Hotch

By Claudiastar99

1.7K 111 130

Aaron Hotchner intenta encontrar a la persona que ha estado descuartizando cuerpos por todo Chicago. Se ve su... More

Querido Hotch.

1.7K 111 130
By Claudiastar99

1.

En la UAC, el jefe siente.

—Te llegó otra carta de amor, Hotch.

El hombre que se adentraba a su oficina le había sonreído de una manera muy natural; como si aquella mañana no se hubieran enterado de la desgracia de P.D.

—Ya, qué va. ¿Sangritas otra vez?

Derek puso los ojos en blanco borrando la espléndida sonrisa de su rostro, Aaron notó que su compañero se había moldeado un poco la barba de tres días la cual se parecía al vello púbico de su madre. No era nada relevante, puesto que siempre se lo hacía saber a Derek, pues nunca se guardaba las cosas para sí y mucho menos pensamientos como esos. Su colega debía de saber las verdades, y una de ellas era que su barba al no ser moldeada parecía vello púbico de mujer. Solo pensaba.

Pero esa tarde Derek había entrado a su oficina con aire tan relajado y feliz que le asustaba un poco el hecho de saber que ésta mañana habían estado abriendo un cadáver sólo para placer de su compañero. Como si nada, tan tranquilo y abrumador al mismo tiempo.

Aaron suspiró y tendió su mano.

—Vamos, muestra qué traes.

—Tienes cara de culo.

Cara de culo: Como si un camión de carga te hubiese pasado encima y una vaca del lugar te hubiese cagado en la cara mientras pasaba por la carretera más andrajosa de Kansas.

—Tengo cara de culo. —Confirmó a su compañero y entornó los ojos, estaba verdaderamente cansado ese día. No estaba para juegos—. Ahora, dame el puto papel.

Derek vestía de negro, cuándo no, con su típica chaqueta de cuero ajustada a la perfección en su cuerpo y unos vaqueros oscuros que moldeaba sus largas y bien trabajadas piernas. A veces, Aaron envidiaba la manera en cómo las camisetas se le pegaban al pecho cuando sudaba. No venía al caso, claro está, pero no negaba que cuando le miraba a escondidas, en esos casos de "corramos tras el sospechoso a ver qué pasa" siempre sudaban como cerdos en el matadero, y cuando desviaba la mirada —luego de haber puesto un balazo en el culo del perseguido— se encontraba con el transpirado pecho de Derek Morgan y creía tener la mayor de las envidias.

¿Cómo él sudaba tan asquerosamente y Derek se veía tan bien con el sudor bajando de su frente y el pecho libre de vellos tan refrescante de su propio sudor?

Dios, qué envidiable podría llegar a ser su compañero. Y era un insoportable, ¿cómo es que nunca le hacía caso cuando gritaba "en el culo no, en el culo no"? Para luego terminar dando balazos en el culo a las personas, como si no fueran más que muñecos de pruebas.

Derek era especial, con un pasado tormentoso y un presente abrumador. Era como era, extraño y casado con su trabajo. Un cara de mierda, y con barba parecida a vello púbico cuando se la dejaba por más de una semana. Eso le inquietaba.

Pero aquella tarde se le veía algo contento —cómo no—, si en la mañana habían abierto un cadáver a su placer (o más bien para el placer de Spencer, el novio que no sabía que era su novio) ún así, Aaron notaba algo diferente, la manera en cómo caminaba, tal vez, o en cómo había entrado a su oficina con una radiante sonrisa en los labios. Algo pasaba, algo tenía, y si Morgan sonreía; era porque algo sangriento y macabro había atacado. De nuevo.

—Toma, pastelito. Tu novio te envía cartitas de nuevo. —Derek tiró la hoja de papel doblada sobre el desordenado escritorio de Aaron y dejó que éste, con el ceño fruncido, la tomara entre sus largos y profesionales dedos, bufando ante el hecho de que había extendido la mano para nada—. A puesto y te invita a comer.

—Silencio.

Derek volvió a sonreír, dejando que sus labios se estirasen levemente. Tomó el respaldo de la silla que se encontraba en frente del escritorio y le dio media vuelta con un ágil movimiento para luego sentarse de piernas abiertas sobre ella. Miró, sin dejar de sonreír, cómo su compañero notaba que la carta ya había sido desplegada, y posó sus codos sobre el borde del respaldo de la silla.

Ladeó la cabeza encogiéndose de hombros.

—La abrí. —Informó.

—Lo sé. —Murmuró Hotch.

Asintió, Aaron era peculiar a veces; justo como en ese momento donde en el ambiente climatizado de la oficina; una delgada gota de sudor le resbalaba por la frente. ¿Había estado sospechando lo que tal vez podría estar escrito en aquella carta? No lo sabía, pero le encantaba la manera en que su compañero tomaba entre sus dedos la hoja de papel y la trataba como si fuese una bomba de tiempo.

Bueno, era algo así. Pero no para exajerar.
Sí, había leído el interior de la carta, y le había importado un coño. Pero la manera en que Hotch leía el interior de ésta era digna de presenciar. Sus oscuros ojos pasaban de línea en línea, con la cabeza semi ladeada y la nariz casi pegada al escrito. Derek notó en silencio cómo la curva de sus labios se ladeaba en disgusto y en cómo la punta de su rosada lengua lamía el inferior con nerviosismo.

Los cabellos de su compañero eran un verdadero desastre oscuro aquel día, se le paraban en puntas semi ondeadas como si hubiera estado todo un día haciendo gestos rockeros con la cabeza. Y sus ojeras, dios esas ojeras. A veces a Derek le daba algo de lástima, pues el pobre no parecía poder dormir desde que su asesino favorito había empezado a dejar rastros, pistas e indirectas hacia él.

Hotch entonces subió la mirada de golpe, desorbitada y brillante. Morgan notó un leve sonrojo en su rostro; vergüenza tal vez, pero estaba seguro de que era por otra cosa.

—Dice que quiere verme. —Soltó en apenas un murmullo, observando las facciones de su compañero con detenimiento. Si Morgan ya había leído la carta, pues ya se hacía una idea de lo que quería.

—Lo sé. La...

—... Leíste.

Derek asintió. Aaron le miraba cansado, había bajado la hoja sobre su escritorio y Morgan notó cómo le temblaban los dedos —tal vez de furia— a su amigo.

Hotch estaba furioso, llevaba dos meses así y estaba seguro que le daría un patatús si no controlaba la ira que cada vez que lo visitaba; la desquitaba contra el escritorio o la máquina de imprimir. Odiaba las cartitas de mierda que le enviaba aquella persona, una persona asquerosa con la mente podrida en masacre y delitos incontables. ¿Cómo era que el criminal, nombrado sangritas por parte del mismo, sabía su nombre, dirección, y gustos personales? Aaron era un antisocial, lo cual no hacía más que trabajar y trabajar. Odiaba salir, odiaba hacer amigos y odiaba con todo a los asesinos.

Y esa persona que le mandaba cartitas, dejaba pistas en los asesinatos, le regalaba corazones rotos (literalmente) y pedía a gritos (en indirectas) ser atendido; no era más que un criminal de mierda que sabía tanto de él como Sherlock podría llegar a saber sobre Watson.

—Bueno, eso nos da una buena ventaja. —Habló entonces Derek, haciendo volver en sí a su compañero en un leve sobresalto. Bajó la mirada a las temblorosas manos del contrario y volvió a subirla a sus brillantes y furiosos ojos—. Podremos dejarlo caer en la red.

Aaron apretó con fuerza los labios, fijando la mirada en su compañero. Las manos le temblaban de ira contenida, estaba harto y molesto. No podía creer que aquel asesino de mierda le citara para encontrarse con él. Era la tercera vez que lo hacía y la última vez que había enviado una carta; se había negado ante todo y seguir con su caso detenidamente. De pronto, sintió el cinturón que llevaba en la cintura, del cual colgaba su placa y arma, demasiado apretado. Empezaba a sofocarse.

—No, sabes que es una trampa. Siempre hay una trampa. —Dijo a Morgan, con la mandíbula rígida y la mirada fija—. Este hombre ha matado en su totalidad veinte hombres, yo no sería la excepción.

—Pero si no intentamos no sabremos.

