DRAC© [1] ✔

By LuisianaVons

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Si la vida te da una segunda oportunidad, más te vale aprovecharla. Cada cosa que hacemos en esta vida ti... More

DRAC
R E P A R T O
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 31
CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 33
CAPÍTULO 34
CAPÍTULO 35
CAPÍTULO 36
CAPÍTULO 37
CAPÍTULO 38
CAPÍTULO 39
CAPÍTULO 40
Epílogo
Nota Final del AUTOR
¡Segunda Parte disponible! DOMINIK

CAPÍTULO 28

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By LuisianaVons

DRAC©
Capítulo 28

AMBER SULLIVAN

Después de todo lo que fue una noche agradable con Drac, volver a casa había sido una idea tentadora. Él continuó su camino pues como siempre, tenía asuntos que resolver. En algunos casos prefería no pensar en las cosas que Drac hacía cuando no estaba conmigo. Arreglé un poco el apartamento antes de caer como plomo en la cama nuevamente.

El sonido del teléfono aturdió en mis oídos. Me levanté como pude, tallando mis ojos con mi mano cerrada y tomé el teléfono.

—¿Hola?

—¡No me vas a creer lo que tengo para ti!—exclamó Barbara con emoción, al otro lado de la línea telefónica.

—¿Chocolates?—dije en un flojo bostezo.

—Mejor. He conseguido a una persona que estuvo como testigo la noche del incendio.

Mis ojos se abrieron por completo al escuchar esas palabras y de un momento a otro  el sueño había desaparecido.

—¿No estas jugando o sí?

—Para nada. Además, ella aceptó a verte. Te esperará dentro de una hora en una cafetería en Northville.

—¿Una hora?—observé el reloj rojo que colgaba de la pared.

Northville quedaba relativamente lejos.

—Si. Me cuentas cómo te fue, adiós.

Colgó.

Me apresuré en tomar una ducha corta, colocarme algo de ropa limpia, acomodé mi cabello en una alta coleta y salí a toda prisa. El pequeño auto deportivo se encontraba afuera del edificio. No era una experta manejando pero al menos me defendía.

Estuve en Northville alrededor de unos treinta minutos, agradecía que el tráfico no estuviese como algunos días. No habían muchas cafeterías en Northville. Dos máximo. La economía en el país se había vuelto demandante, más en una zona como esta, donde se solían quemar a los ladrones ya que tenían que cuidar sus ingresos de los famosos hurtos.

Estacioné frente a la primera cafetería que encontré a la vista. Me observé al espejo, ni siquiera había tenido tiempo de aplicar un poco de maquillaje sobre mi rostro. Lucía pálida y con leves ojeras oscuras bajo mis ojos. Dejé salir un suspiro, tomé mi libreta junto con mi teléfono y bajé del auto. El clima era frío y estremecedor. Seguí caminando hasta la cafetería, en la cual la mayoría de las personas se encontraban bebiendo chocolate caliente u alguna bebida humeante.

¿Cómo sabré quién es?

Barbara ni siquiera me había dicho su nombre, o su descripción física. Tampoco sabía si sería en esta cafetería o en la que quedaba a algunas cuadras más adelante. Una señorita que trabajaba en el lugar con dos coletas en su cabeza que le restaban más edad de la que seguro tendría, se acercó a la mesa en la cual me había sentado.

—¿Va a ordenar algo?

Alcé mi mirada a la de ella mientras de reojo observaba el lugar. La verdad lo único que provocaba con este clima era un sauna.

—Un chocolate caliente.

—En unos minutos—dijo con una floja sonrisa en su rostro y caminó devuelta a la cocina.

De pronto, las puertas del lugar se abrieron con fuerza. Una señora que usaba lentes de sol entró al lugar. Ella observó todo el lugar cuando su mirada cayó sobre mí. Sin pensarlo, caminó hasta mí y se inclinó sobre la mesa.

—Tú, niña—se quitó los lentes. Una enorme cicatriz rojiza quedó expuesta haciendo que un escalofrío me recorriera el cuerpo—¿Eres Dakota Santander, no?

Demonios.

