Fuera de juego © Cristina Gon...

By aleianwow

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Inés Fazzari acaba de mudarse a Milán para estudiar fisioterapia. Es inteligente, sarcástica y asustadiza. Ti... More

Fuera de juego
Primer día, segunda parte.
Segundo día
Segundo día, segunda parte.
Tercer día.
Tercer día, segunda parte.
Cuarto día: la fiesta de inauguración.
CAP 8: la princesa encerrada en una torre y el sapo que no paraba de sonreír.
La señora con mucho maquillaje que me arruinó el viaje a Suiza
Compré un bote de pastillas que no era para mí
La pizza que se quedó fría y el Martini que se me cayó.
No le des de comer a un Gremlin después de media noche.
Un váter con espejo y varios periodistas en celo.
Una princesa malvada y el teléfono que me salvó del abismo.
Un médico sobornado y una diabética en apuros.
Inés está poseída y Marianna está enamorada.
El trampolín, Spiderman y Wally.
Guerra de grillos.
¿Nos vamos de boda?
Juro no volver a hablar de ampollas.
El delito
Ya hablaremos, leona.
Aquí huele a amoniaco.
Sangre, vísceras y el chico guapo de la ferretería.
La alfombra voladora.
¡Métela ya, Matteo!
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¿Quién ganó la guerra?
A rey muerto, rey puesto.
Adicta a la adrenalina.
¿Alguien se va a comer los gofres?
Matteo se comió todos los gofres, absolutamente todos.
John Lennon se va de acampada.
Las abuelas, los ecologistas y la casa de campo.
Shakespeare no sabía de sexo, ¿o sí?
Luz de luna, noche de venganza.
Rumores, egoísmo y soledad.
Colgados en familia.
Sin límite de velocidad.
Una cena muy cara.
Caribe Mix.
La leyenda del esquiador.
El guacamayo azul.
Las blasfemias de Matteo.
Por qué pedir al cielo lo que está en nuestras propias manos...
Un ángel caído contrata a un travesti.
De nuevo y para siempre.
Epílogo.

CAPÍTULO 1: Recién llegada.

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By aleianwow

Mi nombre es Inés Fazzari.

Es el nombre que, plasmado en una placa metálica, cuelga de una vieja maleta rosa. La misma maleta que en su día cargó con mi ropa durante mi primer viaje de Zürich a Milán cuando tenía dieciocho años recién cumplidos.

El mismo nombre que hoy en día se encuentra sutilmente camuflado en el lado interno de una alianza de matrimonio que lleva uno de los hombres más singulares que he conocido en toda mi vida.

Todo comienza, como he dicho antes, en Milán.

En la residencia de estudiantes de la Universidad Vita – Salute San Raffaele.

A mis dieciocho años, me revolvía bajo un edredón de Hello Kitty a las siete de la mañana con el sádico “pipipipí” del despertador sonando como música ambiental.

La que entonces era mi compañera de habitación, la rubia, impactante e imponente Ángela me chilló:

– ¡Como no apagues eso Fazzari…! ¡Cómo no lo calles juro que te lo acabarás comiendo!

Como se puede ver, no se trataba de una mujer muy cariñosa.

La había conocido el día anterior.

Ella iba a comenzar cuarto de medicina y yo primero de fisioterapia.

Su carácter me pareció agrio y seco, tirando a taciturno. También era extremadamente guapa, destacaban en especial sus ojos felinos color azul cristal.

Eso sí, tan bella como gruñona y ruda. Una aficionada a los videojuegos – los tenía todos cuidadosamente ordenados alfabéticamente en su estantería, y también una X–Box colocada bajo la televisión–.

Me levanté, aturdida por el golpe, deslumbrada por el sol y atacada de los nervios por mi primer día de clase. Caminé hacia el cuarto de baño – por desgracia, también compartido –, dispuesta a ducharme, aprovechando que Ángela aún se estaba desperezando y no podía adelantarse.

Me miré al espejo. Mi cabello pelirrojo oscuro, casi granate, era liso y largo, pero se encontraba alborotado y encrespado, parecía como si un grupo de manifestantes se hubiese dedicado durante toda la noche a reivindicar sus derechos a mascarilla hidratante encima de mi cuero cabelludo.

