Un suspiro y mil disparos | t...

By BeautifulDerangement

55.4K 4.5K 746

Hay miradas que hablan. Y desde el momento en que los ojos de Mickaellie se encontraron con los de Yuu Shiroy... More

Introducción
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17 [POV Aoi]
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30 [POV Aoi]
Epílogo

Capítulo 9

1.9K 149 20
By BeautifulDerangement

¿Hay algo más horrible que la sensación de que algo malo va a pasar si no entro a tiempo?
Me duele el pecho, el aire es escaso y la adrenalina me corre en las venas. ¿Es que acaso Kigari no puede dejar en paz a Yuu? ¿Por qué demonios está tan malditamente obsesionada?

—¿Qué quiere, señorita Kigari?

—¿De verdad quiere saberlo?

Las voces se oyen distantes, pero claras. ¿Qué demonios está pasando ahí dentro? Me desespera tanto saber que no puedo hacer algo para detenerlo... La risa traviesa de la rubia resuena suavemente, pero es como si estuviera en mi cabeza y sonara hasta hacerme sangrar los oídos.
Sé que puedo llamar a alguien y decirle que abra la maldita puerta, pero si lo descubren... ¿Qué tal si alguien lo acusa y su carrera se ve arruinada?
Puedo también golpear la puerta, pero mi cuerpo no reacciona. Estoy atónita, con un nudo en la garganta y a punto de las lágrimas. Lo que sea que esté pasando ahí dentro, me hace sentir engañada. Sé que es un sentimiento que no me pertenece, porque él y yo no somos nada. Absolutamente nada.

Tengo que buscar la manera de entrar en el salón. Irrumpir, tomar mis cosas e irme. Supongo que Yuu es lo suficientemente inteligente como para notar las intenciones de Kigari. No soy quien para cuidarlo de alumnas obsesionadas y malintencionadas, tengo que mentalizarme en ello.

—Kigari, ¿qué cree que está haciendo?

Creo que voy a vomitar. No puedo siquiera imaginar lo que está pasando, ahora debo concentrarme en abrir la puerta. Busco entre mi ropa, y lo único que encuentro es mi teléfono y los auriculares. Lo único que me queda es buscar la solución en internet.
El famoso clip para el cabello aparece, ese del que he oído hablar en todos lados. Llevo varios puestos, porque por la mañana me es imposible controlar el cabello. Me saco uno y lo introduzco en la pequeña cerradura, pero no abre, me pongo más nerviosa y la sangre me hierve.

Cuando menos me lo espero, unos minutos después, la cerradura cede con un casi imperceptible sonido.

Acomodo mi ropa, preparándome para la entrada triunfal. Respiro pausadamente, dejo que toda la furia recorra mi cuerpo de pies a cabeza. Sé que tengo que entrar, tomar mis cosas e irme.

¿Y después?

Después me echaré a llorar, porque he dejado que Kigari ganara. Cuando dijo "ya lo veremos", se refería a esto. Está poniéndome a prueba y espera una reacción de mi parte, pero no se la daré.
Me cuestiono si es buena idea entrar como si nada y pretender que no me importa en absoluto. No sé si lo que voy a ver me dejará fuera de combate. Sólo espero mantenerme fuerte.

Abro la puerta de par en par. Kigari está cerca de Yuu y él le señala algo en una hoja, al parecer estaba explicando algo de la clase, no lo sé realmente. Él levanta la vista al oír mi llegada, entonces ella aprovecha y le planta un beso largo. Siento que me quedo sin aire y odio que él no haga nada para detenerla. Kigari sigue con sus labios moviéndose sobre los del pelinegro.

Yuu se la quita de encima lentamente, pero se ve aturdido.

Intento no expresar nada. Quiero bloquear todas estas emociones que me consumen violentamente, pero me doy cuenta que estoy parada en la puerta mirándolos como la idiota que soy. Cuando reacciono, digo: —Sólo vine por mis cosas.

No me sale la voz aguda. No me sale absolutamente nada, pero siento el huracán alzándose en mi interior, no voy a tardar mucho en desmoronarme.
Voy hacia mi mesa y tomo mi mochila. Siento las manos temblorosas pero no quiero ni verlas. Si me veo temblando voy a llorar, y no quiero armar una escena delante de la estúpida rubia que me mira atentamente esperando a que diga algo.

—Señorita Takarai... Yo... —balbucea Yuu.

—Tsk —la rubia chasquea la lengua, interrumpiendo—. No necesitas darle explicaciones a ella.

Justo cuando todo comienza a darme vueltas, les doy la espalda y camino hacia la puerta. No quiero escuchar nada más, no quiero verlo y mucho menos ver a Kigari. Sé que si levanto la vista esto no va a terminar bien. La oigo saludar con un tono sarcástico que casi me quita la poca paciencia que me queda.

—Hasta luego, Takarai.

—Que te jodan —murmuro muy por lo bajo.

—¿Perdón? No te he oído bien.

—Que te vaya bien, Kigari.

