💘
Capítulo 19 💘
Capítulo 20💘
Capítulo 21 💘
Capítulo 22💘
Capítulo 23 💘
Capítulo 24💘
Capítulo 25 ?
Capítulo 26 💘
Capítulo 27 💘
Capítulo 28 💘
Capítulo 29 💘
Capítulo 30 💘
Capítulo 31 💘
Capítulo 32💘
Capítulo 33💘
Capítulo 34 💘
Capítulo 35💘
Capítulo 36 💘
Capítulo 37 💘
Capítulo 38 💘
Capítulo 39 💘
Capítulo 40💘
Capítulo 41💘
Capítulo 42 💘
Capítulo 43💘
Capítulo 44 💘
Capítulo 45 💘
Zona de FanArts 💜
Capítulo 46 💘
Capítulo 47 💘
Capítulo 48 💘
Capítulo 49 💘
Capítulo 50 💘
Capítulo 51 💘
Capítulo 52 💘
Capítulo 53 💘
Capítulo 54 💘
Capítulo 55 💘
Capítulo 56 💘
Capítulo 57 💘
Capítulo 58 💘
Capítulo 59 💘
Capítulo 60 💘
Capítulo 61 💘
Capítulo 62 💘
Capítulo 63 💘
Capítulo 64 💘
Capítulo 65 💘
Capítulo 66 💘
Capítulo 67 💘
Capítulo 68 💘
Capítulo 69 ?
Capítulo 70 💘
Capítulo 71 💘
Capítulo 72 💘
Capítulo 73 💘
Capítulo 74 (Final) 💘
Nota De La Autora
Cupido Otra Vez 💝
Dioses (1)
Entrevista A Los Personajes (I)
¡Ya a la Venta!
Escenas De Cupido por Una vez
¿Cómo adquirir Cupido en Formato Papel?
Cupido En Goodreads
¡Cupido Ya Disponible En Formato Electrónico
Gana Cupido En Ebook
Ganadora Libro Electrónico + Leer Cupido Gratis En Kindle

Capítulo 8 (Parte I) 💘

46K 5.3K 1.8K
By YamiKriss


La cabeza me dolía al punto que creí que iba a explotar. Solo había una explicación posible para lo que estaba sintiendo, y era que había estado bebiendo alcohol.

Intenté repasar los últimos acontecimientos de la noche anterior. Recordé el concurso, la preocupación de Jane, la cena con Victor, mi corazón roto, la llamada de Fran, el arco olvidado en la cocina, el beso con Eros...

¡El beso con Eros!

Deseé que el colchón me tragara.

—¿Por qué a mí? —gemí, ahogando mi voz en la almohada.

Me levanté a tiempo para despedirme de mi hermana, quien estaba por salir.

—Iré a la biblioteca —anunció, moviéndose por todo el piso con un coqueto vestido primaveral—. Después almorzaré con Victor. ¿Te quedaras acá?

—No —dije, mi voz sonó perezosa, pero no quería quedarme encerrada en un departamento sola—. Tal vez vaya a la biblioteca más tarde.

—Avísame cuando decidas volver, Victor me pasará a dejar, puedes regresar con nosotros —ofreció.

Moví mi cabeza en una débil afirmación, aunque en la realidad, no tenía planeado llamarla.

Jane me dio un abrazo antes de abandonar el departamento. A veces era difícil no sentirse la hermanita fea a su lado.

Inspiré profundamente para hacerme ánimos de llegar a la cocina. Herví agua, puse dos rebanadas de pan en el tostador y calenté un poco de leche. Luego, regresé a la sala, con intenciones poner el televisor para que me hiciera un poco de ruido, y no sentirme tan sola. Sin embargo me sorprendí de encontrarlo encendido. Juraría haber visto a Jane apagarlo antes de salir.

—¿Qué hay para desayunar? —preguntó una voz que conocía bien.

—¿Qué haces en mi casa? —cuestioné.

Eros estaba sentado cómodamente en mi sofá, cambiando de canal.

—Vine a entregarte tus flechas —contestó con sencillez—, pero antes hay que comer. El desayuno es la comida más importante del día.

