Nosotros

By ValdezWoman

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Acompáñame a ver unos cuantos one shot's sobre hicctrid porque nosotros lo necesitamos. More

1. Y despues...
2. Trenzas
3. Heather
4. Muerte
5. Apareamiento
6. En mis sueños
6. En mis sueños
7. Acontecimientos

En mis sueños

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By ValdezWoman

Astrid se sentía somnolienta, adolorida, escuchaba la irreconocible voz de Hipo a distancia, hablar en aquel extraño idioma, gritar y gruñir. Se sentía ligera como una pluma y cansada.

No podía abrir los ojos era la orden de Hipo, sin importar que escuchaba, y vaya que escuchaba cosas extrañas; algo le zumbaba en su oído constantemente, susurrando en aquella lengua extraña, a veces podía entenderle y a veces no, como si de tanto escucharlo hubiera iniciado a reconocerlo.

Sintió dar vueltas a su estómago estrujarse, retorcerse y luego inicio a doler, Astrid dio un fuerte grito al tiempo que escuchaba Hipo gritaba en aquel idioma, sentía sus huesos quebrar y su cuerpo arder, sin duda algo malo ocurría en ella.

Su corazón dolía, como si fuera apuñalado, sus muñecas iniciaron arder, su cabeza reproducía un constante grito insaciable que parecía matarla.

Volvió a sentirse pesada e inició a caer, su corazón latía velozmente, había abierto los ojos, caía en un agujero negro donde escuchaba susurros que se burlaban de ella, lo único que podía ver era un pequeño destello rubio que suponía era su cabello, unió a ver rostros, cientos y miles de rostros diferentes, caras demacradas y con miradas burlonas, manos tratando de tomarlo que solo arañaban su vestido blanco.

—. ¡Hipo!—. Grito hasta casi desgarrar si garganta.

—. Él no está aquí, no puede oírte— Escucho en su oído—. Le diste todo y el te abandono—. Dijo otra—. Te convirtió en su concubina—. Dijeron muchas a la vez, riendo, burlándose de ella—. Y morirás por tu enfermo y efímero amor—. Se burlaron, Astrid seguía cayendo, mientras ponía sus manos en su vientre.

¿Y su bebé?

—. Ese bastardo morirá contigo—. Escucho aquella voz empalagosa—. Tu lo mataste.

—. No—. Dijo, pero la culpa había recaído en ella.

Su bebé iba a morir por ella.

Cerró los ojos, no los volvería a abrir nunca, las voces seguían, sentía manos rasgar su vestido y arañar su rostro. Pero como enviado por los dioses la voz de Hipo volvió a escucharse, lejana y monótona, pero sin duda grave y demandante.

Entonces, todo se detuvo una luz resplandeciente traspasaba sus párpados, no escuchaba las voces ni a Hipo, tampoco sentía aquellas manos. Apretó lo que quedaba de su vestido.

—. Astrid—. Escucho lejos—. Sigue el sonido de mi voz—. Le pidió—. Mueve tu dedo si puedes escucharme—. Astrid no sabía a qué se refería, pero hizo lo que el le indicó—. Bien, sabía que soportarías esto—. Lo escucho decir—. Astrid no abras los ojos.

—. No lo escuches Astrid—. Aquella voz, tan peculiar para ella—. Lo hiciste bien hija, solo abre los ojos—, Astrid giro su rostro, en busca de donde provenía la voz.

—. Mamá—. Susurro, estirando el brazo—. ¿Donde estás?

—. Astrid, no abras los ojos, morirás—. Soltó Hipo.

—. No lo escuches hija.

—. Estás en la puertas del Valhalla Astrid, si abres los ojos puedes morir. Nuestro bebé puede hacerlo, los bebés no van al Valhalla y este no entrará al Fölkvangar.

—. ¿Es eso cierto mamá?—. Pregunto aún con los ojos cerrados.

—. Sí, pero una guerra se aproxima mi niña, solo quiero salvarte de que participes en ella.

—. Mi bebé va a morir, ¿los bebés no van al Fölkvangar? Mi bebé

—. Este no Astrid—. Dijo la voz de Hipo—. Hazlo por nuestro hijo, sigue mi voz—. Astrid se retorció, volvió a sentir esa horrible sensación.

—. Astrid no—. Escucho decir a su madre, pero ya era tarde, ya no sentía ese brillo que traspasaba sus pupilas, tampoco escuchaba a su madre, pero sentía algo mil veces peor que eso,

Sus huesos quebrarse, su corazón latir con velocidad y sus articulaciones entumecerse. Grito, otro grito desgarrador que le dejo doliendo la garganta, se retorció y sus muñecas ardieron de nuevo.

—. Eso Astrid, lo haces bien—. Le dijo Hipo.

Pero Astrid no entendía por qué, se estaba muriendo. Su boca se abrió abruptamente, sin siquiera pensarlo. Se encontraba bebiendo algo asqueroso que innegablemente la hacía sentir mejor.

—. Astrid, a la cuenta de tres abrirás los ojos—. Escucho decir a Hipo—. Uno—. Susurro despacio—. Dos—. Escucho nuevamente cuando había comenzado a sentirse mejor—. Tres—. Sintió todo el aire llenar sus pulmones, sentándose abruptamente sobre la roca en la que estaba recostada, su vestido estaba hecho jirones y tenía moretones que curaban rápidamente, pego sus manos a su pecho sintiéndolos pegajosos, miró encontrando sangre, grito—. Tranquila, era parte del ritual—. Le dijo Hipo tomando sus manos—. Lo hiciste bien—. Susurro besando sus manos, Astrid lo abrazo, llorando en su hombro.

—. Escuche a mi madre, ¿era ella? Me susurraban cosas horribles—. Le dijo.

—. Sí, estabas muriendo y esas voces son almas, de personas, tanto hombres como mujeres que murieron al intentar hacer lo que tú hiciste—. Le dijo Hipo tranquilamente, Astrid se soltó de él.

—. ¿Podía morir y aún así tú decidiste hacerme eso?—. Le pregunto enojada.

