Un suspiro y mil disparos | t...

By BeautifulDerangement

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Hay miradas que hablan. Y desde el momento en que los ojos de Mickaellie se encontraron con los de Yuu Shiroy... More

Introducción
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30 [POV Aoi]
Epílogo

Capítulo 17 [POV Aoi]

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By BeautifulDerangement

Aoi.

Siento pánico. Dolor. Desesperación. Lo soporté todo hasta ahora, pero que lastimen a Mickaellie... No.
No dejaré que vuelvan a hacerlo. Fui débil e idiota cuando perdí a Akane hace diez años atrás, y no puedo serlo ahora. Es complicado buscar la fortaleza cuando lo único que tienes en mente es el horrible Déjà Vu; todo volverá a ocurrir de alguna u otra forma.

¿De dónde demonios voy a sacar dólares? Está bien, tengo dinero y mi caja de ahorro está bien llena, pero no puedo conseguir dólares de ninguna manera... Por lo menos de ninguna manera legal.

Me siento en la cama y respiro hondo. Sabía que algo raro estaba pasando cuando llegué al Moonshine y no vi a Mickaellie por ningún lado, pero no imaginé que el momento de luchar a capa y espada por lo que quiero llegaría tan rápido.
Aclaro mis ideas, intentando encontrar un poco de paz en medio de todo este desastre. ¿Cómo es que ella supo sobre Mickaellie? ¿Cómo la encontró? Dios mío, sé que esto es apenas una advertencia, pero... ¿Y si en realidad le hace algún tipo de daño irreversible?

Abandono mis pensamientos cuando mi móvil suena y una voz familiar me golpea los oídos.

—¡Soy un idiota, joder, lo siento, Yuu! —grita con la voz desgarrada.

—¿Qué? ¿De qué hablas, Kazuki?

—Me ha preguntado por ti, y le conté sobre Mickaellie. Dijo que iba a matarme si no la seguía —dice nerviosamente—. La drogué. Le di una bebida y luego uno de los hombres de Hana se la llevó.

—¿Es que tú eres idiota? —espeto con rabia—. ¿No te das cuenta que va a matarla?

—¡Lo siento! ¡Lo siento tanto! Yo...

—¡Y una mierda! ¡Eres un hijo de puta que solo piensa en sí mismo! —grito—. ¡Si algo malo le llega a suceder a Mickaellie, voy a volarte los sesos!

Finalizo la llamada porque no quiero oír ni una palabra más de su parte. Tengo que estar tranquilo, maldición... Si me altero más, todo será peor.

Me siento débil en el momento en que Elizabeth asoma su cabeza por la puerta y me mira tristemente. La chica ha estado silenciosamente aguantando cada una de mis mierdas y nunca he oído ni una queja.
Ella se sienta a mi lado y me tiende una mano. A pesar de su apariencia de niña, con solo veinticuatro años es de lo más madura y sabe escucharme; incluso se quedó hace unas noches atrás mientras yo hablaba desesperadamente sobre lo mucho que quería proteger a Mickaellie.
Me permito llorar y apoyar la cabeza en su hombro. Ella comprende mis lágrimas y asiente como si hubiésemos tenido alguna conversación.

—Cuando la vi a su lado, señor... Supe que ella era especial para usted. Espero pueda sacarla de allí pronto.

—Estoy cansado de esta mierda, Lizzy. No elegí esto y nunca he hecho nada malo, entonces... ¿Por qué? ¿Por qué demonios me toca vivir esto a mí? —gruño y seco mis lágrimas.

Pasa una mano por mi espalda.

—No tengo la respuesta a ello. Pero si quiere a la chica, luche por ella.

El timbre de afuera suena varias veces y Lizzy se levanta y se encamina hacia afuera. Vuelvo a lanzar un suspiro cansado.
No tengo ni idea de qué se supone que debo hacer, cuánto tiempo tengo para conseguir todo ese dinero, o cuándo debo entregarlo; de todas formas, ahora solo quiero dormir y despertar en alguna realidad paralela, porque soy un estúpido que arregla los problemas enterrando la cabeza bajo la almohada. No soy tan diferente a Mickaellie... Ella también prefiere encerrarse, huir o dormir cuando algo la lastima.

Necesito hacer algo pronto.

Me levanto de la cama y me encuentro a Ruki y Uruha en la puerta de mi habitación. Me miran cautelosos y es el más bajo quien toma la iniciativa de la conversación.