Ella lanza una carcajada que acaba por hacerme estallar en mil pedazos, lucho a capa y espada contra mis lágrimas, no quiero que ella me vea así. No voy a darle el gusto de verme llorar.

Odio que Yuu no reaccione, detesto que no sea capaz de detenerla y mandarla al demonio.

Me dirijo a paso rápido hacia la salida. Reita me espera en la cafetería, pero en el estado que estoy no puedo siquiera comer, ¿y cómo voy a explicarle estas lágrimas? ¿Qué voy a decirle? No puedo lidiar con él, va a machacarme a preguntas hasta saber la verdad. No puedo decirle que... Ella besó a Yuu frente a mis narices. Es obvio lo que pasaría si alguien más se entera.

Y por más que en este momento esté enfadada con Yuu, no puedo arruinarle la carrera.

Paso por las puertas de la entrada y me dirijo a la calle. A lo lejos oigo al pelinegro llamándome. Se me nubla la vista de lágrimas otra vez. Me arden las mejillas y no me importa que la poca gente que hay en la calle me mire raro.
Oigo las pisadas y algo estirándome del brazo. Me zafo del agarre y no me importa quién sea, sólo quiero irme a casa y seguir revolcándome en mi mierda, que es lo único que sé hacer bien.
Vuelven a tomarme del brazo y esta vez me detengo. Lo siento, sé que es él porque todas estas sensaciones sólo las tengo cuando él está cerca. Se para frente a mí y me pone su mejor cara de preocupación. ¿Por qué se esfuerza en parecer que le importo, cuando hace un momento no pudo siquiera reaccionar? Está muy equivocado si cree que haciéndome una de esas caras voy a ceder.

—Tenemos que hablar, no fue lo que parecía.

—Maldita sea, sólo déjame sola —escupo las palabras con rabia—. Ni siquiera tuviste la decencia de quitártela de encima, eres...

—No podemos hablar aquí, vamos a otro lado.

Niego con la cabeza y lo alejo de un tirón. No quiero ni puedo tenerlo cerca. No quiero explicaciones, no necesito nada. Estoy a punto de perder la paciencia.

—Cállate, dije que me dejaras sola.

—¡Ella me ha tomado por sorpresa!

—¡Lo sé, maldición! Esa loca sólo busca que reaccione a sus malditas provocaciones, y no me importa, pero ¿por qué no te has dado cuenta de sus intenciones? —espeto—. ¿Tenías que dejarla que te besara así?

Esto roza la ridiculez, me indigna y me supera. ¿Qué mierda hago en medio de la calle llorando y discutiendo con mi profesor?

—Ya dije que me tomó por sorpresa —repite.

—Eres lo suficientemente inteligente como para poder notar cuando alguien intenta coquetear contigo. No juegues la carta del pobre chico que no lo pudo prever, porque no funcionará —me seco las lágrimas y lo aparto—. No me sigas, dame mi maldito espacio, no te quiero cerca de mí ahora.

Él se hace a un lado y me largo sin mirar atrás. En el camino pienso en alguna excusa para darle a Reita y me pregunto qué voy a hacer ahora. Creo que ya no puedo volver a terapia. ¿Qué demonios voy a decirle a mi madre? Le he prometido que lo intentaría, no quiero volver a decepcionarla.
Camino rápido, enojada y con el llanto un poco más calmado, hasta que choco con alguien. Le pido disculpas y esta persona me toma del brazo con sutileza.

—Eh, lo siento. ¿Mickaellie?

Reconozco la voz. Es el chico del pasillo: Kazuki.
Aparto la mirada bastante avergonzada de que me vea así. Sé que no soy muy agraciada cuando lloro o momentos después.

—¿Qué ha pasado? Estás...

—No tiene importancia —lo corto—. Perdón por golpearte, no te vi.

—Despreocúpate, no pasa nada —responde mientras esperamos para cruzar la calle—. No te preguntaré qué pasó, pero, ¿puedo ayudarte en algo?

—Sí. No —me corrijo al instante—. Bueno, no lo sé. Me siento un poco mal y necesito llegar a casa rápido.

—Estás pálida, ¿has comido algo?

Pensar en comida me da un poco de náuseas. No puedo probar bocado con los nervios que llevo.

—¿Necesitas que te acompañe? Quiero decir, no puedo dejarte así en medio de la calle, me sentiría culpable si te sucediera algo.

—Gracias, pero prefiero ir sola.

Él asiente, mira el semáforo y ambos cruzamos cuando vemos la señal. Siento que todo comienza a dar vueltas, está nuboso, no puedo ver bien. El mundo parece ir en cámara lenta y no puedo coordinar mis movimientos. Siento el impacto. Caigo al suelo. Me siento débil.
El chico a mi lado me levanta y sostiene, creo que hace una seña a los coches y me lleva hacia el otro lado de la calle. ¿He estado alguna vez tan agradecida de tener a alguien a mi lado? Prácticamente me ha salvado la vida.
Él me sienta en el suelo, que para mí sigue moviéndose. Se queda a mi lado hasta asegurarse de que puedo mantenerme en pie.