—. Morirías en el parto si no lo hacía, tenía que intentarlo, solo los más fuertes sobreviven y tú lo eres, jamás dude de eso, por eso te he elegido a ti—. Astrid miró perpleja a Hipo, la seriedad con la que hablaba le aterraba—. Estás confundida, lo sé.

—. Cuando estaba muriendo dijiste que nuestro bebé no iría al Fölkvangar, ¿qué quisiste decir con eso? ¿No se suponía que todos los bebés iban? ¿Que la diosa Feyja los mantenía en su acojo preparándolos para la batalla?—. Le pregunto agobiada.

—. Sí, pero no este, tu eres una guerrera, haz dedicado tu vida a eso, eres una guerrera digna del Valhalla, innegable. Pero nuestro bebé no y a diferencia de otros este es hijo de quién se supone ayudará a Loki a derrocar a Odin, no será entrenado como los otros, sería enviado al Helheim donde acabaría en Nastrand o en quién sabe dónde—. Astrid había evitado cruzar miradas con Hipo, todo lo que le decía la atormentada, sin duda—. Tengo que prepararte para la guerra

—. ¿Pelearemos contra Berk?—. Le pregunto Astrid, no sabía por qué, desde que había huido con Hipo sabía que algo como eso ocurriría. Algo de lo cual no se había sentido orgullosa al inicio, ¿pelear con su tribu? Era traicionar sus raíces, pero en ese momento, toda la culpa parecía haber desaparecido, se había detenido a mirar un punto en la nada, tratando de controlar su pelea interna, ¿estaba bien traicionar a su gente? Hipo la amaba, ¿estaba bien traicionarlo a él? Iban a tener un bebé, le había salvado la vida y había compartido todo con ella.

—. Sí, y al parecer, más pronto de lo que creía—. Le dijo posando una mano en su rodilla, pero Astrid lo detuvo.

—. Puedo caminar sola—. Le dijo con arrogancia poniéndose de pie—. He estado más tiempo a tú merced del que me gustaría—. Hipo sonrío, esa era la Astrid que quería, esa era sin duda su Astrid.

—. Y ¿piensas caminar desnuda por toda la isla?—. Le pregunto Hipo señalando su arañado vestido.

—. ¿Por qué no? Solo estamos tú y yo—. Le dijo Astrid recostada en la roca en la que horas antes había estado inconsciente—. ¿O es que acaso te es imposible dejar de mirarme?—. Le pregunto con lascivia tocando su cabello.

—. Esta no es la Astrid con la que desperté esta mañana—. Le dijo posando una mano al cada lado de ella acorralándola.

—. Es la Astrid que te gusta—. Aseguró subiendo a la gran roca y atrayendo más a Hipo a sí misma.

—. Me gustas cuando eres arrogante porque eras más decidida, más segura en ti misma—. Le dijo pegado a su cuello—. Como ahora, que aceptas poco a poco lo que mereces ser—. Le dijo besando el cuello de Astrid, poniendo una mano en la cintura de esta y pegándola a él.

Astrid sonrío enterramos sus manos en el cabello de Hipo y encerrándolo entre sus piernas.

•••

Estoico no sabía que dirección tomar, los dragones no daban con nada y los rastreadores tampoco, era cómodo su hijo se hubiera perdido del mapa con la chica Hofferson. Habían avanzado a ningún lugar más rápido de lo hubiese preferido.

Dio un largo suspiro y camino al interior del barco, algunos descansaban tirados en el piso de madera mientras que otros hablaban entre ellos para pasar el rato, los jinetes extrañamente estaban tranquilos, no hablaban, no bromeaban, solo se sentaron juntos a mirarse los unos a los otros.

En todos sus años como jefe esa era sin duda la peor pelea en la cual batallaría. El padre de Astrid miraba intranquilo el vaso de leche de jack que tenía frente a él, Estoico se sentó junto a él, había evitado tanto tiempo aquella conversación que tenía pesadillas despierto con el momento en el que le dijera. En muchas de esas él lo mataba, lo lanzaba por la borda proclamando que el era un mentiroso y un traidor a su tribu por haber ocultado la verdadera naturaleza de su hijo.

—. ¿Por qué se llevó a Astrid?—. Pregunto el hombre afligido—. ¿Le hará daño? ¿Cree que la encontremos aún con vida? ¿Por qué quiere hacer los antiguos ritos con ella?

—. De eso quería hablarte—. Inició Estoico tomando una postura dominante—. Groth, salgamos—. Le dijo Estoico poniéndose en pie.

De nuevo aquellos pensamientos, Groth no lo mataría, era su jefe y trataba de salvar a su hija; pero de él haber matado a Hipo cuando tuvo la oportunidad nada de eso estuviera pasando. Claro, tenía a su favor la carta de la ignorancia, podía solo fingir sorpresa ante cada plan con un simple "¿por qué no lo pensé antes?"

Una mentira, Estoico había ideado miles de planes, pero, ¿quien era tan descorazonado de matar a su único hijo?. Se recostó en toda la proa del barco, mirando los últimos rayos del atardecer.

—. ¿Que ocurre jefe?—. Preguntó asustado el hombre—. ¿Es sobre Astrid? ¿Hipo va a matarla cierto?

—. No Groth, Hipo no puede matarla—. Inició Estoico, ¿como explicarle todo? Como decirle "tu hija está atada a mi hijo que es un semidiós descendiente de Loki para derrocar a los dioses y mientras ella viva el igual ¡oh! y seremos abuelos! En su mente se escuchaba mal y al decirlo estaba seguro que se escucharía peor—. Ya sabes sobre Hipo cierto, mi esposa Valka murió en manos de Hipo—. Groth se sorprendió e hizo ademanes de hablar—. Lo sé, Hipo aún era muy pequeño y yo no quise darme cuenta que era por él, Valka había quedado bastante mal cuando dio a luz, sin energía y había perdido mucha sangre, pero se recuperó, no del todo pero si algo. Murió seca, la encontré fría con Hipo pegado a su pecho riendo mientras trataba de tocar su rostro, él robo toda su energía, lo poco que la mantuvo viva. Pero como iba a saber que había sido él si aún era un bebé. Al mes Hipo ya balbuceaba, crecía demasiado rápido y parecía tener ya casi un año, tenía que hacer algo, así que llame a Gothie, recitamos un antiguo hechizo que le quitó la voz, Loki la castigo por su falta de respeto, así que Hipo fue normal, pero solo era cuestión de tiempo, el hechizo no era eterno, el solo tenía que madurar para volver a ser él—. Le contó, Groth lo había escuchado atentamente—. El nunca fue completamente normal, el mal vivió en el todo ese tiempo, siempre fue impulsivo pero seguía siendo  benévolo.