—¿Sabes algo de ella? —cuestiona con los ojos muy abiertos—. ¿Por qué lloras?

—Sí —cierro los ojos—. Es un secuestro.

Al decir estas tres palabras, todo se vuelve un caos. Ruki diciendo que se siente culpable por haberla dejado sola, Uruha blasfemando al universo entero y yo que intento calmarlos.

—¡Un momento! —grita el pequeño—. ¿Y tú cómo sabes lo que pasó?

—Recibí una llamada... Es... Es alguien para quien trabajo, y quiere dinero a cambio.

—¿Qué demonios, Aoi? —vocifera Uruha—. ¡Estás forrado! ¿Por qué no le das el jodido dinero y terminas con esta tortura?

—Porque lo quiere en dólares.

—¿Y para quién trabajas? —cuestiona Ruki—. ¡Tiene que ser una mierda de persona como para hacer algo así!

Me paso las manos por el pelo para no comenzar a romper cosas.

—Bueno, ¡ya basta! —grito— ¿Y a ti qué te importa, Takanori? No te entrometas en mis jodidos asuntos.

Un silencio sepulcral. Ambos me miran enojados.

—No creo que sean solo tus jodidos asuntos cuando se trata de nuestra amiga —ataca el más bajo.

—¿A qué estamos esperando? Llamemos a la policía —sisea el castaño a su lado, saliendo del cuarto.

Sigo a Uruha por el pasillo y lo detengo cuando saca su móvil. Joder, no. Si meto a la policía en esto, me traerán más problemas y... Ellos podrían hacerle daño a Mickaellie.

—Por favor, no lo hagas.

—¿De verdad esperas enfrentarte a secuestradores sin el apoyo de la policía? —gruñe indignado.

—No necesito a la policía, Kouyou. Esos idiotas siempre lo arruinan todo.

Estoy a punto de largarme a llorar otra vez. ¿Cómo le explico que esta gente es peligrosa? Un paso en falso y todo se me escapará de las manos.
Él asiente y sigue caminando. Ruki va tras nosotros.

—¿Te han llamado otra vez? —pregunta Uruha, queriendo cambiar un poco el ambiente.

—No. Llamaré a Kai, él puede ayudarnos.

Minutos después, él se aparece por mi casa y le cuento lo que pasó.

Kai es de esos buenos amigos que haría todo por las personas que quiere; sin duda es amable e inteligente, siempre tiene un plan... Pero está un poco chiflado también.
Se sienta frente a mí y me da esa mirada significativa que tanto conozco, como diciendo "Bien, tenemos que ensuciarnos las manos". También estoy pensando en ello, pero no puedo. Robar para salvar a mi chica es absurdo. Si logro liberarla, me encerrarán a mí. Y no estoy seguro de poder hacer algo así por alguien.

No puedo arriesgarlo todo, mucho menos mi parcial libertad... ¿Por qué soy tan jodidamente egoísta?

—Estás pensando lo mismo que yo —adivina él.

—Sí, pero ni lo sueñes.

—¡Aoi, deja de ser tan terco! —gruñe exasperado—. Necesitamos dólares. Los tomaremos de un algún banco. Punto.

Uruha y Ruki asienten a lo que dice mi loco amigo. Pues no, no estoy de acuerdo con ello y se los tengo que hacer saber antes de que Kai saque a la luz sus jodidos planes. Ruki dice algo como que puede ayudar haciendo las veces de vigilante y el otro le da el visto bueno, pero ¡no! ¡Es una idea de mierda!

—¡No! —objeto luego de unos minutos—. Sé que parece ser la única opción, pero no voy a poner en riesgo nuestras vidas, ni el futuro de estos dos —le aclaro al castaño, señalando a Uruha y Ruki.

—Piensa en ella ahora, no en nosotros —dice Uruha—. Haré lo que sea para volver a verla.

—Sana y salva, pase lo que pase —le sigue Ruki.

No quiero que se metan en problemas por mi culpa. Estoy decidido a que ninguno de nosotros tocará dinero de un puto banco.

—Estoy seguro que ella haría esto por ti. Daría su vida por salvarte —masculla el más alto cuando me ve negar, encendiendo un cigarrillo.

—Hay otra manera de obtener billetes... —comenta pensativo Kai—. No es tan legal como quisieras que fuera, pero nos servirá.

