Paper Bag | 못생긴 가방 ─vkook

By kkingkomaeda

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❝¿Por qué tienes una bolsa en la cabeza?❞ » Temática: Misterio/suspense, psicológico y con un leve contenido... More

Bolsa de papel »vkook
UNA CARA "BOLSA" SONRIENTE.
MISTERIOSA BOLSA DE PAPEL.
INCOMPRENDIDA BOLSA DE PAPEL.
DULCE BOLSA DE PAPEL.
INTRIGANTE BOLSA DE PAPEL.
KTH
JJK
¿POR QUÉ LO HACES BOLSA DE PAPEL?
MONOMANÍA
n.a /antes del final.
EL PURGATORIO. ½
¿KIM TAEHYUNG?
EL PARAISO. ¹
RESEÑA DE LA HISTORIA
TAEKOOK AWARDS + Aviso
AYUDA + Personajes

EL INFIERNO. ½

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By kkingkomaeda

Capítulo Final

Todo aquello que es creado tiene un fin en sí mismo, y así se engendra la forma que hace que el universo se parezca a Dios. ꟷDante Alighieri.

Mis rodillas están contra el suelo húmedo de mi cuarto de baño, la sangre me escurre desde la coronilla, cae por mi rostro y, finalmente, mancha el agua convirtiéndola en rojo escarlata. Estoy tiritando de frio bajo el yugo de mi falacia, la luz del Edén la veo tan lejos que creo que he perdido mi camino de vuelta casa, me he extraviado de mi único propósito... Y solo me queda agonizar en silencio. Mi mente, quien era la única herramienta para mi salvación, se ha desviado hacia el limbo tratando de encontrar una solución, una manera de borrar el glacial sentimiento de culpa. Y ha descubierto que no hay perdón para mi pecado.

Llevo alrededor de dos horas pidiendo perdón al alto mando, llevo dos horas pidiendo un milagro y por su ayuda, pero Él se mantiene en silencio e imperturbable. Mis gritos se ven ahogados por sus canticos y plegarias, mi llanto se ve irrumpido por el cristal del espejo estrellándose contra mi cara mezclándose con la sangre que escurre en mi rostro. No existe corrección ni un botón de reinicio, no para mí que he manchado mis manos de crimen.

Jimin ha muerto, me repite una voz dentro de mi mente mientras permanezco recostado en la bañera con el agua helando mis extremidades, y a esta altura, siento como si mi piel ardiera y se cayera en trozos. Pero no salgo; dejo que el agua enloquezca. No sabemos con certeza si ha muerto, no sabemos.

Permanezco quieto, envuelto en el sonido del silencio con esperanzas de ser iluminado por mi juicio. Una guerra entre el egoísmo y el altruismo se lleva a cabo bajo el mando del General Kim Il Sung, me defiendo a capa y espada, incluso, logro hacer que mi labio sangre y una tos de asfixia me consuma el cuerpo. Entonces, debajo de esa locura distorsionada, tras probar el amargo liquido de mi piel, me encuentro conmigo mismo guiándome a través de la desesperación y delirio...

Mi mente me muestra, bajo el crudo y tenebroso mar negro, un camino a través de la rasposa yerba mala en cuanto estoy en tierra. Un faro me alumbra la orilla de la playa permitiéndome caminar con mis pies mojados, arrastrando la arena detrás de mí. El aire corre con fuerza y las olas desenfrenadas me dejan probar el sabor salado en mis labios, la brisa violenta me desequilibra haciéndome tropezar con rocas, troncos y demás. En cuanto me encuentro lo suficiente cerca del faro, una sombra se asoma desde lo más alto, me saluda con su mano y me anima a subir. Mi cuerpo húmedo y áspero por la arena, tiembla, pero no detengo mi andar.

Cuando estoy por entrar osadamente al faro, algo me obstruye el paso. Una puerta bloquea la entrada; una puerta y una cruz negra que lo decora en medio de esta. Trato de empujar la puerta, pero se mantiene estática, sin intención de abrir. La cruz que le decora se agita con desenfreno, quizá debido al aire, pero se mantiene agitada golpeando una y otra vez la puerta metálica del faro, y con cada sacudida el mar sube... y sube, y sube, y sube. Inconscientemente trato de buscar refugio, pero es demasiado tarde. Es entonces cuando me ahogo con él, mi boca lo saborea, mi garganta lo siente y mi estómago lo asimila, no era nada parecido al agua. Su sabor no era nada más que a hierro. Y mientras me permito dejar que la sangre tome mi garganta, aquella sombra que esta en lo alto el faro, me vuelve a saludar... o despedir.