—No, Morgan. Estas mierdas siempre salen igual. No soy al único que le pasan éstas cosas, y siempre que usamos la red; la misión sale como la mierda de Spencer.

Morgan no rió, ni siquiera se atrevió a mover la camisura de sus labios para dibujar una sonrisa. Su mirada estaba sobre sus brazos cruzados, sabía que Aaron hablaba en serio; pero le molestaba que nunca usaran sus estrategias. O que se metiera con Spencer.

Simplemente gruñó por lo bajo y se encogió de hombros.

—Pero dice que si...

—Sé lo que dice la carta, Morgan.

Derek subió la mirada desafiante, molesto. Hotch ya no le parecía peculiar en ese momento, ahora le parecía un enorme grano en el culo lleno de pus.

—Entonces, ¿por qué no actúas?

—Esa no es la solución.

—¡Podemos atraparlo así de fácil y tú no te dignas a ponerte los pantalones!

Hotch abrió los ojos de par en par, inclinándose sobre el escritorio en un gesto sombrío y nulo. Hizo una mueca con los labios con verdadero disgusto. La oscura corbata mal estrecha que llevaba puesta se había ocultado bajo el escritorio al inclinarse de aquel modo y las palmas de sus manos se habían apoyado sobre el borde del mismo. En aquella pose, pensó Derek, parecía el típico psicópata americano. Con los cabellos en puntas algo ondeadas, profundas ojeras, labios fruncidos en furia, ojos brillantes de ira y sonrojo de mejillas hundidas.

Sin duda parecía un loco, no cabía duda. Además que llevaba la camisa del trabajo mal abotonada y con las mangas arremangadas hasta los codos le dejaba en claro a Morgan lo verdaderamente cansado que se encontraba de toda la mierda que le estaba pasando.

Aaron, en aquellos momentos, daba miedo. Pero Derek le entendía, en una pequeña parte, pero le entendía al fin.

Eres un hijo de puta. Siseó Hotch, lentamente, arrastrando las palabras y tirando fuego con la mirada—. No sabes lo verdaderamente frustrante que es estar así desde hace meses. Con el mismo puto asesino de mierda, dejándome indirectas de mierda, enviando cartas de mierda, matando gente de mierda... ¡Y escribiendo paredes con sangre inocente de mierda!

Derek se alejó un poco del respaldo de la silla y frunció el seño a la pas que Aaron daba un golpe seco al escritorio con las palmas de sus manos. Se había levantado de golpe, siseando de furia, y entonces Derek notó que tenía el cierre de sus pantalones abajo.

—¡Es un grano en el culo! ¡UN GRANO EN EL CULO! —Gritó Hotch, empujando el escritorio con furia y llevándose sus largos dedos a la greña de cabellos que llevaba ese día—. ¿Cómo puede matar gente inocente y escribirme indirectas con su propia sangre sobre los cadáveres? ¡Esa persona está enferma!

Morgan suspiró y bajó la mirada, Aaron era un caso cuando se ponía de aquella manera, y sangritas le había sacado de quicio. Otra vez.

—O tal vez esa persona lo que busca es algo de tu polla. —Ironizó en voz baja. Pero su compañero le escuchó.

Aaron miró a Morgan desde su altura con las manos aún enredadas entre su cabello. Sus ojeras parecían más profundas desde la perspectiva de Derek, y sus ojos le fulminaban tan abiertos que daba miedo. El agente se inclinó, como obviando el hecho del caso, y luego le gritó a su compañero mientras le señalaba con un dedo.

—¡No estoy para juegos Morgan! ¡Joder no estoy para nada!

Derek se levantó de un salto de la silla, observando la actitud de su compañero sin dar crédito a lo que presenciaba. Sangritas le tenía volando la cabeza al pobre Aaron, pero Morgan no se dejaría gritar tan fácilmente.

—¡No estoy jugando idiota! ¡Eres tú el que juega! —Le gritó exaltado, señalando a su compañero con un dedo. La altura de Derek era notable y ante Hotch lo era mucho más—. Tú eres el imbécil que se deja joder por ese hijo de puta. Vamos, esto te afecta y lo sabes muy bien. ¿Qué diferencia hay entre este asesino a los demás que hemos enfrentado tú y yo juntos? Lo hemos hecho un millón de veces, joder. ¿Por qué te afecta de ésta manera?

Hotch se cubrió el rostro con sus manos, dejando escapar un grito de frustración. Ahora caminaba de aquí para allá, murmurando cosas entre sus manos y gritando de vez en cuando. Derek simplemente se quedó observándolo en silencio, con el ceño fruncido y algo confundido.

¿Qué hacía la diferencia, la verdad? Pues que el asesino acosaba a Hotch de una manera tediosa y hasta se podría decir peculiar.

—Este ignoto te tiene la cabeza hecha mierda.

Hotch se detuvo, aún con su rostro oculto tras sus manos. Avergonzado, furioso.

—Derek...

Entonces la puerta de la oficina del agente general se abrió de golpe y un rostro juvenil con un revoltillo de cabello rubio ceniza; se asomó por la puerta. Derek se sobresaltó ante ello.

—Em.., señoritas, toda la UAC está escuchando el griterio de ustedes dos allá abajo. —El recién llegado pasó de mirar a Morgan a su jefe Aaron. Al verlo en aquel estado; el menor de los agentes de la UAC arrugó su perfilada nariz—. ¿Se encuentra bien agente...?

Derek interrumpió al menor, acercándose a la puerta y abriendo ésta por completo. El cuerpo alto y delgado del menor de los agentes se vio descubierto, vistiendo una bata larga de laboratorio y un pulover —Morgan lo llamaría "pu-nerd"— de color oscuro sobre su camisa blanca de trabajo. Miró a Derek con una mirada azulada de confusión, y luego volvió a fijar la mirada en Aaron. Sus cabellos eran algo parecidos a los de Hotch, pero Derek se dijo en silencio, que en Spencer lucía más tierno y acogedor.

—Spencer, ¿por qué te gusta interrumpir en el momento menos oportuno? —Preguntó el mayor, observando al menor con curiosidad y a los instrumentos que llevaba en las manos cubiertas de guantes de látex. Era obvio que venía del laboratorio—. ¿Eso es un pedazo de...?

Spencer se sobresaltó, algo tierno de ver; ya que el muchacho poseía un rostro tan suave y delicado que le hacía parecer un niño al cual descubrieron verle robando un dulce en una tienda. El menor miró de pronto a Derek para luego mirar sus guantes cubiertos de sangre y pedazos de piel humana. Uno de los bisturí que llevaba en mano goteaba sangre, mientras que el fino tubo que llevaba en la otra dejaba un notable y carmesí reguero sobre el suelo.

—Eh, sí. Estaba ocupado en el laboratorio, hasta que Emily me envió de inmediato a mandar a callarlos. —El menor le echó un vistazo a sus instrumentos y luego se encogió de hombros. Derek pensó que se veía demasiado tierno y hermoso ante aquel gesto—. Le dije que estaba ocupado y ella gritó que si no iba y les hacía callar en menos de dos minutos; iba a cancelar el día de Gérmenes investus.

Derek soltó un suspiro y entre cerró los ojos. Claro, Gérmenes investus. Palabra creada por el mismo chico que se encontraba ante él, aficionado por sus cosas de nerd. Y claro, si Emily decía algo, le valía verga, pero si mencionaba algo sobre "olvídate de Gérmenes investus", no importaba lo que el menor se encontrara haciendo; siempre recurriría al mandato con tal de no provocar un cancelo de su día favorito.

—Sí, ya veo.

—Necesito un café. Puro.

Los dos miraron a Hotch, éste miraba el suelo, con las manos sobre sus estrechas caderas y la respiración agitada. Spencer notó su mal abotonada camisa, y sus mangas arremangadas. Nunca había visto a su jefe de aquella manera, era extraño, teniendo en cuenta de que Aaron había pasado por cosas peores que un acosador escribiendo su nombre en partes íntimas de cadáveres. Era enfermo, sí. Pero nada que no hubiesen visto.

—Pues ve por tu café, la señorita Emily quiere hablar contigo. —Dijo Spencer.

Aaron asintió cabizbajo y pasó entre los dos cuerpos —que notablemente— eran más altos que él. Siseó algo cuando pasó junto a Derek y luego desapareció por la puerta para perderse entre los angostos pasillos de la UAC.