—¿Cuál?

—Falsificar.

No me lo había planteado hasta ahora. Sopeso mis opciones, y aunque me duele la cabeza, tengo que pensar en algo rápido. ¿Falsificar? ¿Cómo? ¿Quién haría el trabajo sucio por nosotros? No tengo idea de cómo se hace eso, pero por ahora parece la opción más aceptable.

—Vamos a necesitar a Kazuki —desliza Kai, cauteloso.

No. ¡Me niego!

Me levanto abruptamente y estrello el puño contra la mesa de la sala. No quiero su jodida ayuda, ¡ya bastante ha metido la pata contribuyendo a toda esta situación!

—¡Y una mierda! —bramo—. ¡Todo esto es su culpa!

—¿Kazuki? —pregunta Uruha—. ¿Qué tiene que ver él en esto?

—Eso no tiene importancia ahora —lo corta Kai, mirando su reloj—. Kazuki tiene buenos contactos, Yuu, por favor... Será fácil conseguirlo de ese modo.

—¡No quiero verle la cara a ese imbécil!

Mi teléfono suena y no puedo controlar el temblor de mis manos. Joder, son ellos; espero me den alguna maldita instrucción, porque no sé qué hacer y me desespero.
La pantalla se ilumina con el nombre de Mickaellie, y sé que ahora tengo que hacer un enorme esfuerzo para fingir calma.

—¿Si?

—Oye bien, cariño: A las nueve de la noche, deja lo que te pedí en el puente cercano al parque central y pírate. ¿Sabes como es el método, no? —la voz femenina hace una pausa—. Dejas los billetes allí y esperas a que aparezca tu perra.

—¿Puedo hablar con ella?

Siento que el corazón se me va a salir del pecho. Necesito oírla, saber que está viva. La necesito.
Oigo un ruido y luego su respiración.

—Yuu...

Algo se quiebra en mi interior. Su voz... Su dulce y rota voz, y sus sollozos... Quiero llegar a ella y secar sus lágrimas; protegerla, cuidarla. No puedo evitar el cerrar los ojos e imaginarla a mi lado. Lloro con ella. La quiero para siempre.

Mierda.

La amo. ¿Por qué tengo que darme cuenta de ello cuando estoy a punto de perderla?

—Voy a sacarte de ahí, cueste lo que me cueste, Mickaellie —susurro—. Te quiero. Joder, te quiero demasiado.

El otro lado de la línea está vacío ahora. Ella cortó y yo sigo con los ojos cerrados, sin querer dejar escapar la sensación de confort que me da su voz.
Entonces, encuentro la esperanza muy dentro de mí, y sé exactamente lo que debo hacer para recuperar a esa chica. Mi chica. Mi Mickaellie.

Me vuelvo a mi lugar en el sillón y, decidido, informo:

—Haré lo que sea necesario.

[ . . . ]

Son las tres de la tarde, y tuvimos que mentirle a la madre de Mickaellie sobre lo ocurrido. Uruha ha dicho que ella estaba en su casa, y que darían un paseo en un parque de diversiones hasta la noche. La señora Takarai le ha creído, pero no deberíamos fiarnos del todo.
Kazuki y yo no cruzamos miradas en ningún momento a pesar de estar sentado frente a mí. Sé que si lo miro directo a la cara, no voy a poder resistir las ganas de golpearlo.
Me repito mentalmente que estoy haciendo esto por ella; seré capaz de soportarlo solo por Mickaellie.

Cuento los billetes, y me pregunto si Kazuki puede llegar a ser más delincuente de lo que es. No sabía que sería capaz de falsificar dólares tan rápidamente... Debe tener contactos poderosos, y aquello me pone los pelos de punta. Esta es una de las tantas razones por las que lo quiero lejos de Mickaellie. Él es incluso más peligroso que yo.

Uruha se frota los ojos, cansado, y deja el último fajo de billetes en un maletín. Ninguno ha preguntado sobre Kazuki, y es mejor así. No podría explicarles a Ruki y Uruha la conexión que, inevitablemente, tengo con él.

—Hay veinte mil en cada maletín —dice el rubio, cerrando los ojos.

—Estás cansado, Ruki —susurra Uruha—. ¿Por qué no duermes un poco?

—No puedo. Incluso si estuviera muriendo de sueño, no podría. Los nervios me están matando.

Lo comprendo a la perfección. Estos nervios me consumen conforme van pasando las horas.

