RETROSPIRAL © (Terminada) ( #...

بواسطة rosalinagmoya

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*Ganadora de los Wattys 2018 en la categoría "Los Héroes"* Por accidente, Zaid descubre una espiral que lo tr... المزيد

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Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20 | Cristal
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42 (borrador)
Epílogo
¡Aviso!
Agradecimientos
¡Wattys 2018!
¡Wattys 2018! [-Parte 2-]
¡Premios PGP2021!

Capítulo 27

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بواسطة rosalinagmoya

19 de Febrero de 1614

—Francisco... Francisco, despierta.

Sanja le daba golpecitos gentiles en la mejilla para despertarlo. Él comenzó a parpadear.

—¡Creo que lo logramos, Francisco! —La albina estaba eufórica.

—¿Q-qué...? —Él claramente estaba desconcertado.

—Tenemos que apresurarnos, la luz del día se va.

Francisco se puso en pie con dificultad, se sentía mareado. Intentó dar un paso y se desequilibró, por poco se cae. Sanja se apresuró a sostenerlo.

—¿Amor, estás bien? —Se preocupó.

—S-sí... creo que sí —se llevó una mano a la nuca.

El chico sintió húmedo su cabello, se llevó la palma de la mano frente a sus ojos y vio sangre.

—¡Rayos! Estás herido —rodeó a su novio para verle la nuca y le revisó el cuero cabelludo con cuidado. Llevaba el pelo un poco largo y la herida no se notaba a simple vista, pero la encontró. Tenía clavada una pequeña piedra, del tamaño de un guisante.

—Ughh... espero que esto no te duela mucho, amorcito —dijo Sanja.

—¿Qué tengo? —Preguntó asustado.

—Nada, sólo una piedrita, espera... —con cuidado la pellizcó entre sus dedos y la sacó. Continuaba saliendo sangre— ¿Te sientes bien?

El cielo se estaba tornando oscuro, el sol se estaba poniendo. El frío arreció.

—S-sí... estoy bien. Hay que irnos, hace mucho frío.

Sanja encontró el cristal a unos cuantos pasos de donde ellos se situaban y lo cogió. Lo metió a la mochila de Francisco.

Estaban en una especie de claro y había muchos árboles alrededor.

—Según Zaid, debemos avanzar hacia la colina y desde ahí visualizaremos la casa.

El muchacho asintió y tomó la mano de su novia.

Comenzaron a caminar, se escuchaban las hojas y las ramas secas crujir bajo sus zapatos. Los dos estaban usando sus tenis Converse. Los de él rojos, los de ella blancos, impolutos, como su piel.

—Ah, ahí está la colina —dijo ella luego de un rato de caminar.

El sol ya se había ocultado. Se escuchaban distintos sonidos nocturnos, como lechuzas y cigarras.

La colina ahora se erigía frente a ellos, a unos doscientos cincuenta metros. Comenzaron a subirla, Francisco se veía cansado, Sanja pensó que el golpe lo había afectado un poco más de lo que él decía, pero estaba comportándose muy valiente, no se estaba quejando ni había dicho nada referente al miedo o algo por el estilo, y eso era un gran avance.

—¡Carajo, ahí está la casa! —exclamó Francisco cuando habían llegado a la cima de la colina— A mí me parece más un castillo que una casa —soltó una risita nerviosa.

—Sí, parece un castillo, aunque tengo entendido que los castillos son incluso más grandes.

Su novio alzó las cejas con asombro.

—Ven, vamos —la motivó—. Zaid no va a creernos cuando le contemos lo que hemos pasado. Y menos va a creer que estemos aquí.

Sanja se quedó pensando. ¿Y si no habían llegado a tiempo? ¿Y si habían llegado un año antes o veinte años después?

—¿Qué pasa? —inquirió Francisco. Sabía que cuando ella tenía esa cara era porque estaba muy pensativa por algo.

—Tengo miedo de que no hallamos llegado a tiempo.

—¿Qué quieres decir? —comenzó a alarmarse.