—A veces pienso que tienes demasiado tiempo libre, Cupido —comenté, cruzándome de brazos.

—¿No pensaste que llené tu despensa por simple caridad? Es demasiada comida para dos adolescentes.

Ya había pensado que era más de lo que Jane y yo podíamos comer en el mes, pero jamás esperé que Eros quisiera unirse al banquete.

—Lindo pijama —agregó el dios del amor.

Miré mi ropa. Traía puesto el pijama de conejo que Jane me había regalado para navidad, era idéntico a un disfraz, con cierre, y orejas. Iba a decir algo en mi defensa, pero el olor a pan quemado me interrumpió.

Corrí a la cocina y quemé mis manos intentando sacar el pan, el cual había quedado completamente negro.

Escuché a alguien reírse en la puerta, y ni siquiera me molesté en averiguar quién, pues ya lo sabía.

—Ve a sentarte —propuso Eros—. Tu desayuno será una cortesía del Olimpo.

Al ver que no obedecía, él mismo se acercó y tomándome de los hombros, me llevó a la silla más cercana, empujándome con suavidad para obligarme a tomar asiento en el mismo lugar donde, anoche, estuve hablando con el arco que Adrian me había hecho.

Jane no había recogido las latas de cerveza, por lo que aún se encontraban esparcidas por el suelo. El detalle no pasó desapercibido.

—¿Le invitaste unos tragos a tu arco? —sonrió.

—Estuvimos conociéndonos anoche —respondí.

—En todos estos milenios nunca había visto algo así.

Eros reía, pero yo era incapaz de compartir su alegría. Todavía tenía ambas manos sobre mis hombros y su cuerpo ligeramente inclinado, de modo que su rostro se encontraba más cerca de lo que habría deseado.

La imagen del beso la noche anterior se cruzó fugazmente en mi cabeza. Lo empujé hacia atrás, y abandoné la cocina hasta llegar al pequeño balcón que había junto a la sala.

A pesar que mis manos temblaban, logré encender un cigarrillo.

Contemplé la ciudad en sus primeras horas. Un cielo anaranjado de fondo, un montón de edificios enterrados en la tierra sin una planificación estética, solo poniendo más donde hubiere espacio, y la fresca brisa de la mañana, que golpeaba mis mejillas. No entendía cómo Jane podía salir usando un vestido con el frío que hacía.

—Parece que no bastan los milenios para hacer cambiar a los hombres —suspiré.

El cigarrillo se consumió antes de lo esperado, y volví a entrar en el departamento, al tiempo que Eros salió de la cocina, para informarme que el desayuno estaba listo. Lo miré con cara de pocos amigos, pero accedí a comer con él.

No voy a quitarle el crédito que se merece. La comida estaba sabrosa, aunque me costó trabajo hacérselo saber.

—Son años de experiencia —respondió, cuando por fin me atreví a elogiar su talento culinario.

Nuevamente, su ego me superaba.

Cuando terminamos, fui a habitación a cambiarme ropa, ya que el desgraciado de Eros me había encontrado en pijama.

Como no estaba segura de qué ponerme, escogí mi conjunto favorito, una falda de mezclilla y una camiseta a rayas, completé mi outfit con un bello sombrero negro y cuando me vi al espejo, me reí de mí misma. Momentos atrás, había criticado a mi hermana por salir con vestido, ahora yo saldría con falda.

Eros estaba esperando frente a la pantalla, una sonrisa iluminó su rostro cuando me vio salir de la habitación, e inconscientemente, mis labios también se curvaron hacia arriba.

(...)

Su auto estaba estacionada en el mismo sitio de la noche anterior. Al verla, los nervios nuevamente me invadieron al recordar el beso.

Me subí en el asiento del copiloto e intenté mantenerme serena todo el camino.

No me sorprendió descubrir que nos detuvimos frente al parque. Qué mejor lugar para buscar parejas y practicar arquería.

Eros me pidió que lo esperara, mientras iba a la parte de atrás de su vehículo y sacaba un curioso bolso, que identifiqué como un carcaj, lleno de flechas de punta dorada.

