Química imparable © (AA #2) [...

By ZelaBrambille

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"Novela publicada por Nova Casa Editorial, disponible en librerías de España y América Latina" NO ESTÁ COMPL... More

Química imparable
Booktrailer y personajes
Capítulo 01
Capítulo 02
Capítulo 03
Capítulo 04
Capítulo 05
Capítulo 06
Capítulo 07
Capítulo 08
Capítulo 09
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 16 (parte 2)
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33 (extra)
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37 (final)
Trilogía y secuelas
¡QUÍMICA IMPARABLE EN FÍSICO!
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Capítulo 20

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By ZelaBrambille


* * *

Me detengo antes de salir y me doy la vuelta, Jocelyn está parada detrás de mí con una sonrisita. De verdad es preciosa, se parece a papá. Da un saltito y cierra con premura la distancia entre las dos, sus brazos rodean mis piernas, alza la cabeza para mirarme desde abajo, sus enormes ojos me derriten el alma.

—¿Vas a volver? —pregunta haciendo un puchero adorable. Mi padre se aclara la garganta.

—Jocie —la llama. Se queda quieta, no deja de mirarme con esperanza. Le regalo una sonrisa sincera, con los dedos peino su coleta.

—Te prometo que nos veremos pronto, tienes que presentarme a Muppet —digo.

—¡Va a ponerse muy feliz cuando le diga que quieres conocerlo! —exclama y me suelta. Como si fuera un huracán se va corriendo, sube las escaleras y desaparece, dejándonos en silencio.

Me recompongo enderezando la espalda, al alzar la mirada me encuentro con la de Ritta fija en mí, quien me sonríe y musita un «gracias». No le respondo ya que no sé qué decir, no lo hago por ella, tampoco por mi padre, vine por mí, porque cuando era pequeña no soñaba con otra cosa más que con tener un hermano, alguien con quien compartir aventuras, alguien que estuviera conmigo durante las noches llenas de gritos y discusiones.

No sé cuándo fue que la relación de mis padres se rompió, puedo estar con Ritta en la misma habitación, pero eso no quiere decir que me sienta cómoda teniéndola alrededor. Es cálida y amable, nada más, no pienso tener una amistad ni ponerme a charlar más de la cuenta. Respeto a mi padre y lo amo, así como amo a mi madre, saber que estoy frente a la mujer que le ha causado tanto dolor no es agradable.

Papá se acerca, abre sus brazos frente a mí, sin dudar lo abrazo y escondo la cara en su camisa. Estoy feliz por haber venido, también triste, es confuso, no puedo decidirme. Me alegra tener una hermana, pero al mismo tiempo no se siente correcto y eso me mata.

Respiro hondo para no ponerme a lloriquear.

—Gracias por entenderlo, cariño —murmura.

Segundos después me deja libre, me despido con una sonrisa. Oliver me ofrece su brazo, lo tomo con rapidez, mis piernas siguen temblando, siento que en cualquier momento voy a caerme.

El camino al coche lo hago tensa, con los dedos apretando la piel de Doms, me conduce por el camino sin pronunciar palabra. Una vez frente al vehículo, observo la puertilla que ha abierto para que entre, y me rompo. En un instante mis mejillas se empapan, me convierto en una tormenta.

Me derrumbo, quiero doblarme a la mitad pues siento que el dolor y la ansiedad van a consumirme, pero Oliver no me lo permite. Sus brazos me rodean, lentamente me lleva a su pecho, en donde hundo el rostro. Le regreso el abrazo con fuerza, esto es lo único que quería. Mis lágrimas mojan su ropa, al parecer no le importa, no disminuye el agarre.

—Fuiste muy valiente —susurra cuando logro tranquilizarme.

—Es hermosa —digo compungida—. Siento que estoy traicionando a mamá.

—Lo principal es no traicionarte a ti, si lo que quieres es conocer a esa niña que no tiene la culpa de los errores de los adultos, al igual que tú, entonces conócela, es tu hermana y tienes derecho, además, creo que ya se adoran. —Se me escapa una risita—. Estoy orgulloso de ti.

Me echo hacia atrás, me concentro en ese par de ojos verdes.

—¿Por qué?

—Sé lo que se siente, Han —dice—. Me hubiera gustado tener un hermano como tú, yo soy como Jocelyn.

Mis cejas salen disparadas, mi mandíbula se desencaja.

—¿T-tú...? —No termino la pregunta, él no responde, solo se encoje de hombros. ¿Es el hijo de alguien casado? ¿Por eso nunca habla de su padre? Quiero preguntarle muchas cosas, pero deposita un beso suave en mi coronilla y me suelta, dando por terminada la conversación.

—Vámonos.




