16: Mejores amigas.
Hace cuatro meses.
Leah abrió la puerta del copiloto y se metió en el auto, apenas formulando un pequeño saludo desganado.
—Hey, cariño, ¿qué tienes? —le preguntó Ashton viéndola con severidad.
La chica dejó caer su cabeza en el espaldar del asiento y soltó un pesado suspiro. Se quedó en silencio por un momento, formulando una respuesta coherente y no estallar con Ashton.
—Meghan, aunque lo niegue, está enfadada conmigo, eso sucede —dijo la joven. Ashton hizo frucir su ceño antes de arrancar el auto.
—Disculpa mi ignorancia, pero sigo sin entender a qué te refieres.
—Es que llevo un par de semanas hablando con unas chicas de mi clases las cuales no les agradan mucho a Meghan, entonces cuando vamos a comer ella no se me acerca y si estoy hablando con ellas me ignora —habló rápidamente—. No sé qué le sucede a Megs, pero no me gusta saber que ella está enfadada, es mi mejor amiga.
—¿Y has considerado preguntarle qué es lo que le molesta acera de estas chicas? Como dicen por ahí, hablando se entiende la gente —aconsejó. Volteó a verla una vez el semáforo en el camino cambió a rojo.
—¡No me quiere decir! Ella insiste e insiste en que no le molesta nada y que está bien, pero la conozco, Ashton, créeme que sí, y ¡agh! Me pone de los nervios que me quiera decir —exclamó. Llevó su mano derecha a su boca, donde comenzó a mordisquear una de sus uñas, gesto típico en ella al este ansiosa.
—Primero, no hagas esto. —Apartó la mano de Leah de su boca—. Y segundo, ya que eres su mejor amiga, piensa acerca de lo que crees que le molestaría, no creo que sea tan difícil hallar una respuesta. —Se encogió de hombros a la vez que retomaba su atención a la carretera
—Es que simplemente no quiero que se enoje conmigo, ella es mi mejor amiga y sé que ella no es muy buena socializando, odio ver cómo se aparta y se queda sola, Ash —suspiró luego de hablar y dejó reposar su cabeza en la ventana.
Ashton ladeó una pequeña sonrisa de ternura.
—Sigue mi consejo, cariño, más vale una buena amistad que un malentendido.
En el presente.
—Te odio tanto, Meghan Taylor —exclamó Leah sentándose junto a su mejor amiga en una banca del parque que estaba a la salida del Instituto.
—Eh, venga, que yo no he hecho nada. —La aludida elevó ambas manos en señal de inocencia. Al notar que Leah no se reía ni nada por el estilo, decidió optar por algo más serio—. ¿Qué sucedió?
Leah pasó una mano entre su cabello oscuro, llevándolo hacia atrás y enfocó sus ojos verdes en un punto inexistente.
—Es que la conversación que tuvimos en tu casa me dejó muy... No sé cómo decirlo —fue interrumpida por Meghan.
—¿Psicosiada? —acotó.
—Sí, algo así. —Hizo un ademán con la mano para restarle importancia—. La cosa es que fui a casa de Ashton, él estaba pasando la cruda. Me pidió que me acostara junto a él y, okay, lo hice, es normal entre nosotros. —Meghan asintió con la cabeza, comprendiendo y Leah prosiguió—: Patéticamente me quedé dormida y bueno, acá es donde viene lo avergonzante... Estuve a nada de pedirle que me besara nuevamente. —Se cubrió el rostro con sus manos.
—¿No me estás jodiendo, verdad? —habló Meghan con su curiosidad a flor de piel. Leah la miró y negó lentamente con la cabeza—. Dios mío, Dios mío.
—Estuve a segundos de preguntárselo, sino fuese porque mi mente tuvo un instante de sensatez, probablemente hubiera arruinado mi amistad con Ashton definitivamente.
Leah llevó su mano derecha a su boca para comenzar a mordisquear sus uñas.
—Dime algo, querida amiga, ¿de haberle dicho eso, qué hubieras preferido, que Ashton te besara o que te dijera que no? —cuestionó Meghan, mirando fijamente a su amiga.
Meghan había dado en el clavo haciendo la misma pregunta que Leah se había estado haciendo a sí misma durante toda la mañana.