—¿Y si llegamos antes o después y no en el momento justo?

Francisco se detuvo en seco para verla a los ojos. A pesar de que no había luz natural o artificial, pudo ver un poco las facciones de su novia.

—Amor, el miedoso aquí soy yo —ella soltó una risita cuando captó el chiste—. No te preocupes, ¿sí?, todo está bien, yo confío en tu capacidad de concentración.

Ella resopló poco convencida, pero asintió y reanudaron la marcha.

Casi una hora más tarde, ambos chicos se encontraron frente a la puerta principal de la gran casa. Estaba construida de piedra y tenía enredaderas secas en los muros. A Sanja siempre le habían gustado las enredaderas cuando tenían hojas color verde, pensaba que cuando estaban amarillentas o sin vida, hacían que el muro se viera lúgubre.

Abrió la puerta un hombre, de complexión robusta y rostro largo, tenía cabello claro, aunque a esa hora de la noche era difícil precisar el color.

—Buenas noches, deseamos hablar con la señorita Gracia, por favor.

Habían acordado que Sanja sería quien preguntara por Gracia, por ser quien actuaba con mayor naturalidad y por tener el vocabulario indicado.

El hombre la miró de arriba a abajo, frunció el ceño y con su voz grave dijo algo que Sanja no entendió, pero sí escuchó el nombre de Gracia.

La albina asintió con la cabeza y repitió el nombre de la amada de Zaid.

El hombre volvió a decir algo y cerró la puerta.

—¿Qué fue eso? —Francisco preguntó torciendo un gesto.

—No me dio la impresión de que nos dijera que no, tal vez sólo fue a hablarle a ella.

—Eh... no sé, no lo creo —dijo su novio con pesimismo.

—Esperemos cinco minutos, si no viene, buscamos la puerta que mencionó Zaid, la del servicio.

El chico asintió y esperaron a la puerta. El calor que les había provocado la caminata se comenzó a desvanecer y dio paso de nuevo al frío. Hacía cada vez más viento y éste no era ni parecido al que solía haber en Guadalajara, era un viento que helaba la piel, la sangre, los huesos y hasta la conciencia.

Pronto Francisco comenzó a castañetear los dientes sin poder evitarlo.

No llevaban suéter porque en Guadalajara estaban en Mayo, hacía calor suficiente como para andar con ropa ligera. Nunca planearon ir detrás de Zaid para viajar al pasado y ahí estaban: sin un suéter, en un país extraño, una fecha desconocida, con un idioma rarísimo y esperando a que alguien se dignara en abrirles la puerta.

—¿Sabes qué?, mejor vayamos a la otra puerta —sugirió Francisco.

Justo en ese momento, el mismo hombre que les había abierto antes volvió a abrir el portón de la entrada.

Les hizo señas de que pasaran al interior.

Sanja apretó la mandíbula de frustración, deseaba tomar fotos a todo lo que estaba viendo y no había llevado consigo la cámara. Zaid les había advertido que no debían mostrar nada de tecnología o los meterían al calabozo. Bueno, quizás por esa ocasión estaba mejor sin cámara.

Había antorchas en todos los muros, en algunas partes había alfombras de estilo persa y velas y candelabros por doquier. Allá al fondo, se fijó Francisco que había una chimenea encendida. Le sorprendió que no hiciera mucha diferencia con el frío, pues aunque no tanto como el exterior, la casa estaba helada.

Caminaron en silencio, guiados por el robusto hombre, hasta llegar a un pasillo. Él fue allí y llamó a la puerta.

Una voz femenina habló en otro idioma. El sirviente abrió la puerta y se quedó a un costado de la entrada. Sanja y Francisco entraron a la habitación, el hombre hizo una reverencia a la joven que estaba ahí dentro y se marchó, cerrando la pesada puerta de madera tras de sí.

—Buenas noches, ¿en qué puedo ayudaros? —dijo la joven educadamente.

