Ni tan bella ni tan bestia ©

By LunnaDF

1.9M 202K 36.7K

Leonardo acaba de descubrir algo muy importante, algo que ha cambiado su esencia y todo lo que él creía corre... More

Dedicatoria
Prólogo
* 1 *
* 2 *
* 3 *
* 4 *
* 5 *
* 6 *
* 7 *
* 8 *
* 9 *
* 10 *
* 11 *
* 12 *
* 13 *
* 14 *
* 15 *
* 16 *
* 17 *
* 18 *
* 19 *
* 20 *
* 21 *
* 23 *
* 24 *
* 25 *
* 26 *
* 27 *
* 28 *
* 29 *
* 30 *
* 31 *
* 32 *
* 33 *
* 34 *
* 35 *
* 36 *
* 37 *
* 38 *
* 39 *
* 40 *
* 41 *
* 42 *
* 43 *
* 44 *
* 45 *
* 46 *
* 47 *
* 48 *
* 49 *
Epílogo
Aclaraciones

* 22 *

31.1K 3.7K 448
By LunnaDF

Cuando Esme regresó al colegio, todo volvió a la normalidad entre ellos. Volvieron a andar los tres juntos por todas partes, Esme y Leo solían ir de la mano. La verdad era que, aunque todos creían que eran novios, ellos secretamente le habían tomado el gusto a esas horas que fingían cercanía.

Aquella tarde, Esme y su mamá llegaron de una cita con el médico y ella se dispuso a estudiar un poco, pronto tenían una prueba de matemáticas. Media hora después, y no pudiendo resolver uno de los problemas, se le ocurrió la idea de ir a estudiar con Leo, ya que Tefi estaba en clases de pintura. Esme llamó al chico un par de veces, pero él no contestó y como ella sabía que ese día no trabajaría, le pareció una buena idea comprar algunos alfajores y unos jugos para ir con Leo y pasar una tarde de estudio. No era la primera vez que lo hacía, y a su madre solo necesitaba decirle que estaría con Tefi, así que también le mandó un mensaje a su amiga por si su madre decidiera rastrearla.

Cuando llegó a la casa de Leo, se encontró con Beatriz, que había salido del trabajo porque había olvidado algo importante. Iba con prisas y debía regresar en pocos minutos.

—¿Está Leo? —preguntó Esme y la mujer sonrió.

—Duerme en su cuarto, pero ve —dijo la mujer y dejó entrar a la chica ante de salir a las corridas del departamento. Después de comer Leo le había dicho que dormiría un rato pues tenía la tarde libre.

Esme dejó la merienda sobre la mesa y caminó hasta la habitación donde eesperaba encontrarse a Leo en el quinto sueño, sabía que tenía el sueño pesado y era muy difícil de despertar. Bea siempre se quejaba de tener que hacerlo cada mañana, decía que Leo le daba patadas o le decía incoherencias —que el chico nunca recordaba—, y que además tardaba mucho en despertarse. Ya frente a la puerta Esme se preguntó si solo entrar o tocar antes, aunque si estaba durmiendo era seguro que no la sentiría.

Se decidió entonces por golpear, pero nadie respondió, así que abrió la puerta con lentitud y la verdad es que no estaba preparada para ver lo que allí sucedía. Leo tenía puesto auriculares, estaba en paños menores —o sin ellos—, frente a una computadora y hacía algo que ella ni siquiera se animaba a pronunciar.

Esme sintió todos los colores subiéndosele al rostro, emitió un gritito y se llevó la mano a la boca. Leo se percató de su presencia y cerró de golpe la computadora además de cubrirse como pudo. Esme cerró la puerta y se quedó allí por unos minutos, sin saber qué hacer.

Leo maldijo mientras arreglaba el desastre, su teléfono sonó y él supo de inmediato quién llamaba.

—¿Qué pasó, bebé? —preguntó Vicky algo desorientada— ¿Falló el internet?

—No... es que... ahora no puedo hablar, Vic... es que alguien vino —explicó en susurros.

—¿Quién? ¿Tu mamá? —preguntó la chica.

—Sí... ella, mi madre... Te dejo, ¿okey? Tengo que ir a... arreglar esto —dijo y suspiró con algo de frustración.

Vicky bufó contrariada, eso de la relación a distancias la molestaba más de lo que imaginaba, sentía que Leo no ponía de su parte y si las cosas seguían así, cada día se alejarían más. Tenía miedo de perderlo, su amiga Melody le había dicho que probablemente él ya tuviera otra, y que era una tonta por confiar a ciegas en un chico que en otra ciudad seguro le estaría engañando. Ella confiaba en Leo, lo amaba, lo conocía desde hacía mucho tiempo y se habían apoyado mutuamente cuando todo se había puesto gris en sus vidas. Leo era todo lo que tenía y todo lo que quería para su futuro, de hecho, no era capaz de imaginarse un futuro sin él.

Leo se quedó en su sitio e intentó aclarar la mente y pensar qué era lo mejor de hacer. Se vistió decentemente y luego de lavarse las manos, salió de la habitación para ir tras Esme. Pensó que ella ya se había ido, pero estaba allí, parada con la cabeza baja, las mejillas sonrojadas y las manos juntas haciendo girar un anillo.

