Un sentimiento desconocido

By AavatarKyoshi

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Katara está actuando rara, no permite que Aang esté cerca de ella. El joven Avatar se pregunta que es lo que... More

NOTA UwU

Un sentimiento desconocido

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By AavatarKyoshi

[Aang]

La habitación estaba en silencio. Desde el cuarto de baño, se filtraba el calmado sonido del agua al repiquetear contra el suelo y la melodiosa voz de una mujer.

Aang sonrió.

Le gustaba cuando su esposa cantaba. Tenía una voz dulce, como miel derramada sobre seda, aunque casi no le gustará usarla. El Avatar camino con calma y se detuvo frente a la puerta del cuarto de baño. Había una idea indecorosa en su mente, una idea muy divertida que lo hacía sonrojar.

Sin embargo, sus planes fuero frustrados, en cuanto sus dedos encontraron resistencia en el picaporte. La puerta estaba asegurada.

El agua dejo de caer; la canción se detuvo.

—¿Aang?—la voz de Katara lo llamó desde el otro lado de la puerta de madera. Sonaba preocupada—. ¿Eres tú, cariño?

El muchacho maldijo y apoyo su frente contra la rígida madera de la puerta. Lo había atrapado.

—Si amorcito, soy yo—reconoció el chico, levemente avergonzado.

—Oh...—un leve susurro— muy bien...—dijo la Maestra Agua.

Después de unos segundos, la regadera volvió a escucharse. Aang cerró los ojos, imaginando vívidamente la maravillosa escena que estaba detrás de esa puerta, tentándolo a entrar. El agua deslizándose por la suave piel de la morena, dibujando las bien formadas curvas de su cuerpo que ya conocía de memoria...

Tengo que entrar.

Katara—le llamo Aang. Su voz estaba ronca. Sus dedos acariciaron la superficie irregular de la madera con lentitud—. ¿Puedo pasar?

—No—sentenció su esposa, como si se tratara de algo demasiado obvio—. Me estoy bañando.

Aang liberó un largo suspiro. No quería verse obligado a tener que pedirlo en voz alta, era de cierto modo vergonzoso. Hubiera sido más fácil si la puerta hubiera estado abierta. Habría entrado con sigilo, como había hecho otras veces, haciendo honor al sobrenombre de Pies Ligueros.

Aclaró la garganta.

—¿Puedo tomar un baño contigo?—uso su voz suplicante, aquella que sabía que a Katara le gustaba tanto.

Escucho el agua detenerse nuevamente y una sonrisa triunfal apareció en su rostro. Aguardo al otro lado de la puerta, esperando que Katara abriera desde el interior para dejarlo entrar.

Y la puerta se abrió, pero no fue lo que Aang esperaba. Katara se deslizó por un costado, escapando de sus brazos, como un asustadizo ratón de cocina. Su hermoso cuerpo, aquel que en secreto el Avatar había querido ver en su primer intento por entrar, estaba oculto por una amplia túnica de lana azul.

—¿Q-que haces?—Aang intentó ocultar su decepción. Katara se volvió hacia él, con una radiante sonrisa en el rostro. Le plantó un tierno beso en la mejilla.

—El baño es todo tuyo—se alejó de él entre el susurro de sus faldas. Aang la tomo por la muñeca, antes de que pudiera alejarse demasiado.

—No quiero tomar una ducha—reconoció, atrayendo el cuerpo de Katara contra el suyo. La muchacha abrió sus ojos azules tan grandes como si fueran dos lagos perfectos—. Quiero estar contigo...

La firme mano de Aang se deslizó hasta su espalda baja, depositando delicadas caricias en forma de círculos con la yema de sus dedos. Se inclinó para besarla. Katara recibió en beso con timidez. Sus labios se movieron juntos, sincronizados, con horas y horas de experiencia previa. Las temblorosas manos de Katara le acariciaron las mejillas. Su piel estaba ardiendo.

Las manos de Aang cobraron vida propia. Fueron al delicado nudo que sujetaba la larga bata y lo desataron con un tirón suave. Los dedos de Aang bajaron lentamente por el cuello de la muchacha. Katara cerró los ojos, cuando sintió como le acariciaba la piel de la clavícula, re dibujando su forma. Bajaron más, apartando la tela de lana, dejando al descubierto uno de sus pechos. Aang la beso en los labios, luego le beso el cuello, sus dientes atrapando su piel y finalmente su pezon.

Katara se apartó repentinamente.

Tenía las mejillas sonrojadas. Sus temblorosas manos tiraron de la tela de su ropa para cubrirse.

—N-no—susurró, se dio la vuelta, dandole la espalda a Aang.

Él estaba confundido ¿Que es lo que pasaba con su esposa? Había pasado casi un mes desde que estuvieron juntos. Tanto trabajo, tantos viajes... Aang estaba cansado de dejarla sola, pero ahora estaba ahí con ella, pero Katara lo rechazaba.

—¿Que pasa?—la abrazo por la espalda. Hundió su rostro en los abundantes bucles castaños de su cabellera. Respiró profundamente, llenando sus pulmones con la dulce fragancia de su esposa.

—Estoy cansada, quiero dormir—Katara se liberó del abrazo. Camino hasta la cama y se cubrió con las pesadas sabanas.

