Un suspiro y mil disparos | t...

By BeautifulDerangement

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Hay miradas que hablan. Y desde el momento en que los ojos de Mickaellie se encontraron con los de Yuu Shiroy... More

Introducción
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 16
Capítulo 17 [POV Aoi]
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30 [POV Aoi]
Epílogo

Capítulo 15

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By BeautifulDerangement

Aparco el coche en la entrada de mi casa y respiro para tranquilizarme. En el trayecto ha comenzado a llover y casi choco, pero eso es algo que nadie debería saber. Afuera hay una tormenta impresionante y no puedo evitar empaparme mientras corro hacia la casa.

Cierro la puerta sin cuidado porque sé que mi madre no está y prendo la luz de la sala.

—¿Mickaellie?

Bueno, sí está. No me lo esperaba. La verdad es que quería poner música a todo volumen y gritar todas las canciones que pudiera hasta dormir.

—Sí, soy yo —respondo.

—¿De dónde vienes? —pregunta y se apoya en el marco de la puerta de la sala—. Creí que estabas en tu cuarto.

Aquí vamos, va a regañarme.

—Umm... Eh... Yo... ¿No se suponía que estabas en la fiesta de la constructora?

—Son las cuatro de la mañana, por si no te enteras.

Sus cejas levantadas son lo que menos necesito ahora. ¿Cómo se supone que le voy a explicar lo que pasó, y que anduve dando vueltas con un coche que no sé manejar porque estaba lo suficientemente cabreada como para recorrerme todo el país?

—Lo siento, salí un momento. Necesitaba despejarme.

—¿Estás bien?

—Sí, no te preocupes.

Sabe que no estoy bien. Dios santo, ¿en qué momento se me ocurrió salir de casa? Si no lo hubiera hecho, no estaría en esta situación ahora.
Ella chasquea la lengua, me alcanza una toalla para que me seque y se va a la cocina haciéndome una seña para que la siga. Va a preguntarme, oh no. Tengo sólo cinco minutos para inventarme una excusa por la cara que llevo. Ni borracha le diría la verdad, le daría un ataque si se entera que me gusta mi psicólogo; y que no solo me gusta, sino que ya nos hemos besado y toda la cosa.

Me seco un poco y me aventuro a entrar en la cocina. Me siento frente a ella, incómoda, y me da una taza de café sin dejar de mirarme. Debe de estar eligiendo las palabras correctas para comenzar con el discurso de "puedes contármelo todo", para luego seguir con el de "deberías hacer esto y esto...", y finalizar con la brillante frase de "cuando seas adulta entenderás". La realidad es que no quiero estar sentada una hora escuchando cosas que me ha repetido toda la vida, así que me adelanto. Soy la primera en hablar.

—Me gusta alguien —le suelto como si nada. ¿Por qué dije eso?

—Es normal.

Levanto la mirada hacia ella. Esperaba cualquier otra cosa, menos que dijera eso . Tiene la mirada enfocada en su taza de café.

—¿Saliste a verlo? O verla, no habría problema si tú... Quiero decir, puedes hablar conmigo de ello, Mickaellie. Nunca antes te había notado interesada en alguien, por eso... Eh...

—Mamá, para. Soy heterosexual, ¿de acuerdo?

Ambas estamos nerviosas. Es raro cuando sabes que tienes que hablar de estas cosas, o cuando tienes la charla con tus padres. Con mi madre, en mi caso. Sé que va a ponerse a dar consejos de vida y que me dirá que debo cuidarme, y luego vendrá el tema de la píldora y los condones... Ugh, necesito que no vaya para ese lado.

—Salí a dar una vuelta, no esperaba verlo, pero lo hice —añado para continuar la línea no tan incómoda de la conversación.

—Es bueno que despejes tu mente, pero recuerda que el amor nunca es para siempre, ni verdadero. No lo tomes tan a pecho, diviértete mientras puedas... Eres joven.

El tono nostálgico de su voz me da tristeza. Sé que luego de lo sucedido con Hideto ella no ha salido con nadie más, lo cual es una lástima, porque se ha negado a reconstruir su vida sentimental por culpa de ese hombre. Estoy comenzando a tener emociones violentas hacia él por habernos hecho la vida tan miserable.

Le da un trago largo a su café.