No quería aceptar ni tampoco negar nada respecto a sus sentimientos por Ashton. Odiaba sentirse así de confundida, la incertidumbre la carcomía.
Amaba demasiado a Ashton, él siempre estaba para ella en todo lo que necesitaba y cuando estaban juntos ella se podía sentir feliz siendo sí misma. Pero tampoco quería confundir sus sentimientos llevándolos a un sentido romántico o que fueran sus hormonas jugándole una mala pasada.
—Si hubiera hecho esa pregunta de verdad, obviamente hubiera querido que me besara, si me rechazaba metía mi cabeza dentro del colchón —intentó bromear, sacándole una pequeña risa a Meghan—. Pero ambas sabemos que todo se volvería incómodo.
—Oh, no. Todo respecto a ustedes dos es incómodo, siempre está la tensión, y créeme, todos nos damos cuenta, pero es asunto de ustedes. —Se encogió de hombros y ajustó sus gafas sobre el puente de su nariz—. Pero si quieres un consejo, deberías hablar con él, para bien o para mal, Leah, las cartas ya están echadas, solo debes saber barajearlas.
—Quizás no hable con él directamente del tema, cuando estoy nerviosa mi cerebro y mi boca no coordinan correctamente, aunque sí puedo ir sacando el tema poco a poco a colación —sonrió, complacida con su idea.
—Ya decía yo que detrás de esa dura cabeza sí había un cerebro —Meghan bromeó, recibiendo una colleja de parte de Leah—. Sólo bromeaba, agresiva.
La ojiverde sonrió con fingida inocencia y besó la mejilla de su mejor amiga.
—Te adoro, Meggy. Lo sabes, ¿no? —le preguntó, descansando su cabeza en el hombro de la castaña.
—Y yo a ti, aunque consigas cada manera de reducir mi nombre —rio—. Sí sabes que damos la total apariencia de una pareja lésbica, ¿no? —imitó su tono al hacer la pregunta.
—Una falsa pareja lésbica que se quiere mucho —carcajeó Leah.
Después de unos segundos en silencio Meghan volvió a hablar.
—¿Qué harás el sábado?
Leah recordó a su mamá en la mañana diciéndole que irían a la playa, pues su madre se sentía muy pálida y urgía un "beso del sol", como lo denominó ella misma.
—Iré a la playa, mi mamá se siente mitad vampiro y quiere tomar sol como Dios manda —respondió—. ¿Por qué? ¿Harás algo?
—Mis padres se irán a España mañana en la noche y regresan el lunes, pero yo tengo cita con el oftalmólogo el sábado y no puedo conducir luego de que me dilaten la pupila, si a caso puedo caminar —explicó la castaña con un tono que carecía de entusiasmo.
Leah hizo una mueca al comprender. Su mejor amiga no veía precisamente bien sin sus gafas, y el problema parecía no mejorar, por lo que cada vez que iba a consulta pasaba todo el día sin poder hacer cualquier cosa.
Sabía lo frustrada que se solía sentir Meghan, aún más cuando no podía ver nada y debía confiar cada paso que daba en alguien más.
La última vez ella la acompañó y escuchaba constantemente las quejas de Meghan, diciéndole que ni siquiera lobraba ver sus manos definidas, sino que estas eran como una mancha.
—Lamento no poder acompañarte, sabes que lo haría con gusto pero ya me comprometí con mi mamá —se disculpó, apenada. Una sonrisa apareció en su rostro de repente, algo se le acaban de ocurrir—. Pero sabes quién sí puede que esté disponible para acompañarte y conduce mejor que yo... Luke —sugirió con una sonrisa malévola en su rostro.
—Estás loca, Leah. No, no, no. —Nagaba a la vez con la cabeza.
—Piensalo, necesitas ayuda y alguien que conduzca.
—Las cosas están algo incómodas entre nosotros aún. —Meghan se encogió de hombros, queriéndole restar importancia.
—Las cosas siempre son incómodas entre ustedes, pero es que hay una continua tensión, ¿sí me entiendes? —estuvo tentada a parafrasear a Meghan, pero intentó contenerse.
—¡Eso es lo que sucede con Ashton y contigo! —exclamó Meghan riendo—. Ustedes dos necesitan es besarse mucho y luego ahí aclarar si siguen con eso o lo dejan hasta ahí y retoman el papel de mejores amigos.