La pareja advirtió que la muchacha tenía un marcado acento español, como en las películas.

La habitación estaba un poco más cálida, por ser más pequeña. Afuera el viento hacía silbar las hendiduras de las ventanas.

—Hola, mi nombre es Sanja —se presentó— y él es mi novio Francisco.

Al escuchar el nombre de Francisco, la joven tensó la expresión, pero sólo asintió con la cabeza discretamente.

—Vosotros sois los amigos de Zaid —supuso. Su voz era seria, pero amable—.  Bienvenidos a esta humilde morada, los amigos de Zaid son también mis amigos.

Les hizo una reverencia inclinando un poco la cara hacia ellos, los chicos hicieron lo mismo con torpeza.

—¿Dónde está él? —preguntó Francisco con entusiasmo.

—Él... fue a buscar algo, pero no demorará.

—¿Está buscando el cristal azul? —Sanja adivinó por lo que Zaid les había contado.

Gracia la miró con cierta desconfianza, luego asintió.

—Por eso hemos venido, nosotros sabemos dónde está —aportó Francisco.

La muchacha los miró con el ceño fruncido.

—¿Cómo es que vosotros sabéis dónde está el cristal?

Sanja le dio un ligero codazo a su novio por indiscreto, y rodó los ojos.

—¿Podemos sentarnos? —la albina señaló las sillas que tenían en frente.

—¡Oh!, ¡oh, mi Dios! —A Gracia se le coloreó el rostro de rojo avergonzada— Perdonadme, yo... por supuesto, sentaos, por favor.

La rubia agitó una mano para restarle importancia al asunto.

—No importa, es sólo que es una larga historia —sonrió—. ¿Podrías avisarle por favor a Zaid que necesitamos hablar con él?

Gracia asintió discretamente.

—¡No! —casi gritó Francisco— Mejor no le digas que nosotros estamos aquí, quiero sorprenderlo.

Su expresión indicaba que estaba pasándolo de lo lindo.

—Amor —susurró Sanja—, quedamos en que ibas a dejar que yo lo manejara...

—Sólo quiero ver su cara cuando vea que estamos aquí —se quejó como niño pequeño.

Gracia rió por lo bajo.

—No os preocupéis, lo mandaré llamar sin decirle el motivo.

Francisco sonrió ampliamente y asintió con entusiasmo.

—¡Gracias!

La muchacha se levantó y fue hacia la puerta. Se asomó y la escucharon dar órdenes en otro idioma.

Regresó al salón, pero no se acercó a ellos aún.

—¿Deseáis algo de tomar?

—Sí —se apresuró a decir el chico.

Sanja se sentía un poco apenada, le dio un ligero codazo a su novio.

—Por favor —añadió él.

La muchacha de cabello oscuro volvió a reír y salió de nuevo. Dijo más órdenes en otro idioma, para luego volver y cerrar tras ella.

—Cuando Zaid llegó a esta casa tuvo un pequeño infortunio —comenzó a relatar Gracia mientras caminaba hacia su silla—, me mostró su celular para que le creyera que venía de otra época —tomó asiento frente a ellos—, pero era la primera ocasión que tenía oportunidad de ver algo semejante y me tomó por sorpresa. Terminó en el calabozo por que grité y vino el guardia a protegerme... ¡Pobre Zaid!

Gracia se veía apenada con los muchachos, pero Francisco soltó una carcajada.

—Perdónalo... es que Zaid nos advirtió que no mostráramos nuestro celular por nada del mundo y ahora entendemos por qué —explicó Sanja comenzando a reír junto a su novio.

—¿Zaid? Pero, ¿cómo...? —Ella sonreía confundida, si Zaid había estado con ella todo el tiempo, ¿cómo tuvo la ocasión de hablar con ellos?, ¿sería a través de su celular?

—Ah, perdón... —se excusó Francisco— es parte de lo que queremos contarles a Zaid y a ti, pero mejor cuando él venga, ya sabes... para no contarlo doble.

Gracia esbozó una sonrisa, pero estaba confundida.