Afuera de la casa de Oliver hay un árbol, en una de las ramas cuelga una pajarera amarilla que me hace sonreír. Sigo sus pasos, va directo a la puerta recorriendo un camino de concreto delimitado por piedras. Del bolsillo trasero de su pantalón obtiene unas llaves, se escucha un sonido cuando abre, se hace a un lado. Me hace una seña para que pase, su sonrisa ladeada me hace dudar; pero, como siempre, termino acercándome.

—Bienvenida —dice—. Si encuentras calcetines sucios son de mi hermano, no los toques o podrías llenarte de gérmenes, y no se te ocurra entrar a la lavandería, es un desastre.

Entro a la pequeña salita, el aire hogareño me relaja, él cierra la puerta a mis espaldas y se me adelanta.

—¿Quieres algo? Creo que hay jugo. —No me deja responder, desaparece en la que creo es la cocina, yo me quedo quieta admirando el panorama. Las paredes son de color crema, hay una fotografía gigante de dos niños, reconozco al más pequeño pues tiene esos ojos verdes que tanto me gustan, el otro niño es muy parecido, solo que sus iris son marrones.

Me aproximo a un sillón y me dejo caer, el comedor es solo para cuatro personas, aunque una de las sillas está pegada a la pared, como si nunca la utilizaran, me agrada el jarrón que está en el centro de la mesa.

Oliver regresa con dos vasos llenos de jugo de color amarillo.

—Tu casa es muy linda —digo tomando el vaso que me ofrece. Se deja caer a mi costado, no pasa desapercibido para mí que se coloca muy cerca, escondo la sonrisa dándole un trago al jugo cuando su brazo rodea mis hombros.

—Solo porque estás en ella, normalmente es aburrida —suelta. Agacho la cabeza un segundo, esperando que no vea mis mejillas teñidas de rosa.

—Deberíamos empezar con las tutorías —digo después de aclararme la garganta. Me estiro hacia adelante y dejo el vaso sobre el vidrio de la mesita. Oliver se levanta como un resorte, me ofrece su mano, lo estudio con intriga.

—En mi habitación, mi hermano va a llegar pronto y no quiero que te vea. —Miro hacia otro lado, sintiéndome insegura de pronto, ¿le doy vergüenza? No me atrevo a preguntar, así que solo me pongo de pie—. Ya sé lo que estás pensando y no, no es eso, no quiero que intente seducirte.

Vuelvo a enfocarlo, todavía está ofreciéndome su mano, la tomo. Él me da un jalón suave y me arrastra por toda la sala, por las escaleras y, finalmente, por el pasillo de la planta alta, no se detiene, ni siquiera me deja contemplar el sitio.

Las paredes de su habitación son del mismo color que las demás, solo que están llenas de pancartas de bandas de rock y películas, hay una patineta vieja colgada, Apolonia está en el suelo. Hay unos calzoncillos en una de las esquinas, aplano los labios para no carcajearme y miro hacia otro lado. Él deja su mochila en un escritorio que está cerca de la ventana.

—Siéntate, iré por otra silla —dice antes de salir. Hago justo lo que pidió, me siento. Es muy ordenado, excepto por el bóxer en el suelo y las sábanas revueltas. Lo siento caminando detrás de mí, cierra la puerta y coloca la silla a mi lado, entonces toma asiento, de su mochila saca una carpeta con hojas desordenadas y un lápiz—. Disculpa el desastre, nunca traigo personas a la casa y nadie ve lo que hago en la escuela.

Le arrebato el lápiz, haciendo que nuestras manos se toquen. Su brazo rodea mi espalda por lo que tengo que hacerme hacia adelante o no podré pensar, suficientes distracciones son su olor y su muslo rozando el mío. Observo sus apuntes y me pierdo en ellos.




Pasamos toda la tarde resolviendo problemas de Matemáticas y Física, el problema con Oliver no es que no sepa los procedimientos o las fórmulas, es que se tarda demasiado en llegar al resultado. Si yo superviso no hay inconveniente, pero en un examen no le sirve de nada saber responder si no puede hacerlo rápido.

—Tienes bien trece de quince, pero te llevó mucho tiempo, Doms, tenemos que practicar si quieres pasar esos exámenes. —Agarro una hoja en blanco y enumero hasta el veinte—. Te voy a dejar tarea.

—Eres una maestra muy sexy. —Mis comisuras tiemblan, mi cabello oculta mi cara, lo cual es bueno. Busco en mi memoria y empiezo a escribir—. ¿Por qué dijo eso tu padre? Lo de «el chico del que me hablaste».

—Estamos estudiando —digo. El corazón me da un vuelco violento, cuando vea a mi padre tendré una plática muy seria con él acerca de no decir en voz alta mis secretos. Aprieto los párpados, ¿qué puedo decir para evitar su pregunta? Espero que desista, aunque no me hago muchas ilusiones.

