RETROSPIRAL © (Terminada) ( #...

By rosalinagmoya

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*Ganadora de los Wattys 2018 en la categoría "Los Héroes"* Por accidente, Zaid descubre una espiral que lo tr... More

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Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20 | Cristal
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42 (borrador)
Epílogo
¡Aviso!
Agradecimientos
¡Wattys 2018!
¡Wattys 2018! [-Parte 2-]
¡Premios PGP2021!

Capítulo 36

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By rosalinagmoya

18 de Mayo de 2021

Patricia

Parecía que todo en la casa estaba en completo orden. No es que antes estuviera ordenada, pero las cosas parecían continuar igual a como las había dejado ella. Patricia sabía que debía ir pronto a casa, pero recordó que antes tenía que dejar abierto el portal para que Francisco y Sanja aparecieran a su debido momento.

Tomó la cámara de la albina y comenzó a hacer fotos sin ningún cuidado. Cinco disparos, seis, siete...

Le pareció escuchar un ruido detrás de ella. Se giró, pero estaba encandilada por el flash. No logró ver nada.

–¿Quién anda ahí? –preguntó.

Intentó que su voz no le fallara, pero el latido de su corazón contra las costillas la ponían cada vez más y más nerviosa.

Parpadeó esperando ajustar mejor su visión a la penumbra. "Un momento", pensó. "La puerta estaba cerrada y ahora está abierta... ¿qué rayos sucede aquí?".

Max

Mientras revisaba una de las habitaciones al fondo de la casa, escuchó ruidos en la verja de la entrada. Corrió a la puerta, para ver a través de la rendija, pero no lograba saber quién era el intruso. Fue hasta la ventana, que también tenía agujeros y fue ahí cuando la vio.

–¡Vaya, vaya!, ¡pero si es la niña bonita! –susurró para sí.

¿Qué andaría haciendo ahí a esas horas? La última vez que miró el reloj de su celular eran las once cuarenta y uno. Sin moverse y casi sin respirar, la observó trepando la verja, y ya que ella estaba adentro, la vio sacar una cámara de un maletín y, luego comenzó a tomar fotos. No eran las fotos que él imaginaba, no había ninguna persona ni objetos en frente... las tomaba al aire sin ningún cuidado. ¡Qué tontería! ¿Para qué gastar la batería de la cámara tomando fotos sin sentido?

Max tenía el ceño tan fruncido, que le dolió la frente. No entendía. Quizás la niña bonita estaba loca. Quizás estaba trastornada o algo así. Pero, ¿y los demás? ¿También estaban locos? ¿Todos? No lo creía, algo muy raro pasaba ahí y lo tenía que averiguar.

Decidió salir de su escondite y encontrar respuestas de una buena vez por todas. Se dirigió sin cuidado a la puerta y, sin quererlo, pateó un florero que estaba tirado en el suelo. A comparación del silencio que reinaba en aquella casa, el movimiento del recipiente sonó estrepitosamente. Ya había abierto la puerta, la chica se giró para enfrentarse con él, pero fue como si ella no lo viera.

"Está encandilada por el flash", pensó Max, volviendo a esconderse.

–¿Quién anda ahí? –preguntó ella.

Se veía muy asustada, parecía un ratoncillo descubierto en su escondite. No parecía darse cuenta de que empuñaba la cámara como si fuera un arma.

Parpadeó confundida, quedándose ahí mirando hacia el vacío que había entre la puerta y el oscuro interior de la casa.

Max respiró profundo, llevó una mano al arma que llevaba a su espalda, por si acaso, y salió a donde ella pudiera verlo.

–Pero... ¿qué...?, ¿quién eres? –preguntó la chica.

Max guardó silencio. Quería intimidarla, así ella podría darle algunas respuestas.

–Creo que esa pregunta debería hacerla yo –aseguró Max. Su voz sonó más dura de lo que pretendía, pero le gustó la sensación de amedrentar a alguien. Sin darse cuenta, una descarga grande de adrenalina lo recorrió y sacó el arma–. ¿Quién eres, niña bonita?