—Quiero llevar el maletín —suelta Kazuki, determinante.

Joder, no ha abierto la boca ni una sola vez, ¿y ahora se le ocurre hablar para decir semejante estupidez? Lo odio. Odio a este crío tan profundamente, que no tendría problema en dejarle un ojo morado ahora mismo.

—¡Este no es tu puto asunto! —gruño levantándome—. ¡Ni lo sueñes!

—¡Pero esto fue mi culpa, Aoi! ¡Debo ser yo quien lo haga!

Kai intenta calmarnos, pero no me importa. Mierda, sé que tengo que controlarme, pero que el muy hijo de puta quiera creerse el jodido héroe me saca de mis casillas.

—Un paso en falso y todo este plan se irá al infierno —siseo—. No quiero perderla, ¿puedes comprender eso? Es lo único que quiero en mi vida, y no vas a arrebatármela con tus estupideces.

—¡Tú no eres seguro para ella!

—¡Tú tampoco! ¡Mírate, Kazuki, eres un jodido delincuente!

—¡Y tú eres...!

—¡Sí, sé lo que soy! —bramo y lo interrumpo—. ¡He hecho todo lo posible por mantenerla a salvo, incluso de mí! ¿Crees que no le advertí sobre esto? ¡Escondí cada pequeño vestigio de lo que siento por ella, intenté aparentar que era una más simplemente para no ponerla en peligro, sin embargo tuviste que aparecer tú y arruinarlo todo!

Todos en la sala se quedan en silencio. Las lágrimas de impotencia me queman las mejillas, pero no me importa. El dolor a veces me hace olvidar lo miserable que soy.

—Kazuki, vete —sisea Kai seriamente.

—Tú cállate.

Kai se levanta e intenta arremeter contra el castaño, sin embargo Ruki y Uruha lo detienen.

—¿Pueden calmarse? —grita el más bajo—. ¡Kai, basta! ¡Estamos haciendo esto por Mickaellie, no lo olvides!

Kazuki se levanta y sale dando un fuerte portazo. Largo el aire que estaba conteniendo y me dejo caer en el sillón. Estoy agotado en todos los jodidos sentidos; quiero que esto termine de una vez.

—¿Se dan cuenta por qué lo quiero lejos de Mickaellie? Es una maldita mierda.

—Cálmate, Yuu. Poniéndote así no arreglarás nada —sisea Uruha.

—¡Es que...!

—Estamos intentando mantener la calma aquí —interrumpe Ruki—. No lograremos nada gritando y peleando.

—Tienes razón. ¿Podemos volver a repasar el plan?

Todos estamos de acuerdo en ello, lo mejor es estudiar minuciosamente todos nuestros movimientos. Debe ser un golpe perfecto y así podremos salvarla.

—Bien, haremos lo siguiente: Kai, tú rastreas el teléfono de Mickaellie. Ruki, tú te encargas de tener listo lo que sea necesario: Botiquín, agua y ropa. Uru, tú manejas la motocicleta —digo, y miro el reloj—. Yo llevaré el dinero. Si Kai rastrea el teléfono de Mickaellie y no está en el punto que hemos acordado con los secuestradores, es probable que ella esté en otro lugar, por lo que tú y yo —digo señalando a Uruha—. tendremos que cambiar lugares.

—Entendido.

—Lo haremos —afirma Kai, manipulando un aparato extraño—. No puede fallar.

Doy vueltas por toda la casa, nervioso hasta las pestañas. El tiempo parece ser eterno, sin embargo me sorprendo cuando miro el reloj y falta sólo una hora para salir y nos veo a todos moviéndonos nerviosamente, golpeando alguna cosa o caminando de un lado a otro.

Joder. Un paso en falso y toda mi vida se desmoronará. Un pequeño error y perderé a la chica que quiero.

No puedo estar viviendo esto otra vez.

Lo único que me queda es esperar, mantener la calma y... ¿Rezar? Nunca fui realmente religioso, e incluso parece que perdí la fe hace mucho tiempo, pero ahora que estoy saliendo de mi casa con dos maletines llenos de dinero falso, solo quiero que alguien me ayude y proteja.