—De todas formas, está bien si te gusta alguien y lo quieres genuinamente —continúa y se levanta—. Pero no dejes que te lastime, y si lo hace, déjalo ir. El enamoramiento tiene que ser agradable, hija, no un constante sufrimiento.

—Tienes mucha razón —susurro—. ¿Y si no me corresponde?

—Pues al demonio entonces —dice encogiéndose de hombros, y por primera vez me doy cuenta que está un poco ebria.

Oh por Dios, mi madre vino tomada a la casa. ¿Es por eso que no me ha gritado y ni ha dado sus consejos puritanos de la vida? ¿Por eso estaba tan charlatana y me dijo que me divirtiera?
Demonios, si me hubieran dicho que mi madre era así de agradable con un poco de alcohol, ya habría dejado una botella de Whisky en la sala.

—¿Y ese coche de allí afuera? —dice mirando por la ventana.

—Ah, es de Kouyou. ¿Recuerdas que te he hablado de él y de Takanori? Son mis compañeros de clase.

—Deberías invitarlos a cenar —sugiere y deja la taza—. ¿Y qué tal el psicólogo?

El cambio de tema me toma por sorpresa.

—Eh... No lo sé. ¿Qué tal, qué?

—¿Hablaron sobre el tema? ¿Qué piensa acerca de que te guste alguien?

—No lo hablamos —digo, confundida.

—Deberías. Quizás te dé mejores consejos, los míos apestan —dice riéndose—. Me voy a dormir. Toma un baño antes de que te enfermes.

Me deja sola en la cocina, y me pregunto si podré hablar del tema amor con Yuu sin interponer lo que siento. Sería agradable hablar abiertamente de ello con otra persona que no sea él; tener un punto de vista claro acerca de esto.
Me termino el café y me voy a dar un baño antes de que pesque un resfriado.

[ . . . ]

El fin de semana paso el tiempo limpiando para gastar energías, ignorando el hecho de que mi teléfono se volvió una bomba de sonidos y vibraciones gracias a que el señor Shiroyama no ha dejado de mandarme mensajes ni llamar. Obviamente, tuve que mantenerlo apagado.

La verdad es que quiero explicaciones a su comportamiento, pero a la vez me asusta como la mierda obtener respuestas concretas y dolorosas. Tuve una pequeña probada de lo intenso que Yuu puede llegar a ser, y no estoy segura de querer seguir hasta descubrir lo que hay en la profundidad... Puede que active una bomba y todo me explote en la cara.

Y sí, lo más probable es que esto termine así de mal.

Pienso en ello mientras me encuentro sentada en el césped del patio trasero del instituto esperando a Uruha y Ruki. Últimamente Reita no pasa tiempo conmigo, porque se unió al equipo de fútbol y está emocionado con los entrenamientos. Incluso en el almuerzo se sienta con su equipo en una mesa al otro extremo de la que solemos ocupar nosotros. Creo que está intentando dejar espacio entre nosotros para que no sobreentendamos nuestra relación. Espero que eso signifique que no le gusto en absoluto.

Uruha y Ruki me saludan y me sorprendo bastante cuando veo la pequeña marca en el rostro del más bajo. Sé que la ha cubierto con maquillaje, por lo que debe ser un moretón terrible si no puede ocultarlo por completo.

—No me mires así —pide el rubio, acomodándose en el césped—. Estoy bien.

—Discúlpame por haber causado ese desastre.

—No fue tu culpa. Él está bien, estuve cuidándolo todo el fin de semana —afirma Uruha con una sonrisa tranquilizadora—. ¿Qué paso con Shiroyama?

Ugh, no sé por dónde empezar. ¿Comienzo por la parte mala o por la parte desastrosa?
Arranco una flor del césped como si ella tuviera la culpa de mis desgracias, y decido que lo mejor es sacar toda la mierda fuera. Estuve días enteros conteniendo la ira, ya no aguanto ni un momento más, quiero despotricar contra ese hombre hasta que no me quede fuerza en la voz.

—Le curé las malditas heridas y de un momento a otro me echó de su casa —siseo por lo bajo.

—¿Qué? —preguntan ambos al unísono.

—Sí, ni siquiera sé porqué me sorprende. De él se puede esperar cualquier cosa —digo tirando la flor a un costado—. Llegué a su casa, la sirvienta me amenazó con una escoba y prácticamente me restregó en la cara que Yuu se acuesta con muchas mujeres. Luego encuentro a este idiota en su cuarto llorando, y resulta que se corta las venas.