Mis ojos verdes también habían sufrido los estragos del madrugón. Estaban hinchados y llenos de legañas tan verdes o más que mis iris. Los lavé con agua fría.

Después me metí en la ducha con la intención de terminar de despejarme y de convertir mi maraña pelirroja en una melena decente.

Cuando hube terminado, me puse unas braguitas a juego con un sujetador de encaje rosa, ambas prendas de Intimissimi.

Pobre de mí cuando abrí la puerta para salir a vestirme, y yo que había creído que Ángela aún estaría durmiendo.

– ¡Mierda! – exclamé.

Mi compañera y un chico alto de pelo negro alborotado se encontraban encima de la cama de ésta frente a un ordenador portátil.

Él me sonreía de manera perversa (y lasciva me atrevería a decir, pero bueno, yo estaba en ropa interior…Demasiado que no se había lanzado a morder mi cuello, cual señor Cullen).

Cerré de golpe y resoplé.

– ¡Vamos Fazzari, es mi hermano! Se llama Paolo. Y no te preocupes, ya ha visto muchos cuerpos femeninos ligeros de ropa… No lo vas a escandalizar… – gritó Ángela entre risas.

– ¡Esto se avisa! – protesté yo desde el baño –. ¿Ángela puedes traerme algo de ropa?

– Tranquila, no me molesta que te cambies, como si estuvieras en tu casa… – he escuchado que decía Paolo.

Ya claro, claro que no le molesta, he pensado indignada.

¿Cómo le va a molestar tener a una chica más o menos delgada y atractiva, semidesnuda y con lencería fina delante de sus narices?

¡Un aplauso para el tal Paolo!

– Quiero el vestido verde que hay encima de mi cama – he exigido a viva voz.

Al minuto alguien ha tocado la puerta, que abrí lo justo y necesario como para que mi ropa se deslizase a través de ella.

***

Paolo se reía disimuladamente. Una pelirroja esbelta y sensual había salido del baño del cuarto de su hermana exhibiendo todas sus “armas” femeninas.

No pudo evitar mantener sus ojos verdosos fijos en la puerta del servicio hasta que la joven salió de nuevo, ataviada con un vestido veraniego de color verde esmeralda, corto y moderadamente ceñido.

– Soy Paolo, mucho gusto… Inés – se apresuró a coger la mano de ella para estrecharla y de paso plantarle un beso en la mejilla a aquel espécimen digno de recibir todos sus encantos masculinos.

Sin embargo, Inés apenas saltó sobre él para ir al armario en busca de unas sandalias.

– Lo siento Paolo, tengo prisa. Llego tarde a clase – dijo ella mientras se abrochaba las hebillas.

El hermano de Ángela la contempló aturdido. No era habitual causar una reacción tan plana en una chica. No era normal que ninguna mujer le ignorase en ningún sentido.

Podrían ser más o menos encantadoras, más simpáticas o rudas, pero todas le solían dedicar un poquito de su tiempo.

Paolo era alto, de rasgos masculinos y objetivamente guapo. Su físico no era extravagante, no tenía músculos marcados ni una espalda especialmente ancha, pero su simpatía natural lo hacía bastante atrayente como para despertar el interés del sexo opuesto.

Al parecer esa simpatía no surtía efecto en Inés.

Cuando la pelirroja salió por la puerta de la habitación, Paolo esperó unos instantes antes de freír a su hermana a preguntas.

– ¿No será lesbiana?

Ángela lo petrificó con una de sus crueles miradas.

– ¿No serás idiota? – preguntó ella sin desviar la mirada del ordenador.

– ¿Estaría estresada? ¿Habré sido brusco? Puede que tenga novio… – reflexionaba Paolo en voz alta.

– Tal vez, puede, que tenga cosas mejores en qué pensar que en bajarte los pantalones… – Ángela ha decidido finalizar la reflexión, aportando algo de coherencia a la conversación –. Además, tú sí tienes novia…

– Bueno, tampoco exageres… La cosa no llega a tanto – respondió él con cierto tono pícaro.

