RETROSPIRAL © (Terminada) ( #...

By rosalinagmoya

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*Ganadora de los Wattys 2018 en la categoría "Los Héroes"* Por accidente, Zaid descubre una espiral que lo tr... More

*
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20 | Cristal
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42 (borrador)
Epílogo
¡Aviso!
Agradecimientos
¡Wattys 2018!
¡Wattys 2018! [-Parte 2-]
¡Premios PGP2021!

Capítulo 32

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By rosalinagmoya

21 de Febrero de 1614

Luego de despedirse de su padre, Gracia y Zaid habían emprendido el camino de vuelta a casa de Sir Payne. Estaban agotados, con algo de sueño y frío por la lluvia que les caía encima, pero la alegría de acercase poco a poco a la meta de estar juntos era tanta, que las inclemencias del clima y el cansancio no podrían sofocarla.

Estaban a mitad de camino, justo donde antes por la mañana se habían detenido a descansar. Se resguardaron bajo las ramas de un frondoso árbol, en la espera de que disminuyera un poco la lluvia.

Zaid le ofreció a Gracia sus brazos y ella completamente ansiosa por estar en ellos se instaló en un cálido abrazo que a él lo dejó sin habla. Se le vino una vieja canción a la mente que lo hizo comenzar a tararear. Gracia lo miró con sorpresa y él se detuvo por la vergüenza, a pesar de que cantaba bien, no le gustaba hacerlo delante de alguien más.

—¡Oh, te ruego, no te detengas! —le pidió ella recostando nuevamente la cabeza en su pecho.

Él cerró sus ojos, se olvidó de su vergüenza y comenzó a cantarle con todo el corazón.

«What would I do without your smart mouth,
      drawing me in and you kicking me out.
      Got my head spinning, no kidding,
      I can't pin you down.
      What's going on in that beautiful mind,
      I'm on your magical mystery ride.
     

And I'm so dizzy,
      don't know what hit me,
      but I'll be all right.

      My head's under water, but I'm breathing fine,
      you're crazy and I'm out of my mind.
     
      'Cause all of me loves all of you,
      love your curves and all your edges,
      all your perfect imperfections
      Give your all to me, I'll give my all to you
      You're my end and my beginning,
      even when I lose I'm winning.
      'Cause I give you all of me,
      and you give me all of you.»*

Cuando Zaid se detuvo, Gracia estaba llorando. Ella no entendía bien el inglés, pero él había cantado con tanto sentimiento, que esa canción de inmediato se convirtió en su preferida. Podría haberse quedado escuchándolo cantar para siempre.

—¿Por qué lloras? —le preguntó él en voz baja.

—Ah... —suspiró Gracia— Estar aquí, entre tus brazos... es el mismísimo paraíso, mi tierno amor. Jamás había sido tan dichosa en toda mi vida.

—Lo dices como si yo fuera una gran persona y no es así —repuso él besando su coronilla—. Pero debo admitir que por ti me esfuerzo, porque quiero que me sigas queriendo.

Ella lo apretó aún más fuerte, tenía la sensación de que quería atravesarlo y vivir dentro de él para siempre. Él, que no tenía ni idea de los pensamientos de Gracia, deseaba saber qué tantas cosas pasaban por su mente.

La naturaleza pareció decidir hacer con ellos una tregua, pues pronto dejó de llover.

—Zaid, debemos darnos prisa, antes de que llegue la noche.

Él la siguió y la ayudó a subir a su caballo. Él hizo lo mismo y continuaron el viaje, aún les quedaban tres horas de camino y tenían que aprovechar que la lluvia había cesado para ponerse de nuevo en marcha.

*

      —Nunca me había dado tanto gusto llegar a esa casa —dijo Gracia mientras continuaban galopando.

      Se encontraban más o menos a un kilómetro de distancia de la casa de Sir Payne, y ya era visible desde ahí. Zaid advirtió que ella jamás decía «mi casa» cuando se refería al lugar en donde vivía. Siempre hablaba de aquella fortaleza como si fuese ajena y eso le daba gusto. El sencillo acto de imaginarla dándole importancia a aquél hombre le revolvía el estómago.

      —Yo también. Quiero ponerme ropa seca y sentarme a tu lado frente al fuego con una manta caliente —dijo él con anhelo.