Después de eso hubo un silencio incómodo. Gracia se miraba la punta de sus botas, Sanja jugueteaba con los dedos de Francisco y éste miraba a la chica morena con curiosidad. Le parecía una muchacha más bien sencilla, no la clase de mujeres que perseguían a Zaid en Guadalajara. Lo cierto es que vestía modestamente, tenía un rostro más inocente que sexy y su expresión era más tímida que extrovertida. Pero también notaba algo en ella: una fuerza impetuosa pero silenciosa, que infundía respeto.

Por ejemplo, Francisco respetaba mucho a su novia, siempre buscaba lo mejor para ella, hacía lo posible para no lastimarla y por no pelear con ella. La admiraba mucho por ser más valiente que él y por siempre tener un plan cuando él se estaba volviendo loco. La veía de cierta forma como una persona igual a él, respetaba sus opiniones y sus deseos, pero ahora que estaba observando a Gracia, podía notar lo que su amigo había visto en ella. Esa chica lo proyectaba. Tenía menos edad que ellos y se comportaba como si fuera una persona muy adulta y muy sabia y, aunque al principio Francisco se estaba portando como un tonto por descubrir que habían logrado llegar a la fecha exacta en que tenían que llegar, en ese momento se obligó a permanecer en silencio para que la novia de su amigo no lo reprobara.

Unos golpes en la puerta hicieron que todos alzaran la vista. Gracia se levantó.

—Debe ser Zaid —adivinó.

Francisco notó que la chica se sonrojaba y con sus manos se alisó el vestido en un gesto inconsciente antes de abrir.

—Señora, hemos venido tan pronto como nos hemos enterado que nos buscábais —dijo una voz joven y femenina, de acento español también.

Sanja y Francisco se pusieron de pie.

—Por favor, entrad —los incitó.

Zaid entró distraído, estaba mirando a Gracia mientras ella, tímidamente miraba el suelo.

Francisco comenzó a caminar hacia su amigo con una ancha sonrisa. El movimiento al fondo de la habitación hizo a Zaid girarse y abrió la boca incrédulo.

—¿Viejo? —Lo miraba como si fuese un invento de su imaginación.

Francisco extendió los brazos para recibir a su hermano. Zaid corrió a abrazarlo, mientras reía sorprendido.

—¿Qué haces aquí, viejo? —Preguntó Zaid riendo emocionado y volviéndolo a abrazar.

Sanja les había dado espacio para el reencuentro y luego se acercó también.

—Hola, Zaid —dijo la albina con camaradería.

—¡Sanja! ¡Tú también estás aquí! —Reía para ocultar que estaba al borde del llanto.

—Síp, aquí estamos —respondió.

—¡No lo puedo creer! Tienen que contarme todo. ¿Cómo están mamá y papá, mi hermana y los chicos...? ¿cómo descubrieron la forma de llegar?

—Ven, siéntate —dijo Francisco—, lo que vamos a decir va dirigido a Gracia y a ti.

Luego se dio cuenta de que la chica rubia con la ropa sencilla estaba ahí parada sin saber bien qué hacer. Gracia siguió su mirada.

—Ana es mi mejor amiga —dijo ella—, nos ha estado ayudando a buscar la forma de que Zaid pueda regresar a su época.

La doncella sonrió con humildad.

—En ese caso que escuche también.

Volvieron a llamar a la puerta.

Ana abrió y entraron un par de criadas, cada una con una bandeja y comida encima. Las dejaron en una mesa situada entre las sillas de los nuevos huéspedes. Olía bastante bien, los ojos de Francisco se desviaron hacia el alimento e instintivamente le gruñó el estómago.

—Alguien tiene hambre —sugirió Zaid con sorna.

Francisco lo ignoró.

Go raibh maith agat, cailíní* —dijo Gracia con una ligera sonrisa.

Las mujeres hicieron una reverencia y salieron del salón.

—Adelante, comed, hay un plato para cada uno —incitó Gracia a los viajeros.