—Lo sabía —Uruha se pasa las manos por el cabello.

—¿Es una puta broma, verdad? —espeta Ruki.

Niego con la cabeza.

—Lo hace. No me di cuenta hasta que encontré una hoja de afeitar y sangre —resoplo, perdida en el recuerdo—. Odio la sangre, pero le dije que curaría sus heridas.

—¿Eso tiene que ver con la razón por la que lo visitas?

Oh, Dios, ¿hacía falta abrir tanto la boca y que se me escapara eso?

—Algo así. Aquí la cuestión es que cuidé de él y... ¡Dios mío, estoy tan enojada! ¡La sirvienta entró al cuarto, dijo algo sobre una tal Chizuru, y él se puso como loco, no sé! —gruño—. Me ordenó que fuera a casa, y la sirvienta me sacó de allí por un costado, como si esa mujer no pudiera saber que yo estaba ahí.

—Oh, carajos, ¿en serio hizo eso?

Uruha se indigna tanto como yo. Ruki, pensativo, se acomoda el cabello y dice:

—Si la sirvienta dijo que él follaba con muchas mujeres, ¿por qué no sería ella una más? —comienza a deducir—. Como sea, ese tipo es una mierda. Tú preocupándote y él corriéndote de su casa porque parece que la... mujer de una noche es más importante que tú.

—¿Y cómo te sientes? —pregunta el alto.

—Enojada. Usada. Indignada... No lo sé. El sábado estuvo llamándome, pero apagué el teléfono porque no quería enfrentarme a él. Últimamente entre nosotros saltan chispas, y no hablo de esas chispas, sino de las del tipo estamos tan enfadados.

—No lo comprendo, él parece tan interesado en ti. No puedo creer haya hecho eso.

Ruki frunce el cejo ante el comentario de Uruha.

—Es Aoi, ¿que esperabas? Siempre se comporta como un estúpido.

Uruha me hace una seña y guarda silencio al igual que Ruki. Es entonces cuando Reita se acerca a nosotros y nos saluda, sentándose a mi lado. Ninguno abre la boca ante la mirada inquisitiva del rubio.

—¿Estás lastimado, Ruki?

—Umm... Sí, intentaron robarme y me defendí, no fue nada —suelta el otro sin darle mucho interés a la mentira—. Por suerte Uruha llegó a tiempo para rescatarme.

Ambos se sonríen con esa tensión romántica que tienen, y Ruki desvía la mirada un poco avergonzado, acomodando una vez más su cabello.
El timbre avisa que el receso ha terminado, y estoy lista para concentrarme en las clases.

[ . . . ]

Los viernes son una mierda. Sí, es el último día de la semana, pero lo odio desde que alguien, un pelinegro mujeriego, más concretamente, se hace cargo de las clases de literatura.
Y decido que puedo odiarlos aún más cuando una pelinegra con buen culo se aparece junto a él en la puerta del salón.

La cabellera larga y oscura le cae perfectamente sobre la espalda hasta la cintura, y no tardo en fijarme que es casi tan alta como Yuu, de piernas largas y curvas suaves. No sé quién es, pero el color perlado y sensual de sus labios finos logra llamar la atención de todos.

—Preséntate —le ordena Yuu.

—¿No lo harás tú? —refunfuña con voz melodiosa.

—Cuando seas profesora, nadie lo hará.

Ella cruza las manos en la espalda y mira a la clase. Sin bajar ni un centímetro su cabeza, sonríe.

—Mi nombre es Chizuru Mitsume.

—Profesora aprendiz* —agrega él—. Observará la clase durante el siguiente mes.

Todos murmuran y no sé qué pensar. Creo que tengo que levantar mi mandíbula del suelo con alguna pala mecánica porque no puedo cerrar la boca por mi cuenta.
Ruki pica mi brazo y hace una seña hacia delante. "¿Es ella?", pregunta moviendo los labios sin hacer sonido y yo afirmo con la cabeza.

¿Por qué ella iría en medio de la madrugada a la casa de Yuu? ¿Por esto él no quería que la tal Chizuru me viera en su casa?

