RETROSPIRAL © (Terminada) ( #...

By rosalinagmoya

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*Ganadora de los Wattys 2018 en la categoría "Los Héroes"* Por accidente, Zaid descubre una espiral que lo tr... More

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Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20 | Cristal
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42 (borrador)
Epílogo
¡Aviso!
Agradecimientos
¡Wattys 2018!
¡Wattys 2018! [-Parte 2-]
¡Premios PGP2021!

Capítulo 9

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By rosalinagmoya

    

Fecha: Desconocida.

     El pelirrojo le hizo una seña a Zaid para que pasara y éste se descubrió dando gracias al cielo de que su último guía al fin desapareciera.

      Dentro de la habitación, había dos chicas. La que estaba más cercana a la puerta, se inclinó ante Zaid. Tenía un vestido sencillo, con una especie de delantal largo encima. Ella miraba hacia el suelo y, al pasar a su lado, debido a su estatura, él sólo pudo verle el gorro blanco que llevaba sobre la cabeza.

      Era una rústica sala de estar. Al frente había una ventana de unos dos metros de altura y en lo alto una lámpara de hierro forjado en forma de círculo. Unas cadenas hacían que colgara del techo; notó que en lugar de bombillas, tenía velas y una alfombra de color rojo desgastado reposaba al centro de la habitación.

     Una figura femenina se levantó de uno de los sofás al ver a Zaid e hizo una reverencia. El chico inclinó la cabeza, lo creyó conveniente, luego de ver que el pelirrojo lo había hecho también antes de dejarlo a solas con las dos chicas. Era una mujer joven, de alrededor de dieciocho años, usaba el cabello oscuro recogido y en la cabeza llevaba una especie de diadema que le cubría las orejas. Traía un vestido amplio y largo de color azul oscuro que a Zaid le recordó a las princesas de los cuentos. No llevaba maquillaje pero a él le pareció hermosa. Diferente.

     —He sido informada de que habláis castellano —dijo ella con serenidad.

     Zaid quedó impactado en cuanto la escuchó hablar. Tenía un marcado acento español y su voz era muy femenina, pero a la vez tenía un registro ligeramente grave, lo que la hacía sonar autoritaria y respetable.

     —¡Dios! ¡Qué bueno! —exclamó aliviado—. A los otros chavos no les entendí nada.

     Ella lo miró con un ceño ligeramente fruncido. Él entonces captó que su forma de hablar fue muy coloquial y, si su presentimiento resultaba cierto, debía hablar con más propiedad.

     —Perdón —se disculpó apenado—. Me llamo Zaid.

     Sin saber bien qué hacer luego de presentarse a sí mismo, extendió una mano hacia la chica y ella de nuevo se le quedó mirando extrañada. Al ver que ella no le respondió el saludo, bajó la mano avergonzado y la metió a su bolsillo.

     —Mi nombre es Gracia, encantada de conoceros —dijo ajena a la vergüenza del desconocido y le señaló una silla para que tomara asiento, él aceptó la invitación de inmediato. Ella volvió a sentarse en el mismo sofá de antes, frente a él—. Por lo que veo, sois extranjero en estas tierras —continuó.

     La luz del sol que entraba por el ventanal se estampó sobre la silueta de Gracia, haciendo que su cabello brillara en un tono ligeramente rojizo. Zaid estaba un poco hipnotizado, pero sorprendentemente, había prestado atención a cada una de las palabras de esa chica.

     —¡Sí! Eso creo —agradeció que ella tomara ese rumbo en la conversación—. ¿Cómo se llama este lugar?

     Ella entrecerró los ojos y tardó en responder.

     —Estamos en Longford —mencionó, como si fuera algo demasiado obvio.

     —¿C...Cómo? —Zaid parpadeó. ¿Qué nombre había dicho ella?

     Ella sonrió a medias; la desconfianza iba creciendo en sus ojos.

     —Longford —repitió.

     —Y... ¿en qué país?

     Ella alzó la barbilla.

     —Os ruego que no me hagáis perder mi tiempo, señor. ¿A qué habéis venido a Longford? ¿Tenéis asuntos por tratar con Sir Payne?

     Zaid negó con la cabeza, cada vez entendía menos y se estaba empezando a desesperar, aunque se recordó a sí mismo que la muchacha no tenía nada que ver con su estrés, así que evitó hablar rudo.