      Gracia lo miró con dulzura y, sonriendo, presionó a su caballo para ir más rápido. Él la imitó para emparejársele. Ella reía a carcajada limpia, mientras le jugaba una carrera. Zaid no se quería quedar muy atrás, pero la estaba dejando ganar, le encantaba verla riendo feliz.

      Minutos después, lograron llegar a la casa. El sol ya se había ocultado y había vuelto a llover, empapándose de nuevo en el camino. Pidieron a un criado que encerrara a los caballos y, sin que nadie los viera, con los dedos meñiques entrelazados caminaron hasta acercarse a la casa. Gracia suspiró decepcionada por tener que soltarse de Zaid, pero tenía que hacerlo, aún no era libre del todo.

      Cruzaron la pesada puerta de madera y se encontraron con Sanja y Francisco, quienes estaban caminando de aquí para allá en el salón de la entrada con nerviosismo. La albina corrió hacia ellos.

      —¡Amigos!, ¡bienvenidos, los estábamos esperando! —exclamó tomándolos a ambos de los brazos y arrastrándolos hacia la sala privada, en donde Gracia recibía a las visitas.

      Gracia se sentía muy sorprendida por la actitud confianzuda de Sanja, pero la atribuyó a que venía de otra época y no le dio importancia, dejándose llevar al salón, pero Zaid notó extraños a sus amigos, él, que los conocía de hacía tiempo, estaba seguro de que algo estaba pasando.

      —Ana, cierra la puerta, por favor —le indicó la albina.

      La doncella hizo lo que le pidió.

      —¡Hey, chicos, les tenemos una noticia enorme! —exclamó Sanja—, ¡ya supimos dónde está el árbol del rayo!

      Los aludidos se miraron entre sí con sorpresa.

      —¿Cómo lo hallaron?, ¿dónde está? —preguntó Zaid ansioso.

      —Bueno, es que ya ves que ustedes se fueron hoy temprano. Mientras dormíamos, un trueno nos despertó porque se escuchó súper cerca de aquí —relató Sanja—. Le resté importancia y volví a dormir, me sentía muy cansada. Pero luego Francisco llamó a la puerta de mi habitación y me despertó preguntándome si había escuchado el ruido. Le dije que sí y me dijo que había caído en un árbol justo en frente de su habitación. Esa es la historia, ¿no les da emoción? —dijo aplaudiendo con entusiasmo— La cosa es que no hemos podido ir a desenterrar el cristal porque Connor nos ha estado mirando muy de cerca.

      —Hicisteis bien —los felicitó Gracia muy sonriente—. Zaid y yo nos encargaremos de ir a sacarlo cuando todo el mundo duerma.

      Zaid le devolvió la sonrisa y ella fue a abrazarlo sin importarle que sus amigos estuviesen presentes. Cada vez sentía mayor necesidad de estar entre sus fuertes brazos, se sentía segura, amada, protegida, agradecida... y muy, muy feliz.

      —Lo lograremos —le susurró Zaid al oído.

      Ella asintió con los ojos cristalizados de emoción.

      —Ve a descansar —le dijo tiernamente a Gracia—. Tuvimos un viaje largo y pesado, seguramente estarás tan cansada como yo.

      Gracia asintió y sonrió.

      —Nos alegra que hayan vuelto con bien —dijo Sanja.

      —Te dejo en tu habitación —le ofreció Francisco a su novia.

      —Oh, amigos... esperad. Estaba pensando... —dijo Gracia con seriedad— muy pronto vendrá Sir Payne a esta casa y me parece que no es prudente que vosotros os quedéis más tiempo aquí. Estoy encantada de conoceros, me siento afortunada por ello, y no quiero que os ofendáis conmigo por decir esto, pero el hecho de que la vida de Zaid peligre me afecta los nervios y no quiero que vosotros también os enfrentéis a la ira de Sir William. Creedme si les digo que es un hombre peligroso.

      Gracia de pronto se había puesto pálida, los chicos vieron que no mentía al hacer aquella advertencia.

      —¿Qué sugieres que hagamos? —preguntó la albina con disposición.

      —Vosotros ya habéis dicho en dónde estaba el árbol del rayo.

      Ellos asintieron.