El menor miró a Derek sin entender del todo qué sucedía, pues hacía ya una semana que el famoso sangritas no daba señales de vida.

—Le llegó una carta. —Le informó el mayor, al notar la mirada de confusión del menor—. Como siempre, quiere verlo, a solas, y si no lo hace....

—Mata a otra persona. —Finalizó el menor.

No, no era la primera vez que pasaba, de hecho, ya era una costumbre que sangritas andara tras el culo de Hotch. Desde el primer caso que les había llegado del ignoto, Aaron no hacía más que parecer un don nadie rondando de aquí para allá intentando en vano poder solucionar algo.

Spencer asintió y señaló hacia el pasillo, por donde su jefe había desaparecido.

—Se está volviendo loco, y más en esta oficina, alejada de todos. ¿Qué coño le pasa?

Derek le miró con gracia, dibujando una sonrisa ladeada en su rostro mientras le giñaba un ojo, y salió de la oficina.

—Qué coño te pasa a ti, que andas chorreando sangre por todos lados.

—Yo no...

Spencer frunció el ceño observando confundido cómo el mayor se retiraba a pasos tranquilos y silenciosos. Luego miró sus manos. Uno de los pedazos de carne que tenía entre sus dedos se había resbalado hasta su muñeca, ensuciando todo a su paso, para luego caer en un pequeño y sordo ruido al suelo. Una gota de sangre de parte del bisturí le siguió el plan.

—Oh, mierda. —Dijo para sí mismo.

Pero Morgan le había escuchado, y éste como respuesta le lanzó una mirada de soslayo desde su hombro.

—¡Sí, "oh, mierda"!

2.

Con ella, un asesino asiente.

—Lo haces o estás fuera.

Aaron miró a Emily como si le hubiese confesado que era gay.

—Pero...

La mujer levantó un dedo, ladeando la cabeza y frunciendo los labios. Hotch estaba perdido y si no actuaban ahora; no lo harían nunca y este caso sería la vergüenza de toda la UAC.

—No hay peros, Aaron. Es demasiado, para ti, tanto como física y emocionalmente. —La mujer de rasgos finos y cabellos lacios, bajó la mano con cautela, observando cómo el propio líder de la unidad la miraba de una manera extraña. Como si fuese alguna clase de maníaca—. O hacemos lo que Derek había propuesto o bien te sales del caso y nos ocupamos nosotros de esto.

Aaron no sabía qué decir, maldecía en silencio el día en que habían ascendido a la perra de Emily. La "cara bonita" de la UAC siempre tiraba órdenes de aquí y allá, decidía por él y hablaba por él. Era una pesada, se suponía él mandaba. Pero no, la muy desgraciada siempre tenía la última palabra.

—Emily... —La voz de Aaron sonaba ronca, cansada. El hombre suspiró mirando el suelo mientras pensaba—. Emily...

—Es mi última palabra.

La mujer la cual le robaba miradas de soslayo a Derek (algo que Hotch odiaba) y miradas de odio de parte de Spencer (algo que Hotch adoraba), se había levantado de su cómoda silla de terciopelo para cruzarse de brazos ante Hotchner, su mirada profunda y oscura navegaba en el cuerpo del hombre, observando cada detalle desgastado del mismo. Aaron no era el mismo desde que aquel ignoto había hecho presencia anónima, asesinando a su placer, dejando indirectas al jefe de la unidad, colocando su nombre en todas partes del lugar del asesinato llevado a cabo, y dejando en claro que lo que quería era al jefe de la unidad. Con él. A solas, sin ningún policía alrededor.

Esa era la condición, y ya no era la primera vez que aquel ignoto le dejaba en claro las ganas que le tenía desde que le había espiado a sus espaldas. El ignoto hacía saber que quería encontrarse con el agente a solas, y que si cumplían sus fantasías dejaría las masacres a un lado y se entregaría él mismo a la policía. Tan sólo era eso; un encuentro. Un simple encuentro en donde toda la UAC desconocía las posibles cosas que podría hacer el ignoto al jefe de unidades, pero que ya se hacían una leve idea de las intenciones que tenía el mismo sobre Aaron Hotchner.

—Hotchner, ¿me estás escuchando? —Preguntó al hombre, tensa y decidida. Si Aaron no aceptaba lo que el ignoto pedía a gritos; pues sacarían a Hotch del caso. No servía para nada.

«Escuchando...»

—No, no. Y no. Sabes los riesgos Emily, sabes lo que...

—Ya, no puedo más. —Emily levantó los brazos en gesto de rendimiento, mientras caminaba hacia el jefe de unidades mirando al suelo. Sus botas de cuero resonaron en la silenciosa oficina de paredes de cristal blindado y su gesto se endureció aún más al levantar la mirada y ver a Hotch a los ojos—. Estás fuera.

Así, de simple, seca y rotundamente lo había sacado como si nada. Cuando él mismo estaba siendo sometido a un acaso más allá de los límites inalcanzables. Ella no era la acosada, a ella no le llegaban cartas de un asesino serial, a ella no le dejaban indirectas con sangre fresca, por ella no mataban personas inocentes y mucho menos por ella todo este caso estaba siendo el peor de los casos de toda su vida. Ella no lo entendía, y nunca lo haría. Emily sólo quería una cosa; y era tener el caso entre las manos, para hacer lo que bien le valiera lo que fuera.

—¿Qué acabas...?

—Ya me oíste Aaron, estás fuera. —Le dijo frente a frente, los ojos de aquella mujer tiraban fuego a su mirada, quemando su rostro, sus párpados, su todo—. No te quiero en el caso, Hotchner. Estás perdido, y por eso quedas fuera del alcance de este caso. Olvida todo, toma tus cosas y ve con Spencer a abrir cuerpos o ver algunas células en el laboratorio.

Aaron no supo qué decir, de pronto, quiso matarla allí mismo, con sus propias manos. La odiaba, la odiaba con toda su alma. Era una zorra barata que se hacía pasar por jefa, una zorra que le había robado el puesto, haciéndole descender de puesto. Era una desgraciada al pensar que podía, así de simple, mandarle con Spencer a estudiar células. Estaba loca, era una puta loca de carretera que creía que él era un simple agente de cotilla.

—P-pero...

Ni siquiera lo miró, tan sólo bajó el fuego ardiente de su rotunda mirada y se apartó de él en silencio. Aaron miró con horror cómo volvía a sentarse al frente de su enorme escritorio de cristal, donde papeles dolorosamente ordenados reposaban en una esquina, y donde bolígrafos, lápices y marcadores se encontraban dentro, ordenadamente, de un pisa papeles con forma de envase.

Se sentó, mirándolo neutra y silenciosa, sus gestos eran ágiles, macabros. Aaron notó cómo las blancas manos de aquella mujer se detenían bajo su mentón y aquellos oscuros ojos se clavaban nuevamente en su mirada gritando indirectas de odio.

—Puedes retirarte. —Dijo por fin, moviendo de forma bruta los labios y arqueando las cejas de emoción.

No se retiró. Se quedó allí parado, observando, estudiando. ¿Había sido posible que su acosador le hubiera transmitido parte de su instinto asesino? Porque Aaron sólo pensaba en una cosa en aquel momento. Y era estrangular a su jefa con sus propias manos.

—Aaron, puedes irte.

¿Cómo se le ocurría sacarle del caso así de fácil? ¿cómo podía siquiera mirarle de aquella manera tan descarada? ¿acaso ella estaba siendo acosada de la manera en que él lo estaba? En serio le daba rabia, no había pensado en ella desde un buen tiempo, pero ahora, en su oficina, frente a su cara de hiena...

Cara de hiena: Ceño fruncido, nariz arrugada y labios apretados. El cabello de una cara de hiena siempre es lacio, con ojos relucientes en furia y cejas formando una sola. Siempre luce horrenda.

... Se daba cuenta de lo mucho que la odiaba. Aquel ignoto le había estado acosando lo suficiente como para provocar en él una sensación de asesino serial interno. Estaba percatándose de lo jodida que era aquella situación y de lo macabro que eran sus pensamientos al imaginarse a Emily tirada sobre el suelo mientas vomitaba sangre y se cagaba entre sus apretados pantalones de cuero que llevaba puestos.

