Casado con mi secretaria © (B...

By R1Aguirre

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Importante
Parte 1
Parte 2
Parte 3
Parte 4
Parte 5
Parte 6
Parte 7
Parte 8
Parte 9
Parte 10
Parte 11
Parte 12
Parte 13
Parte 14
Parte 15
Parte 16
Parte 18
Parte 19
Parte 20
Parte 21
Parte 22
Parte 23
Parte 24
Parte 25
Parte 46
Parte 47
Parte 48
Parte 49
Parte 50
Parte 51
Parte 52
Parte 53
Parte 54
Parte 55
Parte 56
Parte 57
Parte 58
Parte 59
Parte 60
Parte 61
Parte 62
Parte 63
Parte 64
Parte 71
Parte 72
Parte 73
Parte 74
Parte 75
Parte 76
Parte 77
Parte 78
Parte 79
♥IMPORTANTE♥

Parte 17

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By R1Aguirre


Alex va al baño, no tengo de otra que acompañarla, almenos entran y salen chicas bonitas de este lugar, nunca he entendido porqué las mujeres nunca van solas al baño, no me imagino yo yendo al sanitario con David y orinando juntos mientras hablamos de chicas, sería extraño; pero bueno, siempre he dicho que las mujeres son seres extraños.

Pasan dos chicas frente a mí, están bastante guapas, y se me quedan viendo, y yo aquí casado ¡demonios! También las miro, seductoramente pero serio al mismo tiempo, no vaya a ser que Alex se dé cuenta y luego ande haciendo lo mismo con hombres de aquí. Aunque parece que sí lo notó, cuando dirijo mi mirada hacia la puerta ahí está ella con esos sus ojos intimidantes y hace una seña con su mano de que me está viendo, esta mujer me hace reír, cierra la puerta y ya comienzo a ver mi reloj, cinco minutos son cinco minutos para mí.

Justo cuatro minutos después miro el reloj nuevamente, y ella sale, había arreglado su cabello y retocado su maquillaje, se mira linda y ese vestido ni se diga, tengo que admitir que he revisado como dibuja cada curva de su cuerpo cuando no me está viendo.

Sólo quisiera pasar mis manos sobre esa deliciosa figura.

—Diablos, tendré que esconderte todos los relojes —menciona, caminando hacia mí, levanto la mirada y sonrío.

—Si me escondes los relojes fracaso como empresario, si no vas a ser disciplinado con el tiempo que haces las cosas, mejor no las hagas —digo, casi de inmediato.

—¿Qué? Más vale tarde que nunca, mi amor —¿Acaba de llamarme... mi amor? La miro levemente con una sonrisa enmarcada en mi rostro, esa palabra se escucha tan bien de sus labios. Tomo su mano y caminamos de regreso a la fiesta.

—Eso fue inventado por un flojo que no quería hacer su trabajo a tiempo. Conmigo vas a aprender que cinco minutos son cinco minutos —se detiene de golpe y me observa.

—Tú y yo nunca nos vamos a entender —dice seriamente, no puedo evitar reír y entrelazo sus dedos con los míos.

—Por supuesto que no —exclamo y esbozo una sonrisa.

Buscamos a los chicos, y casi de inmediato los diviso en la zona VIP, nos hacen una seña para que nos acerquemos a ellos. La verdad estoy con ganas de irme.

—Yo quiero irme —hablo, muy cerca de su oído. Esa fragancia suya me embriaga —¿Y tú, Alex?

—Bueno, está temprano aún —contesta, tiene razón. Si estuviese solo no me quedaría, pero con ella creo que amanecería en este lugar.

Al llegar, sólo veo que hay un pequeño sillón blanco a la par de Dason, tomo a Alex por la cintura y nos dirigimos al único lugar disponible. Lo tomo y tiro suavemente de su antebrazo para que tome lugar sobre mis piernas.

El joven mesero nos lleva tragos, hablo con Dason sobre negocios y me comienza a contar su experiencia como corredor de bolsa de Wall Street. Alex toma dos tragos, toma uno ella y el otro para mí que no duda en llevarlo directamente a mi boca.

—Quieres emborracharme para luego aprovecharte de mí, ¿Cierto? —enarco una ceja y sonrío.

—No sabes las cosas que pienso hacerte —guiña un ojo. Pone ambos tragos sobre la mesa y yo rodeo su cintura con mis brazos.

—Entonces continúa —también guiño mi ojo, ambos reímos.

Yo deseara que hablase en serio.

Se acomoda y se recuesta sobre mi regazo, continúo hablando con Dason y su novia comienza a besarle el cuello y comienza a reír, eso es incómodo, ojalá Alex nunca me haga eso, moriría de vergüenza.

