Mil Palabras Por Decir

By celestecastillo16

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Tras años de dolor y maltratos por fin Sophie es libre, la pérdida de sus padres y los abusos por parte de s... More

Vida nueva
Primera promesa
Pijamada no Pijamada
De ejercicio a pastelitos con crema
Ojos de agua sucia y otros insultos
Votos de fe
La universidad de Marvel
Un lugar para casarse
Conociendo a Cupido
50 Sombras De Liam
Cada quien es su propio infierno
Los demonios se complementan
Opiniones que matan
Parejas y no parejas
Decisiones Significativas
Sensaciones
Mentiras
Actos insensatos
AVISO
Un roce
Sentimientos inconclusos
La impotencia te vuelve impulsivo
¿El Yeti no era un leyenda?
El amor es veneno
El Culto del Desastre
Mascaras de polvo y piedra
Los momentos se marchitan
La luna confidente
El deseo de un chico desesperado
Solo los buenos mueren jóvenes
El trayecto de un comienzo
Primeras Impresiones
El amor propio
La conciencia del hombre parte 1
La Conciencia del Hombre Parte 2
Felicidad en pastillas
De mí y sobre mí.

Desnudos

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By celestecastillo16


Hoy he decidido no ir a clases sin un justificativo aparente y si tener sueño, pereza y más sueño es un justificativo entonces si lo tengo, además no me voy a levantar temprano solo para ver solo una clase. Siento que me tocan el cuello y me exalto por la sorpresa, al ver quién es el que perturba mi sueño intentó volver a respirar sin que el corazón se me salga del tórax.

— ¡Bendito seas, Christian! Casi me matas de un infarto —me cubro la cabeza con el edredón, éste me jala los dedos de los píes que han quedado descubiertos, retraigo los píes hasta mi pechó. —Déjame dormir — me quita el edredón de un tirón lanzándolo al suelo.

— ¡Cállate que tú me adoras! —Me imita al ponerse de pié en mi cama.

— ¿Qué acaso soy tú única víctima? —Me cubro la cara con las manos—. ¿No conoces a más nadie?

Salta en mi cama, quiero reírme pero me controlo, idiota. Hasta hace poco no habría permitido tal invasión de privacidad, no después de la lección que aprendí con Zachary.

<<Pero Christian no es como él, ¿no es eso lo que te dices? >>

Esa estúpida voz se hace presente a la fuerza, normalmente se mantiene calmada, o yo finjo que no la escucho.

<<No lo digo, él lo prueba. Él no es como nadie. >>

Sonríe al caer de espalda a mi lado. —Vamos que hoy te quiero enseñar algo —juega con mi cabello enmarañado— además yo siempre cedo cuando tú lo haces ¿recuerdas?

Apoyo la cabeza en el hueco de su cuello. —No quiero —digo en un susurro, y el premio para la mujer más ingenua es para Sophie Powell.

—Lo siento preciosa, pero así como aceptaste ir al cine con Max —me acaricia la espalda con los dedos— te levantarás y vendrás conmigo.

Ruedo los ojos, ¿acaso nunca lo va a superar? Ocurrió hace como una semana, le pongo la mano en el pechó intentando convencerlo de que me dejé dormir, Christian respeta mi sueño, yo por otro lado...

— ¿Y si la vemos más tardé? —Juego con mis dedos—, ¿sí?

— ¡No! Será después del instituto —me toma la mano. — ¿Cómo no soy Max, a mi si me haces esperar verdad?

Me alejo de mal humor, no sé porque me repite una y otra vez lo de Max, fue un error, no me sentí cómoda luego de haber aceptado, incluso pensé en fingir que estaba enferma para poder dejarle. ¡Es mucho pedir que mi sentimiento de culpa estuviera tranquilo en ese momento! ¿Y cómo olvidar cuando intento besarme?

—Ashf como quieras —me dirijo al baño de mala gana— y supéralo, lo de Max es historia vieja.

—Sabes que eso me dolió —desvía la mirada hacía la ventana— me dejaste a mi por ir con él, con mi hermano menor. Cierro la puerta sin prestar atención a lo ah dicho.

Al salir del baño noto que no está, bueno él nunca se queda mientras me ducho, me visto con el uniforme y salgo. Christian se encuentra apoyado en la escalera con su mochila de clase que está llena de materiales de dibujo.