—Agente Hotchner, si hace el favor de...

—... Retirarme. —Finalizó Aaron a su vez, miró sus manos, éstas sudaban inquietas, apretó sus dedos en puños y luego aflojó el agarre. Tragó con fuerza sintiendo cómo la saliba le sabía a una enorme bola de grasa que bajaba lentamente por su garganta. Levantó cautelosamente la mirada hacia la hiena de una manera delicada, le sonrió de forma extraña y se encaminó a la puerta de cristal—. Estoy fuera, entiendo.

Estaba fuera del caso, pero no entendia.

3.

En las penumbras, él se percata.

Aaron Hotchner volvió a leer la nota por quinta vez entre la escasa luz que otorgaba su habitación:

"Querido Hotch:

Oh, dulce corazón mío.
¿Qué piensas sobre encontrarnos
ésta tarde?

¿Te gusta la idea?
Porque a me encanta.

Con cariño: Sangritas."

Aaron bufó, bajó la cabeza rendido y arrugó la pequeña tarjeta entre sus manos con verdadera rabia contenida. Dios santo, estaba loco.

«¿Qué acaso no se cansa? No, no se cansará. Es un puto ignoto; un jodido asesino serial de mierda que no se cansa de matar hasta lograr su objetivo

Estaba agotado, harto y furioso de no poder resolver el caso, y mucho más de que lo hubiesen sacado. Era una puta mierda. Todos lo eran.

El maldito de Derek se había tomado el tiempo de hablar con Emily sobre su estado, y ahora, estaba allí, sólo, angustiado y fuera del caso. Cómo los odiaba, cómo odiaba a todos los de la UAC. Eran unos malditos hijos de puta que nunca se ponían en su lugar.

«No, ellos sólo pensaban en ellos. Nada más

—Nada más.

No tenían en cuenta su situación; estaba siendo acosado por un ignoto de mierda.

—Hijos de puta.

Dejó caer al suelo el arrugado papel que llevaba en manos, y apoyó los codos sobre el pequeño escritorio que poseía en su habitación. Se frotó el rostro con las palmas abiertas, angustiado y cansado. Esos pensamientos no se iban de su mente y era algo frustrante tener que lidiar con pensamientos como aquellos.

«Mata a la zorra barata»

—Dios santo, necesito...

Bufó nuevamente, bajando la cabeza, dejando que su cuerpo sintiera pesadez y dolor. La pantalla del computador ante él iluminaba su sombrío rostro, sus ojeras, sus ojos, sus hundidos pómulos y sus resecos labios. Hotch estaba desgastado.

«Silencio»

Era silencioso, desgarrador. Carcomido, dolido.

Su habitación era dolorosomante solitaria, silenciosa, llena de penumbras de dolor y perdición. Su mente estaba llena de cartas, visiones de cadáveres con su nombre dibujado en ellos. Sangre en paredes, cuchillos decorados, indirectas malditas y...

«Y quiero verlo»

¿Quería verlo? Por supuesto que quería. ¡Quería conocer a la persona que tan maniático estaba por él!

Y volvió a bufar. Apoyó la espalda contra el respaldar de la silla y miró el sombrío techo del cuarto.

«Silencio»

Su nuez de Adán subía y bajaba con cautela a la pas que tragaba saliba con sabor a petróleo. El cuarto era silencioso, demasiado para ser real. Una de sus manos bajó lentamente por su costado hasta llegar a rozar el suelo; las yemas de sus dedos logragron hacerlo. Sus largas piernas se abrieron y su culo resbaló un poco, estaba realmente cansado.

Sangritas.

¿Quién era el tal ignoto?

Y entonces, recordó, con una sensación de emoción; las demás cartas que el asesino le había enviado en un pasado.

"Querido Hotch:

Ayer vi cómo subías a
un Cadillac de los clásicos,
no sabría decirte el año, pero
es una belleza de auto.

Yo tengo uno igual, sólo porque
posees uno.

Lucías radiante con aquel traje
de negro, te vez súper sexy en
esa clase de vestimenta.

Tuyo: Sangritas."

Oh, pero qué interesante podrían llegar a resultar los ignotos, sí señor.

"Querido Hotch:

Quiero besar tus labios y domar tu
cuerpo cual bestia en apareamiento.

Adoro la manera en que sudas cuando
persigues a tus ignotos, la manera
en que corres me excita.

Por favor, acepta vernos.

Te ama: Sangritas."

Aaron soltó un gruñido de protesta al volver a ponerse derecho en la silla y observó, con la cabeza ladeada en su hombro izquierdo y las piernas abiertas, que la pantalla de su computador se había apagado.

Y entonces simplemente se quedó allí. Observando la oscuridad que le rodeaban en silencio, siendo amigo de su propia mente macabra y escuchando cómo los recuerdos de las cartas le amenazaban.

"Querido Hotch:

Te deseo, ¿no lo entiendes?
Van cinco muertes, ¿por qué
no aceptas verme y terminas
con todo esto de una vez?

Ayer me masturbé, siempre lo hago.
Pero esta vez pensé diez veces en ti
y tuve que usar la vagina de una
tipa como lubricante.
Bueno, de hecho fue su sangre,
pero eso no viene al caso.

Por favor, te lo ruego, hazme caso.

Te esperarán diez muertes más si
no aceptas mis ansias.

Con verdaderas plegarias: Sangritas."

Se levantó de un salto, decidido y abrumado. Iba hacerlo, se encontraría con aquel ignoto, no podía soportarlo más. Caminó de aquí y allá, estaba furioso, necesitaba observar el rostro de aquel hijo de puta que tantas vidas se había llevado.

—¡Hijo de puta!

Su arma, una Colt 45, parecía vibrar en su cintura, como queriendo dejar en un notable hecho sus sordas palabras "¡vamos, vamos! ¡termina con esto de una buena vez!"

Deseaba terminar, iba a terminar.

"Querido Hotch:

Estoy molesto.

Ayer vi que leías mi
nota, y aún así no me llamaste.

¿Se te olvidó el número luego de que
ese negro te hubiera quitado la nota
de las manos?

Aquí lo tienes, corazón:
0987346661

Llámame, y al instante estaré a tu
lado.

Tu asesino: Sangritas.
PD: Hoy me masturbé cuatro veces
pensando en ti."

«Silencio, ¿por qué hay tanto silencio

¿Por qué la vecina de arriba, que se la pasaba gritando a sus hijos a altas horas de la noche para que acostaran sus fríos culos, no gritaba aquella noche?

¿Por qué el perro del vecino del departamento de en frente no ladraba ante los gritos de la vecina de arriba?

¿Por que había tanto silencio?

—¿Qué...?

"Querido Hotch:

¿Sabes?
Algún día te llegaré de sorpresa
y te sorprenderás tanto que te
mearás encima.

¿Y sabes qué más?
Te haré mío, sólo mío.

¿Y otra cosita más?
Cuando lo haga, habrá tanta sangre;
que el día en que tengas que abrir
cadáveres con ese nerd de mierda
no vas a poder soportar nada de
lo que vez o hueles y te vomitarás
encima todo el semen que te haré
tragar en nuestras noches de pasión.

How about' da?

Te folla: Sangritas."

La Colt yacía en su sien y el sudor que resbalaba de su frente llegaba hasta su cuello y mojaba en silencio el borde del cuello de la camisa blanca que llevaba mal puesta ese día. Su mano sujetaba firme el arma, ni siquiera vacilaba, estaba tan firme como el rotundo pensamiento de querer acabar con todo esto. Su dedo índice sobre el gatillo, listo para apretar cuando sus pelotas se endurecieran más. Sus ojos, entornados y ojerosos; observaban un punto nulo en la habitación. Y su cuerpo, tenso y sudoroso, se mantenía firme ante la petición de sus pensamientos.

«Acaba con esto. Acaba con los asesinatos. Acaba con la tortura interna. Muere y libre... O mata y coge duro»

Mata y coge duro.

"Querido Hotch:

Mata y coge duro. Mi lema de
todos los días.

Mato sabroso, pero no tengo
con quien coger duro.

Knock, knock, cariño; indirectas
para ti.

Matemos juntos y cogamos duro.

Bien rico y duro: Sangritas."

Knock, knock.

¿Knock, knock?

¿Knock...?

