RETROSPIRAL © (Terminada) ( #...

By rosalinagmoya

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*Ganadora de los Wattys 2018 en la categoría "Los Héroes"* Por accidente, Zaid descubre una espiral que lo tr... More

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Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20 | Cristal
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42 (borrador)
Epílogo
¡Aviso!
Agradecimientos
¡Wattys 2018!
¡Wattys 2018! [-Parte 2-]
¡Premios PGP2021!

Capítulo 28

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By rosalinagmoya


18 de Mayo de 2021

Patricia estuvo un rato sentada en la vieja entrada de la casa abandonada, se había puesto a ver las imágenes en la cámara de Sanja para hacer pasar el tiempo más de prisa. No había nada interesante, sólo fotos al aire en el patio de la antigua propiedad y una que otra selfie de Francisco sacando la lengua y haciendo muecas. El muchacho era muy guapo, había que admitirlo, de piel color vainilla, cabello castaño, cejas angostas pero pobladas y, aunque no era lampiño, siempre se rasuraba la barba porque ésta crecía desigual y sin forma, de modo que se veía más joven de lo que era. Tenía una sonrisa hermosa y al hacerlo, los ojos se le hacían chiquitos como dos ranuras y dos líneas le surcaban el rostro a cada lado de las comisuras de la boca. Era tan guapo, que hasta cuando estaba desprevenido, salía bien en las fotografías.

Sanja también aparecía en algunas de las imágenes que estaba viendo Patricia, la albina a veces no se daba cuenta que le estaban sacando una foto y salía bonita, natural y hasta artística, por tener la piel de un color blanco tan poco común. Pato notó que el problema de Sanja era cuando se percataba que le estaban tomando una foto. Se movía, ponía una sonrisa rara y a veces ponía su blanquísima mano al frente a modo de protección. De pronto, Patricia entendió que la razón por la cual Sanja estaba siempre detrás de la cámara, era para no salir en las fotos.

El tono de su celular la hizo pegar un salto cuando resonó en el lugar. Estaba sumida en un profundo silencio antes de eso y, aunque pasaban autos ocasionalmente por ahí, éstos pertenecían al bullicio de la ciudad a la que estaba tan acostumbrada la muchacha.

Leyó «Mamá» en la pantalla del celular.

Respondió.

—¿Hola?

«Hola, hijita, ¿cómo les fue?», preguntó su madre un poco nerviosa.

—Bien, mamá, Zaid ya se fue —tenía un poco de angustia en la voz.

«Ay, Dios mío... Ojalá que todo vaya bien. Reza un poco por él, ¿quieres?», le pidió con dulzura.

—Ya lo hice má. No te preocupes, algo me dice que todo irá bien.

«¿Cómo está Francisco?», indagó Dalia.

—Bien, él... y Sanja fueron a traer a Zaid de vuelta —le dijo la verdad. No veía el caso de continuar dejando a su madre al margen ahora que ya sabía toda la verdad.

«¡¿Qué?! ¡Ay, Dios mío, se volvió loco también! ¿Y si no resulta? ¿Por qué se arriesgan de esa manera?», comenzó a decir preocupada.

Patricia sabía que Francisco era como un hijo adoptivo para sus padres, ambos lo amaban como si fuera suyo, lo alimentaban cuando iba a casa, le regalaban cosas en su cumpleaños y las fechas importantes, pasaba navidad en casa, le hablaban por teléfono para ver cómo estaba, le enviaban comida en ocasiones... en fin, era como un hijo que vivía en otro lugar.

—Mamá, cálmate. Alguien tenía que ir por tu hijo. ¿Acaso no quieres que Zaid regrese, o qué?

«Claro que quiero, ni siquiera lo dudes...», repuso ofendida.

—Entonces cálmate y pídele a Dios que regresen sanos y salvos. Es todo lo que podemos hacer. Yo al principio tampoco quería que se fueran, pero Zaid me hizo ver que necesitaba regresar siendo joven y no un anciano amargado como el que volvió ayer.

«Patricia, no hables así de tu hermano», la sancionó su madre.

—Sabes que digo la verdad. ¿Te gustaría haberte perdido toda la juventud de Zaid y encima verlo lloriqueando porque no está su novia con él?

