Leah
Llego al cementerio. ¿Cómo es que llegué aquí? ¿Por qué? Suspiro y me adentro en el tenebroso lugar pidiendole a Dios porque no me salga un asesino o un espirítu. Sí, soy algo paranoíca.
Continúo mi camino por entre las lápidas recordando como fue estar aquí hace unos años. Mi padre cargando el ataúd, mis abuelos abrazandome, los amigos de mi madre aún en shock por su muerte. Fue tan doloroso que me prometí nunca más volver a este lugar, pero parece que no soy buena cumpliendo mis promesas porque me encuentro frente a su lápida.
Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado.
Vera Williams. Madre, esposa y gran amiga.
Leer eso me provocaba dolor. Creo que una de las partes más horribles de la vida es perder a tu madre, sus consejos, sus sonrisas, sus abrazos reconfortantes. A veces como adolescentes nos cansamos de sus gritos, regaños e incluso de discusiones que pueden terminar siendo muy fuertes, pero en definitiva preferiría eso mil veces antes de tener que estar aquí de pie anhelando tener a mi madre de vuelta. Necesito tanto a mamá.
—¿Qué haces aquí? —me sobresalto al escuchar su voz.
Me volteo y ahí está. Con un ramo de rosas rojas y rosadas. Creo que está tan sorprendido de verme como yo lo estoy.
—Creo que es un tanto evidente, señor Harris —limpio mis lágrimas y lo miro a los ojos —. ¿Qué hace usted aquí?
—Vine a dejar esto... —dice apenado.
De pronto, claro como el cristal logro ver el dolor que hay en su mirada...
Él nunca logró superar a mamá.
—Si tan solo yo no hubiera sido tan cobarde —comienza a hablar con la rabia y el dolor tiñendo su voz —. Si la hubiera defendido de mi madre, quizá tú serías mi hija —sus palabras me toman con tanta sorpresa que suelto un jadeo.
—Señor Harris...
—Ella confió en mí, Leah y yo le fallé totalmente. Fui tan jodidamente estúpido que no vi que por mi cobardía y egoísmo la había perdido. Y pude recuperarla, —suspira —pude recuperarla, pero no lo hice. Me quedé en silencio.
—¿Por qué no peleó por ella? —susurro. Sabía que recordarle el pasado estaba mal, pero también estaba mal el dolor que él sentía.
—Tenía miedo, Leah. Cuando tus padres son unas personas malas y poderosas, ellos llegan a manipularte a tal punto que no llegas a creer en ti mismo. Además, una parte de mí estaba furiosa con Vera.
—¿Por qué? —mi corazón se encoge. Ella es quien debería estar aquí, ahora, enojada con él.
—Porque no la reconocía. Estaba tan consumida en la venganza y el odio al principio. Creía que lo mejor era dejarla, pero a la vez no me aparté. Nuestro amor fue algo muy enfermo, Leah. Tanto que ahora yo sigo aquí, dejandole flores a una lápida.
—¿Es usted quien viene a dejarle flores siempre?
—Sí —murmura. Miro la lápida de mamá. Al parecer no ha sido mi padre quien se ha ocupado de ella durante estos años.
—Gracias —susurro.
—¿Por qué? —sus ojos se clavan en mí y sonrío internamente. Mamá amaba el color de sus ojos.
—Por cuidar de la lápida —me encojo de hombros —. Por ser el primer amor de mi madre y enseñarle muchas cosas que ella me enseñó a mí.
Dicho eso, me abrazo a mí misma y camino en dirección a la salida.
—Leah —la voz de Christian me hace voltear.
—¿Sí?
—Mantente alejada de Derek —sus palabras hacen que mi corazón se detenga —. No querrás arrastrar con lo mismo. No somos una familia que traiga suerte.
Llego a mi casa luego de una gran caminata sospesando las palabras de Christian. ¿Lo mejor será alejarme de Derek? ¿debería pelear por él? Realmente todo era tan confuso para mí, lo único que sabía era que extrañaba a mi madre, a parte de eso...
Estaba completamente perdida.
Estoy por quedarme dormida cuando mi celular suena en mi mesita de noche. Lo tomo y veo el nombre de Theo en la pantalla. ¿De verdad se atreve a llamar?