      —Nosotros buscaremos el cristal, viejo —dijo Zaid a su amigo—. Gracia tiene razón, es mejor que se vayan antes para que no corran peligro, ustedes ya cumplieron con su misión aquí. Esperemos que todo esto funcione. Creo que nos ayudarían más estando al pendiente del portal junto a mi hermana allá.

      Sanja sonrió con melancolía y lentamente se acercó a Gracia.

      —Te estaremos esperando en nuestra época con los brazos abiertos —dijo para luego abrazarla.

      —Gracias por todo, Sanja. Habéis sido ambos muy buenos con nosotros, os habéis comportado como verdaderos amigos, jamás olvidaré lo que habéis hecho para ayudarnos.

      —Para eso estamos, Gracia —aportó Francisco sonriente—. Y ya basta, olvídense de largas despedidas, que en menos de lo que se imaginan, volveremos a estar juntos, ya lo verán.

      La albina volvió a abrazar a Gracia.

      —Ven, tu también, Ana —la invitó haciendo una seña para que fuera hasta ellas—. Te quiero dar un abrazo.

      La doncella, quien estaba cercana a la puerta, sonrió con simpatía y se acercó despacio. Sanja la jaló con camaradería para incluirla en un abrazo grupal, pero Ana, que no estaba acostumbrada a esa clase de muestras de afecto, se vio sorprendida al principio.

      Francisco le lanzó a su amigo una significativa mirada.

      —¡Eeeeh! —gritó Francisco haciendo bulla— Nosotros también queremos abrazos —se apuntó caminando hacia el grupo y rodeando a las chicas con sus brazos. Zaid hizo lo mismo.

      —¿Qué estáis haciendo? —Gracia reía a carcajada limpia.

      —Es un abrazo grupal —le explicó Zaid.

      —Awww —dijo Sanja con un suspiro— ¿sienten eso, chicas?

      —¿Qué? —preguntó Gracia.

      —El amor de amigos —respondió la albina.

      Gracia y Ana cerraron los ojos y respiraron profundo. Ese abrazo les estaba dando más calidez que el fuego de la chimenea y se sentían más queridas que nunca.

      Ana comenzó a llorar. Con la luz del fuego, se alcanzaba a ver que sus rubias pestañas se pegaban unas con otras por las lágrimas. Tenía los ojos rojos. Los demás sintieron los saltitos de sus hombros ocasionados por el llanto y lentamente deshicieron el abrazo grupal.

      —Ana, ¿qué pasa?, ¿estás bien? —preguntó la albina al verla triste.

      —Ay Sanja... vosotros ciertamente habéis sido los mejores amigos que haya tenido nunca —explicó entre sollozos—. Os voy a... ex-traña-ar.

      —¡¿Qué?! ¿Tú no vendrás con nosotros? —preguntó Francisco sorprendido.

      La doncella negó con la cabeza.

      —¿Por qué no? Siempre creí que vendrías con Gracia —insistió el muchacho.

      —Si me voy con vosotros, ¿qué será de mí?, ¿dónde voy a vivir? No conozco a nadie ahí excepto a vosotros. No sabría trabajar, porque seguro vosotros sabéis muchas cosas en el futuro... cosas que yo no sé —hipó—. Lo mejor es aceptar que yo no pertenezco a su época y tampoco soy de vuestra casta.

      —¡No, no, no, Ana, escúchame! —le aclaró Sanja tomándola de los hombros— Eres una persona muy útil, ayudas mucho a todo el que puedes, seguro podrás encontrar trabajo y te tratarían muchísimo mejor que aquí. Por la casa, no te preocupes, puedes vivir en la mía, estoy completamente segura de que mis papás...  —guardó silencio cuando una idea cruzó por su mente— ¡Ay, Dios, Ana, lo tengo!, ¡mi hermanito Darko! —Exclamó sonriendo ampliamente— Él tiene cinco años y mi mamá necesita contratar a alguien que lo cuide cuando no estamos en casa, pero no lo ha hecho porque no confía en nadie. Si tú vivieras en mi casa, puedes cuidarlo y así tendrías trabajo seguro y un lugar en dónde vivir. Casi siempre se porta bien, ¿verdad, amor? —miró rápidamente a Francisco, quien asintió— Claro que si con el tiempo deseas ir a vivir a otra parte o trabajar haciendo otra cosa, estoy segura de que no habría problema. ¡Ay, Ana, sí! —dio pequeños saltos llena de gusto— Yo ya estoy encariñada contigo, eres como la hermana que siempre quise tener y me encantaría compartir todo lo que tengo contigo.