Patricia

Ella se quedó helada, clavada en medio del patio de aquella casa vieja y abandonada. Jamás nadie le había apuntado con un arma. Su voz interna le decía que debía tomar la cámara y correr, pero algo le dijo que no sería tan rápida como para lograrlo.

–Te hice una pregunta, niña bonita –su tono era frío y parecía estarse divirtiendo.

Ella continuó en silencio.

–Tienes razón... así me digas que tu nombre es Juanita o Patricia, para mí de todos modos siempre serás la niña bonita –Pato se preguntó cómo es que sabía su nombre.

¿Por qué ese hombre le hablaba como si la conociera?, ¿la conocía?, ¿de dónde?

Sentía las rodillas como gelatina, le temblaban sin cesar y las tripas las tenía enredadas en un gran nudo. Estaba tan asustada que quería vomitar.

–Creo que más bien, la pregunta es: ¿Qué hace la niña bonita en esta casa abandonada, a estas horas de la noche, tomándole fotos al aire?

Patricia tragó saliva. No podía decirle la verdad, no sólo no lo entendería, sino que un sujeto con un arma en las manos, que parecía ser malvado, podría ser peligroso viajando a través del tiempo. Quién sabe cuántas atrocidades realizaría en el pasado si encontraba la manera de hacerlo.

–Y-y-yo... –tartamudeó.

–Soy todo oídos –la instó agitando levemente el revólver frente a ella.

–Hago un p-proyecto para la escuela –mintió.

Max soltó una carcajada sombría.

–¿Sabes, niña bonita? Hay un par de cosas que odio –levantó la mano libre para enumerarlas–: Quemarme la lengua y las mentiras. Y tú me estás mintiendo. ¿Sabes qué hago con las niñas bonitas que son mentirosas?

Patricia de nuevo tragó saliva. Sentía náuseas del susto. Le entraron ganas de sentarse en el suelo, pero decidió que era el deseo más absurdo que había tenido nunca.

–Preguntaré una última vez. ¿Qué estás haciendo aquí?

Ella intentó salirse con la suya haciendo otra pregunta.

–¿Esta es tu casa? L-lo siento, no quise invadir propiedad privada. Baja tu arma, p-por favor... prometo que soy buena persona, sólo quería hacerle fotos a una casa abandonada, para un proyecto escolar.

Max

Max entrecerró los ojos. Desde luego la chica mentía, y por lo visto no le respondería.

–C-creo que mejor me voy. Lamento haber entrado, creí que la casa no tenía dueño.

–¿Una casa sin dueño? –Rio. ¡Qué tontería! 

Ella asintió, se veía pálida como el papel. La adrenalina que Max había tenido en un principio, comenzó a descender, haciéndole temblar la mano que sostenía el arma. Decidió dejar de ser un cretino con la chica y dejarla ir a casa.

–Vete.

Ella abrió los ojos como platos, caminó rápidamente a la verja, y comenzó a guardar torpemente la cámara en el maletín que llevaba colgado al hombro.

De pronto, una cegadora luz azul resplandeció, haciendo que tanto Max como Patricia se llevasen las manos a los ojos.

22 de Febrero de 1614

Ana

–¡Lo he encontrado! –Exclamó Ana con un susurro.

La doncella había estado devanándose los sesos tratando de encontrar la forma de salir de la habitación de Sir William para llevarse a Gracia de ahí y finalmente la había encontrado. Detrás de un gran tapiz, al igual que en la habitación de su señora, había una puerta de madera burda. Normalmente sólo el lacayo entraba y salía por aquél conducto, ahora sería usado por ellas dos por primera vez.

–Señora, debemos irnos.

Ana corrió hasta la cama para ayudar a Gracia a levantarse, pero estaba tan golpeada que le costó mucho trabajo tan sólo bajar una pierna al suelo.

Se escuchó movimiento y pasos. Luego, voces.

–¡Señora, rápido! Alguien va a entrar... tenemos que irnos, haced un esfuerzo, por piedad.