Era la puerta, de entre todo el macabro y perturbador silencio; habían tocado la puerta.

Y allí estaba él, parado, en el centro de su habitación, una habitación solitaria y oscura, donde una lámpara con una mísera y tenue luz falsa otorgaba una leve visión de su cuerpo y cama. Era él contra la oscuridad. Era Aaron Hotchner contra la Colt 45.

Era alguien tocando la puerta.

—¡Voy!

Bajó el arma, y sintió (aunque él creía que todo iba de maravilla) cómo el aire volvía a sus pulmones y se dio cuenta del gran alivio que experimentó en su mano al dejar la Colt sobre su pequeño escritorio.

«Knock, knock.»

Encendió la luz en silencio, pero luego, como si su sexto sentido le indicara algo muy alarmante; volvió apagarla, quedando nuevamente entre la negrura que abarcaba la habitación. Dejó que sus oídos se adaptasen al sonido de la puerta ser golpeada y del botón de la luz al tocarlo.

—¡Voy!

Sí, se acercó. Tomó el pomo, desgastado y viejo, pero se detuvo en el acto. Su mano quedó a centímetros de abrir la puerta y su ceño se frunció de pronto.

«¿Knock, knock

Oscuro, oscuro.

Se relamió los labios resecos y los apretó dudoso de todo. Tensó la mandíbula ante la idea de tener al ignoto detrás de esa puerta y tragó con fuerza antes de abrir.

"Querido Hotch:

¿Te has preguntado por qué me
gusta tanto la sangre?

Déjame te digo, que amo el
color carmesí de ésta.
La adoro. Su olor, su textura,
su sabor, su tacto, su todo.

Adoro la sangre tanto como te
adoro a ti.

Es tan espesa, pero a la vez tan suave.
Tan olorosa pero a la vez
sofocante. Sofocante de una
manera tan sexual que adoro
beberla, vomitarla y revolcarme
sobre ella, mientras acostado,
me masturbo un sin fin de veces
pensando en ti.

Confiezo que adoro masturbarme y
usar como lubricante la sangre.

¿Sabes cuál es mi mayor sueño?
Lubricarme el pene con tu sangre.

Fóllarte el culo con mi pene lubricado
con tu propia sangre.

¿Cumplirías mi fantasía?

Estoy duro por ti: Sangritas."

Era la vieja de arriba, la madre de la mujer que gritaba a sus hijos todas las noches; frente a él. ¿Qué quería aquella mujer a altas horas de la noche?

Estaba en bata, rosada y desgastada. Su piel se caía en años y tenía como cabello una greña gris llena de rollos coloridos y espantosos. Hotch la miró confundido, la mujer temblaba como si hubiera visto un fantasma y tenía los ojos tan abiertos que Aaron creyó que estos, desgastados de brillo y opacos, saldrían de sus órbitas para caer al suelo y rodar sobre sus zapatos.

—Señora Morrison, ¿qué...? ¿se le ofrece algo?

Los ojos de la vieja se agrandaron e intentó hablar, pero todo lo que salieron de sus arrugados y secos labios fueron balbuceos sin coherencia. Aaron notó que la anciana intentaba subir un brazo ante él, pero que con su edad, todo le temblaba; y el brazo no era una excepción.

—¿Qué...?

Todo el pasillo estaba a oscuras, lo cual era extraño ya que el dueño del edificio solía dejar las luces de los pasillos encendidas por si algo sucedía con el perro de Tunner, vecino del frente, que poseía semejante pitbull que cagaba de lo lindo.

Así que sin más; lo único que daba una mísera luz a la situación era la opaca luz de su lámpara de escritorio que llegaba vagamente hasta la anciana, dejando mostrar sus arrugas de una manera macabra y perturbadora.

Aaron miró los arrugados dedos de la vieja, y notó que llevaba entre estos una pequeña nota amarilla doblada. Frunció el ceño, aún más que confundido. La anciana intentaba darle la notita, pero parecía imposible en poder entregársela; así que sin más se la arrebató para desplegarla y leerla.

El alma se le cayó a los pies en ese instante.

"Querido Hotch:

Es un placer conocerte"

Y entonces algo sucedió, de manera tan rápida que ni siquiera pudo darle tiempo a detener nada.

La vieja había soltado tal grito desgarrador y ronco que Aaron dio un paso atrás de verdadero horror, y del estómago de la anciana sobresalió la punta afilada de un cuchillo bastante grueso.

Aaron abrió los ojos de par en par sin ser consciente de todo lo que estaba ocurriendo. Su oscura mirada captó el color carmesí que se derretía sobre la bata de la anciana, que en la opaca luz que sobresalía de su espalda creaba colores llamativos sobre la misma, y notó con verdadero horror que la oscura sangre adornaba con lentitud el rosa de aquel viejo trapo de abuela. También, como si estuviera en cámara lenta, los delicados y arrugados brazos de la mujer intentaron buscarlo con desespero, pidiendo auxilio en silencio, balbuceando cosas que Aaron no lograba entender, y ante ello; dejando que hileras de sangre corrieran por su mentón con cautela.

Un gorgoteo se creó en su boca y burbujas de sangre surgieron dentro de esta. La vieja se ahogaba con su propia sangre y Aaron Hotchner lo presenciaba todo con horror.

Y luego el cuchillo dio vuelta de golpe quedando así; en diagonal. Ante ello se escuchó un leve ruido estremecedor, la vida de la vieja se iba con ruidos de gorgoteos sangrientos.

Hotch, en shock por las circunstancias en las que se encontraba; dejó caer la pequeña nota al suelo sin siquiera percatarse de la misma, y sus ojos se agrandaron cuando el cuchillo fue sacado de golpe, y la punta del mismo desapareció en el acto.

La anciana, debido a eso, soltó un quejido; su último suspiro, y luego cayó de frente contra el suelo en un sordo ruido seco. Como si su cuerpo se tratase nada más que de un costal de papas.

Quiso gritar "¡Dios santo!" pero la voz no le salía, y tan solo había retrocedido horrorizado ante lo que se encontraba a sus pies; el cuerpo de una anciana muerta con un agujero sangrante en la espalda.

—Nah, no tiene importancia. Le pegaba mucho a sus nietos, se merecía un poco de salseo.

Y entonces, allí estaba.

4.

Entre la sombras, la sangre vive.

—¡HIJO DE...!

El hombre se abalanzó contra un horrorizado Aaron y atacó sus labios en un desesperado y mortificado beso de lujuria y pasión.

Pero Hotch lo empujó con todas sus fuerzas, furioso, trastornado y confuso. El hombre que portaba el cuchillo en su mano cayó de espaldas sobre el inerte cuerpo de la anciana provocando el sonoro chasquido de los huesos de la misma romperse en el acto.

—¡Ay, coño!

Aaron retrocedió aterrado, por primera vez, después de mucho tiempo; se encontraba cara a cara con el asesino que tanto había matado por él. Allí sobre el cuerpo muerto de la vieja; estaba la perdición de sus días más perturbadores.

—¡Tú! —Le gritó con horror, retrocediendo torpemente lejos del asesino en serie.

El hombre le sonrió, terriblemente apuesto y matador. Su sonrisa, ladeada y perfecta, dejaba a la vista —donde su piel se estiraba—, un pequeño y encantador hoyuelo. Y de entre sus finos y sonrosados labios se encontraban unos hermosos dientes blancos que brillaban bajo la lejana y opaca luz de la habitación. Y hasta allí, puesto que la oscuridad de su espalda (el pasillo) más la de la habitación; sólo daban a revelar su matadora y sensual sonrisa, su hoyuelo y la oscura y ajustada vestimenta que llevaba puesta para la ocasión. Sólo eso, nada más que eso.

—Dios santo, mi amor. ¡Qué fuerza tienes!

Y Aaron escuchó su risa fuerte, sonora y macabra. El hombre reía como si el hecho de haber matado a su vecina y haber caído sobre la misma no fuese más que un juego cualquiera. Allí estaba, recostado, riendo a carjadas limpias como si nada, mientras que Hotch estaba en verdadero shock, sin poder creerse del todo el momento. ¿Desde cuando le pasaba una cosa así? Nunca, de eso estaba muy seguro. Siempre resolvía casos con facilidad, determinación y tranquilidad.