      La doncella soltó el llanto.

      —¡Oh, Dios Santísimo! ¿qué bien he hecho para que me deis semejante oportunidad?

      —Ana, acepta —la animó Gracia sonriente— Así seguiría teniendo cerca a mi mejor amiga.

      La doncella no pudo hablar por el llanto, pero asintió. Todos estaban conmovidos por su sencillez y su humildad y volvieron a abrazarse.

      —Bueno, en vista de que todo se ha resuelto para todos, les decimos «hasta luego» y los esperaremos a los tres en el siglo veintiuno —dijo Francisco, evitando que las despedidas se prolongaran por más tiempo.

      Todos celebraron con alegría, se abrazaron las chicas una vez más, Zaid hizo lo mismo con Francisco, agradecido por todo lo que había hecho por ellos y la pareja se dispuso a viajar ahí mismo, delante de ellos. Sanja sacó el cristal que ellos habían llevado del futuro, mientras su novio la rodeaba fuertemente con sus brazos. Cerró los ojos, concentrándose y unos segundos después, la luz azul vino a ellos y desaparecieron, dejando medio ciegos a los otros tres.

      Ana y Gracia estaban sumamente sorprendidas.

      —¿Esto es lo que pasará cuando nosotros nos vayamos? —preguntó Gracia frotándose los ojos con incredulidad.

      —Síp... eso mismo.

      —Eso fue... —Ana intentaba encontrar la palabra para lo que acababa de ver.

      —¿Increíble? —sugirió Zaid riendo.

      La doncella asintió.

      —Yo tampoco lo creía cuando descubrí que había viajado a una época tan lejana de la mía.

      Zaid acompañó a Gracia y a Ana hasta la puerta de sus aposentos.

      Durante el trayecto habían hablado sobre el plan que seguirían para poder irse antes de que atardeciera al día siguiente.

      —Buenas noches —le dijo él a Gracia, sintiéndose embelesado por ella.

      —Me estás mirando extraño —dijo ella inocentemente.

      —Está mirándoos con amor, señora —terció Ana, metiéndose a la habitación, para dejarlos a solas.

      A Gracia le ardió la piel del rostro.

      —Me encantas cuando te sonrojas —le dijo él, provocando que ella se pusiera aún más roja.

      —Basta —le pidió dulcemente ella, agachando la cara.

      Él se rió.

      —¡Aún más roja!

      —Buenas noches —dijo ella y se metió a la habitación, cerrándole la puerta en la nariz.

      Él no se esperaba esa reacción. ¿Se había enojado?, ¿había dicho algo ofensivo para ella? Lo último que quería era que ella se molestara con él a un día del viaje.

      —¡Gracia! —Llamó a la puerta— ¡Perdóname, no lo hice a propósito, no quería hacerte enfadar! —No hubo respuesta— ¿Gracia? ¡Por favor!

      La puerta repentinamente se abrió y la muchacha apareció detrás.

      Él la miró con cara de perrito abandonado.

      —¿Me perdonas?

      Ella se acercó muy seria, él esperaba una bofetada, pero a cambio, ella se alzó de puntillas y lo besó rápidamente en los labios. Corrió hacia adentro y cerró la puerta.

      A Zaid le hormigueaba la boca, ahí donde ella le había estampado la suya.

      Estaba sumamente sorprendido. Tanto, que tardó en asimilar lo que acababa de pasar. Se llevó los dedos a los labios y luego sonrió. La alegría lo invadió, era una euforia tan grande, que sentía que iba a explotar de felicidad. ¡Gracia lo había besado! ¡Ella!, ¡a él!, ¡por su propia voluntad! Zaid comenzó a bailar en el pasillo ahora que nadie lo estaba viendo. «¡!», gesticulaba sin sonido.

      Una risilla a sus espaldas lo sorprendió. Él se detuvo, y se giró como si nada hubiese pasado, para enfrentarse con Gracia de nuevo, quien estaba asomando la cabeza por la puerta.

      —¿Qué haces? —le preguntó ella con curiosidad.