Comienzo a acariciar el suave cabello de Alex, me encanta, y mucho más ese aroma que desprende, llevo unos mechones rebeldes detrás de su oreja y acaricio su cabeza, sé que está a punto de quedarse dormida. Siento su respiración en mi cuello y al voltear a ver su rostro sus labios están muy cerca de los míos.

Me siento tentado a besarlos; sin embargo, me contengo.

—Si te duermes te voy a cargar en frente de todos y te llevaré así hasta la limusina aunque no quieras —expreso muy cerca de su oído para que esté avisada.

—Por supuesto que no —contesta rápidamente, levantándose de mi regazo, quedando frente a frente conmigo, con su rostro muy de cerca al mío, sus grandes ojos verdes me miran intrigadamente, esa mirada que me hipnotiza, intento darme cuenta porqué me atraen tanto, talvez porque el verde es mi color favorito, pero... he conocido muchas mujeres con ojos verdes y ningún par de ojos me han llamado la atención más que éstos.

Su nariz pequeña y fina, sus labios como arco de cupido perfectamente dibujados en su rostro, rosados y carnosos. Esas increíbles ganas de besarla se apoderan de mí y ahora sí, voy a hacerlo, pero para mi sorpresa, ella lo hace primeramente.

No sé si será por lo tragos pero maldición... me encantan estos besos.

Sus suaves labios están sobre los míos, y de una manera suave y delicada se pasea por mi boca. Correspondo su beso de la misma forma pasiva, su cabello se interpone entre nosotros, lo odiara, pero es tan lindo como para odiarlo, aparto cada mechón con mi mano y lo llevo detrás de su oreja, dejo mi mano en su nuca y luego la bajo lentamente hasta llegar a su espalda baja, con ganas de seguir más abajo, pero me contengo. Por algún motivo, este beso me encanta, escondo lo mejor que puedo la erección que aprieta mis pantalones. Miles de veces me dan ganas de llevar mis manos a donde no debo, pero recuerdo una y mil veces que es Alex y me puede matar si lo hago, muerdo su labio inferior suavemente y sonrío, tenía que hacerlo, también sonríe, y abre sus bellos ojos y los clava en los míos, tomo sus manos y entrelazo mis dedos con los suyos.

—¿Oliver, nos vamos? Antes de que me emborrache y amanezca con una terrible resaca —la voz de Henry me estremece y Alex se levanta casi de inmediato de mis piernas.

—Por... supuesto —balbuceo, ese beso de Alex me dejó desorientado.

Nos despedimos de todos, subimos a la limusina y se recuesta en mi hombro, sostengo su mano mientras hablo con Henry sobre cosas de la empresa, es un viaje largo, Alex se queda dormida como siempre. Llegamos, Henry y Britanny bajan de la limusina y veo que Alex aún no despierta, típico en ella, duerme como una boa, la tomo en mis brazos, ahora sí despierta.

—Oliver, ¿Que estás haciendo? —pregunta entre risas al sentirse alzada en mis brazos.

—Bueno, no te cargué el día de nuestra boda, así que aprovéchalo, sigue durmiendo —las dos personas en el elevador nos quedan viendo divertidos. Bueno, ¿Quién no? Se deben imaginar miles de cosas en estos momentos.

Llegamos a la suit y la dejo suavemente en su lado de la cama que habíamos acordado, le quito los zapatos y pongo su bolso en la mesita con espejo que está enfrente.

—¿Necesitas algo más? —pregunto, al verla que me observa divertida.

–—¿Es en serio....? ¿Tú Oliver Anderson preguntándome a mí si necesito algo? —me mira con cierto tono de burla.

—¡Por Dios! Alex, estoy intentando ser buen esposo y ¿Tú te burlas? —lo que me gusta más de ella, poder hablar de la forma más sarcástica posible y entiende inmediatamente. Comienzo a quitarme los zapatos.

—Yo no me burlo —exclama, entre risas —bien, quiero pastel de chocolate.

—¿Pastel? ¿A las 11 pm? —pregunto, tomando el teléfono, sigo sin entender como mantiene ese cuerpazo. Buena genética la de esta mujer.

—¡Por supuesto! —exclama, se sienta sobre el colchón de la cama, recostando su espalda en el cabezal, sus pies frente a ella y no puedo evitar hacer un recorrido por esas sensuales largas piernas con bastante disimulo hasta que escucho una voz del otro lado de la línea.

—Buenas noches, quiero un pedazo de pastel de chocolate.

Con gusto, ¿Suit Presidencial? ¿Cierto?

Si, suit presidencial.

Su nombre por favor.

Oliver Anderson —llevo mi vista a Alex, quién está entretenida con la uña de su dedo pulgar.

En unos minutos ya está ahí señor Anderson.

Estupendo, Gracias.

Vuelvo el teléfono a su lugar colgando la llamada, cuando me encuentro con la vista de Alex sobre mí con su ceño levemente fruncido.

