Cuentos Terroríficos

De MOONY04

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Qué haríais si alguien o algo entrase en vuestra casa, pero no pudierais huir? Qué pasaría, si quisieran quit... Mai multe

Huésped
MI AMIGO

Entre reflejos

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De MOONY04

La vida se ve de una forma muy diferente, después de sufrir un capítulo traumático. Por una parte se comienzan a apreciar las pequeñas cosas que suceden al existir: ver la luz del sol, la gratificante sensación de quitarte los zapatos al llegar a casa tras un largo día, e incluso el cosquilleo del agua cuando cae sobre ti al darte una ducha. Empiezas a dar las gracias a todos tus conocidos, e incluso a las personas que no has visto nunca, pero te dedican un gesto bonito, un saludo, una sonrisa.

Sin embargo, haber pasado una situación como la mía también te provoca mucho terror. Desde entonces detesto quedarme sola en casa, e intento estar en la calle el máximo tiempo posible. También me es muy difícil conciliar el sueño, y cualquier pequeño ruido, aunque sea provocado por mí misma, por exemplo, al depositar las llaves sobre la mesita en cuanto llego a casa, me provoca un estremecimiento, que me recorre de pies a cabeza. Hay días en los que me siento viva, y doy las gracias por no perecer cuando podría haberlo hecho, pero hay otros en los que me siento como si realmente hubiese tenido ese destino. Esos días me dan ataques de histeria, e incluso me puedo pasar horas llorando, sin nada ni nadie que logre consolarme.
Quizás podéis pensar que mi nerviosismo es algo exagerado, pero os aseguro que lo estoy llevando más bien de lo que me esperaba, y es que lo que me sucedió no fue nada normal. No me secuestraron, no me atracaron ni me torturaron, y es que nada de lo que pasó fue provocado por ninguna persona, sino por un ser o un ente algo menos...común. Fue algo paranormal. Es posible que, en cuanto leáis los hechos que voy a narrar a continuación, penséis que estoy loca, y no os juzgo, porque la gente a la que ya lo he contado, amigos, família, incluso la policía, piensan lo mismo.

Todo comenzó una noche de invierno, hace aproximadamente unos dos años. Estaba en mi pequeña casa, en las afueras de Sentinal, la ciudad en la que he vivido desde que era una niña. No compartía la casa con nadie, me encantaba la tranquilidad del silencio. Ese día estaba nevando, y todas las carreteras estaban incomunicadas, así que me había pasado toda la tarde practicando piano. Había tocado más de ochenta veces la misma melodía de Mozart. Tenía una actuación al cabo de una semana, y llevaba muy atrasado el ensayo. Era de noche, y me había preparado una sopa y un poco de ensalada para cenar. Me gusta ducharme antes de sentarme en la mesa frente a mi plato, así que, como de costumbre, me dirigí al baño. Allí cogí mi toalla y la dejé sobre la tapa del váter, mientras me quitaba la ropa. Me metí en el estrecho plato de ducha, y empecé a enjabonarme. De golpe oí un ruido, y abrí la cortinilla de la ducha. No era nada, simplemente la toalla había caído, o eso creía. No le di mucha importancia, así que volví a cerrar la cortina y continué aseándome.

Cuando acabé, me sequé y me puse el pijama. Mis tripas empezaron a sonar. Tenía mucha hambre, así que salí lo más rápido que pude del baño para dirigirme al comedor. Pero al cerrar la puerta, me quedé de piedra. Me había parecido ver una figura reflejada en el espejo, como una persona. Puse mi oído en la puerta, esperando alguna evidencia de que allí hubiese alguien, pero no se oía nada. Esperé unos minutos, y finalmente la abrí y, con vacilación, miré en el interior. No había nada.

Di media vuelta, y me surgió una risa nerviosa. «Cómo has podido ser tan tonta?»-pensé.-«hace un tiempo horrible, nadie puede circular por las carreteras. ¿quién va a aparecer aquí, en las afueras?». Cuando llegué al comedor, la sopa ya estaba templada, y cené tranquila, aunque seguía un poco tocada por aquella "mala jugada" que había producido mi mente.

Acabé de cenar sobre las diez y media, y me tumbé en el sofá, para ver un rato la televisión. Hice zapping por todos los canales, hasta que encontré Antena 3, donde una mujer muy elegante explicaba las notícias. Carreteras cerradas, coches atrapados bajo la tormenta helada... Nada que no supiera ya.

De golpe, la imagen de la televisión se esfumó, y la pantalla se llenó de rayas grises, blancas y negras, que se movían. Se emitía un sonido muy estridente. Me levanté y empecé a dar golpes a la televisión, intentando que volviese a funcionar correctamente, pero en lugar de eso, todas las luces de la casa se apagaron. Toda mi casa estaba sumida en la oscuridad. Lo único que me permitió no chocarme con nada cuando me levanté y caminé hacia el cuadro de luces, fue el tenue brillo proveniente de los rayos que caían en el exterior.

El cuadro de luces estaba al fondo del pasillo, al lado de la puerta de mi habitación. Allí no se veía nada, porque no había ninguna ventana, así que entré en el cuarto en el que guardaba todos los utensilios de la limpieza y los objetos que ya no utilizaba, que estaba cerca, y removí el contenido de todas las cajas que habían. Finalmente encontré una linterna.

Volví hacia el pasillo, y apunté a los botones e interruptores que había tras una placa de plástico en la pared, con la intensa luz que aportaba la linterna.