—. ¿Por qué me cuenta esto?—. Me pregunto Groth—. ¿Que tiene que ver Astrid en eso?

—. Astrid siempre fue importante para Hipo, desde que era un niño la ha admirado, su fuerza, destreza, luego Astrid se fijó en él e iniciaron a salir, Hipo siempre la protegió de todo, la tenía en cuenta para todo, la hizo su prioridad. Tanto que a final de cuentas acabo siendo su compañera en todo esto; Hipo o la parte macabra de él estaba despierta desde hace un tiempo, lo sabía por qué había sentido un mal presentimiento, Hipo ya estaba próximo de cumplir 21, la etapa en la cual se es un hombre finalmente, iba a llegar a la mayoría e iba a despertar, a menos que algo más lo hiciera un hombre—. Susurró Estoico apretando entre sus manos la baranda de madera que le prohibía caerse—. Perder la inocencia—. Susurró.

—. ¿Se refiere a intimar?—. Pregunto Groth, Estoico asintió—. Eso quiere decir que Hipo y Astrid...—. Estoico no dijo nada, sólo miró frente él—. ¿Y como sabe usted que fue Astrid? Mi hija no es de esas chicas.

—. No lo es, sé que Astrid es una jovencita muy decente, pero esta enamorada, además Hipo no era el único interesado en Astrid—. Le dijo mirando el océano.

—. ¿Se refiere a patan?—. Estoico asintió.

—. Cuando Hipo rapto a Astrid dijo que no quería que nadie lo siguiera, yo envié a patan a hacerlo, un gran error, Hipo lo descubrió y estuvo a punto de matarlo, lo amenazó y le dijo que se fuera, pero también le confesó como venganza quizá que había estado con Astrid y que está esperaba un hijo de su parte—. Groth apretó con fuerza los puños—. Por eso Hipo quiere hacer los antiguos ritos con ella, de no hacerlo Astrid podría morir dando a luz, pero Astrid puede morir durante los ritos—. Estoico hizo una pausa—. Y la única manera de matar a Hipo es matando a su principal pilar, Astrid—. Groth no lo soporto más, estampó su puño contra su jefe, varios vikingos se acercaron y lo detuvieron de golpearlo nuevamente, estoico no hizo movimiento alguno.

—. ¡Mataste a mi hija!—. Le grito haciendo fuerza—. Sabías que Hipo era un monstruo y no lo detuviste. La condenaste.

—. Libérenlo—. Ordeno.

—. ¿Seguro jefe?—. Preguntaron los vikingos.

—. Sí, retírense—. Ordeno, despacio pero resignados los vikingos se fueron—. No sabía que esto podría pasar, lo juro mi prioridad ahora no es Hipo, no cuando su objetivo es matarme y destruir Berk, mi prioridad es mi pueblo, mi gente—. Le dijo en susurros—. Aunque tenga que hacer sacrificios y ese sacrificio significa la vida de tu única hija y de mi único hijo—. Le dijo, Groth no le dijo nada, sólo se giró y se fue. Estoico suspiro frustrado, todo eso lo tenía al borde del colapso.

—. Jefe—. Lo llamo Heather tras de él—. Hemos hecho el seguimiento, investigado en las islas más lejanas y no hemos encontrado nada—. Le informo—. Es como si se los hubiera tragado la tierra.

—. No paren, deben estar en algún lugar—. Le dijo—. No pueden ocultarse...—. Pero fue acallado, de pronto la noche era más oscura, no había estrellas en el cielo, la luna era lo único que alumbraba—. ¿Qué es eso?—. Pregunto mirando el cielo oscuro, luego hubo una explosión, las estrellas volvieron con la onda de luz que había explotado, luego una ligera luz alumbró a distancia de manera débil—. Sigue esa luz—. Susurro mirándola a la distancia, La Luz desapareció del cielo a pocos segundos de haber aparecido, pero Estoico tenía grabada su dirección en su mente, había esperado por ella desde que había partido—. Informa a las demás naves, cambiaremos de dirección.

Heather asintió, temía por su amiga y esa era su última oportunidad de salvarla.

•••

Astrid se sentía mareada como en cada mañana, su abdomen ya un poco más notorio gruñía, se despertó encontrando a Hipo junto a ella, el sol se infiltraba por la ventana ligeramente, se estiró levantándose de la cama. ¿Por qué debía levantarse de la cama cuando Hipo podía hacerlo? Se pregunto a si misma volviendo a recostarse y meneando a Hipo.

—. Tengo hambre—. Le dijo mientras lo seguía meneando—. Tenemos hambre—. Continuó Hipo se removió en la cama girándose en su dirección.

—. Llama a Kena—. Le murmuró—. Es tu sirviente.

—. Pero luego tendría que ponerme en pie.

—. Caminar le hace bien al bebé—. Le murmuró Hipo.

—. Por favor—. Le rogó zarandeándolo—. Soy tu esposa—. Le dijo muy cerca del oído.

—. Ya sé la razón por la cual los casados son tan infelices—. Le dijo ganándose un fuerte golpe de Astrid, Cuando está no le dijo más nada, ni lo toco, ni se quejó, supo que había hecho todo mal, así que se giró para encontrarla dándole la espalda, posó una mano en su hombro ganándose un empujón—. En serio Astrid, fue solo una broma—. Le dijo besando su hombro.