—Esme... —dijo mordiéndose el labio, de alguna u otra manera aquella imagen le había parecido bastante tierna. La ingenuidad de Esme era algo que no sabía bien cómo manejar.

—Yo... ehm... No vi nada y... ya me voy —dijo moviéndose al fin.

—No, espera... ¿Por qué no llamaste primero? —inquirió.

—Sí lo hice —respondió Esme—. No abriste y pensé que... tu mamá dijo que dormías.

—Bueno... yo... lo siento —dijo sin saber qué más decir y encogiéndose de hombros.

—Yo... perdón, ya me voy... venía para estudiar, pero... creo que mejor me voy —añadió la muchacha confundida. Estaba entre sorprendida y algo enfadada, pero no entendía por qué se sentía así.

—Quédate, por favor —pidió Leo, pero ella solo negó y salió sin más qué decir.

Leo no la siguió ni insistió, se sentía un poco culpable, avergonzado y fuera de lugar. La vio marchar y se llevó las manos a la cabeza sintiendo que algo acababa de cambiar entre ellos.

Esme caminó con prisa, no sabía bien cómo reaccionar ante lo que acababa de presenciar, y sobre todo ante aquello que sentía en su interior, sabía que Leo era un chico, y su madre siempre había dicho que los hombres tenían sus necesidades, el mismo Tony se lo había repetido miles de veces, y no es que idealizara a Leo o algo por el estilo, simplemente le era mejor ignorar esas cosas de las cuales le incomodaba hablar o en las que le confundía mucho pensar, decidía que era mejor pensar en que ninguno de sus amigos —o sea Tefi o Leo—, pensaba en esas cosas, de esa manera le era más fácil.

Con Tefi era más sencillo, era directa y le decía lo que pensaba o sentía, era incluso algo grosera en ocasiones, pero Esme estaba acostumbrada, sin embargo, nunca había pensado en un Leo que... hiciera esas cosas.

Lo único que se le ocurrió fue ir a lo de Tefi, quizá a ella podría contárselo y seguro su amiga sabría indicarle cómo volver a mirar a Leo a los ojos luego de haber presenciado aquello. Tefi no llegaba aún a su casa, pero su abuela le dijo que pasara y la esperara en su habitación.

Leo salió de su casa decidido a hablar con Esme, se imaginaba cómo debía sentirse, pero él debía aclararle algunas cosas. Magalí le atendió y de mala gana le dijo que había ido a estudiar con Tefi, Leo suspiró y pensó que probablemente eso le había dicho para poder ir a verlo, sabía que Tefi estaba en sus clases de pintura, de las cuales no dejaba de hablar.

Caminó hasta el muelle y se sentó allí a mirar el mar y esperar a que llegara Esme mientras pensaba lo que haría y cómo le hablaría. Tocar esos temas con ella era complicado. El deseo de fumar inundó su sistema, hacía tiempo que no lo hacía, a Bea no le gustaba y desde que intentaba reconstruir su relación con ella había dejado de hacerlo, sin embargo, ese era un buen momento para volver a ello. Se levantó y caminó hasta un almacén cercano donde se compró una cajetilla.

—No deberías fumar.

Una voz desconocida le habló justo cuando al salir de la tienda encendía el cigarrillo. Se giró para ver a quién le hablaba y se encontró con la tal Soraya. Demonios, ¿qué más le sucedería ese día?

—Ajá... porque... ¿quién lo dice? —respondió el chico con ironía.

—Porque hace mal... —añadió la mujer.

Su tono no era imperativo ni desagradable, era más bien amigable y suave. Una sonrisa acompañaba sus palabras. Leo se llevó el cigarrillo a la boca y aspiró soplando el humo casi en el rostro de su interlocutora. La mujer solo bajó la vista y negó.

—¿Y desde cuando a usted le interesa mi vida? —inquirió Leo y la mujer lo volvió a mirar. Sus ojos ahora lucían acuosos y la sonrisa se le había borrado.

Leo vio dolor en la mirada de aquella mujer que no parecía tan anciana para ser la abuela de un chico de la edad de ese que solía molestarle, ni de alguien como... él... La mujer se acercó un poco con ganas de tomarle una mano, necesitaba tocarlo, sentirlo un poco más cerca, su rechazo le dolía, pero no lo culpaba. Leo dio un paso atrás ante aquella cercanía,

—Leo... tienes que oírme... solo pido eso, cuando tú escuches lo que yo tengo para decirte, entonces tomarás tu decisión y si lo que quieres es alejarte de nosotros para siempre, yo lo entenderé... pero solo escúchame —pidió con dolor.

—Yo no quiero escucharla, señora. No necesito hacerlo, no la conozco... Entiéndalo, por favor —dijo Leo con calma, pero ya enfadado.

—Por favor, yo soy tu abu...

