Mañana Contigo

By keypatts

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Esta no es una historia de amor común y corriente a lo que estamos acostumbrados que nos vendan las películas... More

Sin un mañana...
Jorge...
UN AÑO ATRAS...
Sala Amarilla
Mi ultima hora con Mateo
La hora de la verdad
Un final innecesario
El Funeral
Gracias!

El Mensaje!

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By keypatts

EL MENSAJE!

 ·         Hola mama, hola papa! Pamela! – inicie con una enorme sonrisa, solo que la emoción me fallo y unas lagrimas comenzaron a caerme por el rostro – sé que les resulta un poco extraño verme en estas condiciones –dije señalando hacia mi misma y levantando la ceja – pero todo tiene una explicación. Solo que antes de dárselas me encantaría pedirles disculpas por un montón de cosas. Solo que no se por donde iniciar…


·         Pamela, lamento haber roto los platos y echarte la culpa a ti y que te castigaran – inicie con una sencilla, estaba admitiendo mis fechorías, y según Jorge debíamos admitir todas y cada una de nuestras ellas para que estemos en paz. Era algo tonto, pero me sentía mal con eso. La habían castigado sin ver televisión por DOS días – sé que querías ver ese final de campeonato de lucha libre y tuviste que hacerlo por internet a causa mía.


·         Papa… recuerdas que me preguntaste por ese tubito que contenía el rollo de película de tu cámara? Bien… lo escondí yo!  Si vas a mi habitación y entras al closet, hay una abertura detrás de los abrigos de invierno. Lo escondí allí. Si mi habitación sigue intacta… ahí lo encontraras. Como habías dicho que era nuestro secreto, lo guarde allí. Me habías dicho que lo guardara en un lugar seguro y oscuro. MAS QUE ESE LUGAR NO LO ENCONTRE! – intente reír por el pésimo chiste, pero el mover los hombros me ocasiono un dolor sumamente intenso en el pecho impidiéndome respirar correctamente.

Lleve mis manos, oscurecidas por el tratamiento, a mi pecho por el dolor que sentía. Ya cuando me sentí bien, volví a sonreír para la cámara.


·           ·                 Sé que jamás me perdonaran – dije con la voz quebrada y la cabeza gacha para que la cámara no tomara mis lagrimas – pero…

·         Que haces? – pregunto una voz familiar llamando mi atención.

Cuando pude reaccionar tome de inmediato la cámara y lo apague. Vi el reproche en su mirada. El seguía apoyado en el marco de la puerta impecable como siempre. Hice una mueca al verlo con su bata blanca, con la placa negra y las letras en blanco que decía Berneri.

·         Sigues con fiebre? – pregunto mientras sacaba la pequeña linterna del bolsillo delantero de su bata y caminaba seguro en mi dirección.

Yo solo me anime a negar con la cabeza mientras él tomaba asiento frente mio y estiraba un poco mi piel a la altura de las marcadas ojeras para inspeccionar mis ojos. Cuando termino de observarlos me perdí en su mirada. Sus ojos color miel eran intensos. Odiaba a media humanidad por conocerlo ahora.

Sin que lo esperase acerco su boca a mi frente tomándome por el cuello. Sorprendida abrí mis ojos y un color delatador pintaba en mis mejillas.

·         No, no tienes fiebre – aseguro poniéndose en pie y tomando la ficha que colgaba en mi cama – estas lista?

·         Para que? – pregunte sin estar segura de que me había preguntado. El sonrió de costado robando el poco aliento que me quedaba.

·         Vas a salir? – pregunto perdiendo su mirada en la ficha. Maldita sea mi suerte por conocerlo en estas condiciones.

Su nombre era Mateo, Mateo Berneri. Era uno de los tantos médicos que me atendían en el Hospital Modelo de Belgrano. Era dulce, atento y amable, eso lo sabía pues las veces que Jorge tenía trabajo, él pasaba a visitarme y a comer conmigo cuando llegaba la hora de ingerir los alimentos.

Odiaba mi destino.

·         No es solo que… – respondí volviendo a la realidad tras su pregunta.