—Hay dos tipos de flechas —explicó—. Éstas de aquí tienen el poder de hacer que florezcan los sentimientos de amor en las personas. Hay otras, que tienen la punta de plomo, ellas crean el desamor y te ganarás una cuando completes tu tarea.

— ¿Cómo haremos para que la gente no se de cuenta? —pregunté.

—Normalmente la gente no puede verme en mi forma original, a menos que yo se lo permita, así que no tengo problemas —respondió.

—¡Ah! El bebé con alas —recordé.

La felicidad desapareció de su rostro y tuve que contener una carcajada.

—Sí, el bebé con alas —repitió. Era obvio que no le hacía gracia—. Y, ya que tú eres una joven adolescente, completamente mortal, no podrás esconderte de las miradas curiosas del resto de los humanos, así que tendrás que tener cuidado si no quieres que te tomen por loca.

Tragué saliva.

—Tienes suerte, Adrian te tuvo piedad y diseñó un arco que no es fácil de distinguir para los ojos humanos —Continuó diciendo.

Miré mi arma, a pesar de lo que decía, yo podía verlo, e incluso tocarlo.

—¿Y por qué yo puedo hacerlo? —cuestioné.

—Porque nos besamos.

La felicidad regresó al rostro de Eros al apreciar cómo su comentario hacia que mis mejillas se encendieran.

—¡Solo quieres fastidiarme! —acusé.

—No. Bueno, en realidad sí —admitió—. Tu arco es un objeto mágico que Adrian diseño especialmente para ti, es lógico que puedas verlo y dudo que exista otra persona en la tierra capaz de utilizarlo. Las creaciones de Hefesto siempre fueron una maravilla, es una lástima lo que le pasó.

—¿Qué le pasó? —interrogué.

—¿En serio no te enteraste? Fue el mayor escándalo del milenio antepasado.

—No, lamentablemente no había nacido.

Sabía que Eros se burlaba de mí, pero no iba a quedarme callada frente a sus bromas.

—Hizo enojar a un dios del amor —contestó, aguardó unos segundos, esperando ver mi reacción, pero al ver que ni me enmudecí, continuó contando el chisme—. Más bien, a la diosa del amor, Afrodita.

—¿Y entonces? —insistí.

Eros hizo una mueca de desagrado.

—Dejémoslo así por ahora —pidió—. Tienes mucho que aprender.

No muy contenta con su negativa, bajé del auto. Tenía mi arco, mis flechas, y un parque lleno de gente a mi disposición, estaba lista para sembrar amor.

Iba a adelantarme, cuando una figura se interpuso en mi camino.

—Antes que nada, tienes que conocer las reglas —advirtió Eros.

—Bien, dime cuáles son —exigí. 

La cabeza me dolía al punto que creí que iba a explotar. Solo había una explicación posible para lo que estaba sintiendo, y era que había estado bebiendo alcohol.

Intenté repasar los últimos acontecimientos de la noche anterior. Recordé el concurso, la preocupación de Jane, la cena con Victor, mi corazón roto, la llamada de Fran, el arco olvidado en la cocina, el beso con Eros...

¡El beso con Eros!

Deseé que el colchón me tragara.

—¿Por qué a mí? —gemí, ahogando mi voz en la almohada.

Me levanté a tiempo para despedirme de mi hermana, quien estaba por salir.

—Iré a la biblioteca —anunció, moviéndose por todo el piso con un coqueto vestido primaveral—. Después almorzaré con Victor. ¿Te quedaras acá?

—No —dije, mi voz sonó perezosa, pero no quería quedarme encerrada en un departamento sola—. Tal vez vaya a la biblioteca más tarde.

—Avísame cuando decidas volver, Victor me pasará a dejar, puedes regresar con nosotros —ofreció.

Moví mi cabeza en una débil afirmación, aunque en la realidad, no tenía planeado llamarla.

Jane me dio un abrazo antes de abandonar el departamento. A veces era difícil no sentirse la hermanita fea a su lado.

