Gato callejero |BL|

By Ross_N

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"Asher Bullock es como un gato callejero... puedes darle comida, amor y un lugar donde dormir pero al final... More

Gato Callejero
Prefacio.
1. Hogar prohibido.
2. La nueva parada.
3. No lo intentes.
4. Hay cosas más difíciles
5. La nueva pareja de campus
6. Planes especiales y familia
7. Un poco de felicidad.
8. Quemándo recuerdos.
9. Más intimidad.
10. La triste verdad y el único remedio
12. A pesar de todo.
13. Ven por mí.
14. Mamá tenía razón.
Epílogo
Fragmento explícito del epílogo

11. La felicidad y Asher Bullock

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By Ross_N



Asher.

Hacía mucho tiempo no soñaba cosas bonitas.

En mi sueño está Miles, él me sonríe, solo se sienta frente a mí y me sonríe, me abraza y deja que me funja en nuestro abrazo, que me derrita dentro de sus brazos y que sienta la calidez de su cuerpo a mí alrededor. Solo me doy cuenta de que no se trata de un sueño cuando abro los ojos, extrañado porque la calidez de Miles cala en mis huesos y no se desvanece como en un sueño normal. Él está rodeando mi cuerpo con sus brazos, me aprieta y me ahoga. Resoplo, estirando mi mano sobre su pecho y dejándolo caer sobre su espalda, lejos de mí. Sus brazos se deslizan por mi cuerpo hasta dejarlo libre.

Intento incorporarme entonces y es cuando el intenso dolor de mi trasero me hace soltar un lastimero gemido que encima me empuja hacia atrás y me deja con la espalda contra el colchón. Cierro los ojos, aprieto los parpados y mis puños sobre la sábana. Porque lo sabía, sabía que esto sería así, sabía que iba a quedar inválido luego de acostarme con Miles porque era jodidamente imposible que una cosa tan grande cupiera en un espacio tan pequeño sin consecuencias. Fue delicioso mientras duró pero en este momento me siento como que voy a morir pronto.

—Miles... —estiro mi mano y lo golpeo en el pecho.

Él se mueve pero no se despierta.

—¡Miles! —cierro mi mano en un puño y golpeo con ella su pecho firme sin recibir resultados—. ¡Joder Miles, despierta, maldita sea! —golpeo una y otra vez en su pecho y abdomen hasta que él espabila e intenta incorporarse de golpe.

—¡Joder! —exclama al doblarse.

Luego cae hacia atrás de espaldas, en la misma posición en la que estoy.

—¿Estás bien? —pregunto frunciendo el ceño.

—Moví demasiado las caderas anoche y ahora me duelen —se queja él rodando los ojos—. ¿Tú estás bien?

—Pregúntale a tu monstruo-polla —espeto rodando los ojos—. Tienes que ayudarme a levantarme.

—No puedo levantarme yo mismo ¿Y te voy a ayudar a ti? —él deja salir una carcajada encantadora—. Es fin de semana, vamos a relajarnos en la cama.

—Lo terminaremos haciendo y estaremos muy adoloridos como para salir de nuevo, terminaremos muriendo aquí —le espeto—. Dios, como te odio ¿Por qué accedí a esto?

—Porque te gusto.

Él se mueve hacia adelante, empuja mi cuerpo contra el suyo y me muevo a pesar del dolor. Su mano acaricia suavemente mi costado, las puntas de sus dedos parecen transmitir corrientes eléctricas por donde pasan, me acarician en armonía, como si tocaran un instrumento con delicadeza, presionando en los lugares correctos, dejando salir las notas de una melodía perfecta. Desliza sus dedos por toda mi columna vertebral mientras me mira a los ojos, con esos labios carnosos entreabiertos y esa expresión de recién levantado que lo hace lucir tan sensual, su cabello alborotado, su piel brillando con su color caramelo exquisito y exótico... ¿Cómo yo, alguien tan miserable, puedo tener a este hombre mirándome como si fuera la única persona en mundo? ¿Por qué yo? ¿Realmente lo merezco?

Solo sé una cosa y es que... no me importa.

Lo merezca o no, estoy cansado, cansado de todo. Antes tenía la excusa, de que no conocía el amor de verdad, el tipo de amor que era dulce, no celoso, sin reproches, sin dolor insoportable, sin culpa... pero ahora que lo conozco, no lo quiero dejar ir. Y sé que aun hay cosas que tengo que resolver dentro de mí y con Caleb pero creo que está resuelto para mí, creo que puedo sentirme libre de amar a Miles y ansío decírselo... pero solo puedo abrir mis labios para gemir en ese momento cuando sus dedos se mudan a mi muy usado y agotado agujero.

—¿Qué intentas hacer? —mascullo apretando sus pectorales con mis manos—. Duele... —me quejo cuando él presiona un dedo en la entrada, mi cuerpo cosquillea y mis pezones se erizan.

—Lo siento —me dice, dejando un beso sobre mi frente—. Quería comprobar.

—Me duelen las caderas... —resoplo pero me coloco sobre mi espalda—. Tal vez si lo haces con cuidado, Miles.