·         Si tu novio lo sabe se enfadara – dijo aun con la mirada en la ficha.

·         Él no es mi novio – respondí de inmediato. Él pareció sorprendido pues sus ojos penetraron los míos con la duda escrito en ellos.

·         A no? – dijo conteniendo una mueca acercándose a la bolsa de suero. Cierto brillo había en sus ojos. Maldito destino…

·         Solo somos amigos… yo estuve con el en su tratamiento pues su familia esta lejos…

·         Y la tuya? – respondió de inmediato volviendo a sentarse en la cama.

·         Es una larga historia…

·         Tenemos tiempo…

·         Es lo que tu tienes, no lo que yo – respondí a la defensiva sin saber que hacer.

·         Tu puedes ver el futuro? – pregunto tras varios segundos de silencio con la cabeza gacha.

·         No – respondí levantando una ceja.

·         Entonces no puedes saber que ocurrirá. La vida te puede sorprender…

·         Que quieres decir?... – pregunte interesada

·         Todos somos sobrevivientes – sentencio

Había algo en su mirada que era como si tratara de decirme algo. O era eso o yo ya estaba loca y buscaba desesperadamente una salida a mi dolor.

Una vez estando sola, me fije en una rosa roja que descansaba a un lado de la mesa y que no me había percatada de su presencia.

·         Así que eres tu! – exclame al recordar todas las rosas que amanecían desde hacia dos meses. El mismo tiempo que llevaba internada en aquel lugar.

Aspire su aroma fresca y al hacerlo una nota colgaba de su tallo. Acaricie el pequeño trozo de papel, las palabras escritas con una letra espantosa típico de medico apenas eran entendibles con sus curvas líneas.

“la semana que viene, jueves, a las 18hs. En el restaurante Gourmet Porteño. No me falles…”

La letra era espantosa, pero la intensión…

·         Por qué sonríes? – pregunto Jorge sacándome de mis pensamientos. Le sonreí ampliamente enseñándole el papel mientras seguía aspirando el aroma de la rosa.               

·         Esto es genial – sonrió de manera genuina

·         No lo es… – respondí con una sonrisa claramente sombría – por qué ahora? Por qué no apareció antes? Por qué sufrir para que llegue alguien así?

·         Para que simplemente valga la pena la espera… – respondió sin atisbo alguno de burla.

Me había sorprendido su respuesta. Las palabras no salían de mi boca, mientras que lagrimas frustradas se esparcían por mi rostro.

·         Shhhh! No llores… cálmate – dijo bajito tomando mi rostro y acurrucándome en su pecho mientras acariciaba mi cabello. En su pecho podía sentir el latido de su corazón, fuerte y constante ya sin la presencia del catete.

·         Gracias… – dije en apenas un susurro.

·         No me lo agradezcas… ahora dime – tomo mi rostro obligándome a mirarlo fijo – por qué demonios hacías un video? – en su rostro un gesto pobre de enfado se asomaba ocasionando en mi la risa. Una risa dolorosa, pero una risa al fin – tranquilízate superwoman! – insistió una y otra vez al percatarse que comenzaba a toser. Pero no podía detenerme quería reír, quería hacerlo por ultima vez.

Pronto las lágrimas hacían su aparición inundando no solo mi rostro sino también el de mi amigo. Rápido sentía la humedad en mi prenda pues las gotas recorrían incesantes mi cuello. No podía, o más bien, no quería dejar de reír. Me dolía el abdomen más que nunca. En una posición fetal en la cama abrazándome a mi misma sentía  como la vida se me iba a cada segundo.

·         Es que… es que… es que – y las carcajadas seguían – soy demasiado cobarde para llamarlos – solté incorporándome enfrentándome a sus ojos – y me pareció correcto dejarles un legado… – susurre.

Jorge, indagando, acerco sus manos a mi rostro y me acaricio, consolándome. Tomo la cámara, vio los pocos segundos que había logrado grabar y sonrió ampliamente.

·         Aceptando tus fechorías de niña? – pregunto burlón. Apenas me incorpore.

·         No dijiste eso? Que hiciera eso?