— ¿Listo? —Me arreglo el cabello en un moño— luego de la clase nos vamos ¿okay? —Bueno no es como si tuviéramos más clase después de esta. Asiente, se acerca a mí y me quita el moño dejando todo el cabello suelto sin control ni amarre.

—Te ves más inocente y joven con el cabello suelto —abre la puerta para salir.

—Se supone que me quiero ver mayor y atractiva —cierro con llave—, no más joven y novata.

—Pues al lucir más joven te ves más atractiva, la cual es tu intensión. Eso claro si me lo preguntas a mí —abre la puerta del vehículo—. No entiendo, ya eres atractiva tal y como eres.

—Okay, haré caso porque me lo dices tú. Y no es que diga que no sea bonita, solo que no soy una Megan Fox o una Jennifer Aniston —noto que hay un aire de tensión entre ambos, es como si ya no pudiéramos expresarnos las cosas con libertad, rodeo el auto hasta estar frente a él, me levanto un poco y lo abrazo, el gestó lo sorprende. — ¿Estamos bien? —Lo abrazo más fuerte.

—Por supuesto, ¿crees que te librarás de mí tan fácilmente?

—Supongo que no —me alejo y subo al auto.

Después de la única clase Christian toma ruta sin decirme cuál es nuestro destino, cierro los ojos y tarareo una canción, escucho que el reproductor se enciende dejando oír la canción tarareada, sonrío, tal vez mi voz no es de ángel pero al menos cantó con emoción.

—Sé que canto mal —me acomodo en el asiento— pero no es para tanto.

—No me culpes por cuidar mis tímpanos —acelera—, tu harías lo mismo en mi lugar.

— ¡Por favor! Para ti es un honor escuchar a la próxima Adele —genial, ahora soy la egocéntrica, me reprocho a mi misma— ya sabes, no todos los días ves nacer a una estrella.

Se ríe sin poder creer que me burle de mi propia voz. Me aprendí todas las canciones de su celular, más que todo porque su gusto musical es muy bueno, así que por ello canto sin vergüenza alguna, de vez en cuando Christian me ayuda hasta que retomo mi lugar en el escenario o mejor dicho en el auto.

— ¡Maten a ese gato! —digo al ver que canta, lo justo es justo.

— ¡Por favor, mi voz es la de un ángel! —Arquea una ceja, se ve más lindo cuando tiene confianza en sí mismo.

—Exacto, de ángel pero que calló de cara —me rió al tiempo en que me recuesto a la puerta— por eso cantas así.

—No te apoyes a la puerta que se puede abrir y tu salir por ella —me regaña.

— ¿Y eso es malo verdad? —Pregunto con una inocencia que cualquier persona creería menos él— ¿Podría morirme verdad?

— ¡Peor que morirte! —Alza las cejas para exagerar— podrías, podrías... Vivir.

—Estúpido.

—Niñita

—Tengo tu edad —me cruzo de brazos— así que también eres un niñito. Detiene el auto, se baja y saca de la maletera una camisa blanca, me hace señas diciéndome que me baje también, se acerca con la camisa en las manos y la intención de vendarme los ojos con ella.

— ¡Alto ahí loco! —Digo poniéndole la mano en el pecho alejándolo de mí. — ¿Qué piensas hacer con esa camisa?

— ¡Secuestrarte! —Dice con sarcasmo—. Es para que no veas ¿Okay?

— ¡Okay nada! No pienso dejarte que me vendes los ojos —digo con amargura—. ¿Y si intentas asesinarme?

— ¡Oh no! Has descubierto mi plan de asesinarte y dejar tu cadáver aquí en la ruta principal —sonríe con picardía— no seas miedosa y déjame hacerlo.

— ¡No! —Me doy la vuelta dándole la espalda— no quiero y no puedes obligarme. Hace un sonido de frustración, luego se ríe y dice.

—Hagamos un trato —me toma de la mano y me obliga a mirarle— si cumples con un reto que te de, te llevo a tu casa y no te molesto por una semana pero si no lo cumples harás todo lo que yo diga por lo que queda de día ¿hecho?

Si cree que puede ganarme está muy equivocado, no sabe lo loca que estoy y las idioteces que puedo llegar a hacer. Y más aún que sigo intentando recuperar mi confianza en las personas, en especial con los chicos, creo que no podría estar cerca de ninguno a solas, no sin estar bajo el efecto del alcohol o haberlo conocido antes. Los únicos chicos hasta ahora son los tres Collins.