Inspiré profundamente para hacerme ánimos de llegar a la cocina. Herví agua, puse dos rebanadas de pan en el tostador y calenté un poco de leche. Luego, regresé a la sala, con intenciones poner el televisor para que me hiciera un poco de ruido, y no sentirme tan sola. Sin embargo me sorprendí de encontrarlo encendido. Juraría haber visto a Jane apagarlo antes de salir.

—¿Qué hay para desayunar? —preguntó una voz que conocía bien.

—¿Qué haces en mi casa? —cuestioné.

Eros estaba sentado cómodamente en mi sofá, cambiando de canal.

—Vine a entregarte tus flechas —contestó con sencillez—, pero antes hay que comer. El desayuno es la comida más importante del día.

—A veces pienso que tienes demasiado tiempo libre, Cupido —comenté, cruzándome de brazos.

—¿No pensaste que llené tu despensa por simple caridad? Es demasiada comida para dos adolescentes.

Ya había pensado que era más de lo que Jane y yo podíamos comer en el mes, pero jamás esperé que Eros quisiera unirse al banquete.

—Lindo pijama —agregó el dios del amor.

Miré mi ropa. Traía puesto el pijama de conejo que Jane me había regalado para navidad, era idéntico a un disfraz, con cierre, y orejas. Iba a decir algo en mi defensa, pero el olor a pan quemado me interrumpió.

Corrí a la cocina y quemé mis manos intentando sacar el pan, el cual había quedado completamente negro.

Escuché a alguien reírse en la puerta, y ni siquiera me molesté en averiguar quién, pues ya lo sabía.

—Ve a sentarte —propuso Eros—. Tu desayuno será una cortesía del Olimpo.

Al ver que no obedecía, él mismo se acercó y tomándome de los hombros, me llevó a la silla más cercana, empujándome con suavidad para obligarme a tomar asiento en el mismo lugar donde, anoche, estuve hablando con el arco que Adrian me había hecho.

Jane no había recogido las latas de cerveza, por lo que aún se encontraban esparcidas por el suelo. El detalle no pasó desapercibido.

—¿Le invitaste unos tragos a tu arco? —sonrió.

—Estuvimos conociéndonos anoche —respondí.

—En todos estos milenios nunca había visto algo así.

Eros reía, pero yo era incapaz de compartir su alegría. Todavía tenía ambas manos sobre mis hombros y su cuerpo ligeramente inclinado, de modo que su rostro se encontraba más cerca de lo que habría deseado.

La imagen del beso la noche anterior se cruzó fugazmente en mi cabeza. Lo empujé hacia atrás, y abandoné la cocina hasta llegar al pequeño balcón que había junto a la sala.

A pesar que mis manos temblaban, logré encender un cigarrillo.

Contemplé la ciudad en sus primeras horas. Un cielo anaranjado de fondo, un montón de edificios enterrados en la tierra sin una planificación estética, solo poniendo más donde hubiere espacio, y la fresca brisa de la mañana, que golpeaba mis mejillas. No entendía cómo Jane podía salir usando un vestido con el frío que hacía.

—Parece que no bastan los milenios para hacer cambiar a los hombres —suspiré.

El cigarrillo se consumió antes de lo esperado, y volví a entrar en el departamento, al tiempo que Eros salió de la cocina, para informarme que el desayuno estaba listo. Lo miré con cara de pocos amigos, pero accedí a comer con él.

No voy a quitarle el crédito que se merece. La comida estaba sabrosa, aunque me costó trabajo hacérselo saber.

—Son años de experiencia —respondió, cuando por fin me atreví a elogiar su talento culinario.

Nuevamente, su ego me superaba.

Cuando terminamos, fui a habitación a cambiarme ropa, ya que el desgraciado de Eros me había encontrado en pijama.

Como no estaba segura de qué ponerme, escogí mi conjunto favorito, una falda de mezclilla y una camiseta a rayas, completé mi outfit con un bello sombrero negro y cuando me vi al espejo, me reí de mí misma. Momentos atrás, había criticado a mi hermana por salir con vestido, ahora yo saldría con falda.

