Marcas del ayer (Sforza #1)

By Gaby_SWSD

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Giovanna inicia un proyecto particularmente ambicioso para la Corporación Sforza, empresa que representa el p... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Epílogo

Capítulo 24

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By Gaby_SWSD

–¿Me puedes explicar tan grande descortesía conmigo? –fue el saludo de Isabella al entrar en la oficina de Giovanna. Ella la miró extrañada–. ¿Hace cuánto estás en Italia? ¡Ni tan siquiera una llamada! –protestó indignada.

–Hola, Isabella. Yo también estoy feliz de verte –soltó cansinamente Giovanna. Isabella se fijó en las ojeras que delataban el agotamiento de su amiga.

–¿Qué sucede? ¿Estás enferma? –inquirió alarmada–. ¿Es Luke? ¿Estás bien?

–¿Por qué asocias mi bienestar con Luke? –intentó bromear Giovanna dejando de lado unos documentos–. Estoy cansada, eso es todo.

–¿Acaso algo te impide de darte un respiro? Parece que lo necesitas con urgencia.

–¿Isabella? ¿Qué estás haciendo? ¡Espera! –exclamó Giovanna cuando su amiga empezó a retirar los papeles de su escritorio al tiempo que llamaba a la secretaria de Giovanna y le pedía cancelar sus citas de la tarde–. ¡Isabella Torrenti!

–Me lo agradecerás –espetó con suficiencia y le pasó el abrigo que estaba colgado cerca– úsalo. Vámonos.

–¿Estás loca? ¡No pasan de las dos de la tarde! No puedo dejar la Corporación a esta hora. ¡Podrían despedirme!

–¿A ti? ¡Cielos, eres casi la dueña! –dijo incrédula Isabella y puso los ojos en blanco–. ¿Qué estás esperando? ¿Una invitación?

–No voy a ningún lugar, Isabella. Tengo mucho que hacer y no tengo tiempo para...

–¿Y si puedo ayudarte?

–¿Qué? ¿A qué te refieres?

–Cuéntame qué sucede. Yo podría ayudarte, ¿sabes?

–No sé cómo podrías saber lo que sucede pero creo que lo sabes –comentó Giovanna sorprendida. Isabella se encogió de hombros–. Está bien, voy contigo.

–¿Lo ves? Puedes ser extraordinariamente razonable si te lo propones.

–¡Isabella!

–Vamos –rió Isabella saliendo de la oficina de Giovanna.

Una hora más tarde, Isabella se encontraba al corriente del plan de Giovanna. Era arriesgado, imposible e insólito... ¡le encantaba!

–Implementar el proyecto en un lugar diferente. Giovanna, me sorprendes. Nunca pensé que podrías ser tan desconcertante. ¡Contigo nunca me aburro!

–Me alegra servirte de fuente de diversión –murmuró Giovanna en un suspiro. Isabella sonrió ampliamente–. ¿Qué sucede?

–Te ayudaré, ya te lo dije.

–Sí, bueno, no sé qué tanto puedas hacer al respecto –expresó dudosa. Sí, la familia de Isabella era poderosa y tenía conexiones importantes pero, ninguna en el área del proyecto que iba a implementar la Corporación Sforza.

–Yo ciertamente no mucho. Pero conozco a alguien que puede ayudarte.

–¿Sí? ¿Con qué exactamente?

–¿Cuál es la parte más difícil de concretar tu proyecto? Encontrar el lugar adecuado. ¿Qué te parece un lugar que sea no solo mejor que el actual en rentabilidad, sino que también logre un enlace influyente para la Corporación?

–Un sueño hecho realidad. Del todo imposible, debo decir.

–Muy posible –remarcó Isabella con una gran sonrisa–. Y sé exactamente quién lo hará posible.

–Estoy intrigada... y agradecida por tu ayuda.

–¿Para qué estamos las amigas? ¡Ven, iremos en este momento!

Giovanna siguió a Isabella con una ligera idea de a quién se refería. ¿Cómo había pasado por alto la más reciente conexión establecida por Isabella? ¡Su prometido, Tristán Blackwood, duque de Benfield!

–Ya lo has adivinado ¿verdad? –conjeturó Isabella con una sonrisa.

–Creo que tendré el gusto de visitar a tu prometido.

–En efecto. Sígueme –guió Isabella en un edificio de departamentos en los que estaba residiendo Tristán. Giovanna saludó al prometido de su amiga, sorprendida de la inmediata felicidad que los invadía al estar juntos. Sí, confirmado, Isabella estaba locamente enamorada. Y no dudaba que el duque también lo estuviera. Sonrió, porque se sentía muy satisfecha por su amiga. Isabella merecía ser feliz y por muy asombroso que fuera que esa felicidad dependiera de Tristán, a un tiempo tenía una lógica contundente: se complementaban.