—¿Te llevo al hospital?

—Estoy bien, gracias.

—Necesitas comer —murmura y frunce el cejo—. ¿Puedo invitarte algo?

—No puedo comer —balbuceo.

Él insiste. Discuto un momento, pero Kazuki comienza a ser un hueso duro de roer, así que acepto y caminamos un momento hasta encontrar algún lugar.
La cafetería en la que entramos es bastante cara y claramente nunca he estado aquí, la verdad es que no entra en mi presupuesto el poder comer o beber algo. La mesa que elegimos está junto a un ventanal decorado con flores. Rosas de todos colores.

Siento que las estoy odiando. Hasta las flores me recuerdan al idiota de Shiroyama.

—¿Te parece bien una tarta de manzanas cubierta de chocolate y un café?

—Sí, gracias —digo con una mueca que apenas llega a sonrisa.

Kazuki pide para los dos y mientras esperamos comienza a preguntarme acerca de mí. Agradezco mucho su intento de distraerme de la causa de mi llanto.

—Qué interesante, no te había visto antes en el instituto.

—¿Vas ahí también?

—No —responde con una sonrisa complaciente—. Trabajo en la biblioteca. Por lo que puedo deducir, recién comienzas, ¿verdad?

—Algo así. Ya es mi ultimo año, de todas formas —respondo imitando su sonrisa.

—He oído que el profesor de literatura se ha ido, ¿Shiroyama es ahora tu profesor?

Incluso oír su nombre comienza a ser insoportable. Repito: ¿No podría haberme gustado el capitán del equipo de básquet, o incluso el bibliotecario que está frente a mí? Probablemente serían mejores opciones que él.

—Sí —respondo de mala gana—. ¿De dónde lo conoces?

—Es un viejo conocido, en la biblioteca te haces cercano a mucha gente, ¿sabes? —se encoge de hombros—. Pero puedo asegurarte que no es un buen tipo. Ten cuidado.

—Lo tendré en cuenta.

Demasiado tarde, Kazuki, ya he caído en la trampa. Si hubieras aparecido antes en mi vida, podría haber detenido todo esto.

Una bonita mesera trae nuestros pedidos, interrumpiendo la conversación. Pruebo la maravillosa tarta y luego el café, mientras tanto Kazuki me cuenta un poco sobre él, y somos interrumpidos por unos gritos del otro lado de la cafetería.

—¡Te pedí café fuerte! ¿No sabes acaso preparar uno?

—Lo siento, señor —se disculpa la mesera—. Está fuerte como lo pidió.

—Pues tómalo tú, no pienso pagar esa mierda.

Me quedo boquiabierta al ver quién ha hecho semejante escándalo. Estoy casi segura que la desgracia me persigue y no va a parar hasta matarme. Por Dios, ¿es que ni siquiera puedo tener un segundo en paz?

Kazuki ríe por lo bajo y chasquea la lengua.

—¿Lo ves? Ni siquiera sabe tratar a una mujer como corresponde.

—¿Podemos irnos ya? —pregunto un poco incómoda—. Me gustaría llegar a casa de una vez y descansar.

—Seguro.

Él deja una buena propina en la mesa y nos vamos hacia la salida. Estoy a punto de echar un berrinche porque la tarta estaba buenísima y me duele tener que dejarla por la mitad.
Para mi poca suerte, pasamos por la mesa de Shiroyama. El pelinegro nos mira impasible cuando Kazuki agita la mano hacia él en plan saludo. El otro recibe el gesto y asiente con la cabeza, creando una tensión en el aire que me incomoda a más no poder.

Arrastro los pies hacia la puerta y salgo seguida de Kazuki, quien no me pregunta nada más. Me acompaña hasta mi casa y me deja en la puerta.

—Gracias por todo.

—No es nada. Gracias a ti por hacerme compañía. Nos vemos.

Lo saludo y entro a casa, subiendo a mi cuarto. Necesitaba tanto llegar, encerrarme... Aquí, todas mis sonrisas falsas se desvanecen y transforman en puras lágrimas. No sé qué estoy haciendo con mi vida.
Entonces me dejo caer en la cama y lloro hasta caer en un profundo sueño.

¿Por qué me siento tan perdida ahora? Deseo despertar y que todo esto haya sido solo una pesadilla.

Continue Reading

You'll Also Like

26K 3K 67
La guerra es un lugar donde todo se pierde dignidad, humanidad, bondad, amor, honor y se gana orgullo, odio, violencia, honor. Kagome tiene que hacer...
664K 97.1K 96
Toda su vida fue visto de menos y tratado mal por las personas que decían ser su familia, estaba cansado de que todas las noches llorara por aunque s...
238K 12.7K 21
Luna Deathson (Hijo de la muerte, traducido el apellido al español), temiendo por la vida de un amigo, se empeña en devolver una nota al bosque de Ma...
220K 15.8K 33
Con la reciente muerte de su padre el duque de Hastings y presentada en su primera temporada social, Annette empieza a acercarse al hermano mayor de...