Piqué en un par de botones, y toquetee algunas palancas, pero las luces seguían sin encenderse, cuando de golpe sentí una presión sobre mi hombro, como si alguien pusiera su mano. Me asusté, y di un bote. Por un momento, la presión desapareció, pero al cabo de unos segundos, volví a sentirla. Giré lentamente la cabeza, temblando, hacia el espejo, y un sentimiento de terror me ahogó, impidiéndome respirar. Detrás mío había una silueta, la misma que había visto en el baño. Parecía una mujer, pero sus ojos eran completamente blancos, y su pelo, despeinado, le cubría parcialmente el rostro, en el que se reflejaba una sonrisa burlona. Llevó su mano hacia mi cuello, y sentí la presión en este. Me giré, prácticamente llorando, hacia donde se suponía que debía estar ese ser, parecido a una mujer, apuntando con mi linterna, pero no había nadie allí. Aun así, yo seguía sintiendo el frío contacto de su mano contra mi piel, y cada vez, éste era más y más fuerte. Volví a mirar al espejo, y allí, la mujer empezó a reír, mientras levantaba su otra mano y la ponía sobre mi cuello, junto a la otra, y apretaba. Se me cortó el aire. Abrí la boca, intentando inhalar algo, sin resultados. Di una patada detrás mío, pero no toqué nada. Mi cabeza estaba a punto de estallar de dolor, y sentía que no saldría de allí, cuando instintivamente, en un último intento de librarme de aquello, me tiré al suelo, en dirección a la habitación de los trastos, que aún seguía abierta.

En el momento en el que lo hice, dejé de sentir la presión, y inhalé lo más fuerte que pude. Me dolía el cuello, y me sentía muy cansada. Me estiré allí, en el suelo, recuperando las fuerzas. Seguía viendo a ese ser, cuando asomaba la cabeza por la puerta, que me devolvía miradas siniestras a través del espejo, pero sentía que allí estaba fuera de su alcance. ¿Cómo lo había conseguido? Pensé. «Sólo la veo en el espejo, y ahora que yo no estoy reflejada no me ataca.». De golpe lo supe, el ser tan sólo podía tocarme cuando yo aparecía en el espejo. Pero todo el pasillo se veía reflejado en este, y no podía volver al comedor, donde se encontraba la puerta de salida. A demás, el ser parecía estar esperándome. No había salida. Si no moría asesinada por la mujer, lo haría de hambre. Por el momento decidí que necesitaba descansar, y me quedé un tiempo allí, sin moverme, fuera de peligro.

Aún no logro entender cómo pude dormirme en esas circunstancias, pero desperté al día siguiente. Lo supe por la luz que entraba por la puerta entreabierta. Aún se oía la tormenta fuera. Por un momento deseé que todo lo sucedido fuese una pesadilla, pero entonces, al asomar la cabeza, la vi. No era ningún sueño.

Tenía mucha hambre, pero temía salir, y me quedé allí durante un tiempo. No tenía nada que pudiera indicarme el paso del tiempo, así que no sé si estuve minutos u horas. Tan sólo sabía que el hambre aumentaba, y las tripas me empezaban a sonar con tanta fiereza que parecía tener una manada de osos en mi interior. No podía más.

Un sentimiento de valentía surgió en mi interior. No podía rendirme a la primera, como mínimo debía intentar sobrevivir, y no quedarme allí, esperando la cercana muerte. Pero necesitaba un plan. Tampoco quería lanzarme en una misión suicida, así que pensé. No podía atacar a la mujer, porque, como terriblemente había experimentado, en realidad, ésta sólo se encontraba en el reflejo. Tampoco sabía lo que era, por lo tanto, no conocía su punto débil. Lo único que sabía era que no podía salir fuera de los espejos. Pero, ¿y si los destruía? ¿Y si los hacía pedazos? No podría estar allí.

Decidí tomar la iniciativa, y cogí un martillo. Salí por la puerta. Me sorprendí al no verla allí, esperándome, y vacilé, un poco desconcertada. Gran error. Ella estaba detrás mío, y me cogió de la muñeca, haciendo que el martillo cayera. Me tiró al suelo, y volví a sentir la presión en el cuello. Ahora sí que estaba perdida. Notaba cómo mis fuerzas se iban. Cuando ya lo daba todo por acabado, vi el martillo, a mi lado. Lo volví a coger y lo tiré con todas mis fuerzas hacia el espejo. No le di, pero el ruido desconcertó al monstruo, y yo aproveché para levantarme. Cuando este se dio cuenta, yo ya había empezado a correr, y antes de que se pudiera tirar a mi de nuevo, salté, gritando, y me tiré contra el espejo, que se rompió en mil pedazos. Las luces de la casa volvieron al instante, y yo no me paré a ver si mi hazaña había conseguido los resultados esperados, sino que salí por la puerta de mi casa lo más rápido que pude.

Vagué durante horas por las carreteras, muerta de frío y bajo la tormenta. No quería volver a mi casa. Al fin, una mujer me encontró, y llamó a la policía. Ya supondréis lo que pensaron de mi historia, así que lo único que hicieron fue llevarme a casa de mis padres, a la dirección que yo les había indicado. Al día siguiente, ellos me acompañaron a mi casa, y aunque no me creyeron, me ayudaron a romper todos los espejos que quedaban allí. Desde entonces no puedo estar tranquila con uno cerca.

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