—Espera ¿Acabas de dar las gracias? ¿Qué rayos te está pasando Oliver Anderson? —Alex finge cara de sorpresa.

Lo pienso por unos segundos, y me percato, es verdad ¿Qué mierda me está pasando?

—Tienes razón, se me están pasando tus malas costumbres —finjo molestia y Ale sólo ríe por mi comentario.

—¿Malas costumbres? Estás aprendiendo a ser humano ¡Estoy orgullosa! —dice esto llevándose la mano al pecho y finge un sollozo. Le lanzo la mirada más feroz posible pero en realidad me hace reír.

—¿No es que estás intentando ser buen esposo? —me quito el saco para volver mi mirada a ella.

—Tienes razón —contesto, sonriendo más fingidamente que Brittany mientras subo las mangas de mi camisa a la altura de mis codos.

Tocan el timbre, abro la puerta y ahí está el pastel de chocolate. Un pastel entero y pequeño, debo admitir que se ve bien.

Llevo el pastel hasta la cama y con un fino tenedor corto un pedacito y lo llevo a su boca, sentándome frente a ella en la exuberante cama que compartimos.

—¿Qué haces? —pregunta entre risas, acomodándose en el respaldar de la cama.

—Quiero que sepas lo vergonzoso que es que te hagan esto —ella come su pedazo de pastel tan delicadamente.

—¿Qué? Es lindo —la miro por unos segundos y no puedo evitar reír. Ella y estas sus cosas cursis que le encantan.

—Para ti, todas estas cursilerías son lindas —digo, luego de un suspiro.

—Entonces, ¿Para ti que es lindo? —pregunta, mientras llevo otro pedazo de pastel a su boca.

Pienso mi respuesta por unos segundos.

—Tú —más directo no pude ser, la comisura de sus labios tienes chocolate, llevo mi dedo pulgar y limpio esas perfectas creaciones —eres como esos lindos conejitos que cuando tocas te muerden y te hacen una fea cicatriz —no puedo decirle sólo que me parece linda y que piense mal.

Ella sólo ríe, me gusta su sonrisa; la forma como se arquean sus labios para mostrar esa perfecta dentadura. Como ese verde de sus ojos brilla cuando está feliz, cómo su pequeña nariz levemente se arruga cada que hace ese gesto de diversión. Es bella.

Maldita sea... Alex no puede gustarme.

Tomo lugar a la par suya para evitar seguir viendo ese perfecto rostro cortando un pedazo de pastel, me recuesto sobre el cabezal de la cama y llevo el pastel a mi boca, sólo unos segundos después ella sonríe y mira la comisura de mis labios.

—Tienes un poco de chocolate —dice, pero ella se acerca a mí y con sus labios limpia suavemente el dulce. Hasta siento que lo hace de una manera sensual y me dejo llevar por esa sensación, llevo mi mano a su cuello profundizando el beso. Sus labios están dulces, ella está levemente inclinada hacia mí y lleva su mano hacia la parte de atrás de mi cabeza, me hace recorrer un escalofrío, procuro que no se de cuenta.

Alex no me hagas esto. Me puedo descontrolar.

Por suerte, se separa de mis labios con una cálida sonrisa.

—¿Cuál es tu sabor favorito... Vainilla o Chocolate...? —pregunta, mirándome a los ojos, por un momento me siento perdido pero reacciono rápidamente.

—Vainilla —contesto —ya sé que el tuyo es el de chocolate.

Asiente con su cabeza, es que eso es de imaginarse porque ya se ha comido la mitad del pastel de chocolate.

—¿Terror, romance o acción?

—Acción, y apuesto que tú elegirías romance —creo que es obvio.

—¡Te equivocas! Prefiero las de terror, no hay nada mejor que el suspenso —con razón a veces da miedo.

— ¿Comida favorita? —pregunto, esperando la respuesta de Alex mientras traga un pedazo de pastel.

—Lasaña...

—Lasaña ¿Eres Garfield? —no puedo evitar reír, ella hace ese su gesto divertido.

—Sé cuál es la tuya.... El tocino...

—Es lo más grasoso que me gusta comer —menciona —ah, y la pizza.

—¿Y cuál específicamente? —lleva otro pedazo de pastel a su boca mientras me mira.

—Jamón, Queso y Salami —Ay por Dios, quiero pizza.

—¡Demonios! Ahora quiero pizza —exclama.

—Yo también —no puede ser —esto es tu culpa por comenzar con estas preguntas —me pongo de pie y voy hasta el teléfono para pedir la dichosa pizza.

Adiós abdomen marcado.

Treinta minutos después estamos comiendo pizza y discutiendo estupideces del porqué las pizzas de Italia deberían ser la octava maravilla del mundo, luego nos dimos cuenta que no debíamos haber comido tanto a estas horas, pero, ya qué importa, casi de inmediato nos quedamos dormidos.

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