Ana sentía mucha tensión en los hombros, disponían de sólo unos segundos para alcanzar la puerta detrás del tapiz. Afuera distinguió claramente la voz de Sir William. Estaban perdidas.

Zaid

Ya había terminado de elaborar el plan para salir huyendo de ahí cuanto antes. El primer paso era ver si Ana ya había encontrado a Gracia, no podía llevar nada a cabo sin ellas dos.

Empacó sus cosas lo más rápido que pudo, sólo llevaba su celular en la mochila, un bolígrafo, la libreta en donde componía sus canciones y que últimamente había usado para escribir todas sus aventuras, su cartera con los doscientos pesos y sus tarjetas de crédito, su cargador para el teléfono –que de nada le había servido puesto que no había electricidad– y el cambio de ropa con la que había llegado ahí. Una vez todo adentro, se colgó la mochila al hombro y se dirigió rápidamente al salón, ahí debían de encontrarse Ana y Gracia esperándolo.

Ya casi por llegar, vio a Sir William saliendo del salón, acompañado de Connor. Zaid se ocultó detrás de una columna cercana para escuchar de qué estaban conversando.

–...Asegúrate de que nadie nos moleste. Mi futura mujer sabrá quién soy yo –dijo amenazante.

–Imagino que ya lo sabe, señor. Lo habéis dejado muy claro, estoy seguro que ella no volverá a rebelarse en vuestra contra.

–¡Ja!, Gracia no es como las otras mujeres, ni mil golpizas la podrían poner en su lugar.

Zaid apretó los puños con rabia.

–Probablemente no, señor, pero con la reprimenda que le habéis puesto en vuestros aposentos, seguro que al menos por hoy, no irá a ningún sitio.

–Iré a mi recámara a verla. Acompáñame, quizás requiera tus servicios. 

El chico supo de inmediato de qué estaban hablando, y corrió en dirección contraria, para llegar a los aposentos de Sir William antes que él y Connor. Lo ponía furioso que hablaran mal de Gracia, que la vieran como un objeto, como si no importara lo que pensara, como si ella no tuviera nada qué decir;  ese mismo sentimiento lo hacía correr aún más rápido. Al doblar por el pasillo, cuando se encontró lo suficientemente cerca de los aposentos, se dio cuenta de que un par de guardias custodiaban la entrada.

"¡Maldición!", pensó, e intentó imaginar alguna manera de entrar a esa habitación sin que los hombres de Sir William lo advirtiesen.

Escuchó pasos a su espalda y nuevamente se ocultó detrás de un muro para que no lo vieran.

–¿Alguna novedad? –preguntó el señor a los guardias.

–No, Sir William, todo perfecto.

–¿Ha salido la señora a las necesarias?

–No, señor. Sólo ha entrado la doncella que habéis mandado a cuidar de ella.

–¿Qué doncella? –preguntó Sir William con cautela. Zaid sintió un retortijón en el estómago, supuso que se trataba de Ana–. Yo no he mandado a nadie.

Los guardias no respondieron.

–¡Sois unos ineptos! –estalló– ¡Claramente os he dicho que no dejaseis entrar a nadie! ¡Abrid la puerta!

Se escuchó el chasquido de la madera al abrirse y luego, unos pasos. Zaid se asomó un poco para observar qué pasaba, los guardias habían ido detrás de Sir William y Connor. Rezó en silencio para que no atraparan a Ana ayudando a Gracia. No supo qué hacer. ¿Y si se iba y Sir William volvía a golpear a Gracia?, ¿y si se quedaba y empeoraba las cosas? Justo en ese titubeo escuchó la voz alterada de Sir Payne.

–¡¿Cómo que la habéis dejado escapar?! ¡Dadme el nombre de esa doncella! No pueden estar lejos. ¡Connor, encuéntralas y tráelas hasta aquí! ¡Imbéciles! –gruñó–, ¡os ordené que no dejaseis pasar a nadie! –repitió.