— ¡Hecho! —le suelto la mano sonriente, confío en él, más que en mi misma. — ¿Qué tengo que hacer?

—Tienes que beber agua de ese río —apunta hacia la orilla de la carretera donde convenientemente hay un río— sin escupirla.

Miro el río al caminar decidida a no dejarlo ganar, hundo las manos en el agua y desvío la mirada hasta él y me digo que no hay marcha atrás, acerco el agua a mi boca cuando veo que algo de se mueve...— ¡Lombriz! —Grito y me alejo del río con el vello erizado por el asco. — ¡Es una asquerosa lombriz!

— ¿A dónde crees que vas? Aun no cumples con el reto —se ríe a carcajadas de mi expresión— aceptaste y ahora tienes que cumplir.

— ¡No voy a tragarme una lombriz!

—Entonces tienes que dejar que te vende los ojos —me sujeta por los hombros. Miro otra vez al río y luego de vuelta a él, ¡joder perderé mi orgullo por una maldita lombriz!

—Bien, puedes vendarme los ojos —se ríe por su victoria y cubre mis ojos con la camisa amarrándola en la parte trasera de mi cabeza, me sube al auto y conduce en un silencio incomodo.

—Ya llegamos Señorita Powell —escucho la puerta abrirse.

— ¿Ya puedo ver?

—No, aun no.

— ¿Cómo piensas que camine?

—Yo te llevare —siento como sus manos agarran mi cintura para ayudarme a bajar, un cosquilleo recorre mi vientre, hacía tiempo que no hacía cosas distintas, nada excitante — súbete a mi espalda.

Me subo sin mucho afán, bueno al parecer es más fuerte de lo que aparenta, me sujeto con fuerza ya que no pienso caerme, las piernas alrededor de su cadera y las manos en su cuello.

—Cuidadito y me dejas caer, Christian Arthur Collins —Creo que el mejor favor que pude cobrarle fue pedirle que me revelara su nombre completo, pobre, con ese nombre hasta yo odiaría a mi padre.

—Si vuelves a decirme así, te juro que jamás de los jamases te vuelvo a contar nada —creo que toque una tecla sensible.

—Te juro que no lo vuelvo a hacer, cariño —respondo en un tono culpable, lo escucho reír antes de comenzar a caminar.

Hemos caminado una eternidad o al menos eso me parece, al no poder ver no puedo ubicarme ni tener continuidad del tiempo, es raro, me siento vulnerable, me siento capaz de ser herida cuando estoy junto a él, no es que como si él alguna vez me hubiera puesto una mano encima para algo más que para darme cariño. Se detiene y me bajo de su espalda.

—Te parecerá loco al principio pero te encantará —me quita la venda improvisada de los ojos, parpadeo varias veces acostumbrándome a la luz, me desconcierto al principio y luego entiendo.

— ¿Necesitas inspiración? —camino alrededor de un árbol, este lugar parece sacado de una película de hadas, ¿cómo es posible que en el siglo XXI existan todavía lugares así?, Miro los árboles que se entrelazan, el rió que divide el bosque en dos, la hierba húmeda en el suelo y las nubes que pronostican lluvias.

—Sí, y ya que tú harás lo que yo diga pensé que te gustaría ser parte de la trama o por lo menos de la idea que tengo.

— ¿De qué hablas? —Coloco una mano en mi cadera ansiosa, o más bien nerviosa, si nerviosa

—Tengo que crear un paisaje de terror para esté viernes y explicar de qué trata, algo así como un ejercicio, después de todo no me gusta mucho lo tétrico por más raro que parezca. —Rueda los ojos. Contengo las ganas de reírme, a veces actúa como madre sobre protectora y otras, no muy comunes, como un niño reprimido—. "Para mí, un cuadro debe ser algo amable, alegre y hermoso, sí, hermoso. Ya hay demasiadas cosas desagradables en la vida como para que nos inventemos todavía más" es de Pierre Renoir.

— ¡Quieres que yo sea el monstruo! —Hago caso omiso a todo lo que ha salido de su boca después de decir que quiere que sea su modelo de terror.

—Me dejas explicarme —me sujeta de los hombros— quiero dibujar a un hada y quiero que tú seas mi musa. Hago un sonido de duda, juego con mi cabello, ¡Por supuesto que quiero ser parte de su arte! Siempre que no me parezca a una Arpía.

—Solo si no me haces lucir como bruja.