—Amber Sullivan—le contesté.

Ella esbozó una simpática sonrisa y luego recostó todo su peso del asiento. Acomodó sus lentes sobre su cabeza y luego me observó, curiosa.

—Si eso. No soy buena con los nombres—se encogió de hombros—Tu amiga Tatiana me ha llamado para decirme que querías verme.

¿Tatiana?

Barbara se va a suicidar cuando se entere que han confundido su nombre.

—Si. De hecho, estoy investigando algo que sucedió hace unos cuantos años sobre un incendio.

—El famoso incendio de los Fosters. Lo recuerdo como si hubiese sido ayer, incluso cada vez que me veo al espejo las imágenes aparecen en mi cabeza como agua helada—fue interrumpida por la chica a la cuál le había pedido el chocolate—¿Esto es para mi?—observó la bebida humeante frente a ella—Gracias, no tenías que pero gracias. Amo el chocolate caliente.

La chica me observó con una mueca y luego se retiró. Observé a la mujer frente a mí.

—¿Qué pasó exactamente esa noche?—le pregunté, mientras sacaba mi teléfono para grabar lo que ella diría a continuación—¿le molesta si grabo la conversación?

—No, para nada. Puedes hacer todas las preguntas que quieras, Dakota.

Rodé mis ojos y pulsé el botón para grabar. Los segundos que tendríamos eran valiosos. Al menos así lo sentía yo.

—Diga su nombre—le pedí, observando su espeluznante cicatriz.

—Mercedes King.

—Muy bien, Mercedes. ¿Fue testigo usted de la noche del incendio del 2003?—me sentía toda una Sherlock Holmes, a punto de encontrar a un culpable que salvara a Drac de ese infierno.

—Así es.

—¿Puede decirme que fue lo que sucedió exactamente?

Mercedes se acomodó en el asiento, sus dedos se deslizaron a través de la cerámica de la taza.

—El incendio de los Habich. Laura Habich, Daniel Habich y sus hijos, Daniela y Dominik Habich—El humo salió de su boca al hablar.

¿Dominik?

¿Ese era el nombre de Drac?

Aunque dentro de mi tenía miles de preguntas sobre Dominik o Drac como le conocían preferí guardar silencio y prestar atención a su historia.

—Sin duda eran una familia muy hermosa, siempre asistían a los eventos de la comunidad, hacían donaciones y eran propietarios de una hermosa casa en PalmBeach. Siempre admiré la fuerza de Ángela, era una mujer con mucho coraje antes adversas situaciones—bebió un poco de su bebida antes de seguír hablando—Pero la perfección es una máscara del caos. Una noche, el 28 de noviembre del año 2003, su vida desapareció junto con las cenizas, el pequeño de la familia, incendió el lugar.

No estábamos llegando a ningún lado con ésto. No era lo que necesitaba oír.

—Ese pequeño monstruo le hizo ésto a mi rostro. Cuando intenté entrar a la casa para salvar lo que quedaba de vida en ella, el denonio de los Foster lanzó una cortina sobre mi. Es un maldito asesino que merecía la horca o la silla eléctrica para aquél entonces.

—El no lo hizo, Mercedes. Debe haber otra explicación.—debía encontrar otra explicación.

—No, niña. Yo lo ví. Con estos mismos ojos, ese niño es el demonio en persona. Años después fuí a visitarlo a prisión y casí me asesina. Es un maldito psicópata. Dominic Foster es culpable de una gran cantidad de homicidios.

—No, no es así. Debe haber una explicación.

—¡El me hizo esto!—se levantó abruptamente de la silla, haciendo que varias personas girarán a vernos—Jamás quiso a su familia, jamás querrá a nadie.

—Dígame una razón. Sólo una razón por la cuál él habría hecho esas cosas. Una.—las lágrimas no tardaban en salir de mis ojos y un nudo se hinchó en mi garganta.

—Porque Dominic Foster es un maldito psicótico. Aléjate de él si aún estás a tiempo—concluyó y se fue del lugar.