Ella se sienta en un costado cercano a la pizarra y deja que Yuu continúe con la clase. El pelinegro, inexpresivo, se sienta en su silla y lee el último capítulo del libro con el que hemos lidiado desde el comienzo de sus clases. Todos nos quedamos boquiabiertos cuando él lee rápido y contundente, sin pararse a hacer sus pequeñas reflexiones, como si haciendo eso pudiera adelantar el tiempo. Una hora después, anuncia que debemos hacer un último informe sobre la novela y se desvive escribiendo en la pizarra. Lo hace tan rápido que casi no nos da tiempo a copiar. ¡Por el amor de mi bolígrafo! ¿Se volvió loco? Acaba de terminar de escribir y son alrededor de cuarenta preguntas.

—Es para la próxima semana —exige.

Obviamente, comenzamos a quejarnos. No es que seamos todos unos perezosos, pero en serio, ¿quién demonios completaría el puto cuestionario en seis días?

—Y el cuestionario es aparte —dice, con el cejo fruncido—. El informe más este cuestionario. Y si siguen quejándose, habrá un bonus de diez preguntas.

Automáticamente nos callamos. Quiero saltar de mi silla y sacudir al hombre frente a la clase. Deseo gritarle que reaccione. Algo. Parece no tener capacidad para comprender que muchos de aquí tenemos actividades extra además de estudiar su materia.

La morena suelta una risita y niega con la cabeza, lo que hace que Yuu voltee a verla rápido con expresión furibunda.

—Los vas a matar —dice divertida.

—Limítate a observar, Mitsume, por favor.

La clase termina al instante y, enfurruñada, le envío varios mensajes a Yuu pidiendo una jodida explicación a lo que está haciendo. De paso pregunto qué demonios tiene que ver con ella. Creo que todo esto es su culpa; se ve totalmente irritado con la presencia de la mujer alrededor.

: "¿Qué demonios haces?

Acabas de dar más tarea de lo que nos dan en historia. Literalmente vas a matarnos.
Por cierto... ¿Quién es esa mujer y por qué fue a verte la otra noche?

Tenemos que hablar sobre lo que sucedió"

Yuu: "¿Podemos hablar mas tarde? Estoy cansado.

Me duele un poco la cabeza.

Por cierto, deberías dejar de fruncir el rostro, estás muy linda como para arruinarlo con esa expresión.

Sonríe para mí."

Él sonríe suavemente cuando levanto la vista. Y a pesar de todo, yo no le respondo, aunque no puedo negar que me complace ver su rostro relajado sólo para mí.

Joder, amo esa sonrisa incluso estando enojada con él.

[ . . . ]

Uruha mira al chico que tiene al lado y le da una sonrisa bobalicona mientras el rubio despotrica contra Yuu y suelta insultos de todo tipo. Creo que Uruha se divierte mucho cada vez que ve a Ruki enfurruñado, y entiendo su diversión cuando me doy cuenta que el pequeño lleva el cejo fruncido, recordándome a un pequeño gatito.

—Será mejor que guardes esa energía para toda la semana, Ruki —digo y me acomodo en mi lugar con la bandeja repleta de patatas fritas caseras—. Ya sabes, vamos a morir de cansancio y estrés con todos esos deberes.

—Y ni hablar del puto informe de historia.

—Y química —añade Uruha—. Ya me puedo imaginar durmiendo y soñando con protones y electrones bailando un merengue arriba de mi cabeza.

Suelto una carcajada y los dos se me suman.

—Me río para no llorar. A este paso no llegaré ni soñando a Saint Southland —murmura el bajito poniéndose serio.

—¿Ya tienes decidido ir allí el próximo año? —pregunto, realmente interesada.

—Sí. Mi madre da clases en el último año de la carrera de Literatura, y sería una decepción para ella si no me apunto. Sin embargo quiero estudiar música.

—Yo iré a música —dice Uruha masticando unos tomates de su ensalada—. Ya te dije que convenceremos a tu madre. Nos verá en vivo y sabrá que somos buenos en ello. Confío en que podemos hacer que cambie de opinión...

—Es tu futuro, Takanori. Solo tú puedes decidir en él —digo un poco enfadada—. Quiero decir, tu madre no debería obligarte a estudiar algo que no va a hacerte feliz.

—Pero...