—. No me toques—. Le dijo, el tono molesto y la ira que irradiaba fue todo lo que Hipo necesito para saber que sin lugar a dudas está enojada.

No le dijo nada, se levantó y salió de la cabaña para buscar algo de comida.

Astrid se giró, quedando boca arriba, su vientre era pequeño, demasiado, solo una pequeña protuberancia apenas visible, pero sabía que su hijo estaba ahí, no sabia como no se había dado cuenta cuando había caído en cinta, la respuesta había sido casi obvia, se sienta diferente, lo sentía a él dentro de ella.

•••

Hipo miro el mapa de la isla, Chimuelo estaba junto a él, los sirvientes revoloteaban a su alrededor fortaleciendo la isla. Hipo sabia que practicar los antiguos ritos con Astrid era exponerse, había dado lugar a su padre para encontrarlo, ya habían pasado la línea de escaldaron que vigilaba la isla, habían logrado escapar según le habían informado, sin lugar a dudas habían tenido tiempo a la deriva para pensar algunas cosas. Pero sin importar que Hipo jamás habría dejado de practicar los antiguos ritos en Astrid, ella era sin lugar a dudas su mayor preocupación y no dejaría que las tonterías de su padre se llevarán lo que él más quería. Nunca. Aunque tuviera que matar a todas las personas de la tierra, incluidas su aún no nato hijo. Lo sabia por que cabía la posibilidad que Astrid perdiera a su bebé en los ritos, no había querido decírselo por miedo a que ella se negara a hacerlo, así que debía sacrificar algo por algo. Gracias a Loki Hipo no había sacrificado nada.

—. Buenos días—. Dijo Astrid radiante, perfectamente peinado con un vestido azul que le permitía a Hipo ver su ya bastante notorio vientre. Tenía una sonrisa radiante que rápidamente la había contagiado a Hipo, e iba seguida por Kena que cargaba una bandeja con pan, leche y huevos.

—. Hola mi Lady—. Le dijo cuando esta se posó junto a él tocando su viente—. ¿Como amaneciste hoy?—. Le pregunto después de besarla castamente.

—. Bien, el bebé se ha estado moviendo toda la mañana—. Le dijo tomando una rodaja de pan—. ¿Qué haces tú?

—. Reviso el mapa de la isla, tengo que estar al tanto de todo, supervisando que la isla esté preparada para un ataque—. Astrid asintió mirando el mapa—. Estimó que llegaran a la isla en uno o dos días—. Le dijo tomando asiento y sentando a Astrid en sus piernas—. Eso si logran escapar de los demás escaldaron que vigilan la isla, en caso que no lo logren podrían tardar tres—. Astrid hizo una mueca.

—. Es el tiempo estimado para el nacimiento del bebé—. Le dijo acercándose a él.

—. Lo sé, en caso que eso ocurra tendré que ocultarte durante la guerra, no puedo darme el lujo de dejarte expuesta—. Le dijo posando una mano en su inmenso vientre—. No si no puedes cuidarte sola—. Susurró cerca de sus labios.

—. Puedo cuidarme sola—. Le dijo cruzándose de brazos.

—. Pero no podrás hacerlo mientras nuestro hijo requiere de tu atención—. Le recordó haciéndole un ademán a Kena para que se fuera—. Él te debilitará, recuérdalo—. Astrid hizo una mueca, Hipo tomó su mentón entre su mano girando su rostro en su dirección obligándola a mirarlo—. Tienes que cuidar de él Astrid, es tu prioridad—. Astrid asintió, Hipo la beso tranquilamente dejando que sus manos explorarán su espalda y rozaran las mejillas de Astrid—. Es nuestra prioridad—. Susurro en sus labios, besándola delicadamente, Astrid lo hizo recelosa, como si caminara por terreno desconocido, yendo despacio y pensando todo—. ¿Estas enojada?

—. No, solo que, quiero estar ahí—. Le dijo posando sus manos en su vientre—. No quiero que estés solo en eso, somos Hipo y Astrid, y ahora tu te preparas para la guerra y yo me preparo para dar a luz, me siento inútil— confesó.

—. No eres inútil, en estos momentos haces mucho más que yo, y sé que podrás defenderte pero no será suficiente—. Hipo beso el cuello de Astrid—. No sabemos cómo se comportarán, y su principal objetivo ahora eres tú. Querrán matarte a ti, no puedo permitir eso.

Astrid solo miro el mapa enojada, le molestaba no poder participar, se sentía impotente de no poder saber si Hipo estaba bien o no, no quería quedarse recostada viendo lejos mientras su amado batallaba contra una aldea entera.

•••

Estoico no se había esperado para nada aquel comité de bienvenida. Habían salido vivos gracias a los jinetes quienes habían rescatado a algunos de sus botes al borde de hundirse pero sin lugar a dudas no se encontraban en condiciones de otro ataque.

Así que cuando visualizaron tierra después de tantos ataques estoico había sentido aquella emoción de quién después de años lejos regresas casa, pero también había sentido como si después de mucho, al regresar hubiera encontrado su casa destruida.

Combatiría con el peor de los oponentes, con su hijo. No sabia como se supone debía hacer eso, matarlo era sin lugar a dudas el objetivo principal, pero ¿y la chica Hofferson? ¿Debía matarla igual? ¿Y si llegaba y ya estaba muerta? ¿Y si la criatura ya había nacido? ¿Debía matar a un inocente que era inconsciente del mal al cual se encontraba destinado? Después de todo ese era su único legado, matarlo acabaría con su linaje.

Estoico iba preparado para la guerra, no para la guerra emocional que estaba teniendo.

•••

Astrid sentía que la desgarraban desde adentro, un dolor insaciable que no se detenía, Hipo la tenía cargada mientras daba las últimas órdenes, sabia que el debía estar haciendo su mejor esfuerzo por no ponerla a caminar, Astrid le estaba encajando las uñas con fuerza con cada calambre.

—. Maldita sea Hipo—. Le gruño cuando este continuaba hablando.