Ambos hermanos se miraron con complicidad, para acto seguido, continuar con los trámites de la matrícula de la universidad.

***

De camino a clase he sonreído pensando en Paolo.

No se puede decir que yo sintiera mucha simpatía hacia los chicos porque ya había tenido una decepción bastante gorda en un pasado más o menos reciente y, la verdad, no tenía ganas de volver a atravesar ninguna situación similar.

Quería centrarme en estudiar, tener amigos y divertirme.

Es decir, que no pretendía tener ningún lío amoroso/sexual con ningún chico que se pusiera en mi camino en al menos un par de años.

¿Para qué? ¡No había necesidad! Sabía por experiencia personal que las relaciones “románticas” tenían más inconvenientes que ventajas.

Así que, pasando.

Vi algunos estudiantes tendidos en el césped, calentándose con el sol de mediados del mes de septiembre. Aunque fuesen las ocho y media de la mañana, ya había una temperatura de unos veintitrés grados.

Unos charlaban animadamente, otros se amodorraban y otros se encontraban absortos en sus portátiles.

Me ilusionaba estar por fin en la universidad.

El instituto siempre me pareció un auténtico peñazo. Además de estudiar lo que no te gustaba (véanse esas asignaturas de letras tan terroríficas que me hacían sudar sangre, sudor y lágrimas), estaba la división por castas: los guays, los medioguays y los marginados.

Ah, y los empollones. Y los frikis. Y los sectarios (esta gente que o bien son góticos o románicos o lo que les dé la gana ser, y que de paso rechazan al mundo porque no se sienten idenficados con la sociedad… Muy bien, lo respeto pero no lo comparto).

Recordé, entonces, aquellas series televisivas norteamericanas cuya protagonista siempre era una chica del montón, tímida  y enamorada del capitán del equipo de rugby, quien, por supuesto se había agenciado a la capitana del equipo de animadoras como pareja – lo cual le hacía sentirse particularmente desgraciada a la protagonista -.

Luego teníamos a los actores secundarios: el grupo de frikis empollones, el grupo de marujas marginadas, y demás adolescentes insatisfechos con su vida.

Pero todas aquellas series tenían algo en común: nadie estudiaba en ellas.

***

Allí estaba, el aula número 032. Al entrar me encontré con una gran cantidad de caras desconocidas. Suspiré de alivio al comprobar que el profesor aún no había hecho acto de presencia.

Eché un vistazo por toda la clase hasta que encontré un sitio libre, ni muy cerca ni muy lejos del encerado y al lado de un grupo de chicas que parecían muy agradables. Me acerqué a una de ellas y me presenté.

-Hola. Me llamo Inés y vosotras sois…- esperé la respuesta con una sonrisa de oreja a oreja.

-Yo soy Marianna y ella es Lidia. – dijo la primera con una pizca de timidez en sus palabras - encantada Inés – me dio dos besos de presentación.

En aquel instante entró el profesor en clase. Su barba gris me inspiraba seriedad. Aunque parecía algo desgarbado.

Llevaba puesta una bata que camuflaba sutilmente su incipiente barriguita.

Estaba comenzando a aflorar su calvicie y tenía unas cuantas arrugas en la cara, sin embargo sus facciones eran agradables.

No obstante, a pesar de su aspecto descuidado imponía mucho respeto, por eso cuando entró en el aula se hizo un silencio sepulcral. Avanzó con paso decidido hacia la tarima, subió y se sentó en una mesa que había al lado de la pizarra.

-Buenos días. – comenzó. – les doy la bienvenida a esta asignatura. La anatomía humana es un terreno árido que en ocasiones les hará sudar. Unos cuantos aprobarán, otros destacarán y algunos de ustedes suspenderán esta asignatura en repetidas ocasiones hasta que logren aprobarla, allá cuando cumplan sus cuarenta años. Depende de ustedes el resultado. Bien, como hoy es el primer día nos limitaremos a explicar el temario que vamos a seguir, los criterios de calificación y las fechas de los exámenes. Por último hablaremos de las prácticas. Este año tenemos un nuevo programa de prácticas con un calendario especial: daremos una nueva técnica desarrollada por el doctor Andrea Turrina que se llama “manipulación de la fascia” durante este primer cuatrimestre. Para estudiar esta técnica verán ustedes aplicarla a profesionales del equipo médico del  F.C. Internatzionale  Real Milano o como bien ustedes dicen el “Real Milán”.