—No quiero lastimarte...

—Ven.

Cuando decidí cederle mi cuerpo a Miles pensé que por ser un principiante no sabría como satisfacerme, pero fue todo lo contrario. Las dimensiones a las que Miles me llevó anoche no eran conocidas por nadie más que yo. Y no se sentía como nada que hubiese probado antes... no se sentía como un hueco vacío a tu lado en la cama, como la luz encendida a media noche cuando tienes sueño, como un café frío sin terminar, un rasguño en la piel de tu dedo y la uña, un día de lluvia que cuando escampa se vuelve un día caluroso, no se sentía como no poder ver las estrellas en la ciudad o comer un sándwich con cortezas gruesas. No se sentía como sexo normal.

Hacer el amor con Miles se sentía como lo más maravilloso, como cuando comes el pastel más delicioso de tu vida, como acostarte sobre el pasto en el campo y sentir la brisa de la noche, como mirar el largo camino que queda por recorrer en el parabrisas de un auto y la lista de canciones para tu concierto privado, como mirar los fuegos artificiales desde lejos, como conocer una nueva cultura y nuevas personas, como el café caliente en la mañana de invierno y un té frío en verano... todo en un solo día. Millones de sensaciones agradables y simples atadas en mi interior siendo liberadas por los besos y las caricias de Miles.

He tenido sexo muchas veces y nunca, ni una sola vez, vi la vía láctea en el techo de mi habitación mientras me aferraba a la espalda de un sueño hecho realidad.

Jamás fui tan feliz.

Y cierto es que tengo miedo de la felicidad, porque dura poco, porque ser feliz me ha quitado más cosas buenas de las que me ha dado pero no puedo tener miedo de Miles y no voy a alejarme de él. Estoy dispuesto a mostrarle a Miles lo mejor de mí... y si no hay cosas suficientemente buenas en mí las construiré en base a nuevos recuerdos y le daré todo lo que soy, pero esta vez, me aseguraré de guardar una copia para mí. Porque si de algo estoy seguro es de que amo a la persona que soy en este momento y me siento orgulloso de mi mismo por haberle dado una oportunidad.

Miles entrelaza sus dedos con los míos y besa mi hombro hasta subir sus labios por mi cuello mientras que con su mano libre alza una de mis piernas con cuidado y ese dolor punzante en mi cadera me recuerda en donde ha estado anoche. Muerdo mi labio, pero Miles suelta mi mano y mueve su pulgar sobre mi mejilla, deslizándolo hasta mi labio, haciendo que mis dientes lo suelten para que él pueda disponer de mi boca entera. Acerca sus labios a los míos pero en vez de besarme, atrapa mi labio con sus dientes mientras pone dentro de mí su miembro de nuevo.

No hemos usado protección, por lo que toda su carga está dentro de mí pero eso será un tema para tratar luego con la ducha.

Enredo mis brazos alrededor de su cuello y completo el rompecabezas que somos. Mis uñas se clavan en su espalda pero no quiero lastimarlo, así que levanto los brazos y él toma la indirecta, como si adivinara mis movimientos, mueve su gran mano sobre mi cabeza y atrapa mis brazos sobre esta, impidiendo que me mueva. Devora mi cuello, mis pezones y mi boca, su mueve suavemente dentro de mí, tratando de controlarse y esto lo sé porque aprieta su mandíbula y deja salir gruñidos desde el fondo de su garganta.

—Soy tuyo... —una de mis manos se escurre debajo de su agarre y presiona el cabello de su nuca—. Tuyo —repito en su oído—. Úsame como quieras.

—Te amo —suelta—. Y lo que más quiero es que seas libre.

Yo no sabía que esas palabras me afectarían hasta que me encuentro soltando lágrimas de felicidad tan solo de oír que la persona que amo quiere que sea libre. Libre... libre para amarlo o no hacerlo, libre para escoger parte de nuestra vida, libre para pedir, libre para dar, libre para no ser un tesoro... si soy libre, quiero estar con Miles.

—Quiero estar contigo —digo en un gemido ahogado, abrazándome de nuevo a él—. Déjame estar contigo.

—Te amo —repite.

Quiero contestarle pero entonces me vuelve a atacar con estocadas, una tras otra, suaves, fuertes, profundas, superficiales... Miles me hace el amor como el más descarado de los amantes y al mismo tiempo como el más dedicado de los esposos. Miles es el hombre de mi vida, no sé si lo merezco, no sé si nuestro destino es quedarnos juntos o morir en el intento, no sé qué clase de historia esta pero no lo dejaré ir mientras pueda evitarlo.

Al final del día, me paro de la cama con su ayuda y ambos nos damos una ducha a duras penas; ni él ni yo podemos movernos así que pedimos una pizza para no tener que levantarnos a cocinar y pasamos el resto del día comiendo y viendo televisión, besándonos hasta que nuestros labios están adoloridos.

Es bueno vivir de esa manera pero tenemos obligaciones, así que en la noche, me aseguro de sacar la basura, porque es mi turno, aunque me tenga que arrastrar hasta el contenedor en las afueras del condominio. Cuando entro de nuevo en el lobby, veo al portero durmiendo y sacudo la cabeza. En el ascensor me encuentro con mi desagradable vecino y ex cliente, el señor Peters.