—. Lo sé Astrid, ya vamos, lo siento—. Le dijo caminando con ella por entre las multitudes de sombras que revoloteaban a su alrededor—. Respira mi lady, solo tu puedes lograrlo—. Le dijo, Astrid grito con fuerza, sus lagrimas se escurrían por sus ojos sin su permiso.

—. Me duele demasiado—. Murmuró entre sollozos—. No voy a lograrlo—. Se lamentó, Hipo se detuvo.

—. Lo harás Astrid—. Murmuró mirando un punto fijo, cerrando los ojos, Astrid lo miro, el dolor que sentía no le permitía concentrarse—. Lo lograras—. Murmuró, dando un paso adelante, Astrid grito con todas sus fuerzas cerrando los ojos e iniciando a llorar con más fuerza—. Lograremos salir de esta—. Dijo Hipo dejándola en la roca tallada donde había hecho los ritos, Astrid no se había dando cuenta cuando habían llegado allí, lo último que recordaba era a Hipo bastante concentrado.

—. No puedo—. Se lamentó llorando—. Me duele demasiado, no voy a lograrlo—. Hipo le dio una bofetada, una muy fuerte, sentía su mejilla arder.

—. Cállate—. Le ordeno, Astrid sabía que Hipo estaba frustrado, sentía una fuerte energía emanar de él, golpeándola con fuerza—. Vas a lograrlo, eres Astrid Hofferson, por algo eres tú quien está ahora aquí recostada, porque eres fuerte, no una llorona—. Le recriminó, Hipo se tiro junto a ella, apretando su cabello con fuerza—. No puedo imaginar un mundo sin ti—. Murmuró, Astrid lo escucho silenciosa, por primera vez desde que había entrado en labor de parto no había sentido aquel insaciable dolor—. No puedo.

El silencio los invadió, eran una pareja en aquel punto de la desesperación en el cual no sabían que hacer. Cuando no sabían cómo apoyar al otro.

—. Señora—. Dijo Kena entrando a la cueva con mantas—. El momento a llegado.

—. Retírate Kena—. Le pidió Astrid.

—. Pero señora...

—. Ahora—. Finalizó, el dolor había vuelto, golpeándola con fuerza y haciéndole recordar por que estaba ahí—. Ve—. Le dijo a Hipo—. Y cuando salgamos de esto, lo arreglaremos todo—. Hipo levanto la mirada, su usual sonrisa pícara no estaba colgada en su rostro, en su lugar solo estaba un par de lagrimas y una mueca; Astrid lo beso—. Te amo—. Le dijo.

—. Te amo—. Repitió Hipo besándola de nuevo, luego desapareció en una nube de humo.

—. ¿Ya señora?—. Pregunto Kena apareciendo nuevamente.

—. Sí Kena.

Dijo Astrid tratando de tolerar el dolor.

•••

Hipo entro al campo de batalla más despistado que nunca, su mente estaba ubicada en Astrid, quien a pesar de todo tenía la posibilidad de no salir de esa.

Se suponía que con los ritos sería menos doloroso el parto, pero hasta Hipo sentía la horrible experiencia por la cual Astrid estaba pasando.

Se agachó justo a tiempo esquivando la estocada que su contrincante le había lanzado. Seguía en pie gracias a sus poderes y a sus sirvientes quienes le habían resguardado la espalda de haber muerto un par de veces. Pero es que no podía concentrarse si su amada estaba sufriendo por lo que podría considerarse su culpa.

—. ¿Donde está Astrid?—. Dijo la voz de su padre, quien se encontraba frente suyo levantando su hacha, listo para atacar de ser necesario.

—. En un lugar.  Mejor que si se hubiera quedado contigo—. Le respondió Hipo levantado su espada a la altura del cuello—. Ahora, tienes menos de un parpadeo para ordenar la retirada, o puedes quedarte y dejar que te envié al Valhalla—. Respondió Hipo con una sonrisa maliciosa.

•••

—. Ya casi señora—. La alentó Kena, Astrid retuvo la respiración, dando un fuerte grito, dejándose caer en la roca, escuchando el llanto chillón particular de un bebé—. Es un barón—. Murmuró Kena sosteniendo al niño entre sus manos, Astrid levanto la cabeza, sucio de sangre y con alguna otra sustancia, se encontraba su bebé pidiendo a gritos un poco de atención.

—. Por Loki—. Murmuró Astrid cubriendo sus ojos, llorando—. Ya está aquí—. Murmuró riendo.

—. Tome—. Murmuró Kena posando al bebé ahora un poco las limpio y cubierto por una manta entre sus brazos—. Hay que sacar lo demás—. Murmuró Kena volviendo a su trabajo.

—. Hola—. Murmuró Astrid logrando callar al niño, que la miraba con sus grandes ojos azules—. Eres tan pequeño—. Astrid toco su rostro, el bebé gargajeo llevando sus pequeñas manos a su boca. Estaba eclipsada en su bebé —. Fenris.

—. Gran nombre para alguien destinados a ser grandes cosas—. Dijo Kena.

—. ¿Tienes hijos Kena?—. Pregunto Astrid sin levantar la mirada de su pequeño.

—. No mi señora—. Le respondió avergonzada—. Pero atendí los partos de mi madre y mis otras amas, señora—. Astrid asintió—. Debe darle de mamar—. Astrid levanto la mirada confundida.

—. ¿Como hago eso?—. Le pregunto con incertidumbre.

—. Pues saca su seno y lo pone, él bebé hace lo demás—. Le dijo Astrid no comprendía, se sentía avergonzada, pero Kena era su esclava, la había visto desnuda millones de veces—. Solo acerque al bebé a su seno—. Le indicó acomodando al bebé entre los brazos de Astrid, este rápidamente comenzó a alimentarse, provocando que Astrid se sintiera cansada—. Luego se le pasara.

Astrid sintió, recostándose en la incómoda roca. ¿Hipo? ¿Estaría bien? ¿Estaría herido? Astrid no podía calmarse, necesitaba saber que ocurría con Hipo.

