1990.

By nicollase

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En 1990 todo venía de sorpresa. Las calificaciones, el clima y hasta la moda. Para la clase de los noventa n... More

C está aquí.
La fiesta de Otto.
Rumores.
El rincón de los ochenta.
Rey de la selva.

Aretes de sol.

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By nicollase



|bruna en galería|







Realmente aquella idea había llegado más lejos de lo esperado. Eso era algo totalmente extraño. Alma tenía muchas ideas y pocas de ellas eran cumplidas. Como esa vez que en el campamento de la escuela quiso dormir sobre un árbol. Al día siguiente tuvo montón de picaduras y picazón por donde nunca pensó.


Alma era espontánea. O al menos intentaba serlo.


El primer recreo duraba sólo veinte minutos. Ella se encontraba en el patio de la escuela, al aire libre. Ahí fue donde dejó caer la tela color damasco con diferentes tipos de joyería. Muchas echas a mano o sacadas del baúl de su madre. Collares, pulseras, aretes y hasta calcomanías de las bandas del momento. Tal como lo había planeado, Alma había abierto su propio negocio. Le asustaba y también le gustaba.




—Quiero esos aretes.


—Dame dos calcomanías.


—¿Me das un juego completo?





Jamás lo imaginó. Sus joyerías eran bastante usados al parecer, y eso se hacía notar en las cinco ventas que tuvo en sólo diez minutos. Alma tenía una sonrisa tan grande que no cabía en su rostro. ¿Eso lo podía hacer Otto? Lo más probable es que sí, pero ella quería pensar que no.


Así mismo, fue este quien salió de la puerta trasera. Cuando vio a su hermana ahí, sentada como si nada y rodeada de gente que quería sus productos, realmente se sorprendió.


Alma seguía sorprendiéndolo.


Se acercó, ensuciando sus bototos. Y al tenerla en frente realmente no sabía que decir. Se dignó a tomar un par de aretes, en forma de sol.




—Los quiero —al decir eso, Alma lo miró confundido —Y espero que por ser tu hermano reciba un descuento.


—Primero, no. No hay descuentos —se levantó y se puso en frente de él. Era tan alto. Al menos tres cabezas más que ella. Otro punto más a su favor para que él se sintiera superior —Segundo. ¿En serio vas a comprarme aretes? ¿Qué moda sigues ahora?


—No te interesa. Y no son para mí —sacó de su bolsillo un billete y unas cuantas monedas. Dándoselas a su hermana le sonrió irónicamente —No creas que no me di cuenta de la joyería de mamá.


Alma frunció el ceño y le devolvió el dinero —Vale, es gratis. Ahora fuera de aquí, tengo clientes.


—No los suficientes.


—¿Me estás desafiando?


—Probablemente, sí.



La menor se cruzó de brazos, alzó su mandíbula y levantó su ceja izquierda. Posición de combate.



—Que el mejor Evanstone gane.




*




Moviéndose como un triunfador, Cody lanzó la carta ganadora en la mesa de madera. Ya era la cuarta ronda y sólo había ganado la última. Pero eso no detenía a Cody. Él sonreía, de vez en cuando hacía un gesto coqueto y hasta sacudía su cabello. Para él, esa mesa en los costados del patio eran su escenario.


Apoyó ambos codos sobre la mesa y dejó caer su rostro en ambas manos.



—Me deben el almuerzo —dijo sin más, esperando razonadamente aquellas expresiones de disgusto.


—¿Una de cuatro? Yo tuve dos — uno de los chicos estiró su mano, a palma abierta —Mis apuntes.


—No, no. Nos estamos confundiendo —Cody era, en sí, un gozador. De alguna manera con sus palabras convencía al resto, pero llegaba a dar miedo —El último siempre gana. Lo dice el reglamento —no lo decía.



Mientras los tres chicos restantes en la mesa empezaban a dialogar sobre aquello, Cody desvió su mirada ante la presencia de la rubia. Bruna había salido al patio. Para él, aquel día lucía más bonita por lo desarreglada que estaba. Una coleta desordenada, pantalones sueltos y una blusa púrpura.


Cody, luego de mirarla un largo rato, volvió a los chicos.



—¿Saben? Sé que deben estar tristes, pero les doy el pase libre —cada uno de ellos frunció el ceño —No jugaré más y me retiraré. Fue un placer hacer negocios y hasta luego.



Prácticamente escapó. Eran chicos de primero, fáciles de manipular o al menos eso creía. Guardó sus manos en los bolsillos y emprendió el camino a la damisela en apuros sentada en la banca.


No sabía que decir. Ni que hacer. Nada.


No sabía nada. Lo único que sí, era la mirada de confusión que Bruna tenía sobre él.




—Si Marlon te mandó, dile que no estoy interesada —exclamó, mordiendo su labio inferior.


—No vengo por él —le dijo. Así era y no sabía como sentirse ante el pensamiento de ella. Con Marlon eran mejores amigos, pero sobre las chicas no se involucraban.


—Ah.



Hubieron unos minutos de silencio. Largos para él, cortos para ella.



—¿Te has dado cuenta lo ridícula que se ve la escuela desde aquí?


Bruna frunció el ceño y lo miró, aunque él estuviera pegado en el resto —¿Qué?


—Por allá están esos chicos extraños que sólo hablan de historietas —apuntó al pequeño grupo en un sector —Por allá los que han repetido, y los que aún piensan que tienen suerte con las de primero. Sin ofender —Bruna se rió, Cody la siguió —También los consentidos de la cocinera. Las atractivas o atractivos. Los del montón y ahí está Otto.



La chica siempre había escuchado lo mismo, que Cody no dejaba de hablar cosas sin coherencia. Pero la verdad es que no lo veía así con lo recién dicho. Hasta risa le dio.