—¿Qué quieres? —contesto tajante. Recuerdos de la chica en su apartamento vienen a mi mente. Me siento engañada.
—Una explicación de por qué carajo te fuiste así.
¿Era en serio? —. ¿Estás jugando no?
—¿Debería?
Me levanto de golpe. —¡Tenías a una zorra en tu casa! ¿Acaso querías que aplaudiera ese acto tan asqueroso?
—La eché una vez que te fuiste.
—¡No es excusa para tus actos, Theo! —me siento sucia —. ¡Las mujeres no somos ningún objeto!
—Leah...
Antes de que pueda decir algo más, cuelgo. Theo era un gran imbecil.
Despierto por el sonido de mi alarma. Hoy era lunes, y tenía que ir a trabajar, aunque en estos momentos odiaba a muerte mi empleo. Solo a mí se me ocurre trabajar para Christian Harris.
Llego a la empresa luego de pasar comprando mi desayuno en una cafetería. Hubiese desayunado en mi casa de no ser porque encontré a mi padre desayunando con Monica. Aún no concibo el que ellos tengan algo, y creo que nunca lo haré.
—Leah —subo la mirada al ver a Christian abordar el ascensor—. ¿Qué haces aquí?
—Vine a presentarme al trabajo —le doy una media sonrisa—. En realidad debería estar despedida por ausentarme tanto.
Christian ríe y niega con la cabeza —. No. Sabía que estabas pasando por un mal momento, era comprensible.
—De verdad gracias por esta oportunidad Christian. Prometo dar lo mejor de mí en este empleo.
—Sé que lo harás. Eres una Williams después de todo —me guiña un ojo y sale del ascensor —. Nos vemos luego Leah.
Espero un minuto más antes de llegar a mi piso. Una vez ahí me dirijo a la oficina que me habían asignado. Durante las primeras horas hago todo el trabajo acumulado que dejé durante estos días. Termino por hacerlo y veo la hora, finalmente puedo ir a almorzar.
Salgo de mi pequeño despacho en dirección al ascensor cuando lo veo hablando con una de las chicas de finanzas. Mi corazón se encoge al verlo tan sonriente y no puedo evitar el sentir celos. Sacudo mi cabeza ante el estúpido pensamiento y les paso de largo.
Debo alejarme de Derek Harris.
Estoy por llegar a mi destino cuando un brazo me jala.
—Leah —Derek me sonríe amablemente y yo deseo poner mis ojos en blanco.
—Derek —digo lo más cortante que puedo.
—¿Todo bien? ¿Ibas a almorzar? —señala el ascensor.
—Sí, así que si no te importa... —estoy por darme la vuelta pero me detiene.
—¿Quieres que te acompañe? Yo pago.
—Derek no es necesario... —me calla poniendo su índice sobre mis labios.
—Vamos.
Resignada a su insistencia, asiento y caminamos al ascensor.
Me encuentro en un restaurant cerca de la empresa junto a Derek. A pesar de que mi plan es alejarme de él, algo dentro de mí lo impide totalmente. He caído en el encanto de los Harris así como mi madre lo hizo.
—No te veo desde que te fuiste con Theo. ¿Estás bien?
—Eso fue ayer —digo enarcando una ceja —. Y sí, estoy bien, gracias por preguntar.
Veo a unas chicas del edificio pasar cerca de nosotros murmurando cosas. ¿No tienen nada mejor que hacer? Derek voltea en dirección a ellas y frunce el ceño.
—Me parece que les llamas la atención.
—¿Tal vez por ser el hijo del jefe? —ríe divertido.
—Tal vez. Además de la belleza que posees.
—¿Soy guapo para ti? —sonríe seductoramente.
—¡Oh por favor! —río y le tiro una servilleta en forma de bolita.
Comenzamos una guerra de servilletas cuando una dulce voz nos interrumpe.
—¿Derek?
Ambos levantamos la mirada y mi respiración parece detenerse al igual que la de Derek.
—¿Mamá?
_____________________________________
Oh oh.
Problemas en el paraíso.
¿Qué hace Mila Rogers fuera de prisión?
¡Espero les haya gustado el capítulo!