·         Es ese el mensaje que quieres dejarles? Confesar fechorías sin sentido? Donde no digas tus sentimientos?  – pregunto poniéndose frente a mi y colocando la cámara a la altura de su pecho mientras tocaba unos botones. Me fije en la luz y esta estaba verde, así que decidí responderle al creerme a salvo.

·         No, quería – y agache la cabeza al sentir la vergüenza por mi cobardía – quería confesarles lo feliz que soy por haber sido parte de su familia, por lo momentos vividos y por las noches en las que hablábamos hasta el cansancio con mi hermana. Pedir disculpas a mi mama por las veces que intento enseñarme a cocinar y gracias a papa por enseñarme que la vida o mas bien los momentos no solo los podemos guardar en el corazón sino también en una imagen. También contarles, Que sin importar nada de lo que haya pasado sea bueno o malo agradezco el haberlo vivido minuto a minuto, a pesar de que varios me he salteado y no me detuve un segundo en ningún momento… y agradecer una frase de papa que siempre me acompaño: que tu hogar esta en donde tú eres feliz. Y que por esa razón yo tengo dos hogares uno con mi familia y otro a tu lado… – suspire y lo mire fijo, solo para darme cuenta que el maldito rufián que tenia como amigo me había filmado todo el tiempo.

·         Eso si es un buen mensaje… – susurro apagando el aparato – esa frase es la que esta pintada en la sala detrás del sofá no es así? – pregunto intrigado al recordar aquella frase pintada en cursiva en color negro que contrastaba con el tono violeta desvaído del lugar.

Lo había pintado de aquel color porque la luz del atardecer que entraba por uno de los ventanales gigantes le daba cierta calidez al lugar, cierta magia… por esa razón la mayoría de las veces los libros que debía corregir los llevaba a casa. La frase lo había pintado de cara a aquella ventana. Algo estúpido se me había cruzado por la cabeza: cada día cuando los rayos del sol acariciaran aquella frase, seria como mi familia estuviera a mi lado, apoyando mi decisión. Pero la idea y la sensación solo duraba lo que el atardecer, por tanto, siempre me veía a mi misma sentada en el sofá, con las piernas ya sea cruzadas o abrazando una mientras que la otra colgaba, mirando el descenso del rey astro y escuchando aquella frase una y otra vez diciendo que ese era mi hogar…

·         En que piensas?

·         Que? – respondí volviendo a la realidad.

·         Que en que piensas?

·         No lo se, bah! En realidad si lo se… pensaba en mis atardeceres solitarios, escuchando música, leyendo…

·         Te arrepientes de algo?

·         No… eso es lo raro… siento como si

·         No lo digas! – me interrumpió tapando mi boca con sus manos – no te despidas… no puedes saber que ocurrirá luego? – tome su mano y lo aleje de mi rostro posicionándolo en mi mejilla, no sin antes depositar en su beso en la palma de esta.

·         Pero no eras tu quien decía que no debía guardar ni una sola palabra que sintiera?

·         Te dije que no te guardaras sentimientos o que te despidieras – susurro apenas. Mire sus ojos oscuros, estaban tristes.

·         No es mejor decir “te amo” en vida, que “te extraño” después de la muerte? – ante eso las lagrimas no solo salían por mi rostro sino también por el suyo.

Aparto sus manos de mi rostro sin ningún cuidado. Sabiendo que me estaba hiriendo. Deposito un beso en mi frente y desapareció tras la puerta dejándome sola. Me estaba castigando, eso lo sabía. Pero que mas podía hacer?

No quería irme sin despedirme de la única persona, a parte de mis padres, que sabia que yo existía.

Me dedique a mirar el vacío una vez más. Cuando me sentí con fuerzas, me volví hacia el reloj.

·         Otros 16 minutos… maldito reloj! – maldije poniéndome en pie, saliendo de aquella habitación que poco a poco, minuto tras minuto se convertía en mi celda de castigo.

Fijándome en como todo transcurría tras la puerta y nadie se fijaba en mi… con mi suero colgando del bastón y mis pantuflas de oso puestas me dirigí hacia el pabellón amarillo, donde los niños se encontraban en su hora de receso… 

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