—No, usted es una mujer que yo no conozco. Mis abuelos son los padres de mi madre y de mi padre, y mi madre y mi padre son esas personas que me criaron y me dieron todo el amor que yo necesité —zanjó Leo mientras intentaba contener las lágrimas que pujaban por escaparse.

—Leo... las cosas no son así como las imaginas... —insistió.

—Son como las viví, y yo a usted no la conozco —añadió Leo y luego tiró el cigarrillo pisándolo con fuerza, como si en ese gesto pudiera expresar la rabia que lo llenaba por dentro—. Me tengo que ir... y por favor, no insista.

Leo no le dio oportunidad de réplica, se giró y echó a andar con pasos rápidos y largos. Caminó hasta la playa y se detuvo de pie hacia el horizonte, dejó que las lágrimas escaparan que el dolor se diluyera con el viento que golpeaba su rostro. Se quedó allí por tanto tiempo que sus piernas se entumecieron y el frío se coló por su piel.

La incertidumbre era horrible, era una sensación que se asemejaba a navegar en aquel inmenso océano en un bote sin poder guiarlo, era esa sensación de no tener control de uno mismo. Pero la incertidumbre respecto a la propia identidad no solo generaba angustia, sino que además era como estar en ese bote en plena noche, no solo no se sabía a dónde se iba, sino que tampoco se podía ver en dónde uno estaba, de dónde venía. Era un agujero negro, era estar perdido y sin rumbo, era sentirse vacío.

Leo no se dio cuenta en qué momento el cielo se nubló, pero de pronto sintió la lluvia caer con fuerza sobre él. Negó con resignación, ¿qué más podría salirle mal ese día? Pensó en correr a resguardarse, ya estaba oscuro y probablemente Esmeralda ya estaría en casa, sin embargo, no tenía ganas de ir a lidiar con ella en ese momento, no para darle una explicación de lo sucedido más temprano. Quería verla, pero solo para mirar en sus ojos y sentir que no todo era tan oscuro, para dejar que ella lo abrazara y le diera esa extraña seguridad de pertenecer a algo o a alguien que solo sentía cuando estaba a su lado. Sin embargo, luego de lo sucedido no lo haría, probablemente estaría avergonzada y quizás algo asqueada, y Leo no estaba dispuesto a enfrentar su rechazo en ese momento.

La culpa lo invadió de la misma manera que el agua helada lo estaba mojando ya por completo. Se sentía mal por haber puesto a Esme en esa situación, por haberla hecho sentir incómoda, por haberle fallado, de alguna manera, aunque no terminaba de entender por qué sentía que le había fallado. Esme era demasiado transparente para un chico como él, tan lleno de oscuridades. Pensó en Vicky y se sintió mal por ella, no le había buscado en varios días ni le había respondido los mensajes, ese día al llegar del colegio, ella le había dejado un audio preguntándole por qué la evitaba y recordándole que le extrañaba. Leo se sintió culpable y la llamó, Vicky buscó el momento para que las cosas subieran de intensidad y Leo solo se dejó llevar, sentía que se lo merecía, que se lo debía, y sabía que así la haría sentir mejor. Por alguna razón, el sexo siempre había sido para ella una forma de levantar su ánimo.

Aquel pensamiento lo llevó a deducir que lo estaba haciendo todo mal, había desilusionado a Vicky, a Esme, a su madre por no poder darle el cariño que esperaba que le diera, a su padre por no poder ayudarle a salvar su vida, y no solo había desilusionado a aquellos que amaba, sino que también desilusionaba a los que ni conocía ni les agradaba, como Magalí que siempre asumía lo peor de él o como la tal Soraya, a quien ni siquiera permitía hablar.

Leo se sintió la peor basura del universo, ahí de pie y bajo la lluvia, sentía sus pies hundirse en la arena mojada y mientras su cuerpo empezaba a sacudirse presa del frío que se le colaba en los huesos, Leo se sintió poca cosa, se sintió un punto insignificante dentro de un universo tan inmenso y se preguntó una vez más por qué y para qué existía si en realidad no era nadie ni valía nada. De la tristeza pasó al enfado y agachándose a tomar una piedra la lanzó con fuerza al mar. Repitió aquella hazaña muchas veces mientras el brazo empezaba a dolerle, y entonces gritó al vacío.

—¿Por qué yo? ¿Por qué a mí? ¡¿Por qué?! 


Continue Reading

You'll Also Like

133M 8.6M 65
Recién llegada a la elitista universidad Tagus, Jude Derry descubre que ahí todo gira alrededor de las fiestas, los chismes, los ligues y sobre todo...
11.2M 790K 41
Kate, quien ha estado enamorada de Ethan desde que era pequeña, por azares del destino se ve obligada a escoger entre superar su enamoramiento y cont...
2.6M 238K 36
Zoe y Axel son polos opuestos y, a la vez, muy similares. A él le encantan las matemáticas; ella las odia. Él es reflexivo; ella le da muy pocas vuel...
3.7M 317K 47
Maju debe dejar atrás todo lo que conoce y viajar a otro país para terminar sus estudios. Al llegar a su nuevo hogar se encuentra con una ciudad llen...