Miro el techo rocoso de la cueva, Kena estaba revoloteando a su alrededor, limpiando sus manos y humedeciendo algunos trapos. Astrid la vio silenciosa, como limpiaba su cuerpo con paciencia, miro a su bebé todavía alimentándose de ella. Kena era su sirviente, la había cuidado todos esos días, la trataba como a una hermana, había atendido su parto y le había enseñado como alimentar a su bebé.

—. Kena—. La llamo, la sirviente limpiaba las piernas manchadas de Astrid.

—. Sí señora—. Le respondió limpiando los trapos manchados de sangre.

—. Kena cuida de Fenris—. Le ordeno sentándose en la roca, sosteniendo a su bebé entre sus brazos—. Voy a buscar a Hipo.

—. No señora—. Se negó—. No puedo hacer eso.

—. Es una orden—. Dijo Astrid con firmeza.

—. El amo Hipo me dijo que no le permitiera salir de aquí —. Respondió Kena obligando a Astrid a recostarse.

—. Sí esta muerto ya no vale su orden Kena—. Murmuró enojada sentándose con algo de dificultad—. Ahora te ordeno que me dejes ir—. Dijo Astrid con decisión, Fenris había iniciado a llorar, quizá perturbado por el terrible auto de su madre—. Si no quieres acabar en el Helheim por el resto de la eternidad—. La amenazó, Kena la miró con temor, separándose de la roca, Astrid se calmo, entregando a Fenris y poniéndose en pie con dificultad.

—. Señora, se lo pido, no vaya—. Le rogó con el pequeño niño rubio en sus brazos.

—. ¡Silencio!—. Exigió logrando ponerse recta, su bata blanca estaba manchada de sangre y hecha harapos. Respiró profundo sintiendo su cuerpo recobrar energías, estaba claro que no podía ir al campo de batalla de esa manera, con su cabello despeinado y casi desnuda. Inició a caminar hasta la salida de la cueva, ignorando los llamados de Kena y el llanto de su propio hijo. A cada caso que daba sentía a su cuerpo recuperar fuerzas, su ropa había cambiado, tenía su usual vestimenta antes de escapar con Hipo, sonrió, solo faltaba su confiable hacha—. No salgas de aquí—. Le ordeno finalmente a Kena corriendo fuera de aquella cueva.

—.—

Cuando Astrid llego al campo de batalla y vio a Hipo en pie sintió una fuerte satisfacción correr por su cuerpo, aparentemente estaban ganando, había vikingos muertos por todos lados, pero también algunos guerreros caídos que poco a poco se volvían ceniza y desaprecian con el viento.

—. ¡Tormenta!—. Exclamo al tiempo que su dragona volaba a ella, dejando a chimuelo de un lado. Se elevó por los aires a la altura de los demás dragones, dragones que claramente seguían al enemigo.

Cerró los ojos con fuerzas levantando una mano. Murmuró una vieja oración y al abrir sus ojos los dragones habían dejado de atacar, sonrió. Había funcionado.

—. ¿Qué esperan?—. Grito quien al parecer los estaba liderando—. ¡Ataquen!—. Pero los dragones no hicieron nada.

—. En línea—. Susurro Astrid, los dragones se pusieron uno junto a otro, facilitando a Astrid la llegada hasta el jinete que los comandaba, dando una estocada con su hacha y ordenando al dragón a llevarla a tierra—. Gente de Berk—. Inició cuando todos se giraron a verla—. Sus dragones han caído—. Les informo con el cuerpo de la chica desconocida en sus manos—. La persona a cargo a muerto—. Murmuró con frialdad tirando el cuerpo a frente la multitud, guerreros de ambos bandos estáticos, observando a Astrid como si de una divinidad se tratase—. Si no desean ser los siguientes tienen tiempo de retirarse, por el contrario puedes seguir a su compañera al Valhalla—. Finalizó con una sonrisa de satisfacción, nadie se movió, nadie hizo ademán de retirada, obligando a Astrid a borrar su sonrisa—. Bien—. Dijo bajando del dragón—. Ataquen—. Ordeno, y uno a uno, vikingos y armamento fueron arrastrados por los dragones, mientras Astrid caminaba por entre los cuerpos con un solo objetivo.

—. Astrid—. Murmuró su padre frente a ella, con tristeza en su rostro—. ¿Que te han hecho?—. Pregunto dolido, Astrid alzó su hacha a él.

—. Nada padre, solo me hizo ver la verdad—. Astrid levanto su hacha para atacar a su padre cuando algo se lo impidió, miro a su hacha enlazada a otra y rápidamente supo quién era—. Heather, vieja amiga—. Murmuró sonriendo—. Te extrañé—. El filo frío de la hacha de heather rozó su cuello.

—. Yo también Astrid—. Le respondió, ejerciendo más presión en el hacha—. Ríndete y acabemos con esto de una vez por todas.

—. Dile a tu gente que lo haga y lo acabaremos aún más rápido—. Comentó Astrid con aspereza.

—. También son tu gente—. Dijo Heather—. Tu familia.

—. No son nada—. Escupió.

—. ¿En serio cambiaste a tu tribu por esto?—. Le pregunto.

—. Vuelve a Berk  Astrid—. Le rogó su padre, pero Astrid lo ignoro.

—.  Tengo una familia ahora—. Respondió con ira—. Hipo me ama y ahora tenemos un hijo que me espera—. Confesó.

—. ¿Hablas del hijo bastardo que el té ha obligado a tener?—. Pregunto su padre con furia haciendo enojar a Astrid.

—. Mi hijo no es un bastardo—. Murmuró entre dientes logrando escapar de Heather y golpeándola con fuerza—. Te prohíbo que hables de él de esa manera—. Le dijo volviendo a atacarlo, esta vez obligándolo a arrodillarse—. Arrepiéntete antes que te mate—. Le dijo con ira.

—. Vuelve a Berk Astrid...—. Pero antes que el continuar con su discurso Astrid corto su cuello y se giró a ver a Heather.

—. Eres un monstruo—. Le dijo esta retorciéndose en el piso.