¿Está huyendo de mi?

Aang fue hasta la cama y se alzó sobre ella. Katara subió las mantas más arriba de la barbilla, de tal forma que Aang solo podía ver sus radiantes ojos azules.

—Mentirosa—sentenció Aang, con una sonrisa divertida. Extendió una mano y le aparto un mechón de cabello que le caía por el rostro. Una sombra de preocupación cruzó por el rostro del Maestro Aire—. ¿Me vas a decir que es lo que te pasa?

Katara no dijo nada. Con sus ojos clavados en los de Aang, con la manta hasta más arriba de la nariz, negó rápidamente. Parecía incluso asustada.

Aang suspiró profundamente. Se apartó de ella y bajo de la cama. Sus rodillas se doblaron y terminó sentado a un lado de Katara. La Maestra Agua se dio la vuelta en la cama para poder verlo.

Ambos se miraron fijamente, sin decir una palabra. Había un brillo extraño en la mirada de su esposa, Aang no lo había notado antes, pero ahí estaba. Algo era diferente, podía sentirlo.

—¿Por que no quieres que te toque?—demandó saber el muchacho de ojos grises. Un nudo amenazaba con formarse en su garganta—. ¿Acaso tú ya no...?—las palabras eran difíciles de decir—. ¿Ya no me quieres? ¿Es eso, Katara?

La Maestra Agua apartó las mantas con lentitud. Se sentó frente a Aang. Sus manos buscaron el rostro de su esposo y lo elevaron para que pudiera verle la cara. Estaba sonriendo, sonriendo de una forma muy extraña. Sus ojos estaban enrojecidos, como si estuviera apuntó de llorar.

—¿Como podría yo dejar de amarte?—preguntó, ofendida. Deposito un beso sobre su frente, en el lugar donde tenía un tatuaje azul en forma de flecha. Sus labios eran suaves—. Te amo, Aang. Me gusta besarte, me gusta ser tu esposa, me gusta cuando me llenas...—aprecio como el Avatar se sonrojaba ante aquello último. Sus manos se entrelazaron fuertemente con las del muchacho—. ¿Tú me amas?

—Por supuesto que te amo, con todo mi corazón—Aang no tenía ninguna duda sobre eso. Extendió su mano y limpió la lagrima solitaria que caía lentamente por la mejilla de su afligida esposa—. ¿Me vas a decir que es lo que te pasa, amorcito?

Katara liberó una risita nerviosa. Sus manos estrecharon fuertemente las de Aang.

—Te amo—repitió—, y tú me amas—libero una de las manos del joven y tiro de la otra, llevándola hacia el frente. Los dedos de Aang se hundieron en la suave tela de la bata, presionándose contra el vientre de Katara—, y ese amor se a transformado en algo nuevo, algo maravilloso, justo aquí, dentro de mi.

Aang la miro sin comprender. La muchacha le dio un tirón a la tela sobrante de su bata y Aang pudo apreciar, como su mano estaba presionada contra un pequeño bulto apenas notable en el vientre de su esposa.

—Estoy embarazada—dijo Katara.

Aang se quedó congelado, solo que esta vez no por cien años. Su respiración comenzó a aumentar. La sangre se le había ido del rostro.

—¿Aang?—la sonrisa de Katara titubeo en sus labios—. ¿Amor?—el Avatar continuó en silencio—. Di algo...

El muchacho pasó saliva con dificultad. Levantó la mirada, hasta encontraron los ojos de su esposa.

—¿Estás... estás segura?—sus palabras eran torpes. No sentía la lengua.

—Si—murmuró Katara—. Se cumple un mes la próxima semana.

Los dedos de Aang se movieron lentamente sobre el vientre de su mujer. Una sonrisa radiante nació en su rostro. Se puso de pie, tomo el rostro de Katara entre sus manos y la beso. Le beso los labios, le beso la punta de la nariz, ambas mejillas, le beso la frente y otra vez en la boca.

—¡Seré padre!—exclamó, con gran euforia. Sus ojos estaban sobre los de Katara—. ¡Seremos padres! ¡Tú y yo!

—Si—Katara había recuperado la sonrisa, más brillante incluso que antes—. Así es como funciona...

Aang se aparto y camino en círculos por la habitación. Se acaricio el rostro. Su mente maquinaba.

—Debe de saberlo todo el mundo.

—¿Todo el mundo?—Katara se llevó las manos al vientre de forma protectora. Parecía alarmada.

—Mañana mismo—se acercó a la muchacha y tomo sus manos entre las de él—. Estará en cada diario, en cada página. Todo el mundo debe de saberlo. Se hablará de ello en la Nación del Fuego, en las Tribus Agua, en el Reino Tierra... ¿Le has dicho ya a tu padre? ¿A tu hermano? Debemos hacer una gran fiesta amorcito, debemos celebrarlo y...

—¡Aang, cálmate!—Katara estaba riendo. El muchacho liberó una risa nerviosa. Deposito un beso sobre sus nudillos.

—Seremos padres—estaba incrédulo. Llevaba dos años casados y habían estado esperando ese momento mucho tiempo—. Te amo—susurró Aang. Sus ojos estaban cristalizados.

—Yo también te amo—dijo la Maestra Agua.

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