1990.

By nicollase

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En 1990 todo venía de sorpresa. Las calificaciones, el clima y hasta la moda. Para la clase de los noventa n... More

C está aquí.
La fiesta de Otto.
Rumores.
Aretes de sol.
El rincón de los ochenta.

Rey de la selva.

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By nicollase


| Otto en galería |



Después de haber rapado su cabello, Otto se sintió más que libre. A penas ocupaba acondicionador, no tenía que ocupar la peineta llena de cabellos de su hermana e incluso la brisa que sentía era agradable. Tal como cuando empezó a correr por todo el pasillo de la escuela, tomado de la mano de Cleo. La mirada de los demás era de confusión ante aquella pequeña escena. Aún nadie podía asumir el hecho de que el famoso Otto, aquel Otto insensible y con una expresión nula, estuviera con Cleo, aquella Cleo que era como una muñeca, y sumamente intrigante. 


Cuando el chico llegó al destino que quería, volteó a ver a la oji-azul. Tenía la respiración entre cortada y una sonrisa gigante que gritaba el saber que hacía ahí. Otto apuntó con su cabeza al casillero que estaba frente a ellos.



  — ¿Tu casillero? — preguntó Cleo, con el ceño fruncido — ¿Me has traído aquí a ver tu casillero? 


  — No, Cleopatra — negó, así dando paso a abrir le casillero por el mismo. Cleo aún no podía entender  — ¿Qué te he dicho de hablar sin antes investigar? Échale un ojo. 


La chica alzó sus cejas al ver el interior del casillero. No había nada más que garabatos en todas partes, libros nunca ocupados y una botella de agua. Supuso que se trataba de la botella. ¿Por qué querría mostrarle libros inútiles? 


Tomando la botella, lo observó —Gracias, Otto. Justo moría de sed.


Al notar el sarcasmo en sus palabras, Otto no se dio por vencido y negó una vez más —Anda, toma un poco.


Así fue como Cleo, sin mucha curiosidad, abrió la botella y tomó un sorbo. Un sorbo que hubiera deseado el no ser tan largo y hubiera deseado el no haberlo tragado tan rápido. Rápidamente hizo una mueca y limpió sus labios con la manga de su suéter.  


  —Otto, ¿qué me diste?


  — No te hagas la que no sabes — mencionó, tomando la botella y dando un largo sorbo — Es alcohol. Creo que la única manera de beberlo en la escuela es gracias a este camuflaje.


— ¿Estás loco? 


Cleo tomó la botella y la escondió entre sus brazos, mirando a su alrededor alarmante. Ella sabía que Otto era algo loco, pero aquello hizo confirmarle sus sospechas.


— Loco por tí, quizás — diciendo eso se aproximó a darle un corto beso en la mejilla a su chica. Cleo sonrió y soltó una pequeña risa.


A pesar de todo, Otto siempre lograba hacerle sonreír. 


  —  Llévate esta botella, Cleo. Yo ya tengo la mía — ya tenían que entrar a clase y puesto a que iban en diferentes niveles, sus caminos se separaban. Se acercó a su oído — Ya sabes donde encontrarme si se te acaba.


Y se despidió, con un corto beso en sus labios. Cleo aún estaba mirando a la nada con la botella entre sus brazos.


Lo que más le preocupaba a Cleo, no era el que la descubran. Lo que le preocupaba realmente era lo que podría llegar a hacer por Otto. Porque en ese momento, en lo único que pensaba era acabar la botella sólo para verlo sonreír.



*



  — Ya, en serio. No es gracioso. 



Levantándose, Cody tapó la vista de los demás chicos hacia la pantalla con su mano. Estaban en el salón de proyecciones. Habían logrado de alguna manera pasar el vídeo de Cody perdiendo en los videojuegos al único computador encendido que había. Marlon gruño y quitó la mano de Cody.


  — No, no. Espera, esta es la mejor parte.


Y al decir eso, en la pantalla, salió el famoso "juego perdido". Los chicos rieron al ver esa parte nuevamente, ya que era como la quinta vez que lo veían en el día, mientras Cody sentía por milésima vez que su corazón estallaba de la rabia. Cuando estuvo a nada de levantarse y decirle unas cuatro palabras para nada sanas a su mejor amigo, entró el coordinador de la escuela. De inmediato, todos se levantaron.


Lo curioso es que no estaba solo. Junto a él estaba un chico que nunca nadie había visto en la vida. 


  —Chicos, él es León —cuando dijo eso, el mencionado alzó una pequeña sonrisa — Desde hoy será su nuevo compañero, el porqué se lo digo a ustedes primero es porque lo ayudarán a adaptarse. Y con ustedes me refiero a Cody.



Cody no iba a reclamar. Él era también conocido por su excelente carisma, podía sacarle diez billetes a una señora mostrando sólo un truco barato de magia. El coordinador lo sabía y es por eso que se lo había pedido. Dando cortos pasos, Cody no demoró en rodear su brazo derecho en el cuello del nuevo, logrando que este se sintiera algo incómodo.