—Hola, bomboncito ¿Cómo te va? —me dice en cuanto entra al ascensor—. Estabas divirtiéndote anoche ¿Eh? Y esta mañana, lo escuché.

—¿Lo disfrutó? —alzo las cejas y me cruzo de brazos.

—Ciertamente, pero es algo triste que hayas vuelto con ese chico malcriado ¿Cómo se llamaba? Caleb ¿No? Miles debe estar con el corazón roto —el señor Peters hace una mueca y yo frunzo el ceño—. No es que sea de mi incumbencia pero eres un buen chico, un poco perdido pero tiene remedio y ese muchacho te trata como mierda, deberías, ya sabes, volver con tu chico Miles, es un buen muchacho. ¡Y no soy quien para hablar! No tomo las mejores decisiones pero vamos, no es como que quiero que te pase lo mismo...

—¡Pare su sermón! ¿De qué habla? —levanto una mano en frente de él y lo miro con el ceño fruncido—. La persona con la que estaba anoche y esta mañana era Miles, señor Peters ¿Por qué crees que se trata de Caleb?

—Uh... —él me mira confundido y se rasca la nuca—. ¿Y Caleb no estuvo en tu departamento ayer?

—No que yo sepa.

—Pues... —él me mira—. Estás en problemas, probablemente.

—¿Por qué lo dice? ¡Dígame de una vez que vio!

Él espera a que ambos salgamos del ascensor para hablarme en el pasillo.

—Escucha chico, ayer llegué a casa más o menos unos veinte minutos antes de que tú y Miles empezaran a aparearse como conejos, pensé que eran tú y Caleb porque vi a ese mocoso entrar a tu departamento cuando iba entrando al mío, sé que él tiene llave y que a menudo ustedes se contentan y descontentan así que no me molesté en darle mucha cabeza ¿Entiendes? Pero si él estaba en tu departamento y tú no lo sabías... bueno, estuvo mucho tiempo allí porque malditamente escuché la puerta abrirse a media noche cuando estaba terminando mi trabajo —él se pasa una mano por la cabeza—. Lo siento Ash, yo de verdad...

—No es su culpa —le doy esa escueta respuesta y trato de moverme rápido hacia mi apartamento, tanto como las piernas me lo permiten—. ¡Gracias por decirme!

—¡De nada, dime si necesitas algo!

Entro en casa abriendo la puerta de golpe y cerrándola de nuevo.

—¡Miles! —grito—. ¡Miles, sucede algo!

—¿Qué sucede? —escucho la voz de Miles desde el sofá.

Camino hacia el sofá.

—Caleb estuvo anoche aquí —le digo—. El señor Peters dice que lo vio entrar anoche veinte minutos antes de que nos escuchara en nuestro asunto, ya sabes, y luego escuchó la puerta abrirse a las doce, probablemente no la escuchamos por lo exhaustos que estábamos.

—Un momento, un momento... —Miles se para cómo puede del sofá—. ¿Esa escoria tiene llave de tu casa?

—Bueno... —desvío la mirada—. Sí, es que... lo olvidé, porque él casi nunca venía igual.

—Que mierda —Miles gruñe—. De acuerdo, nos vio follando ¿Qué? ¿Le gustó y se quedó a mirar?

—No lo sé... —me tomo el cabello con las manos y mis lágrimas empiezan a salir—. Estoy asustado.

—Tranquilo —Miles se acerca a mí y me abraza—. Todo va a estar bien.

Trato de calmarme y me siento con él de nuevo, como otros dos pedazos de pizza y bebo soda, trato de convencerme de que todo está bien hasta el fatídico mensaje que arruinaría todo el mundo de fantasías que había construido.

Tanto Jules como Happy y Bree nos escriben y nos envían el link de una página, sus mensajes son algo como "¡Tienen que ver esto, está por toda las redes sociales y los grupos de la universidad¡" "¡La gente dice que son ustedes, tienen que ver eso¡".

Miles abre la página que lo lleva a un sitio web de pornografía, específicamente a un video... no, no un video. Dos videos. Es una lista de reproducción que tiene por nombre "La zorra de Asher Bullock". El primer video es borroso, puedo reconocer que fue la escena de anoche y me rompe el corazón mirarla porque Miles está implicado en todo esto... no se ve muy bien porque Caleb la grabó intentando que no lo descubriéramos así que son solo pedazos pero mi cara es perfectamente visible y en breves momentos la de Miles también.

Y el segundo video, es el video de mi violación.

Dejo caer mis lágrimas junto con mi cuerpo en la alfombra y sollozo hasta perder el conocimiento de todo.

El calor de Miles sigue rodeándome... pero lejos de sentirme bien, me siento culpable, por meterlo en todo esto.

¿Qué creía? ¿Qué me iba a salvar de todos mis problemas como en los cuentos de hadas? Que estúpido, tendría que estar acostumbrado, tendría que haberlo aprendido ya.

La felicidad simplemente no es para Asher Bullock.


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