—. ¡Heather!—. Exclamo sarcástica—. Se supone que eras mi amiga—. Le dijo con un muy fingido dolor.

—. Yo también—. Le dijo tomando su abdomen—. Haz cambiado Astrid, demasiado.

—. Shhh—. Le pidió poniendo un dedo en sus labios—.¿Que haré contigo?—. Astrid apretó sus mejillas—. ¡Ya sé! Te sacaré la lengua.

No lo hagas escucho en su mente la voz de Hipo déjala con vida

—. ¿Hipo?—. Pregunto mirando a su alrededor.

No estoy a tu alrededor, no me busques te desconcentraros, no le saques la lengua, tampoco la mates, ¡bésala! De esa manera estará de nuestro lado y nos ayudará en todo le dijo, Astrid asintió podremos sacarle información.

—. ¡Mátame!—. Le exigió llorando—. Mátame ahora.

—. Cállate—. Le pidió—. Lo haría pero tengo mejores planes para ti—. Astrid tomo el mentón de Heather y sin que esta si quiera lo viera venir la beso, moviendo sus labios con fiereza obligando a los labios de Heather a hacer lo mismo.

Eso Astrid, un rato más le dijo Hipo espera a que ceda.

Astrid continuó en lo suyo, nunca había besado a nadie que no fuera Hipo, así que al momento de escapar con él en su mente no había pasado nunca que tendría que besar a alguien más, y menos que sería otra chica. Cuando Heather inició a mover sus labios al ritmo de los de Astrid se separó, sonriendo con malicia, mirando a su amiga confundida, varios guerreros estaban  a su alrededor cuidándole la espalda.

Al inicio puede que parezca enamorada, luego se le pasara, es tu responsabilidad. Astrid quiso insultarlo, la idea no era suya e igual tenía que pagar por ella.

Heather la miraba confundida, con sus manos en sus rodillas. Sumisa.

—. ¡Maldita!—. Grito patapez corriendo en su dirección—. Me quitaste a albóndiga y ahora a Heather—. Astrid le dio la orden a los guerreros de dejarlo pasar, tomando la empuñadura de su hacha, preparándose para matarlo, pero Heather lo hizo primero, más rápido que un rayo, enterrando su hacha en su pecho, un golpe certero y limpio que lo desarmo rápido y lo mató de igual forma.

—. No sé porqué llegaste a gustarme—. Le dijo Heather enterando con más fuerza su hacha—. No eres más que un aburrido—. Le dijo sacando su hacha del pecho del que solía ser su amigo, limpiándolo co una mamola que Astrid suposición tendría la sangre de más de uno.

—. ¡Heather!—. Exclamo Astrid con ironía.

—. Silencio—.  Le ordeno, Astrid sonrío con malicia—. Me encargaré de este lado—. Astrid asintió, acercándose a Hipo con prisa.

Levantando su hacha para matar a estoico por la espalda, lanzándola en el momento exacto.

Pero Estoico se movió al lograr escapar de una de las estocadas de Hipo, salvándose del hacha, dejando que esta siguiera su curso a otro objetivo...

—. ¡Hipo no!—. Grito Astrid, pero era tarde, ya el hacha le había golpeado en todo el pecho, dejándolo de pie por lo que fueron segundos. Astrid corrió hasta él, llorando con fuerza—. Hipo, no mueras—. Le rogó, atrapándolo y sentándose en el piso con él, sacando el arma de su pecho.

—.  Astrid—. Murmuró Hipo—. No llores, esto tenía que pasar—.  Murmuró tosiendo, la sangre que emanaba de su boca no la tranquilizaba ni la hacía sentir bien.

—. Es un niño Hipo—. Le dijo tocando el rostro de su amante—. Fenris—. Le dijo.

—. El nombre perfecto—. Susurro con debilidad—. Te amo—. Dijo tratando de levantar la mano en dirección a Astrid.

—. Entonces no me abandones—. Hipo río provocando que saliera más sangre—. Debe haber una manera de salvarte.

—. Kena—. Murmuró con dificultad tratando de respirar—. Sabe cómo...—. Continuó con su último aliento—. Hacerlo—. Finalizó. Luego su mirada se perdió y no dijo más nada.

Chimuelo gorgoteó. Astrid trato de hacerlo decir algo más, pero hasta su respiración se había detenido. Astrid se levanto con ira, llorando, su cuerpo irradiaba un aura dorada que destilaba poder, camino con lágrimas en sus ojos hacia estoico, quien se mantenía firme a la distancia y lo atacó. El hombre se defendió, pero Astrid estaba enojada y era fuerte.

—. Era su hijo—. Le dijo—. Su sangre—. Continuó—. Solo tenían que dejarme escapar, sin objeción. Pero ustedes tenían que mandar a él estúpido aquel—. Estoico se defendió como pudo—. Ahora pagarás por su muerte—. Le dijo poniendo una mano en su pecho y lanzándolo por los aires a metros de distancia. Camino firme hasta él y levanto su hacha—. Con la tuya—. Y finalmente lo mato. No se había sentido bien, pero si quiera había vengado a Hipo—. ¡Pueblo de Berk!—. Dijo—. Su jefe a caído—. Les informo—. Retírense, de lo contrario se convertirán en miembros de mi grupo de esclavos—. Informo. Heather se poso junto a ella buscando el contacto de su mano, Astrid no le dijo nada, debía ser paciente con ella.

—. ¿Todo bien?—. Le pregunto.

—. Sí—. Le respondió observando cómo el tumulto de personas discutís entre sí, debatiéndose si debían obedecer su orden o seguir luchando, patan y brutacio caminaron hacia adelantó cargando una tela blanca con la cual recogieron el cuerpo de su jefe caído, y sin siquiera mirar el rostro de ambas mujeres se fueron. Astrid vio silenciosa como la multitud se dispersaba—. Llévenlo a la casa—. Dijo Astrid en voz alta—. Qué alguien lo limpie y lo arregle, alguien infórmele a Kena que la quiero en la casa pronto—. Ordeno apretando el  agarre en la mano de Heather, observando el panorama—. Limpien esto—. Dijo en un hilo de voz—. Cuando Hipo despierte quiero que todo esté limpio.