Cuando despierto, una capa húmeda de sudor me cubre el cuerpo y me doy cuenta que he mojado totalmente mi silueta en las sabanas. Me incorporo para abrir la ventana y dejar entrar el frio; cuando lo hago puedo notar que es de noche, deberían ser cerca de las 10, o poco menos. Un punzón de ardor me da justo en la sien, llevo mi mano tras un gemido de dolor y mancho mis dedos de un poco de sangre. Quizá debería tomar una ducha.

Voy hasta el pequeño cuarto de baño para verificar mí golpe en la sien y proceder a tomar una ducha, pero cuando entro al baño no hay nada más que desdicha y amargura cubriendo las paredes.

Mi hermana descansa suavemente sobre la bañera, su mano izquierda roza el suelo y su cabeza sobresale de la porcelana blanca, su cabello cae sobre su hombro derecho justo como lo llevaba por la tarde; el vestido color palo de rosa esta empapado, está sucio, pero sobre todo eso, lo que más resplandece bajo la luz artificial, es la piel pálida con tonos violetas y verdes tatuados. Y es así como confirmo, que su alma a trascendido.

Cierro la puerta en el mismo momento en el que la he abierto y, esta vez, solo me quito la ropa y me pongo una limpia del closet. Tu hermana está muerta, me susurra mi mente con desprecio. Pero yo me mantengo escéptico, me coloco una sudadera que se esconde en el fondo de mi armario y salgo de mi habitación sintiendo mi piel pegajosa y mi herida palpitando con molestia. Pero a esta altura de mi estabilidad mental, no logro ni siquiera percibir mis propios sentidos.

Cuando salgo de mi habitación todo en mi casa se aprecia tan sereno, tan en paz, que casi caigo en mi propia ilusión de sosiego. Si no fuera por el moribundo cadáver de mi padre, que yace sobre la entrada de la casa, podría haber vuelto al camino de la fe sin dudar de mi vileza. Pero es demasiado tarde, me repito, no hay vuelta atrás.

Doy un vistazo a la cámara que ha grabado todo desde la esquina superior, desde el momento en que mi padre ha llegado, desde que me serpentee por su cuerpo y degollé de un solo filo en mano su garganta, hasta como cínicamente me quede unos segundos observando fijamente la intermitente luz roja. Toda la evidencia estaba ahí, estaba cavando mi propia tumba con total consciencia. Pues no había espacio para un ser humano como yo, manchado de imperfección. Tarde o temprano todos tenemos que hacernos cargos de nuestras propias acciones.

El más oscuro rincón del infierno está reservado para aquellos que conservan su neutralidad en tiempos de crisis moral... Mi moral se vio afectada por mi miedo, por mi desesperación, y por eso estoy aquí, tratando de limpiar mi error para poder entrar por clemencia a las puertas del infierno.

En cuanto abro la puerta de casa, el helado aire me golpea el rostro. No hay nadie transitando por la calle, todos guardan reposo dentro de sus casas como debería ser. Doy un paso fuera, seguido de otro, y cuando estoy por echarme a correr, justo en ese momento, mi celular vibra.

No hay saludo, no hay honoríficos ni cordialidades. Simplemente una voz.

—¿Quieres saber dónde estoy, TaeHyung?

Mi mano se tensa sobre el móvil, y no soy capaz de identificar si estoy enojado o atestado de panico.

—No...

—Sabes, TaeHyung —Vuelve hablar el individuo tras el teléfono—, Hay tres disposiciones que se mantienen adversas al cielo, la incontinencia, la malicia y la loca brutalidad. Así que ahora, junto a mí, llegó esa brutalidad que no conoce la paz y me llevó paso a paso de regreso al lugar donde el sol calla. Recita con benevolencia, el tono lleno de adoración se escucha tras el eco de sus palabras—, La senda que lleva al paraíso comienza en el infierno, te he mandado la dirección del lugar. Y para motivarte...Los pasos resuenan, se escuchan con interferencia y lejanos. Un llanto ahogado se comienza a percibir, seguido de la voz de Jeon—, Di algo para tu amigo, el seguro cree que has cruzado a la otra vida.

Es entonces, que corto la llamada. Busco con mis dedos dedos temblando el mensaje con la dirección. Una vez que lo encuentro, no puedo evitar que broten sensaciones a lo largo de mi cuerpo. Y cuanto menos lo espero, ya me he echado a correr.

[...]

Omnis(c)iente. - Aquel que conoce todo. El conocimiento absoluto.