—No, ya estudiamos demasiado.

De pronto, me arrebata el lápiz como si fuera un niño pequeño. Me echo hacia atrás, sorprendida, y lo observo con diversión. Lo arroja con fuerza, sale volando y cae en el borde de la cama. Suelto una risita, me levanto y voy por él, necesito escribir todos los problemas. Me inclino y obtengo el lápiz amarillo, cuando me enderezo me siento morir.

Doy un respingo, está detrás de mí, ¿cómo demonios llegó tan rápido y sin hacer ruido? Respiro hondo, se pega a mi cuerpo, su pecho a mi espalda. Una de sus manos se coloca sobre mi ombligo y me empuja hacia él, la otra me quita el lápiz de los dedos y vuelve a arrojarlo a alguna parte.

Ahogo un suspiro, su nariz se escabulle y llega a mi oído. ¿Por qué no se me ocurrió que era mala idea encerrarme en una habitación con este chico?

—Te hice una pregunta —susurra.

Relamo mis labios y cierro los párpados, quiero recostar la cabeza en su hombro, pero me contengo.

—Le dije que terminé con Liam y que me gusta otro chico —murmuro. Mi voz suena diferente, entrecortada, no lo sé.

—Así que te gusto... —susurra en voz baja, causándome una descarga. Sus manos empiezan a moverse en mi abdomen, de un lado a otro. Su respiración en mi oreja levanta todos los poros de mi piel. Mi respiración se agita, el corazón me late tan rápido que ya dejé de sentirlo.

—No creo que no te hayas dado cuenta de eso —suelto.

Mi cuerpo deja de obedecerme, me encuentro encorvándome, pierdo la vergüenza y el autocontrol. Mi trasero choca con algo duro, instintivamente muevo las caderas. Dios, ¿dónde está la vieja Hannah Carson? Ella estaría abanicándose, no puedo controlar esta necesidad que nunca había sentido.

—¿Sigues enojada conmigo? —pregunta. Deposita un beso húmedo en mi cuello. Las únicas señales de que está disfrutando los roces y la cercanía es su respiración pesada, y que sostiene mi cadera en el lugar correcto.

—Sí, no me gustó verte con esa chica.

—A mí tampoco me gustó ver cómo te abrazaba.

—Entiendo.

—Estaba celoso, solecito, lo siento.

Echo la cabeza hacia el lado contrario y dejo que recorra mi cuello con sus labios. Siento que estoy en otra dimensión, en una donde solo estamos los dos. No recuerdo lo que hice hace unas horas, no hay tiempo, solo su aliento deambulando, sus manos haciendo travesuras.

—Me interesas tú, y estás soltera... Al fin. —No respondo porque creo que he perdido la razón. Me da la vuelta, sus brazos se cierran alrededor de mi cintura, tengo que ponerme de puntitas para rodear su cuello y cerrar los espacios—. Estás usando una falda en mi habitación, ¿no te he advertido ya que no puedo despegar mis manos si estamos solos?

Oliver Doms sabe cómo moverse, da un paso, me hace perder el equilibrio. Debería escandalizarme pues me tiende en la cama y me cubre, no sé cómo lo hace, pero queda entre mis muslos. Dudo, ¿no vamos muy rápido? Entonces me muerde el labio y me besa con ardor, mando al carajo mis inhibiciones y le regreso el beso con la misma pasión.

Lo rodeo con las piernas, eso parece gustarle, ya que suelta un gruñido sensual que me hace estremecer. Una de sus manos abandona mi cintura y se apropia de mi muslo desnudo, lo acaricia ascendiendo, me roba el aliento, tanto que tengo que romper el beso para poder respirar.

—¿Saldrías conmigo la próxima semana? —cuestiona. Me sacudo cuando mete la mano en el interior de mi falda y estruja mi piel, nadie me había torturado de esta manera. Su boca besa mi oído, sentirlo encima de mí es demasiado, me fascina esto. Joder, ¿qué tan loca estoy?

—Sí. —Suspiro.

—¿Te gustaría ir a algún lugar en especial?

—No —susurro. Siento cosquillas en mi vientre y un sinfín de sensaciones en todo mi cuerpo.

—¿Eres consciente de que haré esto muchas veces?

—Me parece bien. —Suelta una risotada que me trae de regreso al planeta.

—Creo que no me estás escuchando.

—¿Qué? —Sacudo la cabeza para espabilarme. Tengo mucho calor.

—Que tú también me gustas —dice con la voz ronca. Muerdo mi labio inferior para no sonreír bobaliconamente. Oliver muerde con suavidad mi mejilla. Su mano caliente sigue dentro de mi falda, la otra la usa como apoyo colocándola junto a mi cabeza—. Gracias por ayudarme con las materias.

