Odio Profundo |BL| ©

Por Mila_Darkness

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Dominik Evans es un joven introvertido, preso entre las paredes de su propio hogar. Maltratado por la persona... Más

• Introducción
• Epígrafe
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Laguna Inestable

Capítulo 8

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Por Mila_Darkness

Intento creer que todo mejorará, que nada logra afectarme, pero me cansé de vivir entre engaños. Ignorar se ha vuelto costumbre, callarse es un habido, y el dolor permanece.

No estoy bien.

Es inútil negarlo cuando la prueba se encuentra en mi rostro palpitante, mientras nuevos moretones comienzan a formarse. Desde pequeño me pregunto qué hice para ganar su odio, cómo llegué a ser la persona que más desprecia y humilla. ¿No cumplí sus expectativas? ¿Quería un heredero fuerte, autoritario? ¿Pero cómo podría serlo si él me educó para mirar al suelo? Las veces que lo confronté terminaron mal, cuando no hacía lo que ordenaba se ponía furioso.

Patrick nunca quiso un hijo, deseaba una mascota obediente.

Jamás lo fui, ni lo seré. Podré cumplir sus peticiones para evitar más agresiones, pero nunca haría algo voluntariamente, y lo sabe. Mamá tampoco cedía ante él si no era obligada, quizás por eso la maltrataba. Recuerdo cómo las empleadas domésticas hablaban sobre ella, haciendo comentarios como : ''Elizabeth debía callarse, confrontar al señor Evans solo le trajo desgracias'', ''era testaruda, difícil de controlar ''. Y luego se miraban con tristeza, extrañándola. Falleció cuando apenas tenía cinco años, sé que no llegué a conocerla realmente, pero todos en nuestra mansión la adoraban.

Mi madre era buena, su único error fue caer en la trampa de un monstruo, y morir sin llevarme con ella. 

—¡Aquí estás! —una voz alegre interrumpe mis pensamientos, enseguida levanto la vista encontrándome con Jones—. Te estuve buscando.

—¿Por qué? —cuestiono arqueando las cejas. El patio trasero del instituto está desolado, las clases comenzaron hace varios minutos. 

—Se me hizo extraño no verte por los pasillos —comenta sentándose en el banco junto a mí, su cabello rubio es un desastre—. ¿Sueles escaparte a menudo?

—No escapé, llegué tarde a biología. —le respondo sin darle importancia, mis ojos vagan entre la extraña vestimenta que posee. Trae una remera holgada y larga hasta los muslos, de color azul oscuro con tonalidades violetas. En ella se encuentran demasiados puntos blancos, como si fuesen constelaciones. Lo más inusual es que su pantalón es exactamente igual.

Parece el universo con patas. 

—¿Ocurrió algo? —pregunta luciendo seria de repente, al instante toma mi barbilla, observándola preocupada—. Mierda, es un feo golpe.

—Está bien, Jones. —Aparto el rostro, evitando mirarla. Empiezo a sentirme incómodo, odio cuando alguien nota algún moretón, esta mañana no pude ocultarlos. 

—Dominik, nada está bien —dice en tono reprochador mientras su mano toca mi pierna, haciendo que me estremezca. Ella parece notarlo porque la aparta enseguida—. Si Miller volvió a lastimarte debemos hacer algo, tienes que hablar con tus padres: ellos no permitirán este abuso. 

Sus palabras logran congelarme, siento una punzada en el pecho pero la ignoro por completo. Intento respirar profundamente, apretando los dientes. 

—No fue Miller —hablo cabizbajo, Jones parece contener un chillido.

—¿Entonces quién...? —Se detiene, percibo su intensa mirada sobre mí—. Fue tu padre. 

El ambiente comienza a oscurecerse, volviéndose pesado. Es demasiado tarde para mentir, ella lo sabe, y eso me enferma. Las personas desconocen cómo es Patrick en verdad, solo algunos empleados de él saben la realidad: quienes lo vieron golpearme, quienes ignoraron el acto. Wilson fue el único en mostrar simpatía.

—No tienes que decirme nada. —Alzo la cabeza, sorprendiéndome al ver sus ojos cristalizados—. Pero a veces es necesario desahogarse, y cuando necesites hacerlo puedes confiar en mí.

—Los golpes duelen —susurro mordiéndome el labio con fuerza, lágrimas impiden que vea correctamente—. Y siempre extraño a mamá.

—¿No te permite verla? —pregunta, su voz apenas es audible.

—Ni siquiera sé dónde está enterrada —contesto. 

Devoro el sándwich de queso que compré hace unos minutos, disfrutando su sabor. Jones quiso ir conmigo a la cafetería, y todavía sigue aquí, acompañándome. Le dije que no era necesario, pero ignoró descaradamente mis palabras. Se lo agradezco porque su presencia consiguió estabilizarme. Maldición, todavía no entiendo cómo esta rubia obstinada logró que le dijera cosas tan personales. Tal vez sí necesitaba desahogarme después de todo. 

Terminé contándole lo ocurrido la noche anterior, el incidente con esa jodida serpiente. Sus reacciones fueron predecibles: estaba horrorizada. Pero no esperaba verla afligida, como si realmente le doliera. Parecía preocupada por mí, sin segundas intenciones o trucos malvados, fue agradable. Quiso dar soluciones inmediatas, mas no tardó en aceptar que era imposible. 

Nada está a mi favor. 