Pero allí, ante el hombre que se levantaba lentamente del cuerpo de su vecina mientras reía divertido, de lo que fuese que él encontraba divertido; no tenía de otra que quedarse estático y con los ojos tan abiertos como platos. Tenía miedo.

Sí, señor. Aaron Hotchner tenía miedo.

El hombre se levantó con precisión, sujetando con fuerza el cuchillo decorado de sangre en una mano. Se detuvo con la cabeza agachada, y Aaron pudo notar que tenía el cabello de color negro, oscuro, largo. Le llegaba a los hombros y eso, de alguna extraña manera le inquietó.

—Ay, pero mira que ya jodiste mi camiseta de Nirvana. —Gruñó de pronto el ignoto, dejando de reír por un instante para poder observar su camiseta con la cabeza inclinada; los cabellos le cubrieron el rostro. Sus hombros se sacudieron de repente; volvía a reírse con gracia—. Sí, no son nada baratas

No podía moverse, literamente estaba con los pies pegados al suelo, los ojos abiertos de par en par y los pelos de punta. El hombre ante él levantó la cabeza y, antes de que pudiera siquiera ver el color de sus ojos; se dio media vuelta y a patadas; sacó a la anciana de su habitación dándole vueltas a la vieja con las botas (que parecían pesadas) de cuero. La dejó afuera, en las penumbras del pasillo, y luego; cerró la puerta de un golpe. Volvió su cuerpo con cautela hacía Hotch y, sonriendo entre la oscuridad de la habitación; Aaron Hotchner divisó a su acosador cuando este hubo encendido la luz.

—Llámame Alan.

Su rostro era, en simples palabras, perfecto. Con un marcado mentón, una nariz perfilada, ojos grises algo azulados, cejas oscuras y delineadas y unas largas pestañas oscuras que parecían cascadas hacia la perdición. Era muy apuesto para ser verdad. ¿Dónde estaba el acosador de dientes amarillos, carcomidos y mal aspecto que Hotch se había imaginado en sus días de angustias?

Hotchner notó que no era tan alto, simplemente delgado y de su misma altura. Sus labios eran finos, sonrojados y delicados que se movían de una forma cautelosa, poseía unos pómulos y mejillas hundidas. Y el delineado de su mentón era fuerte, muy perfecto ante la mirada Hotch. Llevaba una oscura camiseta que titulaba "Nirvana" y en la parte del abdomen, en letras derretidas se leía: "God is gay"

No debía de tener más de veinte o veinticinco años, como máximo. Era un jodido crío, con un enorme cuchillo sangriento en una mano, rostro y cuerpo trabajados, y una mentalidad psicópata de mierda.

Había sido acosado por esa persona tan común y hermosa como cualquier otra.

—¿No te alegra verme? —Preguntó el recién llegado, abriendo los brazos en gesto divertido sin dejar de sonreír. Del filo del cuchillo goteaba el líquido carmesí que había sacado del cuerpo de la anciana, y sus cejas se habían arqueado de manera divertida al notar lo nervioso y en shock que se encontraba su ídolo preferido—. Vamos, cariño. Di algo.

—Hijo de puta.

Entonces, como si hubiese apretado un botón de "ven y cárgame las bolas", el muchacho se puso tan serio que llegó a poner nervioso a Aaron logrando que éste retrocediese dos pasos más en balbuceos.

El ceño del ignoto se había fruncido, uniendo sus delineadas cejas en una sola, y sus delicados labios que antes formaban una sonrisa matadora; ahora se encontraban apretados en un tensa línea. Caminó hacia Aaron, decidido y con cara de perro hambriento.

Cara de perro hambriento: ¿Cómo luce un psicópata cuando quiere coger duro contra el muro? Pupilas dilatadas, ojos abiertos apunto de salir de sus órbitas, labios entre abiertos y respiración agitada. La expresión puede llegar a cambiar repentina mente de un mudo u otro.

Y entonces; se volvió abalanzar contra su cuerpo que aún aguardaba en schock y arrebató besos descontrolados y desesperados mientras, bajo su cuello sudoroso y preocupado; colocaba el filo del cuchillo sangriento en modo de amenaza y dejaba que el mismo manchara con delicadeza la manzana de Adán de Aaron con sangre fresca y olorosa a vieja.

Aunque el mayor quería empujarle como la primera vez; ya no tenía fuerzas. Estaba tan cansado psicológicamente que no podía ni con su propio cuerpo. Todas esas muertes, todas esas cartas, todas esas indirectas. ¿Para esto? ¿Un muchacho psicópata que tenía un extraño apego hacia él? ¿Tanto para nada? ¿Un chiquillo loco por un agente?

Y entonces así; entre besos de parte del psicópata y emociones encontradas de parte de Hotch: Aaron Hotchner se dejó llevar aquella noche por el acosador de sus días de tormentas infinitas y dejó que el asesino serial que llevaba en mente cobrara venganza ante las muertes paganas.

5.

Cuerpos, sudor y besos.

No se resistió, y no pensó hacerlo. Simplemente dejó que el ignoto le besara como tanto había deseado, dejando su cuerpo tan inerte que igualaba a la vieja que el mismo hombre ante sus labios había matado.

Los sentía fríos, lejanos de llegar a gustarle, mojados y deseosos. No lograba entender cómo era que estaba en aquella posición, siendo tan estúpido de dejarle hacer todo aquello. Besarle tan descaradamente, amenazando con cortarle la garganta si se movía en su contra, matando a sus vecinos y dejando en claro quien mandaba en aquel lugar; cómo se atrevía el desgraciado.

Y Hotch no sabía qué pensar, mucho menos teniendo aquellos finos labios devorando los suyos con deseo. Estaba perdido en sí mismo, pensando en lo mucho que odiaba a Emily y las tremendas ganas que tenía de darle una buena patada en el culo a Derek.

«Me sacaron del caso. Y ahora miren con quién me encuentro, imbéciles

Entonces, luego de lamidas incontrolables y dolorosos chupetones de labios; el asesino se separó de Hotch y sus claros y profundos ojos conectaron con los del agente en cámara lenta.

«Su rostro es demasiado perfecto, muy apuesto.»

No cabía duda de la belleza varonil que el muchacho poseía, y lo que ésta lograba irradiar ante sus ojos, pero Aaron estaba transtornado; allí frente a él estaba el famoso sangritas, el hombre que le enviaba cartas sin parar. Un asesino, un ignoto, un hijo de puta.

Un hijo de puta muy apuesto.

—¿Te gusta lo que ves, Hotchner?

Su voz era gruesa, profunda, perfecta. Aún sostenía el cuchillo sobre su garganta, apretando levemente éste contra la misma, en gesto de amenaza. Tenía la cabeza ladeada, con los ojos desorbitados y pupilas dilatadas. Y se percató entonces de la mirada de Aaron y, satisfecho de haber provado sus labios por primera vez; no pudo evitar cerrar los ojos con cautela y suspirar de satisfacción.

Entonces Aaron actuó; listo para reventarle las pelotas si era necesario, inclinó de manera ágil su cuerpo hacia atrás, doblando su espalda y flexionando las piernas. El cuchillo se hundió en el acto, pero no hizo más que rasgar el vacío en un suave silbido. Se oyó un grito, el asesino había gemido de dolor al sentir la patada del agente sobre sus estómago y Aaron dio una ágil vuelta con una pierna en alto para dar justo en la sien del recién inclinado ante el dolor.

El hombre cayó al suelo en un sordo ruido seco, y del golpe; el cuchillo había caído al igual que él. Hotch, volviendo del todo en sí, pensó rápido y pateó el cuchillo fuera del alcance del ignoto en un gemido. Se percató entonces que había herido verdaderamente al hombre, pues la sangre que se derremaba de su mandíbula y sien era demasiado escandalosa para llegar a ser de una pequeña herida.

—¡A-amor! ¿Qué haces?

Hotch sintió que el estómago se le revolvía al escuchar aquellas palabras. Era un hijo de puta, pero más hijo de puta fue él al pensar en dejarle hacer lo que quisiera con su cuerpo. Estaba vulnerable, sí, pero no podía creer que fuese tan imbécil y dejara de ser él mismo por el hecho de tener a una belleza domando sus labios con lujuria desesperada.