—¡Vaya! El ladronzuelo sabe dar las gracias —suelto, juguetona.

No puedo evitarlo, mi mano alcanza el borde de su playera blanca de algodón y, en un atrevimiento, la cuelo dentro. Sus músculos abdominales se tensan al sentirme, Oliver Doms es un delicioso chocolate.

—Sé hacer muchas otras cosas, solecito, puedo hacer que ardas. —Ronronea.

—Estás loco. —Se me escapa una risita. El silencio se apodera del instante, pero es cómodo, él le da apretones a mi piel mientras yo sigo navegando en la suya. Me gusta mucho lo que toco y lo que veo.

—¿Estás bien? Pregunto por lo que pasó hace unas horas. —Asiento.

—Sí, aunque la verdad no sé cómo sentirme, es muy confuso. Me alegra tener una hermana, es increíble, pero detesto lo que está sucediendo. Mi madre intentó suicidarse, eso me duele, Oliver, y ni siquiera está dispuesta a darme una explicación, pude perderla en un segundo y no le importó. Y no puedo enojarme con papá a pesar de que quiero pues odiaba lo que Liam hacía conmigo, pero luego recuerdo que yo hice lo mismo y no pude evitarlo, tú no me dejaste otra opción más que serle infiel, él no me dejó otra opción más que buscar algo en otra parte, ¿cómo puedo juzgar si hice lo mismo? Sería hipócrita. Papá es el único que me apoya, él está ahí, nunca me ha pedido que sea diferente, me deja tomar mis propias decisiones y no me asfixia. No puedo odiarlo porque recuerdo cosas, todos estos días no he parado de pensar en eso, mi madre intenta controlarme todo el tiempo, lo mismo hacía con papá, no es que lo justifique, simplemente no sé cómo sentirme, no puedo dejar de quererlos. Sé que le ha pedido el divorcio y ella no quiere dárselo, los problemas entre ellos son más antiguos que Jocelyn. Ese día en el hospital hablaba con mucho odio, tengo miedo de su reacción cuando se entere que conocí a Jocie.

—Los problemas de un matrimonio son de dos, no deben incluirte ni obligarte a elegir un lado, es egoísta ponerte contra la espada y la pared porque los dos son tus padres y siempre lo serán. Tu madre está herida, cuando las personas sufren cometen locuras para calmar el dolor, va a necesitar tu cariño para salir adelante. Habla con ella el día que se sienta mejor, sé sincera, estoy seguro de que se va a molestar y luego comprenderá, solo dale tiempo, tú también tienes que respirar y alejarte de toda esa mierda para asimilarla, Han. —Su mano libre acaricia mi pómulo—. Es muy difícil, quiero que sepas que lo entiendo y que no está mal si un día quieres golpear la pared, no puedo comprender cómo es que lo estás manejando con tanta madurez, cuando yo me enteré que era un bastardo me enojé con mi madre, la llamé prostituta y destrocé el auto del sujeto. Estaba furioso, reprobé año y me dediqué a destruir mi vida. Esos sentimientos solo te destruyen a ti, no hay día que no me arrepienta de haber juzgado a mamá, me va a faltar vida para pedirle perdón, así que admiro tu fortaleza, solecito.

Esbozo una sonrisa lenta que me corresponde.

—¿Por eso dejaste la radio? —cuestiono sin dejar de palpar su abdomen.

Sep, entré en un ciclo destructivo. —Su frente se apoya en la mía—. Lo odio, Han, odio a ese tipo y a su familia, sentir eso es doloroso y tú necesitas algo mejor.

Un nudo se forma en mi garganta, veo tanto dolor y rencor en su mirada que siento la necesidad de borrar esos sentimientos, le doy un jalón para acercarlo a mí.

Desciende y vuelve a besarme, masajea mis labios con lentitud, lame el inferior, por lo que le doy paso abriendo la boca. Su lengua me acaricia, me saborea.

—Solecito, sabes muy bien —susurra con la voz ronca, me siento desfallecer. Ahogo un suspiro en mi boca—. Me gusta mucho besarte.

No me da tiempo de pensar porque vuelve a besarme, mis labios se hinchan, se adormecen, sin embargo, se siente tan genial que no puedo parar, quiero que continúe, que no termine.

El tiempo transcurre, no soy consciente de nada hasta que abro los ojos, ya no entra luz por la ventana.

Me echo hacia atrás a pesar de sus quejidos.

—Se está haciendo tarde, ¿me llevas a casa? —cuestiono, divertida.

Hace una mueca de desagrado, pero igual se levanta y me ayuda a acomodar mi ropa, aunque creo que solo lo hace para no dejar de tocarme.

No me quejo.


* * *

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Les dejo este video por si les interesa saber más de mí

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