     —Mira... no sé quién es Sir Payne. No sé dónde estoy, no sé que día es hoy, no sé qué hago aquí ni por qué llegué aquí, ¿me entiendes?

     Ella sacudió la cabeza con el ceño fruncido, apretó los labios e hizo una pequeña pausa.

     —¿Seríais tan amable de hablar con la verdad? ¿Cuál es vuestro verdadero propósito al venir aquí?

     Zaid suspiró. ¿Cómo le iba a creer ella algo como lo que le había pasado? Él mismo no lo acababa de entender.

     —El problema es que no recuerdo nada —justificó su conducta—. Sólo sé que desperté allá en el bosque y, al verme en un lugar extraño, caminé hacia aquí para pedir ayuda.

     La mirada de la muchacha fue bastante seria.

      —¿De qué tierras procedéis? —Le preguntó ella.

     —Vengo de México —dijo la verdad.

     Los ojos de Gracia se abrieron como platos. Zaid notó que eran azules.

     —¡¿Méjico?! —La jota en su acento español sonó casi exagerada.

      El muchacho se sintió terriblemente inseguro. Por primera vez en su vida se sentía de esa forma frente a una mujer, la cual, aparentemente era unos años más chica que él y aún así poseía todo ese porte y esa grandeza que Zaid no había visto nunca en ninguna mujer antes. Frente a esa chica, él se sentía cohibido pues, aunque no lo supiera conscientemente, no quería arruinar la percepción que ella tuviera sobre él.

     —S-sí, de México —no supo qué más decir.

     —¿Y decís que no sabéis cómo habéis llegado aquí?

     —Así es.

     —¿Cuándo habéis estado en vuestras tierras por última vez? —Indagó ella.

     —Anoche, si no me equivoco —dijo la verdad de nuevo.

     Gracia volvió a entrecerrar los ojos. A él le dio miedo su reacción. ¿Había dicho algo mal?

     —Señor, ¡Méjico está muy lejos de aquí! Haced el favor de no mentirme.

     —¡Le digo la verdad, señorita! No sé cómo llegué aquí —Zaid comenzó a hablarle de usted y ni siquiera se dio cuenta—. Hágame el favor de decirme en dónde estoy y qué día es hoy.

     —Hoy es 12 de febrero —le informó, levantando la barbilla.

     —¿De qué año?—inquirió.

     Zaid ya sospechaba lo que ocurría; no, de hecho, en su fuero interno ya estaba seguro, pero no quería decirlo en voz alta por miedo a que sus sospechas se vieran confirmadas. Para empezar, la última vez que Francisco y él se vieron, en la casa abandonada, era 14 de Mayo y Gracia le estaba diciendo que estaban a Febrero, eso, sin contar que todos ahí vestían esas ropas extrañas, que se transportaban en caballos y que en lugar de lámparas, había velas. Por supuesto que Zaid ya había atado los cabos en su cabeza como para saber que estaba en el pasado, pero si lo escuchaba de alguien más, sería algo tangente. Por ello había tenido que preguntar.

     —Corre el año de 1614.

     Zaid se estremeció visiblemente y dejó caer la mandíbula por la sorpresa. ¡Eso era demasiado! ¡Retrocedió en el tiempo más de cuatrocientos años! Se llevó ambas manos al nacimiento del cabello y fueron hasta la nuca, donde las dejó descansando. Francisco y él tenían esa costumbre cuando estaban preocupados, y, aunque ninguno se había dado cuenta de eso, los de la banda ya lo habían notado. Estaban tanto tiempo juntos, que decían las mismas frases y tenían los mismos gestos inconscientes... como los hermanos.

     —¿Qué sucede? —preguntó la muchacha, quien había estudiado cuidadosamente la reacción de Zaid.

     —¿Podría decirme en qué lugar nos encontramos? Ya sé que en Lon...

     —Longford—corrigió ella.

     —Eso... Longford. ¿Pero en qué lugar del mundo estamos?

     Una vez más, Gracia alzó la barbilla. Él percibió que ella se estaba impacientando y no la culpaba. ¿Qué clase de preguntas tontas eran las que él estaba haciéndole? Pero tenía que saber en qué lío se había metido.

     —Irlanda, naturalmente —respondió.

     —¡Irlanda! —Exclamó Zaid en un susurro. Puso los codos en sus muslos y llevó el rostro hasta sus manos. Desesperado, frotó sus palmas contra su cara.