Eros estaba esperando frente a la pantalla, una sonrisa iluminó su rostro cuando me vio salir de la habitación, e inconscientemente, mis labios también se curvaron hacia arriba.

(...)

Su auto estaba estacionada en el mismo sitio de la noche anterior. Al verla, los nervios nuevamente me invadieron al recordar el beso.

Me subí en el asiento del copiloto e intenté mantenerme serena todo el camino.

No me sorprendió descubrir que nos detuvimos frente al parque. Qué mejor lugar para buscar parejas y practicar arquería.

Eros me pidió que lo esperara, mientras iba a la parte de atrás de su vehículo y sacaba un curioso bolso, que identifiqué como un carcaj, lleno de flechas de punta dorada.

—Hay dos tipos de flechas —explicó—. Éstas de aquí tienen el poder de hacer que florezcan los sentimientos de amor en las personas. Hay otras, que tienen la punta de plomo, ellas crean el desamor y te ganarás una cuando completes tu tarea.

— ¿Cómo haremos para que la gente no se de cuenta? —pregunté.

—Normalmente la gente no puede verme en mi forma original, a menos que yo se lo permita, así que no tengo problemas —respondió.

—¡Ah! El bebé con alas —recordé.

La felicidad desapareció de su rostro y tuve que contener una carcajada.

—Sí, el bebé con alas —repitió. Era obvio que no le hacía gracia—. Y, ya que tú eres una joven adolescente, completamente mortal, no podrás esconderte de las miradas curiosas del resto de los humanos, así que tendrás que tener cuidado si no quieres que te tomen por loca.

Tragué saliva.

—Tienes suerte, Adrian te tuvo piedad y diseñó un arco que no es fácil de distinguir para los ojos humanos —Continuó diciendo.

Miré mi arma, a pesar de lo que decía, yo podía verlo, e incluso tocarlo.

—¿Y por qué yo puedo hacerlo? —cuestioné.

—Porque nos besamos.

La felicidad regresó al rostro de Eros al apreciar cómo su comentario hacia que mis mejillas se encendieran.

—¡Solo quieres fastidiarme! —acusé.

—No. Bueno, en realidad sí —admitió—. Tu arco es un objeto mágico que Adrian diseño especialmente para ti, es lógico que puedas verlo y dudo que exista otra persona en la tierra capaz de utilizarlo. Las creaciones de Hefesto siempre fueron una maravilla, es una lástima lo que le pasó.

—¿Qué le pasó? —interrogué.

—¿En serio no te enteraste? Fue el mayor escándalo del milenio antepasado.

—No, lamentablemente no había nacido.

Sabía que Eros se burlaba de mí, pero no iba a quedarme callada frente a sus bromas.

—Hizo enojar a un dios del amor —contestó, aguardó unos segundos, esperando ver mi reacción, pero al ver que ni me enmudecí, continuó contando el chisme—. Más bien, a la diosa del amor, Afrodita.

—¿Y entonces? —insistí.

Eros hizo una mueca de desagrado.

—Dejémoslo así por ahora —pidió—. Tienes mucho que aprender.

No muy contenta con su negativa, bajé del auto. Tenía mi arco, mis flechas, y un parque lleno de gente a mi disposición, estaba lista para sembrar amor.

Iba a adelantarme, cuando una figura se interpuso en mi camino.

—Antes que nada, tienes que conocer las reglas —advirtió Eros.

—Bien, dime cuáles son —exigí.Algunas preguntas que me han dejado...

¿Cada cuánto actualizo?
Cada vez que tengo tiempo y ganas.  No tengo un día definido, solo intento actualizar al menos un capítulo por semana.

¿Qué gana Eros con el trato?
La mitología describe a Eros como un dios que le gusta jugar con los humanos, y hay historias que cuentan su venganza cuando se han burlado de él.  No es que quiera algo en específico de Lizzie, solo está buscando algo con qué entretenerse, no olviden que es inmortal y después de un tiempo, la eternidad puede tornarse más aburrida (? Supongo... De todos modos a medida que avance la historia lo iremos conociendo mejor a él y sus motivaciones.

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