Su madre no respondió. Se escuchó a cambio un sollozo.

—Má, no llores... tengo fe en que todo saldrá bien, ya verás.

«Dios te oiga, hija, Dios te oiga».

—Má... te veo en la casa, no voy a tardar mucho, ¿sí?

«Vente con cuidado, Patito», dijo tronándole un beso a través de la bocina.

—Sí, mamá —le regresó el beso y luego colgó.

Se levantó de su improvisado asiento en las gradas de la entrada y se sacudió el trasero para no llevar polvo y mugre a su coche.

Revisó que no se le olvidara nada y cuando vio que traía todo el equipo de Sanja, recordó que debía tomar fotos al aire para abrir el portal, por si acaso.

Preparó la cámara y lanzó flashazos, se cercioró de hacer diez fotos. No sabía si entre más luces hubiera más tiempo duraba el portal abierto, así que tomó algunas fotos extras. Se disponía a guardar la cámara cuando una voz masculina detrás de ella la sobresaltó.

—¿Pato?

Ella pegó un brinco al escuchar su nombre y se dio la vuelta con la cámara en la mano.

—Ah... hola —dijo sonriendo muy pálida.

Quien había hablado había sido Gustavo, lo acompañaba Jorge.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Jorge con una extraña sonrisa.

—Ah... yo, hmm... —levantó la cámara para que la vieran— sólo tomaba fotos.

—Eso vimos —replicó Gustavo—, ¿para qué?

Patricia parpadeó con sus largas pestañas. Aun traía el rímel corrido por las lágrimas derramadas anteriormente y no se había dado cuenta.

—Un proyecto... escolar —fue lo primero que se le ocurrió.

—Sí, claro —repuso incrédulo Jorge. Sus ojos verdosos brillaron con la luz anaranjada de la luz pública—. ¿Esa no es la cámara de Sanja?

—¿Eh? —estaba distraída— Ah, sí, me la prestó, pero creo que apesto para tomar fotos —dijo ella por si le pedían ver las fotos.

—Sal de ahí o verán que estás traspasando propiedad privada —dijo Gus.

—Sí, de hecho ya me iba —suspiró aliviada de que fuera verdad, además, si volvían los muchachos del pasado, mejor que los de la banda no estuvieran ahí para verlos.

—¿Te ayudo? —Preguntó Gustavo con amabilidad.

—Sólo sostén la cámara mientras me cruzo —le dijo terminando de guardarla en el maletín. Cerró las cremalleras y se la pasó al chico.

«Qué guapo es Gustavo, me gusta su barba, se ve sexy», pensó Patricia mientras trepaba la verja. Al estar del otro lado, dio un salto y aterrizó en la acera.

Ella extendió su mano para pedirle de vuelta el maletín.

—No te preocupes, yo la llevo.

«Nunca me había fijado en lo amable que es este chico», pensó.

—Gracias —respondió con timidez.

—Pato —la llamó Jorge. Ella lo miró hacia arriba, era aún más alto que su hermano—, ¿qué sabes de tu hermano y Francisco?

«¡Oh my God! ¿Qué les digo?», pensó preocupada.

—Tenemos buscando a Zaid desde el viernes y no aparece. No hubo ensayo y ni siquiera nos avisaron el por qué.

—Oh... es que él... se fue a Mazamitla —argumentó.

Mazamitla era un lugar frecuentado por Zaid, ya que sus padres tenían una cabaña allá y le gustaba ir a componer música o a relajarse un poco con sus amigos.

«Estúpida», se regañó Patricia. «Él siempre va con los de la banda y todos ellos están aquí».

—¿Mazamitla?, ¿él solo? —exclamó Gustavo haciendo eco a sus pensamientos.

—S-s-sí... es que...

«¿Qué digo, qué digo?», pensaba desesperada.

—...se peleó con mis papás —fue lo primero que se le ocurrió.

—¡Pfff! —resopló Jorge— No sé si eso me enoja o me da lástima.

—¿P-por qué? —Patricia comenzaba a tartamudear, se sentía nerviosa.

—Pues porque siempre está en líos con tu mamá, pero tampoco hace nada por arreglar las cosas con ella.

«¡Uff! Me creyó la mentira», pensó Pato relajándose.