     —Señor, os aseguro que mi paciencia se está agotando. Ruego que me disculpéis por ello, pero no encuentro razón alguna para quedarme a escucharos, tengo muchas cosas por hacer el día de hoy y estáis consumiendo mi tiempo. Os preguntaré una última vez: ¿Qué hacéis aquí?

     —Sucede que... —comenzó.

     En su mente, Zaid estaba decidiendo si decirle la verdad o no, calculando la reacción de la muchacha. Probablemente no le creyera, a menos que le diera alguna prueba de que decía la verdad...

     —Vengo del futuro —concluyó.

     Gracia levantó una ceja y luego alzó la barbilla de nuevo.

     —Os aseguro que he tenido suficiente. Señor, os ruego que os marchéis —afirmó levantándose de su asiento para indicarle que la visita había finalizado.

      —¡Espere, tengo pruebas!

     Ella ignoró lo que él decía. Le dio la espalda y caminó delante de él para indicarle la salida.

     Zaid sacó presuroso su celular de la bolsa delantera de su pantalón, mientras la seguía, para mostrarle a ella la fecha que decía ahí.

     —¡Mire la fecha! ¡Sólo mire la fecha! —iba diciendo él detrás de ella.

     Al llegar a la puerta, Gracia se giró sobre sus talones para enfrentarlo y ver de qué hablaba, pero de pronto tuvo al celular en frente, a escasos centímetros de su rostro. Apenas ver el aparato electrónico, gritó. Fue una expresión despavorida, de auténtico miedo.

      —¡El diablo! —gritó santiguándose y, posteriormente comenzó a rezar.

      Zaid se llevó una mano a los labios.

      —Shhht no, no, no. No es lo que cree... —intentó acallarla, pero ella gritó más fuerte al ver que él se acercaba.

     La puerta se abrió de golpe a pocos segundos de su reacción y él sintió un pánico indecible al ver al pelirrojo aparecer entrando a la habitación; tenía los dientes apretados y la mano sobre la espada —aún envainada— que llevaba al costado izquierdo.

     Zaid escuchó la voz de la chica decir algo y el pelirrojo se precipitó con fuerza sobre él. Le quitó la mochila con violencia. El muchacho no logró ver qué hizo con ella, pues antes de que volteara, el pelirrojo le tomó un brazo y lo forzó sobre su espalda, haciéndole una llave inmovilizante.

     El muchacho gritó de dolor e intentó liberarse, pero toda la fuerza que Zaid había ganado en el gimnasio día tras día desde la secundaria, no era nada en comparación a la brutalidad de este hombre. Era bastante delgado, pero esa fuerza no correspondía a su físico.

     —¡Señorita, por favor, le digo la verdad! —insistió.

     Ella permanecía en un rincón de la habitación mientras se cubría el rostro con las manos, visiblemente aterrada.

     El pelirrojo comenzó a arrastrar a Zaid fuera del salón. Siguió poniendo resistencia, pero se detuvo cuando el hombre comenzó a apretarle el brazo aun más fuerte para que cediera. Era la cosa más dolorosa del mundo, así que, aunque tenía pánico y el corazón le latía con violencia sobre las costillas, dejó de oponerse a ese bruto.

     Luego de un rato, que al baterista le pareció una eternidad, el pelirrojo seguía dominando a Zaid por medio del brazo, mientras lo conducía por numerosos pasillos. Ya no estaba poniendo resistencia y aún así el otro mantuvo la llave, el chico sólo podía gruñir de dolor. Creía que le rompería los huesos si continuaba, y ese pensamiento no ayudaba en nada al terror que sentía.

     —¿A dónde me llevas? ¡Suéltame, no hice nada malo! —Aseguró, pero sintió que a causa de su protesta, el verdugo aumentó la presión sobre su brazo, así que trató de continuar caminando en silencio, aunque no podía evitar gruñir de dolor.

     —¿Sabes lo que ocurre a las ratas que hacen brujería? —dijo el pelirrojo entre dientes.

     «Ah, con que hablas español», pensó Zaid. «Un momento... ¿brujería? ¿De qué habla este imbécil?», se preguntó.

     —¿Qué quieres decir con brujería? —logró cuestionar.

     —Los brujos van al calabozo —continuó como si el chico jamás hubiese hablado.

     —¡¿Qué?! No hablas en serio...