La única solución lógica sería irme de esa asquerosa mansión, el problema es que ser mayor de edad sin haber terminado la maldita preparatoria no me da muchas opciones laborales y este es mi último año, necesito completarlo. Pero, por desgracia, ni siquiera consiguiendo trabajo podría marcharme si Patrick no lo permite. Él tiene contactos, influencias por montones, no tardaría nada en localizarme si quisiera. Su dinero podría comprar todo, incluso mi libertad. 

—¿Sería una locura que vinieras a vivir conmigo? —La miro tragándome el último trozo de sándwich que me queda—. Mis padres no tendrían drama, saben que me gustan solo las mujeres, y si les explicara tu situación...

—Definitivamente no, Patrick es nocivo cuando se enoja —le advierto seriamente—. No pienso poner en peligro a tu familia, Jones.

—Te he dicho que me llames por mi nombre —refunfuña cruzando los brazos—. Y está mal temerle al señor Evans, le estamos dando el poder que desea. 

—Él tiene mucho poder incluso sin nuestro miedo, Kara. —Me levanto con la mochila colgándome del hombro—. Por favor, olvida el tema. 

Ella se incorpora tomando su bolso gris, un pequeño llavero atrapa mi atención. El color amarillo resplandece, en el centro hay un tejón sonriente. 

—¿Hufflepuff? —pregunto, al instante Kara voltea a verme, impresionada. 

—Es mi casa de Hogwarts. —Su mirada brilla con evidente emoción mientras camina hacia mí.

—No tengo quejas, Hufflepuff tiene su lado bueno —le comento—. Pero prefiero la mía.

—Déjame adivinar... —Me observa detenidamente, luego sonríe—. Slytherin.

—Demonios, ¿cómo lo supiste? —hablo con sarcasmo, ella me empuja levemente—. No sé si debamos ser amigos, nuestras casas juntas hacen una combinación letal.

—Piénsalo así: puedo ayudarte en tus planes malvados —alega.

No puedo argumentar nada ante esa lógica. 

¿Por qué me siento tan enérgico? Es inusual, debería estar agotado como ocurre habitualmente. Y además... ¿Qué es esta extraña sensación en mi pecho? Tal vez esté por enfermarme, un resfriado quizás. 

Avanzamos en completo silencio, pero no es para nada incómodo, sino todo lo contrario. Algunos alumnos voltean a vernos, algo esperable teniendo en cuenta que Kara es un faro andante, tanto por su actitud como por su ropa.

—Dominik, no he sido del todo honesta contigo —dice deteniéndose frente a mi casillero, parece culpable—. Me da miedo decirte la verdad porque sé que debí hacerlo desde el principio. 

—¿De qué estás hablando? —pregunto inquieto. 

Ella esconde algo. 

Aquellas palabras logran preocuparme, el temor aparece enseguida. Kara está por responder cuando su rostro palidece, al instante un brazo rodea mis hombros, poniéndome tenso. 

—¡Es un milagro, Evans consiguió novia! —grita Miller, haciendo que varios estudiantes nos miren—. Quizás por fin dejarás de ser virgen. 

Delante nuestro hay dos chicos parados como estatuas, impidiendo que podamos escapar. ¿Cómo consiguió un grupito de idiotas tan rápido? Se nota que son iguales a él, sus actitudes dominantes, junto con esas miradas divertidas y altaneras, lo dejan claro. Ambos lucen como el típico estereotipo de bravucones: chaquetas negras, jeans desgastados, piercings ridículos, etc. Para colmo son rubios, sumando a Miller pueden formar perfectamente el club de las plásticas.

Mean Girls versión acosadores. 

—Suéltame —gruño intentando empujarlo, él permanece inmóvil. 

—¿Por qué? —cuestiona entretenido—. ¿Interrumpí tu momento especial con la señorita Jones? Estuve averiguando sobre ella. —La mira fijamente—. Muy bonita, por cierto. 

—No te metas con Kara —escupo furioso, dándole un codazo en el estómago. Enseguida siento cómo me toma del cabello bruscamente, haciéndome gritar. 

—¿Recuerdas lo que te dije? —susurra contra mi oído—. Todo lo tuyo será mío, eso la incluye. 

Su agarre desaparece repentinamente, y Miller se aleja como si nada hubiese pasado. El corazón me late de manera irregular mientras observo a sus amiguitos perseguirlo. Quiero correr hacia él, golpearlo hasta que pierda el maldito conocimiento. 

—En verdad deseo asesinarlo —digo pasándome las manos por el rostro, frustrado—. Lamento que hayas pasado por eso. 

—Sé defenderme, tranquilo —suspira apoyando su cuerpo en mi casillero—. Son el tipo de personas que se alimentan del miedo, nunca debes dárselo. 

—No le tengo miedo —contesto. 

El semblante de Kara comienza a oscurecerse, volviéndose iracundo. Miro hacia el frente sin entender lo que ocurre, hallando inmediatamente el motivo de su enojo. La chica pelirroja está siendo acorralada por Miller, y ahora no es un malentendido: el maldito tiene ambas manos sobre su cintura. Ella luce aterrada, se envuelve entre sus propios brazos como si fuese un escudo. 

—Haré que pare —le informo a Kara, decidido. Sé que debería evitar confrontarlo, mas no permitiré que acose a ninguna chica. 

—Déjamelo a mí —sisea enfurecida, incorporándose para enseguida ir tras él. Trato de seguirle el paso, consternado. 

Me detengo bruscamente cuando Miller observa en mi dirección, sonriendo mientras toma de la barbilla a esa pobre chica. Hay un brillo desafiante inundando su mirada, retándome en silencio. Él se mueve con agilidad antes de que pueda intervenir, sorprendiéndome.

El bastardo la está besando.

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