—Oye, pero... ¡estaba en exámenes finales! —exclamó Gus abriendo sus ojos oscuros como platos— ¿Qué piensa hacer?

—Oye, sí —fingió Patricia estar al tanto—, tenía exámenes... Pues ya ves cómo es Zaid de impulsivo —encogió los hombros—, quizás prefirió reprobar... no sé.

—¿Ves? ¡Arghhh! Ese güey me hace enojar —dijo Jorge entre gruñidos.

Patricia se rió un poco y frotó el brazo del amigo de su hermano.

—Tranquilo, Jorgito, mi hermano los compensará con muchos ensayos, estoy segura.

—Pues eso espero —dijo con el ánimo un poco más alegre—, porque nos acaban de pedir que vayamos a tocar dentro de dos semanas a una fiesta de graduación.

«Ojalá alcance a llegar para entonces», pensó ella.

—Oye, Pato —dijo Gustavo con su voz ronca. La chica se giró a verlo mientras caminaban hacia el lugar en que había estacionado su coche.

Él al verla, frunció el ceño y la estudió con atención.

—¿Lloraste?

Patricia se puso roja, de seguro traía corrida la máscara de pestañas.

Se acercó al primer auto que vio para mirarse en un cristal y se talló la cara para quitarse los restos negros de las ojeras.

—¿Estás bien? —Preguntó Gustavo. La muchacha vio que tenía a los dos jóvenes pendientes de ella y su respuesta.

—Sí, pero no es nada —les aseguró.

—¿Quién te hizo llorar, para irlo a golpear? —dijo Jorge, mientras hacía chocar su puño derecho contra la mano izquierda con furia fingida.

Patricia se rió. Jorge era la persona más flaca que conocía y haciendo ese gesto se veía muy chistoso.

—Estoy segura de que tú solito podrías acabar con todo un ejército, Jorge, pero estoy bien, gracias... Estaba leyendo un libro que me hizo llorar —inventó—, soy mujer —se encogió de hombros como si eso lo respondiera todo.

Jorge le rodeó los hombros con su brazo, como señal de apoyo.

—Menos mal que fue un libro el que te hizo llorar, aunque tú nada más dime si alguien te molesta —volvió a chocar su palma con el puño, pero aun tenía rodeada con el brazo a Pato, así que la chica terminó pegada a su pecho sin esperarlo, como un abrazo.

—Güey, sepárate, la vas a lastimar —se impuso Gus.

Jorge la soltó pidiéndole disculpas a la morena, ella sólo echó hacia atrás su larga melena.

—No te preocupes, estoy bien —respondió a Gustavo sonriente.

«Qué raro fue eso», pensó Pato.

—Aquí dejé mi coche —dijo ella, llegando a su Jetta blanco— ¿Quieren un aventón? —se ofreció.

—¿A dónde vas? —Preguntó Gustavo.

—Voy a mi casa, pero si tienen que ir a otra parte, no tengo problema en llevarlos.

—Íbamos a ver a Francisco, ¿él también se fue a Mazamitla?

—Sí... Sanja también iba —mintió.

—No, entonces no tiene caso que vayamos a buscarlo —resolvió Jorge—. ¿Tienes algo qué hacer? —Preguntó a la chica.

—Mmm... no, nada importante —respondió ella.

—Entonces vayamos a tomar un café —la invitó Jorge con seguridad—, conozco un lugar cercano. Yo invito.

Patricia vio que Gustavo hacía una mueca de decepción.

—De ninguna manera, si vamos los tres, cada quien paga lo suyo.

Ahora el que lucía decepcionado era Jorge.

—Oh, sí, claro... los tres.

Patricia fingió no darse cuenta de la reacción de Jorge y los invitó a subir al auto.

—No, el lugar está aquí a dos cuadras, no necesitas llevar el coche.

—Oh, bueno. Sólo déjenme avisar a mi madre que llegaré después.

Sacó su teléfono e informó a su mamá que iría a tomar algo con los chicos de la banda.

«¿Tú sola con esos dos muchachos?», dijo preocupada.

—Ay, mamá, son amigos, no pasa nada, estaré bien protegida.

Gustavo le hizo señas de que le prestara el teléfono.

—Ah, mamá, dice Gustavo que quiere hablar contigo —le cedió la bocina.