Cada uno tomó un plato y comenzaron a comer con la cuchara. Era una sopa, parecía de pollo —o de gallina— con vegetales, deliciosa para contrarrestar el frío que reinaba en ese lugar.

—Francisco, no me aguanto, necesito saber cómo es que estás aquí —dijo Zaid con los ojos penetrantes en su amigo.

—Mmm... básicamente, fuiste tú el que nos trajo —dijo su amigo entre cucharadas.

—¿Yo? —Lucía confundido.

—Sí, tenías cuarenta y seis años —dijo Francisco embobado con su sopa.

—Cuarenta y cuatro —corrigió su novia—. Eras tú, ibas del año 1636. Estuviste a punto de morir ahorcado.

A Zaid le recorrió un escalofrío. Si él continuaba ahí a los cuarenta y cuatro años sólo podía significar que... que no podría vivir su historia de amor con Gracia.

—...El caso es que estar a punto de morir, te hizo anhelar estar en casa y fue por eso que viajaste.

Ana abrió la boca.

—¿Viajó sin el cristal? —preguntó la doncella con sorpresa.

—Viajó con él. Zaid dijo que lo tenía en el bolsillo del pantalón. El miedo lo activó, haciéndolo viajar por primera vez —respondió la albina después de llevarse la cuchara nuevamente a la boca.

—Y... —habló Gracia con voz trémula— ¿qué será de mí?

—Si no hubiéramos venido a verlos —aportó Francisco haciéndose el héroe—, Zaid sufriría un trauma porque vería cuando te cases con el señor del nombre raro y luego, ese señor te llevaría a vivir a Inglaterra. Zaid encontraría el cristal muy tarde y durante más de veinte años, buscaría la forma de activarlo, pero como en su interior querría seguir aquí a tu lado, pues nunca lo lograría sino hasta que lo acusen de brujería y debe morir por eso.

Zaid y Gracia lo miraban consternados. Ella estaba más pálida de lo que era normalmente.

—¿Tú sabes dónde está el cristal? —interrogó Gracia a Francisco, ahora con voz firme.

La que respondió fue Sanja.

—Sí. Zaid dijo que estaba enterrado bajo el árbol del rayo, por el lado donde las raíces son más evidentes. Dijo que tú sabrías de cuál árbol estaba hablando.

Gracia frunció el entrecejo. Parecía auténticamente confundida.

—No sé cuál es ese árbol —se llevó una mano a la mejilla.

—¡¿Qué?! —gritaron los viajeros al mismo tiempo.

—Pero tienes que saber —añadió Francisco—, Zaid nos dijo que ya sabías...

—No, no sé cuál es —Lucía frustrada.

—Calma todos, por favor —dijo Ana con objetividad—. Quizá sólo debemos estar atentos a nuestro entorno. Por la mañana podríamos dar un paseo y observar en dónde hay un árbol con esas características.

—A favor —dijo Sanja probando la última cucharada de su sopa.

Todos quedaron de acuerdo, se les asignaron habitaciones a cada huésped y después se fueron a dormir. O al menos eso intentaron.


N/A: *Del Irlandés: Gracias, muchachas.

¡Hola a todos! Quiero ofrecerles una disculpa porque no me di cuenta de que este capítulo no había sido publicado, parece que hubo problemas con Wattpad a la hora de guardarlo, de modo que hoy tendrán dos capítulos :D

Espero que les haya gustado éste tanto como me gustó escribirlo. Precisamente durante un tercio de la historia ansiaba que los chicos volvieran a encontrarse, así que me siento feliz de al fin publicarles el momento en que esto ocurre.

Gracias a ustedes acabamos de llegar a las 1412 lecturas y me han hecho muy feliz, tanto, que subí maratón de tres capítulos en Rina y Fisher.

Gracias infinitas por estar aquí. ¡Los quiero!

Si te gustó, dame una estrellita, nos vemos el próximo martes con el siguiente capítulo ;D

—RosalinaG.

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