Debido a que el transporte deja de funcionar tan tarde, TaeHyung no tiene más opción que tomar el metro que era un poco más tardado y con unas cuantas paradas de por medio. Pero no había alternativa. Su destino había sido marcado con plumón rojo, ya no existía algo de su vida, pues había sido tomada con el peso de la muerte.

Casi podía sentir como la sangre le bombeaba a través de las venas hinchadas en sus brazos, a lo largo de su cuerpo. Su pierna repiqueteaba una y otra vez con impaciencia, con la adrenalina revolviendo su torrente sanguíneo. Y cuando escuchó por el altavoz su parada, no pudo detener su conmoción. Corrió por la estación, corrió con el guardia gritando a sus espaldas, corrió con aun más fuerza de lo que su anatomía era capaz de soportar. Esquivo los coches, ignoro las señales indicando peligro o prohibido el paso, hizo caso omiso a las cadenas que adornaban la reja del lugar, y salto por encima de las restricciones. Cuando se levantó sacudir el polvo en sus ropas, se quedó un segundo aterido.

Ahí estaba, entre la maleza y el camino cochambroso de desperdicio, oculto entre la gran barrera de árboles que se mecían en compas del viento, olvidado por la sociedad. Ante él se alzaba el Hospital Psiquiátrico Gonjiam. Estructura que nunca fue demolida a pesar de las constantes quejas, lugar donde albergó a más de 500 enfermos mentales esperando por clemencia... Y ahora TaeHyung estaba ahí.

Desde sus paredes hasta sus puertas, desde los vidrios rotos hasta la maleza dentro del edificio, todo estaba destruido, enmohecido y deplorable. TaeHyung al entrar se había percatado que la cadena que envolvía el cerrojo de la puerta estaba rota, seguramente había sido abierta con unas pinzas debido a los cortes, analizo. Las baldosas del suelo estaban húmedas, había vidrios rotos por todos lados y pequeños indicios de que a veces la gente iba a aquel lugar.

Si no fuera porque había alguien acechándolo podría estar muriendo del miedo a causa de estar ahí, en el tétrico silencio de los pasillos, en la oscuridad que muy apenas era evadida por los rayos de luna. Porque había una diferencia entre temer de los fantasmas y los vivos; y eso era que los muertos ya están, pero los vivos son capaces de mucho más teniendo cerca. Teme a los vivos, no a los muertos.

Tan pronto como su camino fue iluminado por el pasillo principal, TaeHyung pudo observar una sombra moverse entre los escombros del fondo. Con el corazón acelerado y el sudor sobre su frente, ordeno a sus piernas seguir a aquella negrura. Le siguió hasta encontrar su camino, y casi se sintió pulcro de sus pecados. Como si Caronte le estuviese guiando hacia el otro lado del rio. Pero no fue así, nunca fue así. Y una vez más, cayó ante la vileza de su crimen.

Aquella desconocida sombra que le guiaba llego a su fin. Estaba en su destino. Miles de luces verdes y rojas destellaron dentro de su cabeza, alertas y a la defensiva, pero no emitieron ni un sonido. Esa voz que le hablaba dentro de la cabeza, esa voz que siempre se encargaba de analizar todo a detalle, se mantuvo en quietud, observando. Mientras que TaeHyung, solo corrió hasta aquel cuerpo que yacía sobre el concreto.

Un invernadero, o lo que quedaba de él, era donde se encontraban. Las cubiertas con las que le abrazaba estaban rasgadas, sobre todo las del cielo, mientras que las laterales una que otra tela seguía intacta, algo carcomida por los insectos. Las telas se mecían dándole un aspecto aún más sombrío a aquel lugar, el metal estaba oxidado y manchaba los charcos de agua que eran color bermejo. Pero fuera de eso, aquel invernadero se mantenía en pie. Poco escombro, poca maleza y la suficiente luz de la luna iluminaba a TaeHyung como para confirmar que Jimin, su amigo, estaba ahí tendido en medio de la superficie.

Una venda ocultaba sus ojos, pudo sentir lo húmedo que estaba aquel trapo que no dudo en arrebatar, sus manos estaban atadas por la espalda con un seguro de plástico que solo podía ser cortados con algún filo que no traía consigo, para su suerte, las piernas de Jimin no estaban atadas. Apresurado y aliviado, en cierto sentido, acurruco a Jimin entre sus brazos, mientras este lloriqueaba con intensidad sobre su abdomen.

—¿P-por... q-que... has v-venido? —Manifestó entre gemidos de desconsuelo el más pequeño. — Vete, vete p-por favor.

Pero TaeHyung no lo hizo. Dio un vistazo alrededor en busca de algo que pudiera ayudarlos, algo para escapar... Pero no encontró nada.