      —¿Quién? —dijo él con la respiración agitada por el baile.

      Ella lo miró sin entender.

      —Pues tú.

      —Yo, ¿qué?

      Ella frunció el ceño, pero la sonrisa continuaba en su rostro. Sus mejillas estaban coloradas.

      —Eso que estabas haciendo hace un momento... ¿qué hacías?

      —¡Ah, eso! No, yo... nada, no hacía nada.

      Ella volvió a reír.

      —También me encantas cuando te sonrojas —dijo ella sonriente—. Buenas noches —su sonrisa se amplió al ver que Zaid se sonrojaba aún más y cerró de nuevo la puerta.

      El muchacho se puso las heladas manos en el rostro para volver a la normalidad.

      Trató de recomponerse y fue directamente a la cocina, para tomar una cuchara grande hecha de madera. Iba a buscar el cristal en ese momento, aprovechando que todos dormían. Pero justo cuando iba hacia el árbol del rayo, pudo ver que alguien, que ya se encontraba al pie del tronco quemado, se estaba poniendo de pie. Zaid se ocultó en las sombras para evitar ser visto. Aquella figura comenzaba a dirigirse hacia él, así que, con cuidado de no hacer ruido o llamar la atención, se escondió detrás de un árbol. Por la forma de caminar, el muchacho supuso que esa sombra era el lacayo, quien seguramente apenas había enterrado el cristal. Cuando estuvo el chico lo suficientemente cerca, pudo comprobar que era Connor. Escupió cerca del árbol de Zaid y, por un momento creyó que sí lo había visto, pero el pelirrojo continuó con su camino y no se detuvo hasta que entró en la casa.

      Zaid esperó sólo un momento para asegurarse de que Connor no se había quedado por ahí para espiarlo o algo por el estilo, pero al no ver movimiento, caminó por entre las sombras que ofrecían los árboles, hasta que llegó al del rayo.

      La tierra acababa de ser removida, se notaba distinta a la que ya tenía tiempo compacta contra el suelo. Zaid usó la cuchara a modo de pala y comenzó a cavar. Con paranoia, volteaba todo el tiempo hacia atrás para cerciorarse de que nadie lo observaba o lo había seguido.

      Pronto, la cuchara golpeó con algo duro. Se llenó de euforia y escarbó más rápidamente, hasta que lo encontró. Afortunadamente no estaba muy profundo. Zaid seguía mirando hacia atrás, esperando que nadie le saliera como en las películas, para golpearlo en la cabeza y dejarlo inconsciente. Afortunadamente no había nadie. Parecía que Connor no lo había visto después de todo. Tomó el cristal entre sus manos, lo limpió de prisa contra su camisa húmeda y lo guardó en el bolsillo de su pantalón. Volvió a poner la tierra en su lugar y mirando hacia todas partes, arrojó la cuchara lejos de ahí y se metió a la casa por el pasadizo que Ana le había mostrado antes. Le sorprendía que lo hubiese logrado sin que Connor lo viese.

      Se fue contento a su habitación, se cambió de ropa e intentó dormir, pero no podía. Cada vez que cerraba los ojos, la veía. Veía a Gracia en el lago Owel, soltándose el cabello húmedo; a Gracia montando a caballo y riendo con libertad; a Gracia sirviéndole un plato de comida en casa de su padre; a Gracia abrazándolo. Veía el rostro de Gracia sonrojado, los diminutos vellos claros sobre su nuca, sus mejillas sonrosadas por la alegría y la vergüenza. Sólo Dios sabía que a partir de conocerla, su existencia había cobrado sentido. Estaba seguro, sin lugar a dudas, de que ella era la mujer con la que quería pasar el resto de su vida. Sólo esperaba que ella lograra adaptarse a su nueva vida en el futuro... Aunque de no ser así, Zaid estaba dispuesto a irse a donde necesitaran irse, con tal de que ella estuviera feliz y contenta.

        Suspiró una vez y bostezó. Comenzó a imaginarse una vida a su lado y lo felices que serían... e imaginando aquellas cosas, al fin se quedó profundamente dormido.


N/A: * Fragmento de la canción de John Legend: «All of me».

Espero que les haya gustado el capítulo.

Los quiero a todos <3 :*


RosalinaG.

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