—No quieres vivir el resto de tu vida con el culo aplastado enseñando en una jodida escuela... Para eso está tu madre, ella ya ha cumplido su sueño —explico—. No dejes que ella plasme sus ideales en tu futuro. Quieres salir a explotar tu arte, a aprender y hacer música. No sacrifiques tu felicidad por nadie.

Ambos me miran como si me hubieran salido dos cabezas y tentáculos. ¿Tan raro les parece que diga lo que pienso? Ahora que me doy cuenta, solté demasiado la lengua, y eso hace que me arda la cara de vergüenza. Seguro que me vi patética diciendo ese discurso horrible.

—Eso... Eso es exactamente lo que siempre quise decirte, Ruki —dice el alto y asiente muy serio hacia mí—. Gracias por dejarlo tan claro, Mickaellie.

—Odio que tengas tanta razón —murmura el rubio y se agarra el cabello en un gesto frustrado—. ¿Y tú? ¿Ya sabes qué vas a hacer?

—Iré a Saint Southland, antes de venir aquí busqué una universidad donde pudiera estudiar Literatura —digo encogiéndome de hombros—. El sueño de uno es pesadilla de otros, ¿no es gracioso?

Intento poner un poco de humor en el ambiente pero Ruki se hunde más en su silla. Siento pena por este chico; si mi madre me obligase a estudiar algo que no quiero para mi futuro, preferiría estar muerta. No puedo verme en otro lugar que no sea en una universidad estudiando para lo que deseo ser.

—Lo siento —dice en un suspiro cansado—. Voy a buscar algo para beber.

Uruha y yo lo seguimos con la mirada, y al instante me siento mal por lo que dije.

—Está así desde que su madre le dijo que iría a estudiar literatura. Intenté darle ánimos, pero... —susurra Uruha con la mirada en su ensalada.

—Pero no puedes ayudar —termino su frase y él asiente.

—Me hace sentir un poco inútil no poder hacerle sonreír. Me recuerda a cuando apenas nos conocimos —dice él, melancólico—. No hablaba con nadie sobre sus problemas, me costó mucho volverme alguien de su confianza. Tenía una coraza de hierro de la que se fue desprendiendo, pero tengo miedo de que vuelva a ella porque se siente demasiado atacado por la realidad.

—¿Y por eso tampoco le dices que te gusta?

Abre demasiado los ojos. En verdad no quiero machacarlo con ese tema, pero como siempre digo, nunca es un mal momento para cobrar venganza.

—¿Qué...?

—Es que lo miras y se te ponen esos ojos de estoy viendo a la octava maravilla del mundo. No sabes disimular —murmuro con una sonrisa.

—Parece que sí sé disimular. Han pasado años y aún no se da cuenta.

Abro la boca pero no sé qué responder. Creí que lo iba a negar, pero ahora que lo confesó, no quiero hacer más que darle ánimos para que se lo diga de una vez. Es obvio que Ruki también está coladito por él.

—Tengo una idea. Hagamos una fiesta sorpresa —le digo con un susurro cómplice—. No, mejor vayamos a un boliche. ¡Rompamos la noche!

—¿Estás loca, no? —sisea—. Tiene los ánimos enterrados como diez metros bajo tierra, va a mandarme a la mierda si le propongo salir.

Respondo encogiéndome de hombros y sonrío cuando veo al bajito volver.

—Ruki —lo nombro, bajando la mirada—, sé que dije algo feo, y quiero disculparme contigo, así que esta noche saldremos e invito yo, ¿qué dices?

—No lo sé...

—¡Por favor! ¿Sí? Dí que sí. Uruha ya dijo que sí, ¿verdad?

Le pateo por debajo de la mesa y él asiente mientras me dirige una mirada asesina. Eh, que yo sólo quiero ser la Cupido de esta jodida relación, ¿por qué actúa de esa forma?

—Está bien —dice el rubio encogiéndose de hombros—. ¡Pero promete que uno de nosotros será el conductor designado!

— ¿Kouyou?

—Claro —dice Uruha con una sonrisa hacia el rubio.

Mi teléfono suena y me apresuro a tomarlo. Es un mensaje.

"¿Estás en la cafetería aún? Te espero en cinco minutos en el aparcamiento del instituto"

Yuu.

Adivina qué he hecho al leerlo.

Sí. Salí corriendo a su encuentro. Claro que lo hice.

//

Les dejo la "conversación" de Mickaellie y Aoi 💕

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