—Serias una hermosa bruja —me suelta y saca de su mochila un block y un lápiz— imagínate que esté bosque es tu hogar. Estudio el ambiente decidiendo cual es el sitio perfecto, distingo una de las ramas bajas de un árbol y es ahí donde quiero estar, quiero lucir como lo haría una hada diabólica.

—Allá arriba —subo un pié en el árbol y no dudo en resbalarme.

—No me gusta mucho el que te subas allí —me ayuda a subir y me acomodo como si fuera lo más natural en mi mundo.

— ¿Ves? No me pasó nada —comienza a dibujar sin decirme ni una palabra, me pregunto: ¿qué clase de estilos puede hacer y que tan exigente es consigo mismo?

—Una pregunta —me aclaro la garganta llamando su atención—. ¿Sabes trabajar con Óleo? —Asiente—, ¿acuarela? —Asiente de nuevo—, ¿sabes hacer manga? —Menea la cabeza lo que significa que no es su estilo pero puede. — ¿Realismo? —Sonríe abiertamente, sí—, ¿has hecho desnudos? —se ríe como si acabara de llegarle un recuerdo.

—Sí y el día que tuve esa clase quise que la tierra me tragara— suelta el lápiz— y aprendí que no debes jugarle una broma al profesor antes de hacer desnudos. Siento un cosquilleo en las manos, ¿qué haría el pequeño Christian?

— ¿Qué broma le jugaste? —Pregunto, siempre que hay bromas y profesores involucrados algo gracioso sucede.

Coge el lápiz y comienza a hablar. —Cuando tenía 14 estaba en clases avanzadas de dibujo y mi profesor era de los cuales le gustaba hacernos bromas. Un día en que yo y mis amigos estábamos súper aburridos se nos ocurrió dibujar a una sirena con su cara, la del profesor claro —me mira con diversión pura en los ojos—, pegamos el dibujo en la puerta de su auto y pues por lógica que conoció que el dibujo lo había hecho yo —niega con la cabeza—. El día en que tocó los desnudos buscó al modelo más apuesto que encontró y le pagó para que me coqueteara mientras lo dibujaba.

Me rio de imaginarlo con el cabello desordenado, la ropa llena de pintura y el rostro sonrojado al dibujar a un hombre desnudo mucho mayor que él quien no paraba de seducirlo.

— ¿Y a tus amigos como les fue?

—Les tocó dibujar a la profesora de Gramática que tenía en ese entonces 57 años —deja el lápiz y el block de lado—quién se ofreció como voluntaria.

Suelto una carcajada, debió de ser gracioso ver las caras de todos esos chicos con las hormonas locas dibujando a una mujer que podría ser su Nana, tuvo que haber sido una tortura.

— ¿Entonces te fue bien?

—En teoría si —se vuelve a reír—, no lo intentó desde ese día. Me llega la idea de fastidiarlo un poco y ver que tanto soporta mis bromas.

— ¿Qué haces si me quitó la ropa y te digo que me dibujes? —me muerdo el labio para hacerlo creíble, se torna de un color rojo intenso.

—Yo eh... Yo creó... Yo yo yo no podría... —no puede ni mirarme a la cara—no podría dibujar tu cuerpo correctamente. Me rió tanto que comienzo a llorar y a sentir dolor en el abdomen, <<eres mala Sophie>> me digo a mi misma.

—Tranquilo que era broma —me limpio los ojos—además soy muy pudorosa.

Me da una mirada que dice no me hables más nunca en tu vida. —Te odio —sigue en lo suyo—además ya tengo a mi modelo para desnudos.

— ¿Qué a Max? —Me acomodo sin dejar de reír, menos mal y la rama es gruesa sino probablemente me habría caído desde hace rato. — ¿Sus caderas son las más fértiles que has visto?

Hace un gesto de espanto como si el solo imaginarlo asustara— ¿quieres producirme Cataratas verdad? —Se ríe conmigo.

—Si este dibujo sale bien puede ser que consideré ser tu modelo de desnudos —le guiño— todo depende de ti.

—Entonces espero que te encante —me sigue el juego—me muero por dibujar tus caderas.

Me sonrojo cual tonta, bueno me lo merezco. —Buena jugada, Collins.

—Gracias —me guiñe—. Yo sé que soy fabuloso.

Nota: Esta novela,está participando en los @PremiosGemasPerdidas,pueden pasar por el perfil y participar ustedes también.

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