Un escalofrío recorrió la espalda de Zaid. Los gritos de Sir William eran rabiosos, llenos de una furia descontrolada. El cerebro del muchacho se puso a trabajar a toda velocidad. Si ellas habían desaparecido sin que los guardias lo notaran, quería decir que habían escapado por dentro de la habitación, y no pudo ser por la ventana, puesto que se encontraban en lo más alto de la torre, debió de existir un pasadizo que las condujera a otra parte.

Habiendo llegado a dicha conclusión se echó a correr. Tenía que ir a su habitación, estaba seguro de que Ana llevaría a Gracia hasta ahí. Tenía que llegar antes que Sir William las descubriera.

Fue hasta las escaleras y trató de bajar algunos escalones de a dos o de a tres; en una ocasión se resbaló y por poco cae rodando, pero se repuso y continuó avanzando.

Ana

Cuando escuchó la voz de Sir Payne y de los guardias, entró en verdadero pánico. Sin pensarlo, tomó a Gracia, quien se quejó débilmente, y se la echó al hombro, como había visto hacer a algunos hombres. No supo de dónde sacó fuerzas ni cómo se le ocurrió cargar así a su señora, pero no tenían tiempo que perder y ella estaba dispuesta a sacarla de ahí.

Cuando se dio cuenta, sus pies ya la estaban llevando al pasadizo. Adentro había algunas antorchas, aunque muy distantes una de otra, por lo que el conducto estaba un poco oscuro. Pidió a Dios no tropezar para no retrasarse, era cuestión de tiempo para que dedujeran que ella había escapado por ahí. La señora se quejaba débilmente por el ajetreo. Ana trató de no pensar en lo mucho que Gracia seguramente estaba sufriendo debido a los golpes que le propinó su malvado prometido, no podía perder la concentración o la velocidad.

En el camino encontró una puerta, calculó que ésta debía conducir a los aposentos de Zaid y trató de pasar por ahí, no sin cierta dificultad debido a Gracia. Tenía acalambrados los hombros y las rodillas comenzaban a fallarle después de haber bajado las escaleras quién sabe cómo con todo y señora a cuestas, pero no podía pensar en ello, tenía que continuar avanzando.

Al empujar la pesada puerta, se dio cuenta de que había otro tapiz que había que hacer a un lado y le entró miedo. No sabía si se encontraba en la habitación correcta, si estaba vacía u ocupada o si era de alguien que no le caería en gracia ver a la doncella cargando a su señora, pero las piernas y los hombros le dolían tanto, que decidió arriesgarse.

Hizo a un lado el tapiz y, una vez dentro, tardó un par de segundos en comprender en qué sitio se encontraba. Los aposentos estaban a oscuras, sólo tenía a la luna como iluminación. Cuando sus ojos se adaptaron a la escasa luz, se percató de que esa era la habitación de huéspedes que estaba a un lado de la que pertenecía a Zaid. Ana había aseado ese lugar decenas de veces, la reconocía por el color del tapiz que cubría la puerta.

Fue hasta la cama, situada al otro extremo de la habitación. Supo que los guardias no encontrarían a la señora tan fácilmente ahí. Buscarían primero en los aposentos de Zaid o en los de la misma Gracia, pero no en los que estaban desocupados. Con el mayor cuidado que pudo –que no fue mucho por las prisas–, colocó a su ama sobre la cama. Ella se quejó. Parecía que estaba dormida pero no podía saberlo, tenía ambos ojos cerrados, uno de ellos, a causa de los golpes.

–Señora, sed valiente, ya casi salimos de aquí –le acarició el cabello susurrando.

Gracia no hizo ningún movimiento.

–Por favor, no hagáis ruido, iré por Zaid para escapar los tres juntos.

De nuevo, la señora no hizo ni dijo nada. Ana abrió la puerta con cuidado y asomó un poco la cabeza. No había nadie cerca, ese era el momento de salir.