Aquello fue más evidente al avanzar la reunión que mantuvo con ellos. Ahí donde Tristán lucía intransigente y frío, Isabella se mostraba risueña y segura, con una tendencia diplomática innata. Sí, sin duda se hacían mucho bien el uno al otro.

–Entonces, Tristán, ¿estás interesado en el proyecto? –inquirió Giovanna obligándose a aparentar una serenidad que estaba lejos de sentir. Él cruzó sus manos, pensativo, antes de asentir.

–Sí. Nunca he mantenido negocios con la Corporación Sforza pero tengo referencias extraordinarias sobre ustedes, más aún desde que estoy en Italia. Y por si eso no fuera suficiente, el proyecto tiene potencial –murmuró mirando nuevamente los documentos que Isabella había llevado del escritorio de Giovanna–. Además, si Isabella lo recomienda, estoy seguro de que será un éxito.

–¿Estás insinuando que lo haces por mí? ¡Vamos Tristán, tú sabes que no es cierto! –rió Isabella mirando a su amiga–. Él jamás se involucraría en algo que no creyera factible, ni siquiera por mí.

–Ahí está el éxito de nuestra relación, Isabella. No podemos perder la cabeza.

Isabella sonrió burlona hacia Tristán. Él seguía luciendo seguro, frío e imponente, pero había un haz de humor reflejado en su mirada además de una gran ternura poco disimulada al contemplar a Isabella.

Reprimió un suspiro de pesar al pensar en su problemática relación con Luke. No solo no sabía en qué punto se encontraba con él, sino que la inquietaba las fugaces imágenes que había estado teniendo en esos días sobre Adriana y Kyan. Una despedida. Una dolorosa despedida.

–¿Giovanna? ¿Estás bien? –preguntó Isabella cuando Giovanna no respondió la pregunta de Tristán. Clavó sus ojos dorados en su amiga, quién seguía sin responder. Parecía perdida en recuerdos.

–¿Se encuentra bien? –inquirió a su vez Tristán, mirando alternativamente a Isabella y Giovanna.

–No lo sé –musitó Isabella con preocupación. De pronto, Giovanna se puso pálida y perdió el equilibrio. Tanto Tristán como Isabella se apresuraron a sostenerla–. ¡Cielos, Giovanna!

Giovanna parpadeó repetidamente al sentir el agarre firme en sus brazos. Los miró con curiosidad, como si esperara una explicación de por qué la sostenían.

–¡Giovanna! Nos asustaste. ¿Has comido bien en estos días? ¡Parecías a punto de desmayarte! –soltó Isabella rápidamente. Tristán la contuvo con una mirada–. Lo lamento, es que...

–Sí, yo... ¿Parecía que fuera a desmayarme? –indagó Giovanna confusa. Isabella asintió–. Lo siento, estoy bien. Supongo que es el agotamiento.

–Sí, has intentando llevar demasiado a cabo –concordó eficaz Isabella, sabiendo que había algo muy importante que Giovanna se estaba guardando.

–¿Te gustaría descansar un poco? –ofreció Tristán solícito. Giovanna agradeció la oferta pero se negó–. Al menos permítenos que te acompañemos a tu casa.

–De acuerdo –accedió Giovanna y miró a Isabella con una leve sonrisa–. Tu Tristán es todo un caballero ¿eh?

–Tiene que serlo ya que es una parte importante de sus obligaciones –rió Isabella. Tristán señaló algo por lo bajo–. ¿Dijiste algo, querido?

–En absoluto. Ideas tuyas, cariño –sonrió Tristán encantadoramente. Isabella bufó y continuaron sus intercambios, para alivio de Giovanna, que solo quería estar sola con sus pensamientos.

Sí, sabía que había perdido la noción de la realidad por un momento. Era consciente de lo que eso significaba cada vez que sucedía. Solo que nunca antes había sentido un dolor tan intenso, una sensación de pérdida tan palpable... y aquellas palabras que había escuchado como si se dirigieran a ella y no a Adriana. ¡Por Dios, aún pendían sobre ella, como una sentencia!

"Adriana no quiere aceptarlo pero es evidente que tendrá que hacerlo tarde o temprano. ¿Cómo podría ignorarlo por más tiempo? Tiene obligaciones inherentes a su posición social. No pueden ser postergadas, ni siquiera con la excusa de ser una joven viuda. Diecinueve años es edad suficiente ¿no?"

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