—¡Cállate maldito bastardo! —le gritó furioso, inclinando su cuerpo hacia el hombre que se lamentaba en silencio sobre el suelo. Lo tomó por un brazo sacudiendo el mismo con angustia y desespero—. ¡Cómo mierda me conoces! ¿cómo sabes de mí? ¡Eres un hijo de puta! ¿cómo te atreves siquiera a besarme de esa manera...?

Y entonces, el rostro del hombre, que levemente agachado se encontraba, se levantó por completo dejando a la vista su perfecto y moldeado rostro cubierto de sangre coagulada. El cabello le cubría partes de las mejillas y se le pegaba a las heridas. Lo tenía tan desordenado como el hombre ante él, pero era obvio cual era más notable. Aquellos cabellos largos, eran inquietantes.

Aaron se asustó y cayó de culo, aquello no era un hombre. No por dios, eso era un monstruo, de ojos azulados, rostro prefecto y con sangre adornando su mentón y partes de los pómulos. De su cuello resbalaba sangre, un herida abierta se hacía presenciar ante la mirada de Hotch en la sien del muchacho, dejándole en claro que sus zapatos de vestir aquel día habían sido una buena elección de momento. Pero aquello no le dio miedo, mucho menos la sangre esparcida sobre su rostro, sino sus ojos; tan profundos y dilatados, y esa sonrisa, macabra y aterradora tan blanca como la porcelana pero manchada de carmesí por la herida causada.

Eso, eso daba miedo.

—Oh, querido Hotch, has sido un hombre malo. —Siseó la bestia, inclinándose hacia él cual gato en caza.

Hotch retrocedió asustado, abrumado por la mirada del muchacho y la sonrisa perversa dibujada en su rostro. ¿Qué acaso no le dolía? ¿No pensaba llorar o algo? Jesús, las pelotas se le habían encogido como una pequeña pasa arrugada. Ya no sentía otra vez la valentía de querer golpearlo. Pero, ¿por qué? Lo había hecho un millón de veces con otro ignotos, ¿qué hacía la diferencia este con hijo de puta?

Y dios santo, aquello era un verdadero monstruo de ojos hermosos y perfecto rostro. Era un delirio infinito.

—¡Basta! ¡No sigas...! —Los gritos murieron en su garganta, el sudor bajaba desenfrenado, y se arrastraba lejos del perverso animal ante él; pero aquella cosa de cabello largo y ojos dilatados gateaba hacia hacia su ser de una manera aterradora y extraña. Esa cosa, siseaba—. ¡B-basta...! ¡ALAN!

Pero decir su nombre lo empeoró todo; pues el nombrado se abalanzó contra él, sin armas, sin cuchillos; a mano limpia. La bestia cayó sobre su cuerpo, en chillidos y gritos de angustia. Hotch, con los años estudiados de defensa personal en el cuartel; le dio un fuerte puñetazo donde se oyó claramente el sonido de la mandíbula torcerse. Pero aún así, el animal estaba allí, sobre él, furioso y feliz de estar sobre el cuerpo que tanto había anhelado.

—¡Mal chico, amor, estás siendo un mal CHICO!

Y entonces se golpearon entre sí, donde un puñetazo le abrió el labio inferior a Aaron y donde una patada mandó a volar al asesino fuera de su cuerpo. Hotch pensó entonces en la Colt, sobre su escritorio, que reposaba inerte cargada y lista para ser disparada.

Se giró entonces sobre el suelo, angustiado y sudando como un puerco. Nunca faltaba el sudor corporal en su ser a la hora de resolver un caso, y este no era la excepción. Escuchó como el animal a sus espaldas soltaba una arcada y escupía sobre su suelo (seguramente) un coágulo de sangre. No lo pensó dos veces e intentó levantarse torpemente para dirigirse a su escritorio y tomar el arma.

Pero sus nervios, algo que nunca le había afectado del todo en un caso, le estaban ganando y por ello; cuando intentó levantarse en vano no hizo más que volver a caer torpemente al suelo. No le quedó de otra que gatear desesperado lejos del animal.

—¡Oh, mi vida! ¿Por qué te alejas? —el grito del ignoto desesperó aún más al mayor y antes de que pudiera siquiera extender su mano hacia el escritorio; una mano fuerte se había cerrado entorno a su tobillo y había jalado con tal fuerza que su cuerpo se vio caído nuevamente al suelo con brusquedad—. ¡Déjame decorar tu cuerpo, corazón mío!

El rostro de Aaron chocó contra el duro piso de su habitación y sintió horrorizado cómo su nariz dejaba escapar un sonoro "crack", y un reguero de sangre salió por ésta adornando su mentón, labios, y partes de las mejillas. Chilló furioso de no poder defenderse como quería y quedó por un momento desconcertado cuando el animal lo volteó con brusquedad haciéndole quedar boca arriba, y aprisionándolo entre sus delgadas piernas; se colocaba sobre él mientras reía como maníaco.

—Oh, oh. ¡No te voy hacer daño! —Gritó en su rostro, riendo divertido ante el hecho de haberle destrozado la nariz. Su rostro estaba manchado con su propia sangre, con los cabellos desordenados y pegados al mismo, y tenía los ojos tan abiertos que daba a parecer un horrible fantasma a punto de dar un susto de muerte—. ¡Sólo voy a herirte, decorarte, cortarte el pene y luego comérmelo!

Aaron intentó defenderse, levantando los brazos para sujetar al otro y apartarlo a golpes, pero el contrario estaba realmente loco. Pues, de su bolsillo trasero había sacado tal bisturí, que Aaron quedó estático al instante al ver de qué clase era este.

Conocía el tipo de bisturí que poseía en su mano, Spencer usaba de esos para los cuerpos duros. No entendía el verdadero significado de un cuerpo duro, pero Spencer le había explicado una vez que un bisturí cualquiera no podía cortar tan fácilmente la piel de esa clase de cuerpos; así que usaban uno especial, largo y con la hojilla ladeada. Era tan afilados que si llegabas a cortarte con uno de esos; no sentirías nada hasta que te dieras cuenta de la cantidad de sangre que podrías perder si te cortabas con dichoso bisturí.

—¡No! —chilló angustiado, revolcándose bajo el cuerpo del demonio sobre él. Gritó plegarias y sintió cómo sus partes íntimas se humedecían.

—¡Sí! —rugió la bestia cerca de su rostro, entornando los ojos ante lo que sentía en su culo. Húmedo y oloroso. La bestia rió fuerte—. ¡Te has meado encima!

Aaron entonces cubrió su rostro con sus antebrazos, quedando estático y asustado. Sabía que si se movía; aquella cosa que poseía el ignoto en su mano le abriría la piel más de lo que debía.

Y así, sintió el primer y verdadero dolor de la noche.

Gritó, gritó como nunca en su vida lo había hecho. El maldito animal había clavado el bisturí. No, no había rasgado, ni abierto su piel. ¡Lo había clavado una y otra y otra vez de manera tan sádica y macabra!

Se movió frenéticamente, gritando y pataleando como loco intentando zafarse del agarre del otro, intentando quitarle de encima o siquiera distraerlo de aquella tortura. Veía cómo salía la sangre a chorrones, cómo mojaba su cuello, su rostro y sus brazos. Su camisa blanca del trabajo era toda una obra de arte carmesí.

La sangre de sus brazos brotó a chorrones dibujando de color rojo su suelo, y en una de las clavadas; llegó hasta su mejilla cerca de su ojo derecho, logrando que la sangre se derramara por toda la parte derecha de su rostro, empapando su ojo; dejándole ciego por momentos.

La hojilla se hundía en sus antebrazos, las palmas de sus manos, sus dedos y hasta llegó a rozar sus ojos. Aaron gritó, impresionado por la fuerza que poseía aquel muchacho tan joven y delgado. ¿Cómo era posible que pudiera sujetarlo tan fácilmente? Parecía imposible, casi increíble. Pero allí estaba, aprisionado bajo un psicópata que clavaba en su ser un bisturí afilado mientras gritaba de emoción y lamía las gotas de sangre que salpicaban de sus heridas hasta su cara.

Hotch sentía las ardientes lágrimas, que bajaban por sus mejillas y se mezclaban con la sangre en silencio. Tenía el ojo derecho inundado en sangre, pero eso no le impidió llorar con desespero. Era una tortura el no poder defenderse como quería mucho más teniendo a un chico tan joven sobre él. ¿Por qué no podía contra él? Se sentía imbécil e inservible. Era una mierda, y eso, dolía.