— Yo soy ese tal Cody y créeme que soy el mejor guía turístico que pudiste a tener.



León quería creer eso y vaya que lo hizo luego de haber estado veinte minutos con aquel chico. Ya le había mostrado algunos salones, la biblioteca y cafetería y la cancha en donde se hacían los torneos. En ese momento se encontraban bajando las escaleras hacia un tipo de escondite, León realmente no entendía nada pero dudaba que era algo malo. 



   — ¿Te han dicho que no debes confiar en los extraños? — preguntó Cody, tapando la entrada a aquel misterioso lugar con su cuerpo. León tragó fuertemente.


   —A los ocho, quizás. ¿A qué viene esa pregunta?


— ¿Qué pasa si te digo que mi nombre de mafioso es Cometa y que en este mismo lugar, tras mi espalda, hay juguetes de tortura en donde te haré pedazitos y quién sabe qué más?


León demoró en reaccionar, pero cuando lo hizo, levantó su ceja  —¿Cómo quedas si te digo que soy el jefe de los mafiosos y que en el bolsillo derecho de mi chaqueta está el artefacto que terminará con tu vida?


Fue un largo silencio. Hasta que Cody empezó a reír como loco.


   —¿Sabes? No te queda mal lo de ser mafioso, ese nombre del rey de la selva que tienes es bastante aterrador — bromeó, logrando que León se sintiera un poco más a gusto. Luego, Cody abrió la puerta e hizo que ambos entraran — No está mi banda de mafiosos aquí, pero sí hay otro tipo de banda. 


— ¿Cómo?


— Con los chicos que viste arriba tenemos una banda. Solemos practicar en el garaje de Marlon, el enyesado, pero cuando estamos en clases venimos aquí. Nadie lo sabe. 



Hace al menos dos meses que habían empezado aquella banda, en sumo secreto. Su meta era tener una gira mundial por todo Europa. León al escuchar aquello quedó en blanco, viendo alrededor con sumo detalle. Habían muchos carteles de antiguos proyectos y cajas no recicladas. Era algo así como una bodega. 


— ¿Y por qué me lo enseñas?


—Tocas el teclado, tienes manos de pianista.


Ante aquella suposición, León abrió sus labios sorprendido  —También toco todo instrumento de cuerdas. Mi padre es algo así como muy músico. 


— Ya ves, rey de la selva. Estamos más que destinado. Desde hoy eres parte de nosotros. Bienvenido a la banda. 



*



Cerró fuertemente la puerta de su casillero y luego apoyó su frente sobre ella. Estaba cansada, Bruna realmente ya no sabía que hacer con los problemas que tenía en casa. Y tampoco sabía que hacer con los problemas que inundaban su cabeza y en sí, su corazón. ¿Quién diría que ahora todo se había convertido en una serie de cable con chicos ardientes y líos amorosos? Claro, sin lo de chicos ardientes.


Cuando alzó su mirada, una cabellera rubia y crespa se hizo presente. Era Alma con su típica sonrisa de oreja a oreja. Bruna también sonrió, no iba a mostrarse amargada ante una de las pocas personas que iluminaba el mundo de aquella manera.


 —¿Qué pasa, Alma? Dudo que hayas venido a decir hola sin algo entre tus manos  — dijo. La menor sólo hizo una pequeña mueca y negó.


 —Oye, ¿por quién me tomas? No me llamo Otto.


  —No estás muy lejos de ser Otto tampoco  — al decir eso, Alma le sacó la lengua y Bruan soltó una risa  —Ya, pero en serio. ¿Qué quiere, Alma de mi alma?


 —Tienes un pedido especial, mira  — sin poder entender, dejó que la rulienta sacara de su bolso una caja color plateada  — Es de mi negocio de joyas. Ábrelo, es para tí.


Bruna procedió a abrirlo. Eran unos aretes de perla, junto a una nota escrita a mano. La letra era difícil de entender, pero al poner todo de sí lo entendió. 'Perlas para la chica con las perlas más bonitas que tiene de sonrisa'. Y sonrió, realmente. No había nada más, sólo ese mensaje y ese obsequio. Miró a Alma y ella negó.


   —¿No me dirás quién fue?


— No, Bruna. Labios cedallitos. Tú debes adivinar.


La de cabello lacio mordió su labio y guardó lo aretes — ¿Fue Marlon, no? Lo sabía. Es tan atento.


Sin que Alma pudiera responder, Bruna la dejó sola en el pasillo. Así fue como rendida sacó el woki toki de su bolsillo y presionó el botón para empezar a hablar.


— Plan fallido. Cree que es Marlon el de las perlas. Cambio.


Demoró unos segundos antes de que una voz sonara.


— ¿Es en serio? Marlon no sabe nada de aretes. Cambio.


—Bueno, pues a la otra te la piensas mejor, Cody. Cambio. 



Y sí, aquellas perlas que brillaban en el rostro de Bruna y que tanto le gustaban a Cody, lo hacían por otro hombre.


    

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