Una vez en el coche, me siento con los nervios a punto de estallar. Su vida está en mis manos, depende de mí... Depende del tiempo, y de que ellos sean lo suficientemente estúpidos como para no percatarse de los dólares falsos.
Un momento después, Kai se sube al coche a mi lado. Ruki va detrás, todo silencioso y concentrado. Uruha, por su parte, tiene lista una motocicleta para usar en caso de que Mickaellie no se encuentre en el parque.

Enciendo el coche y manejo hasta el parque. Estoy aturdido y asustado; ninguna de estas sensaciones me agrada. Quiero vomitar.
Aparcamos cerca del puente del parque, con mucho cuidado de no levantar sospechas. Uruha se queda unos metros detrás, atento.

—El radar detecta el teléfono de Mickaellie —anuncia Kai señalando la pantalla—. a varios kilómetros de aquí.

—Podemos ganar un poco de tiempo si vas ahora mismo, Aoi. Solo quedan veinticinco minutos antes de las nueve —dice Ruki—. Nosotros nos encargamos aquí.

Bajo del coche e intercambio la moto con Uruha. Sin mirar atrás, voy a toda velocidad por la avenida, escuchando a Kai guiándome por los auriculares de mi teléfono.

[ . . . ]

La nada misma.

20:55 p.m.

Árboles, oscuridad y una tenue luz a lo lejos iluminando el frente de una fábrica abandonada. Una clara señal de que allí es el lugar que estoy buscando.
Dejo la moto bastante lejos para no hacer ruido, ahora solo debo caminar. Me late el corazón a toda velocidad y mientras más me acerco al lugar, más adrenalina siento en las venas. Kai dice que estoy cerca del punto al que debo llegar, por lo que apuro el paso sigilosamente.
Rondo el lugar, busco una entrada alternativa, y la encuentro por un lateral. Me escabullo por allí e intento ser silencioso.

Sin embargo, el ruido de una sirena me sobresalta. Mierda.

Joder. ¡Maldición! ¿La poli está aquí?

Oigo disparos y gritos, Kai dice por el auricular que mantenga la calma. Pero no puedo, ¿qué tal si la matan?
Estoy asustado como la mierda, sé que tengo que entrar y sacar a Mickaellie de allí, pero... ¿y si me matan a mí?

Soy tan joven... No quiero morir.

Lucho contra mis pensamientos egoístas. Ella también es joven, incluso más que yo, y merece vivir también. ¿No fuimos Kazuki y yo quienes la arrastramos a esto? Alguien tiene que sacrificarse y arreglar esta jodida situación.

Me adentro en la fábrica y el aroma de pintura y algún otro producto me invade la nariz. Es insoportable, pero contengo la respiración y busco con la mirada, medio escondido entre un pilar de maderas, algún indicio de Mickaellie. Kai me habla por el auricular y me pide que me apure.
Afuera, sigue el sonido de las sirenas y las balas.

Me escabullo rápidamente hasta abrir una puerta y entonces, por alguna extraña razón, se me eriza la piel.

Ella está ahí, amarrada a una silla.

Verla hace que comprenda qué tan atemorizado de perderla estaba. Me altera su quietud. Hay tanto ruido que no comprendo por qué no se mueve.
Me acerco, paradójicamente silencioso, y la observo. Lleva el vestido negro un poco sucio y roto; hay algunas manchas de sangre que me hacen pensar cosas terribles. Ella odia la sangre, ¿se habrá desmayado?

Tiene el cabello hecho un desastre. Sus labios hinchados, separados por una mordaza, están secos. Debe tener sed... Y hambre. Mi pobre chica...
Estoy paralizado por las múltiples marcas en su rostro y cuerpo. Necesito reaccionar y sacarla de aquí, pero no puedo dejar de mirarla.

Me tiene hechizado.

Le pertenezco completamente; y aquella revelación tan súbita dentro de mi mente me deja fuera de combate.

Soy suyo.

Me acerco a ella y la siento temblar. Yo también tiemblo, porque es normal reaccionar a su cercanía; es natural que mis dedos se sientan atraídos a su piel, que quiera rozar y tocar cada pequeño pedacito de su cuerpo y disfrutar de su suavidad. Y lo hago. Acaricio sus mejillas.

Es el desastre más precioso que he visto en mi vida. Incluso pareciendo una muerta viviente, me atrae de manera descomunal.

Y es mía.

Toda mía.

Por primera vez en mi vida, juro venganza. Voy a malditamente vengarme de todos y cada uno de los que hayan lastimado a Mickaellie. Lo haré porque la amo.

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