Corrió hasta la siguiente habitación y golpeó la madera con los nudillos, sus toquidos fueron apresurados. Nadie respondió, así que decidió entrar a los aposentos. Las pertenencias del chico ya no estaban, Zaid había recogido y ordenado todo. Al principio se alegró, pues aquello sólo podía significar que se había preparado para irse con ellas, pero después la asaltaron las dudas: ¿Y si él las estaba buscando en los aposentos de Gracia?, ¿y si se había marchado sin ellas?, ¿y si Sir William ya lo había matado?

El corazón de Ana se tornó violento y amenazaba con salir de su pecho, estaba muy nerviosa, le sudaban las manos y la frente. Escuchó pasos apresurados afuera de la habitación, alguien estaba corriendo. Sintió una descarga de adrenalina en su estómago; se ocultó entre las sombras cuando escuchó la puerta abriéndose.

Una figura masculina entró y cerró la puerta tras él. Ana tardó un par de segundos en darse cuenta de que era Zaid, sintiendo alivio de inmediato.

–Zaid –lo llamó con un susurro.

El chico pegó un brinco, estaba asustado.

–Ana, ¿dónde está Gracia?, debemos salir de aquí, Sir William ya se dio cuenta de que escaparon y sabe que fuiste tú quien la sacó de ahí –su voz sonaba muy agitada, casi sin aliento. "Debió de correr mucho para llegar hasta aquí", pensó Ana.

La doncella asintió comprendiendo la gravedad de la situación.

–Espera –le dijo antes de sacar la cabeza por entre la puerta –está despejado. Sígueme.

Le hizo señas para que saliera con ella cuando vio despejado el corredor y corrió sosteniéndose la falda con las manos para no tropezar con ella. Sin llamar, abrió y entró a la habitación desocupada y Zaid la imitó un segundo después.

Ana lo escuchó aspirar aire.

–¡Carajo, me vio!, ¡Connor me vio entrar a esta habitación! –su voz le hizo ver a Ana cuán asustado se encontraba.

Zaid tomó una silla y la atoró bajo el picaporte para hacer un poco de tiempo. Connor comenzó a hacer intentos para entrar y luego se escuchó un estallido de golpes sobre la madera, seguramente estaba intentando abrirla a patadas.

–¡Abrid la puerta, extranjero! –gritó el lacayo golpeando aun más fuerte.

Zaid

Zaid corrió hasta la cama, donde ya se encontraba Ana intentando poner en pie a Gracia y cuando logró verla, sintió como si un cubo de agua fría lo bañara en ese momento. Ella estaba irreconocible, tenía el rostro casi desfigurado por los golpes. Se quedó anclado al piso, no podía moverse y dejó de escuchar lo que pasaba a su alrededor, incluso fue incapaz de oír la voz de la doncella que lo llamaba gritando.

–¡Zaid! ¡Debemos irnos ya! –la doncella agitaba una mano frente a su rostro para que reaccionara.

De pronto, el chico salió del shock y abrazó a Gracia, sentado en la cama. La chica estaba inconsciente, lo único que le indicaba a él que estaba viva, fue su débil aliento contra el cuello.

–¡Únete al abrazo! –le pidió a su amiga, quien parecía no tener idea de qué hacer.

Ana obedeció. Él intentó concentrarse para irse, pero no pasaba nada, los golpes que Connor hacía sobre la madera iban en aumento y eso distraía a Zaid. De repente, la silla cayó al suelo y la puerta se abrió de par en par.

El pelirrojo entró lentamente a la habitación cantando victoria.

–¿Quién de vosotros morirá primero? –preguntó con una sonrisa malvada.

–¡Tú lo harás! –le gruñó Zaid, impulsado por la adrenalina que le atacaba el estómago.

–Respuesta incorrecta, extranjero –dijo sacudiendo la cabeza.

Lo último que vio Zaid, fue a Connor apretando los puños mientras caminaba rápidamente hacia ellos para hacerlos pedazos a golpes.

xxx

N/A: ¡Muajajajajajaja! >:D ¿Qué creen que va a pasar?

Gracias por continuar leyendo, espiralitos.

Les mando un fuerte abrazo, feliz fin de semana ;D

–RosalinaG.

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