Sintió un viento helado recorrer su piel, provocando que se erizara y sintiera frío de repente.

—. Sígueme Heather, para que conozcas la habitación en la que te vas a quedar—. Le dijo Astrid fría tirando de su mano.

¿Como debía sentirse en ese momento? Hipo había muerto por su culpa, ella había lanzado el hacha, la misma que se le había enterrado en el pecho matándolo. No había sido nadie más que ella. Sus ojos ardieron y las lágrimas comenzaron a caer después de un par de sollozos. Se limpió rápido, pero su llanto era espeso, nublando su vista del camino y provocando que se detuviera.

—. Astrid—. Murmuró Heather poniéndose frente ella—. No llores.

—. Lo siento—. Se disculpó quitándose las manos de la cara, Heather llevo una a su rostro acariciando su mejilla—. Lo mate Heather—. Se lamentó.

—. No digas eso, tu intención no era esa—. Trato de consolarla levantando su rostro—. No contabas con que Estoico fuera a quitarse, no fue culpa tuya—. Le dijo—. Además, Hipo no te culpo.

—. Pero fue mi culpa—. Se lamentó bajando su rostro, Heather la obligó a mirarla. La mirada verde de Heather choco con la mirada azul de Astrid, el bosque y el cielo.

Astrid se había hecho la idea en su mente que Heather podría enamorarse de ella, lo que la hacía tolerar todo su comportamiento romántico, incluso este. Pegada a los labios de Heather y con una mano en su cintura, Astrid trato de calmar un poco su dolor por Hipo, dejándose llevar por la pelinegra al camino de un amor tóxico, de un amor falso y temporal.

—.—

Hipo camino por la penumbra del castillo, por un largo pasillo cubierto de niebla que conducía a uno de los salones del tenebroso castillo de Loki. Empujó la gran puerta entrando a una inmensa habitación alumbrada por millones de velas que colgaban del techo. En medio de la sala, sentado frente a una mesa de madera y con una capa de piel negra estaba el mismísimo dios, sentado frente un tablero de masas y garras. No levanto la mirada a Hipo cuando este entro a la habitación mi mucho menos cuando se sentó frente a él, pero sí que sabía de su presencia ahí.

—. Que sorpresa encontrarte aquí hijo mío—. Le dijo el dios con una voz gruesa y clara que retumbó en las paredes del castillo.

—. Señor—. Dijo Hipo con educación.

—. Haz hecho un gran trabajo—. Le dijo sin levantar la mirada—. Pero haz muerto.

—. No por mucho tiempo—. Le respondió Hipo con tranquilidad—. Pronto Kena va a despertarme y volveré a la misión.

—. Causaste muchos estragos—. Le dijo por fin mostrando su rostro, su mirada caleidoscópica era fría, provocando que te erizaras ante su presencia—. Una guerra contra tu tribu y la de tu amante—. Su tono de voz sarcástico enfado a Hipo.

–. Causaré más cuando me despierten—. Le dijo.

—. Me sorprende lo descorazonado que puedes llegar a ser Hipo—. Le dijo—. Acosaste a la chica Hofferson durante semanas, te acostaste con ella logrando embarazarla, hiciste los antiguos ritos asegurándola para ti. Me sorprende la manera en la cual los humanos consideran los antiguos ritos la manera más peligrosa de unión por amor, son muy creativos. ¿Por qué los dioses querríamos estar unidos con otro dios?. Bien jugado, está tan atada a ti que no dudará en aceptar el sacrificio, pero ¿y tu hijo?—. Pregunto el dios con descaro.

—. Puedo darle otro—. Respondió Hipo con indiferencia inclinándose en la silla y desviando la mirada.

—. No mientas, ambos sabemos que a pesar de haberlo engendrado con un objetivo en especial tu presentas cierta clase de cariño hacia él—. Hipo no lo miro, sabia que el dios lo leía como un libro abierto—. ¿Por qué matarlo? El Niño tiene tal grado de maldad que será quien siga tú camino.

—. Yo soy quien continuará.

—. ¿Seguro que es por querer continuar con tu ideal?—. Le pregunto de manera cínica—. ¿No será más bien por qué sientes celos de aquella pelinegra con la que dejaste a tu amante?—. Hipo se mordió el labio—. ¿Por que tu obsesión es tan grandes que nunca soportarías verla con otro?—. Hipo no dio respuesta, provocando que el dios riera a grandes carcajadas—. Tu silencio me dice todo lo que necesito saber—. Le respondió—. Mírame a los ojos—. Dijo, hipo se negó—. No es una sugerencia, es una orden—. Hipo giro su rostro en su dirección, encontrando los intimidantes ojos del dios en su camino—. Cierra los ojos—. Le pidió, luego sintió una presión en su pecho provocando que la silla se inclinara.

La presión creció, convirtiéndose en un ardor imparable que lo hacía quejarse, dolía demasiado, no podía respirar y menos hablar, pero había logrado abrir los ojos, mover sus brazos y darse cuenta que estaba vivo de nuevo.













Hipo empujó el cuerpo del hombre al piso, mirando con una sonrisa ladina todo lo que después de mucho era suyo, camino con paso lento hacia el trono de oro tallado a mano que se ubicaba en El Centro de la habitación, a un paso de él sonrió con arrogancia.

Lo había logrado, había derrocado a los dioses. Se sentó el el trono dorado, empuñando su espada, Astrid lo miraba a la distancia, caminando en su dirección. Heather estaba abrazada a su amante, celebrando la victoria.

—. Lo has logrado—. Le dijo Astrid frente a él—. ¿Y ahora?—. Hipo se encogió de hombros.

—. El mundo es nuestro mi lady, haremos lo que sea—. Le respondió tirando de su brazo para besarla—. Lo que sea.

Por fin, después de 4 meses he terminado 🙅🏾🙅🏾🙅🏾

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