—¡Basta! ¡Basta...! —Su voz sonaba ronca, lejana. Sentía dolor infinito, sentía como la hojilla se profundizaba en su piel mientras él se movía inquieto y se desgarraba mucho más de lo que no quería—. ¡Para, te lo...!

Aquel psicópata no tenía planeado parar. Presenció golpes de parte de Aaron, hasta que el mayor logró que la punta del bisturí rozara contra sus labios, pero antes de que pudiera hacer nada; clavó con fuerza en un grito de frustración en el cuello del mayor. Hundiéndose así; hasta la mitad.

Y fue allí, cuando Aaron dejó de pelear y gritar. Todo se detuvo. Los gritos, los golpes, el agite del momento, y los desgarres.

Alan se detuvo, observando maravillado su obra de arte. Allí bajo él, se encontraba su jefe de unidades. El amor de su vida, su delirio de todos los días. Allí estaba; con los ojos entornados, los brazos destruidos, el rostro sangrante, la nariz hecha mierda y el bisturí clavado hasta la mitad justo en el centro de su garganta. Inerte se encontraba, pero era una belleza. Una obra de arte. Algo inexplicable.

No estaba muerto, aún respiraba. Sentía el silbido de su respiración. Sonrió ante su obra, tan hermosa y peculiarmente carmesí. Maravillosa, artística.

Los labios de su majestuosidad se habían entre abierto y de ellos salió la maravilla carmesí que tanto adoraba. Tosió con dificultad, y de ello salpicó sangre hasta su rostro. Alan sonrió en el acto y llevó un dedo hasta los labios de Aaron.

Acarició el inferior y se inclinó hasta quedar cara a cara contra el mayor. Llevó el dedo índice dentro de su boca y lo hundió con cautela hasta la garganta. El agente puso los ojos en blanco mientras que con dificultad se arqueaba y emitía leves gorgoteos al ser ahogado de aquella manera. Alan rió por lo bajo y su dedo bailó dentro de la garganta del otro. Provocó el vómito del mismo; pero sólo logró que brotara más sangre de su boca.

Sacó el dedo y se incorporó.

—Qué belleza. —Suspiró, maravillado y excitado. Tenía la polla tan dura como una piedra y el culo humedo de orina de parte del agente. Llevó el dedo lleno de sangre de Aaron a su nariz, olió, suspiró y luego saboreó—. Tu sangre es... Peculiar.

Hotch seguía vivo. Respiraba con difilcutad, pero aún estaba vivo. Las órbitas de sus ojos estaban clavadas en el techo y su pecho subía y bajaba lentamente.

Aún quedaba tiempo de disfrutar de su cuerpo.

Así que, lentamente, desabrochado su camisa decorada de sangre; se inclinó nuevamente sobre él para poder oler el dulce aroma metálico que desprendía de su cuerpo.

—Una delicia.

Era una delicia. De eso no cabía duda en la mente de Alan.

Besó entonces, el increíble y formado tórax del mayor, lamiendo con cautela los rastros de sangre que habían ido a parar hasta allí. Saboreó, disfrutó y volvió a lamer. Era un delirio total, no se había equivocado con el sabor de su sangre. Era peculiar, era maravillosa. Tenía años que no probaba alguna así.

Se tomó su tiempo en chupar sus tetillas, morderlas; hacerlas suyas y saborearlas con lujuria. Oyó entonces, maravillado, cómo la vida de su amado se iba lenta y dolorosamente.

—¿P-p-por... q-q-qué...?

Shhh, mi vida. Tú sólo disfruta.

Movió sus caderas de manera cautelosa, su miembro había empezado a endurecerse apenas y había sacado el bisturí del bolsillo. Y ahora se encontraba tan duro como una roca. Lo rozó contra el de su víctima fascinado ante el hecho de tenerlo bajo él tan inerte como un muerto y gimió al sentir el miembro de Aaron contra el suyo. Húmedo de orina, satisfactorio.

Volvió a besar cada línea de su trabajado tórax y bajó lentamente arrastrando su cuerpo hacia atrás hasta llegar a su vientre.

—P-p-por fa-favor...

—Si no te callas te hundo esa mierda que tienes en el cuello en el culo.

Su víctima no protestó más y sólo se escucharon los jadeos de Alan al devorar aquella noche el cuerpo de su muerto.

6.

La sangre, protesta.

—Qué asco tío. —Protestó Derek desde el umbral de la puerta. Miraba con una mueca de asco las maravillas creadas por Alan—. Tienes, literalmente, todo el cuerpo lleno de sangre.

Spencer arrugó la nariz ante el olor y tuvo arcadas al observar al hombre que se encontraba recostado sobre el cuerpo sin vida de Aaron mientras se fumaba un cigarro. No es que le afectara la sangre, pues ese era su trabajo; trabajar con ella. Pero ver a su jefe cortado en pedazos bajo el cuerpo desnudo de un psicópata maniático le asqueaba en su totalidad.

—Dios santo, ¿tenías que ser tan escandaloso con la sangre? —Volvió a quejarse Derek, esto de contratar psicópatas se le estaba saliendo de las manos. Ya sólo quedaba Emily.

El cuerpo desnudo de Alan sobre el sin vida de Hotch se encontraba, literamente, bañado en sangre. El muchacho se fumaba un cigarrillo, tranquilamente mientras tenía la mirada fija en el techo, con ojos soñadores y el pene erecto. Mientras bajo él, estaban los brazos, las piernas y la cabeza de Hocthner, descuartizadas y tan bañadas en sangre que era imposible diferenciar qué parte del cuerpo era cada una de ellas.

—Mencionan otra mierda sobre la sangre y juro que me los como, los vomito y luego los follo.

—¿Es eso su pene lo que sostienes en tu...?

Alan sonrió de medio lado, con el rostro empapado con el líquido carmesí que tanto adoraba poseer sobre él. Caló de su tabaco y expulsó el humo con cautela mientras que en su otra mano; sostenía el pene de su reciente víctima. Lo mostró en alto y luego se lo pasó con sorna por el suyo ante la mirada del menor. Movió sus caderas y jadeó.

Derek levantó las manos en gesto de rendición mientras se adentraba a la habitacion de su viejo compañero. Miró los alrededores de ésta y se preguntó si en un cuerpo podría poseer tanta sangre como para casi decorar un cuarto entero con ella.

—Bien, ¿cuánto? —dijo al ignoto, desviando la mirada de toda aquella sangrienta masacre—. Hiciste un asombroso trabajo, imagino que ha de ser un precio elevado.

Alan sonrió de medio lado, inclinando la cabeza y calando del cigarro. Se la había pasado de maravilla anoche; pero aún tenía el pene demasiado erecto. Le echó un vistazo a Spencer, que miraba la escena asqueado y luego sonrió ampliamente.

—Una noche con el nerd. —Pidió señalando con el mentón a Spencer, quien le miraba sorprendido e intrigado.

Derek sonrió.

—¿Qué te parece un trío?

Alan sonrió aún más ampliamente y dejó caer el cigarrillo en uno de los muchos charcos de sangre del lugar. Miró a los hombres y posó la punta del pene de Aaron sobre sus labios, luego, lo mordió.

—Hecho. —Dijo a la pas que masticaba con diversión.

NOTA DE LA AUTORA

~Portada creada por~

Roxyne15 💕

Continue Reading

You'll Also Like

18.5M 1.2M 52
Encantador, galante, carismático, arrogante, simpático, irreverente, insufrible... Y violento. Sabía que un chico como Logan Lerman no me convenía. H...
771K 69.9K 67
Maya Raven es la nueva integrante de la UAC del FBI. Al llegar para remplazar a otra agente, existe tensión por parte de Spencer Reid, su compañero e...
8.1M 449K 86
¿Qué harías si Taehyung fuera el mejor amigo de tu hermano? ........... Lee el primer cap. HISTORIA COMPLETADA + Capítulos especiales SEGUNDA TEMPORA...
29.4K 1.8K 16
Historias auto conclusivas y cortas; centradas en la Ship: HEID (Aaron Hotchner x Spencer Reid), personajes pertenecientes a la serie de TV: Criminal...