—¿Y qué la hace ridícula?
Preguntó ella, realmente ilusionada por lo que él iba a decir.


—Que no se mezclan. Que al parecer prefieren quedarse en pequeños grupos a salir para unirse a otros. No está mal, pero sería divertido ver a un amante de las historietas con una de las atractivas. O los del montón con los que han repetido —la observó y le sonrió —¿Lo ves así como yo?


—Totalmente. Pero... ¿En qué grupo estoy yo?

Cody tragó fuertemente y no la dejó de mirar.
—Diría las atractivas. Pero no con su personalidad, ellas me dan miedo. También te uniría en el montón, porque mucha veces no necesitas llamar la atención. Pero creo que estrías en el mismo grupo que yo.



Bruna no podía dejar de preguntar. Lo que podía confirmar, era que había recibido muy lindas palabras de quien menos esperaba. Cody alegró su recreo.



—¿Cuál es ese?


—Pronto lo sabrás.




*







—¿De nuevo? No, Marlon. Tú tiempo ya se excedió.


Gloria tenía una voz tan cálida, cabello rojizo y unos labios púrpura. Era dulce, la mayoría de las veces. Pero cuando se trataba de las excusas baratas no las soportaba.


—Gloria, entiéndeme. Tengo un yeso, hormonas y un montón de problemas.


Ella rió, apoyándose en su pie izquierdo —Soy tu orientadora, no tu amiga —recalcó. Marlon rodó los ojos; la veía casi siempre en su casa, no la consideraba una profesora —Y tus problemas son tuyos, no míos.



A pesar de que Marlon no mentía sobre todo lo que cargaba, ella no quería caer en lo mismo. Ya tenía treinta. Sabía lidiar con adolescentes caprichosos como el pequeño Marlon. Más si se trataba del hijo de su mejor amiga. Ex estudiante de la escuela.




—Está bien, Gloria. Ya verás tú quien te ayuda después con tu animal.



Kika, el pequeño Chihuahua. En noches de salidas, de charlas largas y de cosas innecesarias, Marlon cuidaba al animal. Diciendo eso, volteó e hizo que no escuchaba los pequeños retos que Gloria le lanzaba a voz alta.


El día había empezado tan bien, que era casi un milagro que terminara igual. Estaba enojado. Otro suspendido para la escuela, no sabía donde estaba Cody y muchas cosas pasaban por su cabeza. Esta vez no era una mentira. 


Marlon no ponía los pies en la tierra.



Cojeando se dirigió al centro de la escuela. A paso lento y con su mirada perdida. Con su chaqueta mal puesto y con su peinado corrido. Algo llamó su atención a lo lejos. ¿Alma junto a un montón de joyas? Por seguro no eran para ocuparlas. Sería casi terrorífico verla llena de tantas cosas. Era como una muñeca de porcelana. No necesitaba más adornos.


Le sonrió cuando la tuvo en frente. Ella hizo lo mismo. Se notaba que quedaban pocas joyas, habían muchos espacios libres.



—¿Qué es esto? —preguntó. Sabía que era pero no sabía el propósito.


—Mi nuevo negocio —se levantó y se puso al lado de Marlon —Un negocio limpio, legal y totalmente sano para la salud humana. ¿Impresionante, no?



Marlon captó todo. Los hermanos Evanstone eran bastante competitivos y ahí lo confirmaba. Él sólo asintió irónicamente y vio con detalle cada arete. Bastante ochenteros, otros bastante futuristas.


—Estoy un poco dividido —tomó una tobillera bastante llamativa —El negocio de Otto es bastante, bastante tentador —Alma rodeó sus ojos. Lo típico —Pero el tuyo es bastante práctico. Ya se a donde venir si es que no se que darle a mi madre en su cumpleaños.


Alma soltó una risa.
—Y son originales. Dudo que los deje tirados.



Mientras charlaban, una cabellera oscura se asomó frente a ellos. Cleo estaba embobada con tanta joyería. No ocupaba mucha, pero siempre pensó que te daban un toque único. Aquel día traía los labios rosados. Eso a Marlon le cayó como un golpe bajo.


¿Cómo podía ser tan bonita? ¿Cómo podía ocasionar aquello en él?


Marlon tragó fuertemente al verla. Alma sonrió. Otro cliente.



—¿Te llamó la atención algo?


La oji-azul levantó su mirada y ahí fue donde notó la presencia del chico. Lo ignoró y volvió a ella —La verdad es que sí. Es todo muy lindo. ¿Lo hiciste tú?


—La mayoría. Algunos cosas fueron donadas —robadas de su madre era la palabra ideal —Llévate lo que quieras. Todo es único.



Cleo se enderezó y tomó un collar turquesa. Era muy lindo, combinaba con sus ojos según el punto de vista de Marlon. Alma al ver lo que quería, se fijó en algo peor. Sus ojos se abrieron con sorpresa y su mano se dirigió a la oreja de la más alta.



—Los aretes de sol.
Dijo, aún buscando conclusiones.



Cleo tocó estos como si nada. Ya que ellos no tenían nada de malo, la verdad. Era otra cosa que incomodaba a la de rulos.



—¿Qué tienen de malo?

—En la fiesta. Tú te besuqueaste con mi hermano.




Y en segundos, los tres chicos optaron una mirada insegura. Por un lado, Cleo no lo podía creer. Alma lo sabía y eso era bastante malo. Por el lado de Alma, estaba sorprendida. Debió saber desde un principio el porque su hermano buscaba tanto a Cleo en la fiesta.



Y Marlon sólo se quedó callado. Desde ahí supo, que lo de Cleo y él jamás florecerá como fue hace dos meses.

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