     Zaid no vio una piedra que sobresalía del suelo y tropezó con ella. Aulló cuando el brazo se le acalambró por el movimiento.

     —Oh, sí, al calabozo... —el pelirrojo ignoró su queja— Ahí es a donde irás.

     El hombre dijo esto último con maldad, y en su voz había un rastro de alegría que a Zaid le dio más miedo, si es que se podía.

     El muchacho quiso decirle que él no había hecho ninguna brujería, que era católico y que iba los domingos a la iglesia, pero se resistió a hacerlo, cuando su voz interna le dijo que de nada serviría tratar de razonar con un salvaje que se alegraba con la desgracia ajena.

     Ahora se encontraban descendiendo unas escaleras muy angostas, diferentes a las primeras que usó Zaid al llegar a esa casa. El pelirrojo no tenía cuidado al empujarlo entre esos escalones, varias veces estuvo a punto de caerse y, aunque intentaba por todos los medios que la tortura del brazo se detuviera, ese momento parecía durar por siempre.

     Al pie de la escalera, Zaid vio un pasillo que estaba iluminado con antorchas. Olía a humedad y a heces fecales ahí dentro. Le entraron unas náuseas terribles, pero gracias al cielo, no vomitó.

     El verdugo lo siguió empujando hacia adentro. Al fondo había una especie de habitación. Un hombre cuidaba la entrada y, al ver al pelirrojo y a Zaid entrando, se adelantó para atender a su compañero.

     Intercambiaron palabras en ese idioma raro de nuevo y luego de que el otro hombre asintió, el pelirrojo soltó al muchacho con un empujón muy fuerte. Le sonrió con malignidad al chico y se alejó sin volverse.

     Zaid, al verse liberado, se concentró en frotarse el brazo adolorido, pero el otro hombre, aunque no lo tocó, le señaló la habitación sin puerta, para que se metiera. El muchacho no sabía si alegrarse de que este hombre no lo tocara, o si algo peor le esperaba.

     Se le quedó mirando, preguntándose qué clase de «calabozo» era aquél, que no tenía ni una puerta para retener adentro a los prisioneros. Al ver el titubeo del chico, el guardia le dio un poderoso empujón y Zaid, que casi cae al suelo, se puso a caminar en la dirección que el hombre le había indicado. Miró hacia arriba para saber a qué se atenía en ese lugar, pero sólo vio la loza encima de su cabeza, cuya altura era al menos de cuatro metros. No había elementos de tortura. El chico agradeció a Dios mentalmente por ese detalle.

       El guardia, más fornido y alto que el pelirrojo, habló con un tono rudo y dijo palabras toscas —que Zaid de nuevo no entendía— pero miró el suelo cuando el hombre señaló una esquina del cuarto.

     El chico frunció el ceño al ver que había una rejilla levantada —como si fuera una cloaca— y se asomó hacia abajo, estaba muy oscuro.

     El hombre volvió a decir algo y seguía señalando el agujero.

     Zaid lo miró sin comprender. El guardia perdió la paciencia y con un gruñido, lo empujó hacia adentro y cerró la rejilla.






N/A: ¡Hola! 👋🏼✌🏼😁

¿Qué tal, les gustó este capítulo?

🌀Debo decirles que escribir esta parte fue muy emocionante para mí. En mi cabeza acontecían las cosas al mismo tiempo que las iba escribiendo. Fue uno de los episodios más fáciles de escribir, porque todo estaba tan claro... En fin, espero que les guste y si es así, recuerden ponerle estrellita ⭐️ a este capítulo y compartir con alguien más mi historia.

🌀Este capítulo está dedicado a mi leal lectora y amiga  MiriamSevilla1 muchas gracias por estar presente♥️, tus comentarios, votos y lecturas hacen que me den muchas ganas de continuar escribiendo. Sé que tienes múltiples ocupaciones, pero eso no te ha detenido de leer, miles de gracias por tu apoyo.🙏🏻♥️😘

🌀Finalmente quiero agradecerles que ya superamos las 650 lecturas,😱😱😱 muchísimas gracias a todos por su apoyo😭🙏🏻♥️, su amor y dedicación, que ayudan mucho a que cumpla mi sueño de tener impreso este libro a través de una editorial. ¡GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS!😍😍♥️🙏🏻

🤗♥️Sin más qué decirles, les mando un cálido abrazo a todos.

🌀Hasta el próximo domingo 😉😊♥️


RosalinaG⭐️♥️

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