Nada de esto tenía sentido. Dentro de mí preferia hacerme de oídos sordos a lo que acababa de escuchar, confiaba en Drac. Sabía que el no lo había hecho, solo necesitaba encontrar a alguien a quien culpar. Apagué la grabadora y la guardé en mi pequeño bolso.

...

Metí una papa frita a mi boca mientras Barbara hablaba con Thomas sobre un partido que habría el viernes. No podía dejar de pensar en la conversación que había tenido con Mercedes. Esa maldita bruja sádica. Quizás ni siquiera había sido testigo de nada, solo buscaba armar polémica para ser famosa o que se yo. Pero no tenía argumentos sobre eso. Un montón de hipótesis sin sentido ambulaban en mi cabeza, no lograba entenderlo. Pensar que quizás Drac me había mentido me hacía sentir como una completa idiota.

Todas las personas hablaban tantas cosas de Drac que quizás en algún momento había llegado a creer. Pero el mismo lo ha dicho. Las personas ven solo lo que quieren ver. Más, eso no significa que estén en lo correcto.
Tal vez, lo único que yo anhelaba ver, era que Drac estuviese diciendo la verdad y fuese inocente de todas esas trágicas noticias.

—¿Amber, estás siquiera escuchándome?—Thomas chasqueó sus dedos frente a mis ojos. Asentí ligeramente, aunque fuese mentira.

—¿Hay algo que quieras compartir con el grupo?—preguntó Barbara retocando su lápiz labial.

—No. Nada.

Thomas frunció su ceño, sin embargo, preferió ignorar la situación y en lugar de seguir con un estúpido interrogatorio, continuó hablando sobre la fiesta del viernes. Las puertas de la cafetería se abrieron. Un Drac nó muy contento apareció tras ellas. Su mirada oscura se fijó en mí pero siguió caminando hasta una mesa vacía. En realidad habían dos chicos nerds, que se espantaron al verle y salieron corriendo de la cafetería.

—Odio a ese chico. No se qué piensa, cree que por tener tatuajes y una mirada de psicópata tiene cualquier derecho sobre todos—comentó Thomas, tomando una papa frita y luego metiendola a su boca.

—Yo tú, tendría más cuidado en cómo me expreso sobre èl—replicó Barbara, observándome fijamente a los ojos.

No quería verle. Solo sería confundirme más de lo que ya estaba pero también sabía que no podía estar toda mi vida evitandolo.

—¡Que hermosa cadena!—exclamó mi osada amiga, llamando la atención de varías personas.

—Gracias.

—Tuve una clase de ella en literatura, es una ofrenda de los dioses. ¿Cómo la conseguiste?

—En una feria. No es de verdad, nada de eso es real, Barb—musité, repitiendo las palabras que Drac había dicho sobre la cadena.

Cuando por sorpresa, alguién tocó mi hombro. Me giré levemente para encontrarme con unos orbes celestes mirándome suplicantes.

—¿Podemos hablar?

Thomas apretó la papa frita que tenía en la mano, haciendo que ésta explotara y Barbara solo elevó sus cejas, curiosa.

No quería hablar. Necesitaba pensar. Pero aún así necesitaba respuestas.

—Está bien.

Me levanté del asiento y lo seguí hasta afuera de la cafetería. La biblioteca era un lugar que normalmente solo era habitado por nerds que dedicaban toda su vida a la lectura. La bibliotecaria nos observó con su ceño fruncido mientras Drac me arrastraba hasta al final de uno de los pasillos rodeados por enormes repisas polvorientas. Su cuerpo se detuvo frente a mi.

Drac era lo suficientemente alto como para intimidar a cualquier persona. Quizás, Medía un metro ochenta, su cuerpo era atlético y delgado, cubierto por un gran rastro de tinta.

—¿De qué quieres hablar?—me apresuré en preguntar mientras desviaba mi vista a los libros antiguos sobre las repisas.

De pronto, sus manos se colgaron en mis jeans, acercándome a su cuerpo.

—¿Estás bien?—preguntó acecando su rostro al mío.

Intenté girar mi rostro y alejarme, pero algo dentro de mi no podía. O no quería.

—Drac...