—¿Señora? Hola, ¿cómo está?... Sí, no se preocupe, la llevaremos hasta la puerta de su casa... a las diez y media, claro... sí, yo me hago cargo... gracias. Adiós.

Le volvió a dar el celular a Patricia.

—¿Mamá?

«¿Ese era Gustavo?», preguntó Dalia.

—Sí.

«Pues qué educado. Pero le dije que tienes permiso hasta las diez y media, hija, no más, ¿oíste?», le advirtió.

—Sí, mamá... te quiero, adiós.

Colgó y metió el celular a la bolsa. Puso la alarma del auto y emprendieron el camino a la cafetería.

🌀🌀🌀🌀🌀

El departamento de Max estaba sumido en el silencio y la oscuridad. De nuevo había salido la chica bonita sin nombre, ahora acompañada de un larguirucho y un rockero, pero no había rastro del resto.

—Esto está muy raro —masculló.

Pensó que sería bueno de una vez por todas sacarse la espinita y ver con sus propios ojos la propiedad. No era normal que ese lugar tuviera tanta atención de parte de unos chicos, que se veían completamente sanos... es decir, no parecían acudir ahí para drogarse o beber a escondidas de sus padres.

Lo único raro eran las luces que lograba ver a través del telescopio. ¿Hacían algún ritual extraño acaso?

Tampoco se veían como personas que tendieran a buscar espíritus o cosas así... ¿Sesiones de fotos? Tal vez, aunque si era así, entonces, ¿por qué no salían sino hasta días después?

Tomó su taza de café y bebió de un trago todo el contenido.

Fue hasta la mesita de noche en su habitación y sacó una pistola de calibre veintidós. Sólo por si acaso. Se la colocó en la parte trasera de su pantalón y la escondió bajo la playera.

Bajó las escaleras del edificio, abrió la puerta y salió a la calle. Cruzó la acera y pocos pasos después, estaba frente a la casa abandonada. Observó en todas direcciones, incluso en los edificios de en frente y cuando se convenció de que nadie lo estaba mirando, trepó la verja. Se le hizo complicado, veía cuán fácil los muchachos hacían eso una y otra vez, pensó que sería más sencillo, pero no lo era. Se atoró al intentar pasar la pierna al otro lado de la cerca, por poco se cae, pero logró brincar sin hacerse daño... Bueno, casi, una de las puntas de la puerta de hierro le hizo un rasguño en el tobillo, pero además de eso, estaba bien, pudo ser peor.

Lentamente comenzó a caminar hacia adentro de la casa. Evitaba hacer ruido, por si había más personas ahí. El patio estaba libre de personas, así que se relajó un poco. La puerta de la casa tenía cadenas, Max avanzó silenciosamente hasta llegar a ellas y las tomó entre sus manos. No tenían candado, de modo que cayeron a sus pies con el mínimo movimiento. Bajó la cabeza asustado cuando escuchó el estruendoso ruido de los eslabones al chocar unos con otros, pero la propiedad continuaba en silencio. Empujó la puerta y tomó su celular para iluminar un poco el interior, que estaba muy oscuro.

—¡Qué porquería! —Exclamó en voz baja.

El lugar estaba sucio, olía a ratón, a humedad y a polvo. A cada paso que daba veía movimiento contra los muros, sabía que había ratas apenas percibir ese olor. Había muebles en la casa, pero todo estaba empolvado y viejo. Caminó un poco más para iluminar más allá, pero no vio nada. No había rastros de que alguien estuviese escondido ahí. Pero... ¿y si había gente en las otras habitaciones de la casa?

Decidió que ya estaba adentro, tenía que hacer que el esfuerzo valiera la pena, así que avanzó, entrando a cada habitación de la casa. Había un cuarto que incluso ya no tenía una parte del techo y adentro crecía un arbusto —¿o era un árbol?—, pero no había nadie en esa casa. ¿Por dónde entonces habrían salido Lunes y Garigol? ¿A dónde había ido Gárgola? ¿Qué diantres pasaba en ese lugar?

Con la oscuridad, y el pensamiento de que algo malo pasaba en esa casa, le recorrió un escalofrío.

Se determinó a salir de ahí antes deque alguien lo descubriera.

🌀🌀🌀🌀🌀

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