Como pudo ayudó a Jimin a ponerse de pie, alzo sus brazos y los envolvió en sus hombros. Fue cuando pudo percatarse que las piernas de su amigo tenían un par de llagas abiertas y con sangre emanando de ellas, y una vez más, casi pierde la cordura. Pero esta vez, su moral y sentimientos hacia Jimin fue más allá de su apaciguada locura.

—Debemos salir de aquí, Jimin.

El cuerpo de Jimin era pequeño, quizá un poco pesado pero pequeño después de todo. Así que su mente ordeno que le llevara en brazos para evitar el sobre esfuerzo de su amigo, quizá tendría dificultad en esquivar los escombros dentro del edificio, podría tropezar y lastimar a Jimin y a él, la oscuridad era un ser predominante en aquel lugar e iba ser demasiado lento, torpe... Tal vez buscar otro camino más iluminado podría ayudarle, si, era mejor. Solo esperaba no perderse, el edificio era demasiado grande como para buscar puerta tras puerta. Pero... ¿Y si les seguían? Los árboles, el bosque lleno de árboles podía ayudarlos a ocultarse al menos durante un tiempo, podrían llegar a la carretera si se escabullían por allí.
Su mente siguió maquilando mil y una de posibilidades para escapar del lugar, parecía que pasaban minutos, pero tan solo fueron unos segundos perdidos cuando el cuerpo de TaeHyung reaccionó a punto de echarse a correr con Jimin en brazos. Justo en ese segundo que tardo en alzar a su amigo, justo en ese insignificante segundo, perdió toda oportunidad de huir.

Las ruedas del cielo en lo alto, despliegan para ti sus eternas glorias, sin embargo, tus ojos continúan posados en la tierra. —Recita, con esa voz tan particular que manda una carga de sentimientos a TaeHyung. Con sumo cuidado vuelve a dejar a Jimin en el suelo, que otra vez se ha echado a llorar.

—Jimin...—Susurra lo más bajo que puede, pero Jimin solo llora. —Jimin, necesito que hagas algo.

—¡Oh!, raza humana, nacida para volar, ¿Cómo puede entonces una pequeña brisa de viento hacerte caer? —Continua aquella voz sus espaldas, que cada vez se escucha más clara y cerca.

TaeHyung se agacha hasta su amigo, pega sus labios contra su oído y habla: —Necesito que alguien salga vivo de esto. Tu mereces esa oportunidad, y en cuanto la veas, quiero que corras lejos de aquí.

Y esta vez, Jimin abre los ojos. TaeHyung sin ser capaz de leer que rostro de su amigo, se levanta y encara al maligno. Pero no hay nadie. La luna se ha ocultado tras una nube, temerosa, y lo único que deja tras su miedo en el sonido de los grillos, el canto de los búhos y la espesa neblina cubriendo cada centímetro, cada esquina.

TaeHyung traga con dureza, da un paso hacia atrás para confirmar que Jimin sigue a sus pies, pero nunca llega el contacto.

—Mi esperanza es que no logremos ver más el cielo. He venido para guiarte hacia la otra orilla, a la oscuridad eterna, en el fuego y en el hielo. —TaeHyung esta vez gira hacia todos lados, con la confianza de verlo, pero no hay nadie—, Pero aquellas estrellas que alguna vez marcaron nuestro comienzo, ahora se marchan.

Y la luna salió de su escondite, dispuesta a ser partícipe de aquel encuentro. O solo un espectador más.

Y justo cuando TaeHyung giraba sobre sus talones, cuando todo pequeño grano de prudencia y sensatez le permanecía en el cuerpo, el rostro humano de aquel individuo apareció frente a él. Su silueta alumbrada por la luz natural, sus facciones oscurecidas por las sombras de la noche, y ahora, con todo detalle podía admirarle. No era como aquella vez, como aquel día en que profano el acto inhumano bajo las brasas del fuego ardiente, no. Ahora tenía a ese ser frente a él, sus cuerpos casi rozando y una llamarada de furia desencadenándose dentro de ambos.

JungKook alzo su brazo, TaeHyung no le quitó la mirada de encima, le siguió con los ojos hacia su sudadera y saco de ella un objeto que Kim no pudo identificar debido a neblina. Y como si de un autómata se tratase, con sus mecánicos movimientos, Jeon JungKook se colocó una bolsa de papel en la cabeza. Y una suave risa se escapó de sus labios.

—Mi esperanza es que no logremos ver más el cielo. He venido para guiarte hacia la otra orilla, a la oscuridad eterna, en el fuego y en el hielo, Kim TaeHyung.







Primera parte.

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