Su mano acarició mi mejilla mientras yo hacía un esfuerzo sobre humano por no besarlo. Extrañaba sus labios. Quizás una droga no era tan adictiva como el.

—Muero por besarte—murmuró sobre mi mejilla, ya que había girado mi rostro—¿Qué diablos te pasa?

A pesar de haber dicho una mala palabra, para mi había sonado como una caricia por la forma en la que lo había dicho. Sus labios me tomaron por sorpresa, no pasó mucho tiempo cuando me dejé llevar, respondiendole también.

—Ahora que he cumplido mi sueño—me soltó  y observó un libro en la repisa. Lo tomó entre sus manos y de él cayeron unas cuantas páginas de revistas pornográficas—Malditos Nerds, son unos sádicos—exclamó, arrugando la naríz. No dije nada por los que sus ojos se clavaron en los míos—Sullivan, ¿podrías al menos decir algo al respecto?

—Si, son unos enfermos...

Apreté mis labios con fuerza mientras contenía mis ganas de contarle lo que había sucedido con Mercedes.

—Estás conteniendote para no preguntarme algo, ¿no es así?—¿Es que a caso era psíquico también? No respondí— Adelante, escúpelo.

Me balanceé sobre mis pies, mientras pensaba en la pregunta adecuada pues no quería armar un escándalo en una biblioteca.

—¿Tuviste una vecina llamada Mercedes King?—le pregunté con voz temblorosa.

Sus ojos me observaron, no demostró asombro pero si confusión.

—No. ¿Por qué?

—¿Estás seguro?

El asintió levemente, colocando el libro en la repisa.

—¿Hay algo que quieras decirme, Sullivan?—inquirió con inquietud, cruzándose de brazos frente a mí.

Tragué grueso.

—Una tal Mercedes King se encontró conmigo en una pequeña entrevista en Northville, la semana pasada. Ella afirmó conocerte y ser tu vecina en Palmbeach. Me habló sobre el incendio del 2003.

Sus ojos se clavaron en los mios y su pupila de dilató ligeramente. Apretó sus manos mientras su cuerpo entero se ponía rígido y tenso.

—Mercedes afirmó que fuiste tu quien ocasionó el incendio, Dominic.

Su puño impactó contra la pared a un costado de mi rostro. Cerró sus ojos y negó con la cabeza.

—Drac, quiero creer que lo que ella dice es mentira. En serio, quiero.

—Bien. Perfecto. Te dije que no había sido yo, Amber, confié en tí. Pero tu no crees en mí y preferiste ir a casa de una maldita bruja enferma para que te dijera lo que querías oír.

—Sinceramente, no es lo que quería oír...

—¿Sabes que, Sullivan?—sus ojos me observaron con sequedad—¿Cuál es el problema si yo quemé a mi familia? Pagué por eso de todas formas.

—Drac...

—Has lo que quieras, Amber—sus palabras jamás habían sonado tan venenosas contra mí—Mejor vuelve a casa de esa bruja y pídele que te cuente otra historia—dijo sin más y caminó hasta la salida.

El tenía razón. Pero sólo quería ayudarlo.

...

Al salir del instituto, Barbara me pidió que la acompañara a su casa para ver unas películas. Pero sentía que tenía mucho tiempo sin ver a mi madre así que le haría una visita. Aunque ella se comportaba como una desgraciada con todos, un sentimiento de culpabilidad se instalaba en mi estómago. Conduje hasta el hotel en el cual se estaba hospedando. Un chico en traje se ofreció a estacionar mi auto, así que le dejé. Sin duda, era la clase de hotel en la cual Christina Sullivan se hospedaría, gran atención, linda recepción, lujos y más lujos a los cuales no terminaba de acostumbrarme.

Me acerqué a recepción para pedir el número de habitación en la cuál mi madre se estaba hospedando. La señorita vestía un vestido elegante. Su cabello perfectamente recogido en un delicado peinado.

—Buenas tardes. ¿Puedo ayudarle en algo?—preguntó cortéz.

—Mi madre se está hospedando en este hotel y me gustaría saber en que habitación se encuentra.

—Dígame el nombre de la hospedada.