<< La universidad ha llegado a un acuerdo con el FC para que ustedes puedan disponer de sus instalaciones con el objetivo de mejorar su formación. >>

A mi lado, Marianna susurraba con una chispa de brillo malicioso en los ojos:

-¿Sabéis lo que eso significa chicas? Vamos a conocer a futbolistas, o como mínimo a deportistas de élite.

Todas murmuraron emocionadas a mi alrededor. La verdad es que parecían muy exaltadas ante la posibilidad de ligarse a algún jugador vigoréxico. 

A pesar de todo, decidí restarle importancia al asunto, a los clubs deportivos solían asistir, también, ciudadanos de a pie a recibir sesiones terapéuticas, por lo que no necesariamente tendríamos por qué coincidir con ningún deportista famoso, ni con ningún futbolista flipado – y forrado -.

Aquellas chicas especulaban demasiado.

Dirigí de nuevo mi atención hacia el profesor.

-Hoy a las cinco de la tarde les espero en esta dirección. – apuntó en la pizarra los datos. – van a comenzar con la primera práctica, que en realidad se tratará más bien de una presentación, puesto que aún no han tratado el tema en las clases teóricas.

<< Buenos días de nuevo y que les aproveche su primera jornada. >>

Entonces el catedrático caminó hacia la puerta y abandonó el aula para dar paso a la siguiente hora.

Y así fue transcurriendo el día, clase tras clase, profesor, tras profesor.

Aproveché los ratos libres para conocer a la gente, por lo que además de Lidia y Marianna, conocí también a Diletta que era muy guapa, tenía el pelo negro y los ojos muy oscuros.

Conocí a Silvia, quien se trataba de una chica muy alegre, que no paraba de sonreír todo el rato, hasta un punto que se hacía incluso molesto.

Pero fue Marianna la que más me agradó de todas ellas. Parecía tranquila y sencilla. Y además tenía un carácter muy dulce – a diferencia de Ángela que era tan rasposa como un papel de lija -.

Me resultó curioso que, a pesar de que Marianna también tuviese el cabello rubio y los ojos azules , su forma de ser fuera completamente opuesta a la de Ángela.

Cuando terminó la jornada, regresé a mi habitación dando un paseo.

De camino me compré un sándwich en la cafetería para tomármelo a la hora de comer.

Fue mientras estaba esperando que me sirvieran el sandwich, sentada en la barra, cuando por inercia acabé fijándome en una pequeña pantalla LCD de televisión, que aquellas horas emitía el telediario, en concreto las noticas deportivas.

– Ruccio Montenegro ha sido sancionado por su tarjeta roja, y no saldrá a jugar en el partido contra el Manchester – decía la presentadora con su ensayado tono profesional –. Quien tampoco saldrá a jugar será Matteo Venanzi, porque a pesar de la favorable evolución de su lesión, aún debe completar algunas sesiones con sus fisioterapeutas para poder regresar al campo en condiciones óptimas.

Sacaron algunas imágenes de Ruccio gritándole a un árbitro y de Venanzi contestando a algunas preguntas en una rueda de prensa.

Justo en aquel instante llegó la camarera con mi sándwich y abandoné el lugar.

Ya en mi habitación –  aprovechando la ausencia de mi compañera de cuarto -, me estiré en la cama y dormí hasta las cuatro de la tarde.

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Espero que os haya gustado, y si es así, agradecería mucho contar con vuestro apoyo, con un votito a cada capítulo que os guste, muchas gracias a tod@s!

Y espero que siguáis disfrutando :)

Voy a cambiar el nombre del equipo de fútbol, será el Real Milán, porque no quiero poner exactamente el nombre de un club de fútbol real.

Dentro de poco comenzaré a subir los capítulos editados.

un saludín a todos! 

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