—Christina Sullivan.

La chica tecleó el nombre en su computador y luego esbozó una sonrisa.

—Habitación 45, torre B.

—Gracias.

—¡Que tenga un lindo día!

Asentí con mi cabeza y seguí caminando hasta los ascensores mientras repetía la dirección mentalmente. Entré junto con unos cuantos ejecutivos y presioné los botones en él panel pegado a la pared. En un chasquido de dedos ya me encontraba en el piso correcto. Cuando en el pasillo, observé un rostro conocido.

Derek.

—¡Hola!—le saludé cortésmente.

Cuando se percató de mi presencia pude jurar que se puso algo nervioso. Esbozó una floja sonrisa y guardó su teléfono en su bolsillo.

—¡Amber, que sorpresa!—rascó su nuca con nerviosismo.

—¿Estabas en la habitación de Christina?

—¿Yo?. No, yo solo visitaba a una amiga en el piso de arriba pero me he confundido de piso.

Asentí lentamente y tragué grueso.

—Oh, vaya.

—Me encantaría quedarme charlando contigo, Amber. Pero tengo prisa—sus ojos grisáceos se clavaron en los míos.

—Claro, entiendo.

—Nos vemos luego—besó mi mejilla y continuó su camino hasta el ascensor.

Volví mi vista hasta la habitación de mi madre. Caminé hasta ella y toqué su puerta.

—¡Demonios!. ¿Es que ni siquiera en un maldito hotel puedo tener algo de paz?—la escuché murmurar.

Rodé mis ojos.

—La tendrás, si mueres algún día, claro—le dije tan pronto abrió la puerta.

Sus labios hicieron una mueca y rodó los ojos con fastidio.

—Tú, pensé que sería alguién más importante.

—Ya veo, ¿de dónde conoces a Derek?—le pregunté, entrando a la habitación y colocando mi bolso sobre el sofá.

Ella cerró la puerta y sirvió un poco de whisky en un vaso de vidrio.

—¿Derek?, no se de que me hablas.

La habitación olía a una mezcla de whisky con cigarrillos, era un olor espantoso en realidad.

—¿Cuánto llevas tomando?

Ella se encogió de hombros.

—Desde que llegué al hotel, unas dos, tres semanas quizás—bebió toda su bebida—¿A que has venido, Amberlee?

—Me sentía culpable por sacarte de casa, así que quise ver cómo estabas.

Christina aplaudió eufórica mientras varias carcajadas ensordecedoras se escapaban de sus labios carmesí.

—¿Te la das de buena hija, ahora?. Déjame adivinar—le dió una calada a su cigarrillo y expulsó el humo en el aire—El chico con el que te revuelcas te mandó para que me retracte de hacer el juicio.

—En realidad, no.

—Vamos Amber, siempre me has odiado, lo noto en tu mirada. En la forma en la que actúas, siempre preferiste a tu padre. Y ahora que no está quieres quedarte con mi fortuna.

—Nunca me ha importado tu fortuna. Y no te odio, de haberlo hecho no estaría aquí. Pero necesito que te olvides del juicio, eso no va a pasar.

Sus orbes azules me observaron y luego soltó una carcajada.

—¿Qué te gusta de ese chico, ah?

—No estámos hablando de eso, madre.

—¡Madre, madre, madre!—gritó furiosa, unas cuantas lágrimas de cocodrilo rodaron por sus mejillas—Jamás quise ser madre, ¿lo entiendes? Tu jodida niña asquerosa no eres, ni serás mi hija. Jamás podré verte como tal, lo único que yo quería era ser felíz, con Robert. Debí haberte enviado a un internado mientras pude. Cada día te pareces más a ella.

Había llegado a la conclusión de que Christina había perdido la cabeza.

—¿De qué hablas?

—Nada, solo lárgate. No quiero verte. Y mejor deja de meter tus narices en el pasado de los demás. Ahora vete.

Caminé hasta la puerta mientras sus palabras retumbaban en mi cabeza. Pero su voz me detuvo antes de irme.

—Recuerda, Amber. El pasado borrado y enterrado.


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